cristianos que por su voluntaria
fidelidad a la ley espiritual,
renacen en espíritu por el Espíritu Santo
y por el agua
#Todo os viene de El y por El que todo lo dio y padeció por vuestro amor
#Y expió en su Cuerpo santísimo todos los pecados.
#Podía Dios haberse dado por pagado con otros sacrificios de su Hijo divino
#Fijaos, hombres, y meditad en qué tiempos acaecieron los principales acontecimientos de Cristo
#Le dio las pruebas a la Humanidad para que no dudara de Jesús
A los Romanos, cap. 8.º
Dice el Dulce Huésped:
Dios da la predestinación a la Gracia a todos los hombres
y la predestinación a la gloria a los hombres
que permanecen fieles a la Gracia,
da también la justificación a los que con firme voluntad
saben hacer activos en sí los dones gratuitos dados,
dejados o restituidos por Jesucristo
"Al igual que Dios da la predestinación a la Gracia a todos los hombres y la predestinación a la gloria a aquellos de entre los hombres que permanecen fieles a la Gracia, da también la justificación a aquellos que con firme voluntad saben hacer activos en sí los dones gratuitos dados, dejados o restituidos por Jesucristo, siendo cristianos, no sólo de nombre y por ciertos signos recibidos no vivificantes en ellos -porque los pecados en materia grave y la permanencia en ellos los destruyeron- sino cristianos de hecho por su voluntaria fidelidad a la ley espiritual, que renacen en espíritu por el Espíritu Santo y por el agua, signo de la Gracia que limpia y sepulta al hombre muerto restituyendo el nuevo, y, asimismo, por el Espíritu de Amor y por la Sangre que purifica y lava las culpas en que puedan haber caído.
Estos tales, con su voluntad, operan incansablemente y sin desfallecimientos ni agobios su segunda creación o recreación en Cristo y para Cristo y se forman y modelan conforme al ejemplo y semejanza de Cristo, Cabeza del Cuerpo del que son ellos miembros. Y no por reconocerse humilde y sinceramente miembros débiles y hasta abyectos dejan de esforzarse en asumir la proporcionada belleza que esplende del Cuerpo Místico y especialmente de su Cabeza, Jesús, antes al contrario y, precisamente, porque se reconocen tales, trabajan sin desmayo en imitar a Cristo tomando cada vez más la semejanza del hombre perfecto que, en su perfección, fue en tal grado verdadera imagen y semejanza de Dios, que pudo decir. "Quien me ve a Mí ve a mi Padre".
Unidos a El, fieles a El, con voluntad, por su amor, de "no caminar según la carne", vosotros, los cristianos de hecho, sois justificados por El y vuestros actos, aunque imperfectos todavía, hácense buenos por revestirlos El con la abundancia de sus méritos infinitos.
Más aún: por el espíritu de Dios que habita en vosotros y que de nuevo torna a vosotros cada vez que la Sangre divina os vuelve a consagrar templos en los que pueda habitar la Gracia-Dios, venís a ser vosotros renovados, recreados, resucitados y sanados tras haber estado muertos o heridos por el pecado actual más o menos grave.
Todo os viene de El y por El que todo lo dio
y padeció por vuestro amor
Todo, por tanto, os viene de El y por El que todo lo dio y padeció por vuestro amor y, junto con su Carne inocente, hecha hostia pura, santa e inmaculada, crucificó y destruyó el Pecado sobre la Cruz.
(Paréntesis. -Me interrumpe en este punto una cada vez más fuerte debilidad, me dejo caer sobre la almohada y el Dictante divino me deja reposar. Mas, no bien me rehago un poco, el Espíritu Santo me dicta un pensamiento que yo, en un momento de dejadez motivada por el decaimiento que tengo, ni me esfuerzo en escribirlo diciéndome: "Ya lo recordaré".
Eran las doce. Ahora son las catorce y trato en vano de recodarlo. ¡Lo doy por perdido! y ¡era tan profundo...! Sufro en mi espíritu. Me agito buscando inútilmente lo que por mi culpa perdí. De primeras, siento al Espíritu Santo que con voz severa me dice: "Te has vuelto perezosa de un tiempo a esta parte. Cuando lo que te interrumpe son motivos de caridad o impertinencias ajenas. Nosotros acudimos con nuestra asistencia. Mas cuando es tu indolencia la causa de que pierdas una perla, no acudimos entonces. Quédate con tu pena y no indagues más, pues no darás con esas mis palabras así hojees todos los libros de la Tierra. Que éste tu sufrimiento te sirva de purificación".
Tiene razón. Mas encontrábame tan cansada, tan débil, que la pluma se me iba de los dedos y me caía por todos los lados. No me era posible tener abiertos los ojos, ni Dios me comunicaba su fuerza para servirle como lo hace cuando quiere. Con todo... debiera haber escrito, cómo y donde pudiera, con la salvedad de tener que copiarlo después. Mas, lo hecho, hecho está y ya no hay remedio. Si aquí aparece una laguna, es por mi culpa.
Es verdad. Tan mal a la sazón me veo, que me he hecho perezosa. Hasta ahora Dios se ha compadecido. Hoy me castiga. ¡Paciencia! Esto me lo merezco y es justo el castigo)
Continúa el dictado del 12 de junio, hoy 14 de junio.
Y expió en su Cuerpo santísimo todos los pecados.
Y expió en su Cuerpo santísimo todos los pecados. Y para que vosotros pudieseis revestiros con el traje nupcial, vestido limpio ornamentado, vistiose el de llagas, heridas, cardenales y sangre.
Abatiose sobre El la ira de Dios, la ira por vuestros infinitos pecados, desde el Pecado primero, padre de todos los demás, hasta el último que se cometa; y la Justicia clavó y ahogó todas las culpas en su Cuerpo inocente. Cual ciervo acosado por una turba de arqueros, así fue acosado El por las flechas de Dios para que fueran expiadas con su Sangre todas las culpas.
De la cabeza, en la que tan sólo animaron pensamientos santos y de la que únicamente salieron palabras de sabiduría, de justicia y de amor, a sus dulces pies de Mensajero de Paz que, para venir, había salvado distancias y bajado valles cual ningún otro hombre salvará y bajará -habiendo atravesado la distancia abismal existente entre sus naturalezas divina y humana y descendido hasta el profundísimo, angosto, oscuro y contaminado valle de pecado y de dolor que es la Tierra, tan distinta del Empíreo sin confines, todo luz, pureza, armonía y gozo superiores a toda concepción humana, para encontrar en ella, después de tantas pruebas, fatigas y penas, la Cruz-, de la cabeza a los pies fue todo una llaga.
Y si resulta imposible contar las estrellas desparramadas por la inmensidad de los cielos, así también es imposible contar las heridas esparcidas sobre el Inmenso que se hizo limitado en una Carne expiatoria. Porque cada una de las llagas y cada uno de los cardenales eran parte del total de las muchas heridas y golpes padecidos por Aquél que, dada su naturaleza divina, no era pasible al dolor ni a la muerte, sino que hízose Hombre para borrar los pecados del mundo, hacer las ofrendas que rescatan toda impureza, conocer el dolor y la muerte abandonándose a ellos para proporcionar la Vida a los muertos a la gracia y a los fieles a ella la paz de los hijos de Dios sobre la Tierra y la gloria gozosísima en el Cielo.
Podía Dios haberse dado por pagado
con otros sacrificios de su Hijo divino
Podía Dios haberse dado por pagado con otros sacrificios de su Hijo divino que no fuesen los atroces e infamantes de la flagelación y de la cruz, suplicios para malhechores y esclavos. Sólo la mortificación que suponía para el Verbo tener que vivir en una Carne, su estar sujeto a las necesidades del hombre, su vivir entre pecadores, blasfemos, falsos adoradores de Dios, lujuriosos, violentos y mentirosos para santificarlos con su paso por entre ellos, podía bastarle al Padre.
La fundación de la religión cristiana podía verificarse
por la sola permanencia del Emmanuel en Palestina
La conversión del hombre, del desorden del pecado al orden de la Ley, podía realizarse, claro que podía realizarse, con sólo el amaestramiento de Cristo. La fundación de la religión cristiana podía verificarse por la sola permanencia del Emmanuel en Palestina. Otras han llegado a fundar religiones que han resistido a los siglos y eran simples hombres. Con mucha mayor razón habríase podido llevar a cabo la fundación de la religión cristiana por medio de Cristo, Verbo de Dios hecho Hombre, durante su estancia entre los hombres, pues nadie fue Maestro más Maestro que El. Incluso Dios habría podido escoger de entre los hombres al más justo de ellos y unir al mismo temporalmente el Espíritu de su Verbo para que la nueva religión fuese, por su justicia y verdad, verdaderamente divina.
El Pecado original y los demás pecados
habrían podido ser cancelados y los hombres redimidos
hasta con una sola gota de la Sangre de Jesucristo.
El Pecado original y todos los demás pecados habrían podido ser cancelados y los hombres redimidos hasta con una sola gota de la Sangre de Jesucristo. Habría sido más que suficiente la sangre brotada en la circuncisión de su prepucio sacrificado, por cuanto el Hijo del hombre, al ser el Inocente nacido de la Virgen inocente e inmaculada, no estaba obligado al rito impuesto a los descendientes de Abraham para formar parte del pueblo hebreo. No era precisa alianza alguna entre el Hijo de María y Dios Padre, ya que El era, no el hijo de adopción sino el Hijo Unigénito del Padre santísimo.
Cristo era Hombre, mas la Carne asumida en el tiempo no abolió en El la Divinidad, antes bien uniéronse en una sola Persona ambas naturalezas sin que ninguna de ellas sufriese mutación en su real esencia. Y así Cristo-Hombre fue en el tiempo y siempre Dios, Uno con el Padre y con el Espíritu Santo, como lo era antes de la Encarnación; y fue verdadero Hombre por haber sido hecho de Mujer por obra del Espíritu Santo sin concupiscencia de carne y sin sujeción a la Culpa original ni a culpa otra alguna.
en la unión real de las dos naturalezas en una sola persona,
en el anonadamiento de Dios en una carne primero
y en una inmolación total después,
está la medida de la inmensidad del amor divino
y de la gravedad de la Culpa
en la Resurrección está la prueba innegable
de la verdadera personalidad de Jesús de Nazaret,
el Cristo, el Emmanuel, Hijo de Dios e Hijo del Hombre,
sin posibilidad de duda ni de error.
¡Cómo no habrían de bastar aquellas gotas de Sangre divina para redimir a la Humanidad sin llegar a la efusión total de la misma entre tantos martirios! Mas, en la unión real de las dos naturalezas en una sola persona, en el anonadamiento de Dios en una carne primero y en una inmolación total después, está la medida de la inmensidad del amor divino y de la gravedad de la Culpa, lo mismo que en la Resurrección está la prueba innegable de la verdadera personalidad de Jesús de Nazaret, el Cristo, el Emmanuel, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, sin posibilidad de duda ni de error. Porque sólo un Dios podía por Sí resucitarse a Sí mismo en su parte humana después de tal muerte y tal sepultura, y resucitar glorioso sin muestras de heridas, a no ser las salutíferas de las Cinco Llagas, hecho hermosísimo -El, que ya era el "Hermoso entre los hijos de los hombres" no sólo por herencia de la hermosura materna y por hallarse exento de las taras consiguientes a la Culpa, sino también por un don divino, necesario a su misión y a su fin- hecho hermosísimo, más majestuoso y potente aún que la hermosura de los cuerpos glorificados.
Esto habríale podido bastar al Padre para conseguir el fin de devolver la Gracia al hombre caído y todo lo habría podido llevar a cabo el Padre sin llegar hasta aquel abismo de anonadamiento y a aquella cima de dolor que quiso para su Hijo a fin de que fuese cancelada la Culpa y reabierto al Cielo a los hijos adoptivos de Dios. Mas ¿qué consecuencias habríanse derivado de ahí? Las de nuevos pecados de rebeldía, de desorden, de soberbia, de dureza y de negación que habrían precipitado en el abismo a la Humanidad sacada de él por el Redentor y anulado su obra de Maestro, de Fundador y de Santificador de los hombres.
¿habría la humanidad acaso inclinado su frente
ante la doctrina, la justicia, las manifestaciones
de un hombre, y un hombre del pueblo,
del hijo del carpintero de Nazaret,
si no se hubiera rendido a las maravillas de sus milagros,
de su Resurrección y Ascensión?
La humanidad soberbia, y, más que ninguna otra, la de Israel, ¿habría acaso inclinado su frente ante la doctrina, la justicia, las manifestaciones de un hombre, y un hombre del pueblo, del hijo del carpintero de Nazaret, si no se hubiera rendido a las maravillas de sus milagros, de su Resurrección y Ascensión? ¿Podría un hombre, por santísimo que fuese, al que se le uniera por algún tiempo Dios, conseguir el objetivo de hacer aceptar una religión tan contraria en su doctrina a la triple sensualidad que muerde, abrasa y enloquece a los hombres? ¿Era conveniente y justo que la Religión perfectísima hubiera de ser predicada y fundada por la sola permanencia del Emmanuel en Palestina? Y ¿cabe imaginar un mundo convertido por las enseñanzas de un simple hombre por santísimo que fuese?
Ninguna de estas preguntas puede tener respuesta afirmativa. No hubiera sido posible, justo ni conveniente, porque el hombre la habría hecho nula e imposible de abrazar con sus cavilaciones, su incredulidad, sus injustos escándalos y sus necias e irreverentes ironías.
la Religión de Cristo debía ser universal
y así la contempló siempre el Pensamiento divino.
Por eso debía ser apoyada, sufragada y reconocida
como única y perfecta, con perpetuidad
hasta el fin de los siglos
Porque la Religión de Cristo debía ser universal y así la contempló siempre el Pensamiento divino. Por eso debía ser apoyada, sufragada y reconocida como única y perfecta, con perpetuidad hasta el fin de los siglos, digna de ser abrazada por todos los pueblos y no sólo por el de Palestina que era ya "Pueblo de Dios", si bien habíase mudado, a través de los siglos y en particular durante los tres últimos años de la vida terrena del Verbo Encarnado, en "Pueblo contrario a Dios"
Porque hubiera sido excesivamente grande la desproporción entre la culpa y su expiación, entre el océano de las culpas pasadas, presentes y futuras de toda la Humanidad, desde Adán hasta el último viviente, y la medida del sacrificio de no haber sido éste de inmolación total.
La inmolación había de ser total
para que todos fueran testigos de su tortura,
muerte, resurrección y ascensión
y de la verdadera Personalidad
de Jesucristo, Dios y Hombre
Porque harto débiles habrían sido para los excesivamente débiles las pruebas de la verdadera Personalidad de Jesucristo, de haber El tornado al Padre tras cumplir su misión de Maestro, Fundador y Santificador, sin antes haber sido torturado y muerto de aquella manera en presencia de multitudes procedentes de todas las naciones reunidas en Jerusalén para la Pascua, de suerte que tanto los israelitas prevaricadores y deicidas, como los gentiles, desconocedores del Dios verdadero, fueron testigos y testificadores, mal de su grado, de la verdadera Personalidad de Jesucristo, Dios y Hombre, que por Sí mismo resucitó y se apareció a muchos, tras la resurrección después de haber sido capturado, torturado, muerto por los de su Pueblo y confirmado como muerto por la lanzada del romano; y que ascendió al Cielo por su propia virtud a la vista también de muchos llegados asimismo de Jerusalén para la fiesta próxima de las mieses o de las siete semanas, llamada más tarde de Pentecostés, de toda la Diáspora, ya fuesen israelitas puros, prosélitos o familias mixtas compuestas de gentiles y hebreos.
Nada carece de razón en lo que establece o permite Dios
Por eso fue inmolado Cristo en el viernes pascual,
resucitó mientras aún duraba la aglomeración de la Pascua,
ascendió cuarenta días después,
cuando nuevamente hallábase la ciudad atestada de
peregrinos que volvían para Pentecostés
Nada carece de razón en lo que establece o permite Dios. Y esta razón es perfecta y buena. Por eso fue inmolado Cristo en el viernes pascual, resucitó mientras aún duraba la aglomeración de la Pascua, ascendió cuarenta días después, cuando nuevamente hallábase la ciudad atestada de peregrinos que volvían para Pentecostés o habíanse quedado para cumplir con el doble rito de presentar cada uno de los hijos varones en el Templo y para las dos fiestas de primavera.
Aquellos peregrinos, al desparramarse por sus respectivas
ciudades de la Diáspora, habrían de esparcir, por doquiera
que habitaran,
la nueva de los prodigios que habían visto y, sin saberlo,
habrían de contribuir a divulgar por el mundo
la verdad de que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios,
el Predicho por los Profetas,
el Mesías esperado, el Salvador y Redentor
Aquellos peregrinos, al desparramarse seguidamente para retornar a sus respectivas ciudades de la Diáspora y asimismo a cualquier otra parte, habrían de esparcir, por doquiera que habitaran, la nueva de los prodigios que habían visto y, sin saberlo, habrían de contribuir a divulgar por el mundo la verdad de que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, el Predicho por los Profetas, el Mesías esperado, el Salvador y Redentor; al igual que contribuyó a idéntico fin Poncio Pilatos con su informe a Cayo Tiberio César sobre el proceso y condena de "un hebreo de Nazaret, por nombre Jesús, muerto por voluntad del pueblo al ser acusado de subvertir la nación y de instigar al pueblo a no pagar los tributos al César, pues no había sino un sólo rey sobre la Tierra y éste era El: Jesús"; como sirvieron Longinos y los demás legionarios que vieron su mansedumbre y la majestad que se traslucía aún a través de aquella cubierta de heridas que desfiguraban al Mártir, oyeron sus palabras solemnes en el interrogatorio del Procónsul y, a lo largo de la vía dolorosa y de su cruz, asistieron a los prodigios que acompañaron su muerte.
Todo y todos sirvieron para dar testimonio de que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios.
Fijaos, hombres, y meditad en qué tiempos acaecieron
los principales acontecimientos de Cristo
Fijaos, hombres, y meditad en qué tiempos acaecieron los principales acontecimientos de Cristo. Ocurre el Nacimiento cuando el edicto de un César llama a los hebreos esparcidos por la Tierra a sus ciudades de origen para ser censados. La Muerte, la Resurrección y la Ascensión tienen lugar cuando los preceptos de la Ley mosaica hacen que se reúnan los hijos dispersos de Israel, en torno al Templo, en la Ciudad santa.
Le dio las pruebas a la Humanidad
para que no dudara de Jesús
Es la Humanidad la que debe ser salvada por aquel Infante que gime en un pesebre. Y la Humanidad, representada, no sólo por los palestinos sino también por los hebreos emigrados en diferentes naciones, se reúne por aquel tiempo en la nación donde El viene a la luz.
Es la Humanidad, que debe ser redimida por el Cordero inocente de Dios muriendo en la Cruz, la que se agrupa en la ciudad deicida y homicida por el tiempo en que El iba a ser inmolado, presenciando así el delito cometido, en el tiempo y modo predichos por los Profetas, con el Rey Mesías: el Hombre-Dios.
Es también la Humanidad, agitada por sobresaltos y remordimientos, por dudas y afirmaciones, la que debe ser confirmada en la Fe y se halla presente cuando, tras la sacudida del segundo terremoto, resucita el Occiso mientras el Sepulcro se vacía del Viviente inútilmente muerto y tiene así la respuestas del Dios Uno y Trino, respuesta mitigante o torturante sobre el Hombre de Nazaret.
Es igualmente la Humanidad, siempre dudosa por ser siempre soberbia y proterva, la que está presente, en aquella mañana fúlgida de nisán, cuando Aquél a quien no se le quiso reconocer por lo que era ni escuchar, antes se le dio la muerte esperando así apagar su voz, ascendió al Cielo, Palabra y Caridad eternas, que siempre hablará y siempre encenderá en el amor hacia El a los hombres de buena voluntad, la Humanidad viole ascender a pleno sol, más resplandeciente que éste por la luminosa belleza y hermosura de los cuerpos glorificados.
Y es en fin, la Humanidad la que se halla presente
al milagro pentecostal, a la epifanía de la Iglesia docente,
la que, no por capacidad propia sino por haber quedado
repleta del Espíritu Santo,
inicia su magisterio sapiente e infalible
de las verdades de la Religión.
Y es en fin, la Humanidad, todavía titubeante después de tantas pruebas, la que se halla presente al milagro pentecostal, a la epifanía de la Iglesia docente, la que, no por capacidad propia sino por haber quedado repleta del Espíritu Santo, de la incorpórea Tercera Persona de la Trinidad Eterna bajada a la Tierra -tal como la Segunda Persona habíalo anunciado antes de consumar su Sacrificio y ascender al Cielo, a ese Cielo del que bajara por el querer de la Primera Persona y por un único trino amor que quiere, en Uno, lo que las otras dos quieren siendo Ellas una única Unidad en tres Personas-, inicia su magisterio sapiente e infalible de las verdades de la Religión.
Las obras de Dios son obras de verdad y de luz, completándose con la luz y afirmándose con la verdad. La verdad apetece y busca la luz. La luz hace que resplandezca la verdad aun para pupilas que se empeñan en ser ciegas. Y esto para que no puedan decir: "No le habíamos visto" y para que la condena que habrá de darles el Juez divino sea condena motivada por su malvada voluntad y voluntariamente merecida al hacerse obstinadamente ciegos en no reconocer la verdad.
Es deseo de Dios que todos se salven.
Que todos alcancen la gloria es su eterno suspiro.
Y que tantos rechacen su salvación y la gloria
constituye su infinito dolor
Dios, en su amorosa voluntad, se conduce de tal suerte que todos puedan percibir la Verdad y tengan así el modo de salvarse. Es deseo de Dios que todos se salven. Que todos alcancen la gloria es su eterno suspiro. Y que tantos rechacen su salvación y la gloria constituye su infinito dolor.
Para que todos aquellos que son de buena voluntad recibiesen la justificación, la salvación y la gloria, mandó El a su Verbo entre los hombres y vistiole de Carne pura santa e inmaculada para que la Sabiduría de Dios hablase a las gentes, las amaestrase y el Cordero de Dios fuese inmolado y así redimiese a la Humanidad de la Culpa que la privaba de la Gracia y los hombres, nuevamente creados para la vida sobrenatural, pudiesen caminar por la senda de Cristo y alcanzar el Reino celestial, el conocimiento y visión de Dios y la Vida eterna y gloriosa, fin éste para el que Dios los creó".
12 al 14-6-48
A. M. D. G.