Nadie escapa a esta dolorosa

 consecuencia del desorden de un ángel

 y de los Primeros Padres. 

Ni siquiera el Hijo del Hombre, Ni aún

 María la sin Mancha

 


 

#Ni siquiera el Hijo del Hombre, Ni aún María, la Sin Mancha escapó a la ley del dolor,   

#Ninguno, pues, de los nacidos de mujer se encuentra libre de las consecuencias de la Culpa   

#¿Son irreparables estas consecuencias? ¿Representan para los hijos de Adán un obstáculo para el Cielo? No   

#el hombre recibió de Dios el entendimiento, la conciencia y la Ley dones que continuaron aún después de la Culpa.   

#Es Dios quien dio la gracia al hombre. Y para que sus actos no carecieran de mérito diole la libertad de querer   

#Las palabras de los ángeles en la noche de Belén no fueron palabras de gozo y de promesa tan sólo. Fueron una lección para los hombres Y a estos les era necesario poner de su parte la "buena voluntad" para que Jesús fuera su Salvador...   

#La buena voluntad del hombre es la condición esencial para que la venida de Cristo dé los frutos que el Padre tuvo en cuenta cuando la dispuso.   

#Todos los actos del hombre traen su origen de la voluntad. Si su voluntad es buena, el hombre hará actos buenos Si su voluntad es mala, los actos que haga serán malos   

#"No basta con no hacer el mal. Es también preciso no desear hacerlo"   

#Un deseo inflamado por el amor de que Dios sea amado, conocido, servido, y de que un pecador se arrepienta, puede conquistar más almas para Dios que no un activo prodigarse desprovistos de puro amor y, por tanto, de oculto sacrifico   

#Los verdaderos hijos de Dios que viven según el espíritu, bien que obligados a luchar contra los asaltos del mal y de la carne, permanecen fieles al orden, a la armonía y al amor para con Dios y para con el prójimo y terminan por identificarse con la Perfección eterna

 


 

A los Romanos, cap. 8.º, vv. 6-7-8.

 

Ni siquiera el Hijo del Hombre, Ni aún María, 

la Sin Mancha escapó a la ley del dolor

 

"Nadie escapa a esta dolorosa consecuencia del desorden de un ángel y de los Primeros Padres. Ni siquiera el Hijo del Hombre, el Verbo santísimo del Padre que, sin haber cometido pecado, supo no obstante del asalto del Tentador, y que, en el tiempo que fue "el Hombre" Aquél que, como carnero expiatorio, cargó con los pecados de todos los hombres, fue echado a morir fuera de la Ciudad Santa en el mayor de los desiertos -el del abandono, no sólo de su pueblo, sino también de los amigos y hasta de su mismo Padre- y, a pesar de ser Dios y, por tanto, Eterno, Purísimo y exento de las consecuencias de la Culpa, experimentó en propia carne el dolor y la muerte.

Ni aún María, la Sin Mancha por privilegio divino y por voluntad y fidelidad heroicas, escapó a la ley del dolor, consecuencia del pecado. Y si bien no murió materialmente sino que traspuso adorando, separándose su espíritu de la carne por el ímpetu de la contemplación -para abrir camino a Aquélla que no debía conocer la putrefacción de la carne al no haber conocido la todavía más totalmente irreparable podredumbre de la Culpa y de los pecados, sino que debía, con la carne glorificada unida de nuevo a su alma purísima, entrar cual Reina en el Cielo-, con todo, conoció el dolor y gustó la muerte del corazón al ver expirar sobre una cruz a su Dios, el Hijo de sus entrañas.

 

Ninguno, pues, de los nacidos de mujer 

se encuentra libre de las consecuencias de la Culpa

 

Ninguno, pues, de los nacidos de mujer se encuentra libre de las consecuencias de la Culpa que violó para siempre el orden establecido por Dios, perturbó la armonía de las criaturas con su Criador, contaminó el amor, santo del todo en un principio, con falsos amores, esto es, con el hervor de las pasiones carnales fácilmente desordenadas e idóneas para arrastrar a la imperfección y a la muerte espiritual al alma humana creada con predestinación a la gloria.

 

¿Son irreparables estas consecuencias? 

¿Representan para los hijos de Adán 

un obstáculo para el Cielo? 

No

 

¿Son irreparables estas consecuencias? ¿Representan para los hijos de Adán un obstáculo para el Cielo? No. Si la impronta dejada por la Culpa es imborrable, si es permanente el castigo del dolor y de la muerte, si los incentivos continúan aún después que el Redentor y los Sacramentos por El instituidos devuelven a la Gracia a los descendientes de Adán, no por eso está cerrado el Cielo ni negada la gloria a quienes saben conquistar heroicamente la santidad.

 

 el hombre recibió de Dios 

el entendimiento, la conciencia y la Ley 

dones que continuaron aún después de la Culpa.

 

Entre otros muchos dones que continuaron aún después de la Culpa y fueron reintegrados tras la Redención, el hombre recibió de Dios el entendimiento, la conciencia y la Ley.

El entendimiento tiene capacidad para distinguir lo que está bien y lo que está mal. Y en esta labor de distinción ayúdale, incluso, la Ley divina que indica lo que es bueno y lo que es malo e instruye acerca del cómo y el porqué se puede se debe querer hacer el bien y no querer hacer el mal.

La voz de la conciencia -que podría llamarse "voz del mismo Dios que habla en el interior del hombre"- es otra ayuda, no sólo para estimular la voluntad a las acciones buenas o detenerla ante las malas, sino que es fuente de la que brota el arrepentimiento y aguijón que mueve a la reparación de un mal llevado a cabo para que así reencuentre el hombre la gracia de Dios una vez que la hubo perdido por el pecado.

 

Es Dios quien dio la gracia al hombre. 

Y para que sus actos no carecieran de mérito 

diole la libertad de querer

 

Es Dios el que se la dio al hombre. Y para que sus actos no carecieran de mérito diole la libertad de querer. El hombre puede hacer cuanto quiera: lo mismo el bien que el mal. En su voluntad de hacer uno u otro radica la prueba que ha de volver a confirmarle en Gracia o que ha de lanzarle fuera de la Vida verdadera.

 

Las palabras de los ángeles en la noche de Belén 

no fueron palabras de gozo y de promesa tan sólo. 

Fueron una lección para los hombres 

Y a estos les era necesario poner de su parte 

la "buena voluntad" 

para que Jesús fuera su Salvador...

 

Las palabras de los ángeles en la noche de Belén no fueron palabras de gozo y de promesa tan sólo. Fueron una lección para los hombres presentes y futuros de que aquel Inocente, colocado en un pesebre y destinado a morir en una cruz, era, sí, el Príncipe de la Paz, el Príncipe del siglo futuro, el Salvador -Jeosciua-, el Mesías, el Prometido a los Primeros Padres en la hora misma de su condena, el Redentor  y Pontífice Santísimo y Eterno de la verdadera y perfecta religión, pero que si había de ser todo esto para las muchedumbres de descendientes de Adán, érales necesario a éstos poner de su parte la "buena voluntad". 

 

La buena voluntad del hombre 

es la condición esencial para que la venida de Cristo 

dé los frutos que el Padre tuvo en cuenta cuando la dispuso.

 

Con ella no hubiera resultado inútil para algunos el sacrificio de un Dios que se encarna y del Hijo del Hombre que muere sobre una cruz. Con ella éstos habrían alcanzado la paz, la verdadera paz. Paz del corazón sobre la Tierra durante el tiempo del destierro. Paz del espíritu y, más tarde, del espíritu junto con la carne resurrecta, en el Reino de los Cielos, paz ésta de desmesurado gozo. Paz entre los hombres, entre los pueblos y ciudades y entre las naciones. La buena voluntad del hombre es la condición esencial para que la venida de Cristo dé los frutos que el Padre tuvo en cuenta cuando la dispuso.

 

Todos los actos del hombre traen su origen de la voluntad. 

Si su voluntad es buena, el hombre hará actos buenos 

Si su voluntad es mala, los actos que haga serán malos

 

En las contrapuestas voces del Bien y del Mal al que Dios deja obrar para poner a prueba a los hombres y sacar del mismo Mal motivo de gloria eterna para sus hijos adoptivos, heroicos en el vencer el Mal y querer el Bien, la libre voluntad del hombre encuentra la manera de conquistar el puesto que le atrae más fuertemente. Todos los actos del hombre traen su origen de la voluntad. Si su voluntad es buena, el hombre hará actos buenos o, al menos, deseará fuertemente hacerlos. Si su voluntad es mala, los actos que haga serán malos o, al menos, deseará intensamente hacerlos.

 

"No basta con no hacer el mal. 

Es también preciso no desear hacerlo"

 

Y, llegados aquí, te recuerdo, alma mía, unas palabras que, tiempo ha, te dirigió el Eterno Amor y que, con caracteres indelebles, grabáronse en tu espíritu y en él brillan cual faro que ilumina tu vida toda y tu camino hacia Dios tu Amor: "No basta con no hacer el mal. Es también preciso no desear hacerlo". Esto te fue dicho para llevarte hasta donde has llegado y en donde verás tu fin.

Mas debiera decirse a todos, predicarse y escribirse en los libros, en las iglesias y, más que nada, en las almas. Porque aquél que hoy desea hacer el mal, mañana lo hará ciertamente. Por eso dijo el Verbo: "El que mira a una mujer deseándola es ya un adúltero en su corazón". Mientras que quien desea hoy hacer el bien y continúa deseándolo todos los días, es, en verdad, como si lo realizara por más que, a causa de una enfermedad u otro obstáculo cualquiera, le fuese imposible cumplirlo.

 

Un deseo inflamado por el amor de que Dios sea amado,

 conocido, servido, y de que un pecador se arrepienta, 

puede conquistar más almas para Dios 

que no un activo prodigarse desprovistos de puro amor y, 

por tanto, de oculto sacrifico

 

Un deseo inflamado por el amor de que Dios sea amado, conocido, servido, y de que un pecador se arrepienta, puede conquistar más almas para Dios que no un activo prodigarse desprovistos de puro amor y, por tanto, de oculto sacrifico. Porque el deseo inflamado por el amor de que Dios sea amado y las almas redimidas, de tal manera se funde con el eterno aliento y deseo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que llega a hacer de la criatura humana "una sola cosa" con Dios, cooperando a la gloria del Padre, a la redención del Hijo y a la santificación obrada por el Espíritu Santo.

Los hombres de buena voluntad que, con sus actos o con el deseo martirizante de realizarlos, más aniquilador a veces que el propio acto, viven de este modo, poseen la cordura del espíritu y practican, por ello, la ley de la Caridad y la del Decálogo divino y llegan a la gloria eterna.

 

Los verdaderos hijos de Dios que viven según el espíritu...

 permanecen fieles al orden, a la armonía y al amor 

para con Dios y para con el prójimo 

y terminan por identificarse con la Perfección eterna

 

Los verdaderos hijos de Dios que viven según el espíritu, bien que obligados a luchar contra los asaltos del mal y de la carne, permanecen fieles al orden, a la armonía y al amor para con Dios y para con el prójimo y terminan por identificarse con la Perfección eterna; mientras que aquellos que voluntariamente eligen la sabiduría de la carne, enemiga de Dios y de su Ley, tras su transitorio triunfo terreno, conocen la desesperación de los rechazados por Dios y el horror de aquel Abismo del que es rey Satanás".

26-1-50

A. M. D. G.