La creación estuvo sujeta
a la vanidad, dice Pablo
A los Romanos, cap. 8.º, vv. 20-21.
" "La creación estuvo sujeta a la vanidad", dice Pablo.
Toda la creación, obra maestra de la creación,
quedó afeada por el Pecado y por los pecados contra Dios
y contra el prójimo.
Ya expliqué cómo fue la desmesurada vanidad de pretender ser como Dios que fue causa de la Culpa y de sus consecuencias. Toda la creación, por culpa de la loca vanidad del hombre, obra maestra de la creación, quedó afeada por el Pecado y por los pecados contra Dios y contra el prójimo. El más afectado de toda la creación, más que las otras criaturas inferiores, fue el hombre, la criatura superior, por ser la única criatura de naturaleza racional, libre, inteligente, capaz de desarrollo, en el sentido humano de la palabra, no sólo físico sino también intelectual, y capaz asimismo de desarrollo espiritual por ser él, el hombre, según la acertada sentencia del gran teólogo: un infinito en potencia y una capacidad que sólo Dios puede colmar.
Ciertamente es así. Y lo es desde que existe el hombre. Y si bien la Culpa redujo grandemente tal capacidad, con todo no pudo privar al hombre de estas dos cualidades de las que Dios le había dotado al crearle.
Y el hombre, alzando otra vez su mirada al Cielo que
perdiera, buscando a Aquél que tan justamente habíale
echado, comprendió nuevamente que sólo Dios podía
consolar su dolor, colmar su deseo de amor, levantar sus
fuerzas morales con las esperanzas eternas y con la promesa
depositada en Adán a la vez de la condena
En la propia pareja primigenia, una vez que el dolor de la muerte de Abel disipara los humos locos del orgullo que hasta aquél momento habían tenido al hombre bajo la sugestión del Rebelde eterno, volvió a despertar de nuevo esta capacidad aletargada a resultas del golpe recibido del pecado y del castigo. Y el hombre, alzando otra vez su mirada al Cielo que perdiera, buscando a Aquél que tan justamente habíale echado, comprendió nuevamente que sólo Dios podía consolar su dolor, colmar su deseo de amor, levantar sus fuerzas morales con las esperanzas eternas y con la promesa depositada en Adán a la vez de la condena: de que su seductor habría de ser vencido y de que la liberación de su ruin penuria, esto es, la restitución de su estado de Gracia y, por ende, de la herencia del Reino de los Cielos, habríase de realizar mediante la Mujer que, siendo Virgen, daría a la luz al Emmanuel, al Salvador y Redentor.
cómo la creación obstaculizada para progresar hacia su
perfección final: la del espíritu cada vez más triunfador
sobre la materia, reemprendió su camino en dirección a la
luz, a lo alto, hacia Dios
He aquí entonces cómo la creación, sujeta a la vanidad y, podría decirse, obstaculizada para progresar hacia su perfección final: la del espíritu cada vez más triunfador sobre la materia, reemprendió su camino en dirección a la luz, a lo alto, hacia Dios, hacia su fin, a todos los cuales habíales vuelto la espalda, bajando no sólo la pendiente que va del Paraíso terrenal a la Tierra, sino también la que va de ésta al reino de las tinieblas y del pecado.
Faltaba, es cierto, la Gracia, sol del alma que por ella ve distintamente y por ella germinan las virtudes y crece en perfección; mas permanecían la conciencia y su voz: la llamada paternal de Dios hacia Sí mismo y hacia el fin último. Es decir, que permanecía en el hombre, a una con el alma espiritual y, unido a ella, ese mínimo suficientemente apto para hacerle capaz de tender a su fin, ese terreno dispuesto a acoger, ya que no la reintegración a la Gracia, sí, al menos, aquellas luces que Dios jamás escatimó a hombre alguno, por culpable que fuese, con las que pudiera mantener vivos aquel conocimiento y aquel amor de Dios que de El recibiera el hombre a una con su existencia y en él seguían latentes.
La teoría de que el hombre, por sentirse con tendencia
al pecado, no puede salvarse.
Teoría ésta herética
Escribe Pablo -y es ésta una frase mal entendida, ya por la dificultad que entraña, o bien por el deseo de entenderla mal con el fin de desalentar a los hombres en la persecución del Bien para conseguir el Cielo, asegurando que el hombre, por sentirse con tendencia al pecado, no puede salvarse. Teoría ésta herética, nacida de las ramas desgajadas del tronco de la mística vid y de miembros rebeldes que se separaron del Cuerpo místico. Profesión contraria al amor divino que creó con predestinación a la Gracia y a la Gloria y no a la condenación. Profesión justamente condenada por la Iglesia docente-, escribe Pablo: "Sujeta a la vanidad, no por su voluntad sino por la de Aquél que la sujetó con la esperanza de que también ella sea liberada de la servidumbre de la corrupción para tener parte en la libertad gloriosa de los hijos de Dios".
Ahora bien, muchos que son ciertamente sacrílegos, herejes, negadores del atributo principal de Dios, nuevos satanases, como odiadores del amor y de la verdad, hacen de esta frase fundamento de su pseudo-religión y así dicen: "¿veis quién es el que quiere vuestra caída, vuestra debilidad y vuestra ruina? El, ése al que llamáis Padre".
No. A esta horrenda blasfemia, a esta insinuación de la astucia diabólica más sutil, respondo Yo; y respondo así:
Dios sometió al hombre a la prueba
para confirmarle en Gracia
Mientras que para los ángeles rebeldes
no hubo promesa de perdón ni supervivencia en ellos de
cuanto pudiera servirles para llevarles de nuevo,
a través de la contrición y del amor perfectos,
a su primer estado bienaventurado
Dios sometió al hombre a la prueba para confirmarle en Gracia. Y esto va, incluso, con aquellos que acertaron a ser justos aún después de una o más caídas momentáneas purificadas por un sincero arrepentimiento y una caridad ardiente. Mientras que para los ángeles rebeldes, cuya naturaleza angélica era superior a la humana -tanto que se dijo de Cristo: "Hicístelo un poco inferior a los ángeles"- no hubo promesa de perdón ni supervivencia en ellos de cuanto pudiera servirles para llevarles de nuevo, a través de la contrición y del amor perfectos, a su primer estado bienaventurado. Para el hombre hubo todo esto y mucho más: las voces de los Patriarcas y de los Profetas confirmando una y otra vez la promesa del Redentor contenida en el Protoevangelio, las revelaciones de Dios a través de sus manifestaciones e inspiraciones a los Patriarcas, a Moisés -el libertador y legislador del pueblo hebreo-, a Josué, a los Profetas y, como culminación del prodigio de su donación, el amaestramiento e inmolación del Hijo de Dios.
Jamás retiró Dios la predestinación a la Gracia para todos los hombres. Jamás. Porque Dios no es voluble en su voluntad y lo que una vez quiere, quiérelo para siempre porque se atiene al querer de su Voluntad. Jamás. Por cuanto Dios nunca obra, según impropiamente se escribe, como "esperando", sino "sabiendo", ya que Dios nada ignora. De aquí que en El no cabe el esperar. Espera aquél que ignora el futuro total o parcialmente, mas no el que, como Dios, nada ignora y todo lo conoce desde su Eternidad, incluso el destino de cada uno.
De aquí que se haya de decir y creer
que Dios sometió la creación a prueba
en la criatura más perfecta de la misma
De aquí que se haya de decir y creer que Dios sometió la creación a prueba en la criatura más perfecta de la misma, sabiendo bien que ésta habría de pecar de soberbia y de rebeldía por su vanidad de querer llegar a ser como Dios, pero queriendo darle a la misma la medida sin medida de su amor a los hombres.
Antes de la creación del hombre, y de la prueba, por tanto, Dios había dispuesto el Medio con el que el hombre habría de libarse, en un principio, de la servidumbre de la corrupción y letificarse después con la libertad gloriosa de los hijos de Dios, una vez conseguida su parte de herencia en el Reino celestial. Dios, pues, no quiso vuestra caída, vuestra debilidad, ni vuestra ruina, sino que, habiendo querido proporcionarse un pueblo de hijos, os creó y, sabiendo que no habíais de perseverar en la Gracia, predispuso, aún antes de crearos, el Medio santísimo, el más santo y poderoso que hubiera de resultar para vosotros, con el que salvaros y daros vuestra parte en su Reino.
De donde también aquí puede decirse que resplandece en toda su verdad la infinita e insaciable Caridad de Dios hacia los hombres, sus hijos de adopción".
3-3-50
A. M. D. G.