Todas las cosas creadas eran buenas. 

El pecado instauró el desorden que

 durará hasta que llegue el Día del

 Señor y su Reinado en que el cielo y la

 tierra desaparecerán del modo que

 ahora son sucediéndoles un nuevo cielo

 y una nueva tierra (Apocalipsis cap. 21, v.

 1) y la labor de las criaturas habrá

 terminado.

 


 

#El mundo está poblado, o mejor, estuvo poblado, desde el principio, de criaturas irracionales y racionales.   

#Eran "muy buenas" porque carecían aún de ferocidad, de maldad y de astucia   

#Adán pecó y la Tierra quedó maldita y entre los muchos abrojos fue uno el de la insubordinación de las criaturas inferiores contra él   

#los hijos de Dios habrán siempre de luchar, suspirar y gemir para engendrar por si mismos al "hijo de Dios" nacido como tal, no de la sangre ni del querer carnal sino por acogido a la Vida divina  

 #Acoger la Vida divina quiere decir potenciar la propia vida de hombre para obras sobrenaturales  

#por más que haya diversidad de moradas, esto es, diferentes grados de gloria, haya de ser mayor o menor el premio de los bienaventurados   

#El Cuerpo místico se halla formado por miembros de toda clase. Pero todos, aún los más humildes, suspiran y sufren en la Iglesia militante por engendrar en sí a Cristo y llegar por la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto y a la medida de la edad plena de Cristo   

#Este formar y engendrar para dar a la luz del Cielo un "hijo de Dios" es labor dolorosa son los que "vienen de la gran tribulación"   

#Y nacimiento mucho más trascendental es el del hombre que renace, por propia voluntad, en espíritu y en verdad, de hombre carnal a hijo de Dios.

 


 

A los Romanos, cap. 8.º, vv. 22-25.

 

El mundo está poblado, o mejor, estuvo poblado, desde 

el principio, de criaturas irracionales y racionales.

 

"El mundo está poblado, o mejor, estuvo poblado, desde el principio, de criaturas irracionales y racionales. Poblado, no porque hubiese muchas de cada especie sino porque eran muchas las especies de criaturas irracionales y, sobre ellas, como reina, la pareja de las dos criaturas dotadas de razón y de alma espiritual e inmortal, bien distinta de la que es llamada "alma viviente" en el capítulo 1.º del Génesis, versículo 30, que otra cosa no era sino la respiración a la que alude el Libro cuando escribe de ellas que "tenían el alma en las narices". Y todas las cosas hechas eran "buenas" a juicio del mismo Dios Creador que es Bondad absoluta y perfecta.

Eran "muy buenas". ¿Con qué bondad? ¿Sólo con la de servir al hombre de ayuda para el cultivo del Edén, con la de servirle de alimento o de placer? Es decir, ¿con una bondad pasiva, por creerse obligadas a hacer aquello, o con una bondad servil hacia el hombre, criatura distinta de todas las demás por su posición erecta, por su andar majestuoso, belleza de su rostro, poderío de sus actos y de su voz, por ese dominio propio del ser racional que se manifiesta en la seguridad de la voluntad, en el mandar decidido, en la capacidad de premiar o de castigar con justicia; todas esas cosas, en fin, que infunden a los seres inferiores una natural sujeción?

 

Eran "muy buenas" porque carecían aún de ferocidad, 

de maldad y de astucia

 

No. Eran "muy buenas" porque carecían aún de ferocidad, de maldad y de astucia; y así el león estaba con la ovejita, el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito y las crías del oso estaban con las de la yegua; todo lo cual se trasluce del versículo 19 del capítulo II del Génesis, cuando se dice que Adán se entretuvo familiarmente con todos los animales de la tierra y del aire, dando a todos ellos su nombre, sin ser acometido por los feroces y sin infundir temor a ninguno de ellos, porque eran buenos y apreciaban instintivamente que el hombre, "bueno" él también, no habríales de castigar sin motivo; y así será también cuando, como predice Isaías, "la sabiduría del Señor", es decir, el reino del espíritu, habrá llenado verdaderamente la Tierra (Isaías, cap. XI, del v. 6.º al 9º).

 

Adán pecó y la Tierra quedó maldita 

entre los muchos abrojos,  fue uno 

el de la insubordinación de las criaturas inferiores

 contra él

 

Después Adán pecó y la Tierra quedó maldita por su culpa y, entre los muchos abrojos que produjo para el hombre decaído, fue uno el de la insubordinación de las criaturas inferiores contra él. Y él, además de sacar fatigosamente de la tierra, ahora maldita, su alimento diario, habrá de defenderse, a duras penas, de los animales que dejaron de ser buenos, rebeldes contre él al igual que él contra su Criador, y enemigos entre sí, porque el desorden había instaurado ya su reino que durará mientras no lleguen el Día del Señor y su Reinado en que el cielo y la tierra desaparecerán del modo que ahora son sucediéndoles un nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis cap. 21, v. 1) y la labor de las criaturas habrá terminado.

 

los hijos de Dios habrán siempre de luchar, suspirar 

y gemir para engendrar por si mismos 

al "hijo de Dios" nacido como tal, no "de la sangre 

ni del querer carnal" sino por acogido a la Vida divina

 

Porque habrá llegado verdaderamente el día y el reinado eterno para todos los hijos de Dios que, hasta que llegue aquel día, habrán siempre de luchar, suspirar y gemir para engendrar por si mismos al "hijo de Dios" nacido como tal, no "de la sangre ni del querer carnal" sino por acogido a la Vida divina, al acoger al Verbo hecho Hombre, a Aquél de quien escribe Isaías repitiendo las palabras de la Palabra eterna: "... Yo te redimí y te llamé por tu nombre: tú eres mío... Yo soy tu Salvador... A cuantos invocan mi Nombre los creé para mi gloria, los formé, los hice", y también: "Son mi pueblo, hijos que no reniegan de Mí".

 

Acoger la Vida divina quiere decir potenciar 

la propia vida de hombre para obras sobrenaturales

 

Acoger la Vida divina quiere decir potenciar la propia vida de hombre para obras sobrenaturales. Ser llamados por el hombre y acudir a la llamada divina quiere decir: hacer lo que el Hombre-Dios hizo y lo que se puede hacer, porque El os redimió y os salvó, por lo que tenéis en vosotros elementos sobrenaturales y, el primero de todos, la Gracia, por medio de los cuales podéis vivir como justos y, como santos, ascender con vuestro espíritu, una vez reunido éste con la carne, al cielo, cada cual al grado de gloria que hubiere merecido con su correspondencia a la medida del don de Cristo entregado a cada uno de los hombres.

 

por más que haya diversidad de moradas, 

esto es, diferentes grados de gloria, 

haya de ser mayor o menor el premio de los bienaventurados

 

No hay que pararse a decir ni pensar que en el Cielo, por más que haya diversidad de moradas, esto es, diferentes grados de gloria, haya de ser mayor o menor el premio de los bienaventurados. No. La gloria a la que vuestro Padre celestial os predestinó, la constituye el vivir en su Tabernáculo. La bienaventuranza del Cielo está en ver a Dios cara a cara. Y esta visión la tendrán todos los bienaventurados por un igual. El grado será distinto, por cuanto no a todos les fue dado el don de Cristo en idéntica medida, si bien a todos en la medida suficiente a conseguir el grado  que la Sabiduría eterna sabe, desde siempre, ha de ser alcanzable por cada uno. Mas el premio será igual, ya se trate de un siervo de la gleba como de poderoso rey, de un doctor de la Iglesia como de un indocto que apenas sabe  recitar, y no siempre bien, las oraciones más sencillas y comunes, no teniendo otro conocimiento que el de las verdades esenciales de la religión, si viven según justicia y ésta en la medida correspondiente a la llamada divina y a la divina donación proporcionada a su particular misión en el mundo y hacen uso  con igual veneración y respeto de los tesoros que Dios les entregó, haciéndolos fructificar, éstos tales encontrarán su tesoro en el Cielo.

 

El Cuerpo místico se halla formado por miembros de toda

 clase. Pero todos, aún los más humildes, suspiran y sufren en

 la Iglesia militante por engendrar en sí a Cristo y llegar

 "por la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al

 hombre perfecto y a la medida de la edad plena de Cristo"

 

No todos apóstoles, no todos profetas, no todos evangelistas ni sacerdotes y santos del Cielo. No todos eremitas, no todos penitentes, no todos mártires por la fe entre los bienaventurados. No todos vírgenes, no todos padres, no todos niños entre "los 144.000, la muchedumbre que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y linaje" de que habla Juan. El Cuerpo místico se halla formado por miembros de toda clase. Pero todos, aún los más humildes, suspiran y sufren en la Iglesia militante por engendrar en sí a Cristo y llegar "por la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto y a la medida de la edad plena de Cristo", esa perfección semejante a la del Padre, que es la que Jesús propuso a los hombres como medida perfecta de los hijos de Dios.

 

Este formar y engendrar para dar a la luz del Cielo

 un "hijo de Dios" es labor dolorosa 

son los que "vienen de la gran tribulación"

 

Este formar y engendrar para dar a la luz del Cielo un "hijo de Dios" es labor dolorosa. Por esto se dice que el pueblo de los salvados que entonan hosannas al Cordero hállase integrado por los que "vienen de la gran tribulación" proporcionada por las fuentes de que ya os hablé: el demonio, el mundo y el yo debilitado y alterado por las derivaciones de la Culpa. Y así la comparación paulina: "dolores de parto", hace alusión, más que nada, a estas consecuencias.

Así pues, si Adán y su mujer hubieran permanecido inocentes y fieles al Señor, la mujer hubiese dado a luz sin dolor, y el hombre y la mujer habrían alcanzado sin lucha ni fatiga su fin último, lo mismo que a todos los descendientes de Adán no les ocasionaría dolores, semejantes a los de un prolongado trabajo, el llegar al natalicio del Cielo después de haber engendrado en sí a Cristo: al cristiano verdadero, otro cristo.

Mas con la culpa llegó la condena y, con la condena, toda suerte de fatigas, desde la física y moral a la espiritual, para llegar a ser "hijos de Dios". Fatiga que encuentra su sostén en la espera cierta de la salvación final. Una esperanza tan cierta que equivale ya a ver, por intuición, lo que ha de ser el futuro feliz. Y la esperanza se transforma en fe y la fe os da la paciencia en la espera de aquel futuro.

La fe, la esperanza y la caridad, las tres virtudes teologales que os ayudan, especialmente la caridad, a conseguir el desarrollo completo de cuanto, en germen, hay en vosotros: la Gracia, raíz de la Gloria que, según dice el gran doctor, precisa la cooperación de todas vuestras facultades intelectuales y espirituales y de todas vuestras energías, ya sean sensibles, espirituales o sobrenaturales, de forma que se vuelquen con anhelo y deseo santo hacia Dios y operen eficazmente en vosotros llevándoos a la consecución de vuestro fin último que es la Gloria.

La transformación del hombre carnal en hombre espiritual y de éste en hijo elevado a la posesión del Reino del Padre, del que es heredero por Cristo y con Cristo, es, en realidad, semejante a una larga y laboriosa gestación y a un doloroso trabajo de parto.

 

Y nacimiento mucho más trascendental es el del hombre 

que renace, por propia voluntad, en espíritu y en verdad,

de hombre carnal a hijo de Dios.

 

Pero vosotros que lo estáis viviendo, fortaleced vuestro espíritu con las palabras del Maestro divino: "La mujer, cuando da a luz, está en dolores, porque llegó su hora; mas una vez que dio a luz a su hijo, ya no se acuerda más de su angustia por la alegría que le produce haber traído un hombre al mundo". Y nacimiento mucho más trascendental es el del hombre que renace, por propia voluntad, en espíritu y en verdad, de hombre carnal a hijo de Dios. Y recordad también estas otras palabras divinas: "Con vuestra paciencia granjearéis vuestras almas", esto es, les proporcionaréis la gloria tras el prolongado trabajo terreno.

Trabajad, pues, con fidelidad y constancia para transformaros en hijos de Dios y aguardad con paciencia a ver lo que ahora creéis tan sólo que exista y esperad a poder verlo. Por larga que sea la existencia y áspera la prueba, siempre serán desmesuradamente inferiores en longitud y en profundidad respecto a la eternidad y a la bienaventuranza que os aguardan. Por fuertes que sean las causas y los agentes que os ocasionan lucha y dolor, pensad que Dios os ha proporcionado agentes y causas de fortaleza y de victoria infinitamente mayores que los que os atacan y afligen: la Gracia, los Sacramentos, la Palabra evangélica, la Ley puesta fácil por el motor aplicado por Cristo. el amor; y, en definitiva, los auxilios y ruegos del Espíritu Santo".

14-3-50

A. M. D. G.