Múltiples medios con que el Espíritu
Santo asiste a vuestra debilidad
#Y ¿qué flor más espléndida, suavísima y purísima que Dios?
A los Romanos, cap 8.º, vv. 26-27
"El Divinísimo Espíritu dispone de múltiples medios con que asistir a vuestra debilidad.
Al darse a vosotros con la inmensidad de su luz
y de su poder, os penetra e ilumina hasta los senos
más profundos de vuestro espíritu
Al darse a vosotros con la inmensidad de su luz y de su poder, os penetra e ilumina hasta los senos más profundos de vuestro espíritu y fecundándolo todo, haciendo que medren en vosotros la Gracia y las demás virtudes y haciendo que conozcáis al Padre, al Hijo y a su recíproco Amor, o sea, a El mismo, cual libro alguno ni palabra de sabiduría humana pueden alcanzar a hacerlo.
Porque, en la inmensidad de su Sabiduría, Dios es siempre luminoso y simple; su enseñanza es toque divino que enciende luces aptas para alumbrar los misterios, es caricia que despierta el amor en vosotros, es beso que os hace gustar el sabor de Dios, de ese Dios Padre que os nutre, como con leche, con su amor providente, de ese Dios Hijo que os apacienta con su Carne y con su Sangre, de ese Dios Espíritu Santo que os sustenta con la miel de la Sabiduría para así haceros desear a Dios del modo que las abejas desean el néctar de las flores.
Y ¿qué flor más espléndida, suavísima y purísima que Dios?
Y ¿qué flor más espléndida, suavísima y purísima que Dios? Y ¿qué cosa más atrayente puede darse que una flor perfumada, bella de colores, cargada de jugos salutíferos, que atrae hasta a los más sencillos e indoctos, a los niños, a los ancianos carentes ya de ilusiones humanas e incluso, a los enfermos clavados en su cruz, porque atrae sin fatigar, alegra y es un testimonio de la existencia de Dios y de su providencia que cuida hasta de la hierbecita del campo?
Las Tres divinas Personas os transforman en hijos de Dios
Así, simplicísimamente, con su humanamente divino Silencio, aunque, espiritualmente, el Espíritu, con su voz incansable resonando en el silencio expectante del alma, os instruye, os amaestra, os aconseja, os guía y, a cada efusión suya secundada por vosotros, os comunica un conocimiento cada vez más amplio de Dios, generador, a su vez, de un grado cada vez más elevado de amor a Dios, una persuasión cada vez más firme de que los actos realizados por amor a Dios y, por tanto, con su Caridad, se realizan con la ayuda y en unión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo y, por ello, quedan sobrenaturalizados; y así el hombre individual, por una continua generación del Verbo y por deseo del Padre que os quiere "otros cristos", se transforma en hijo de Dios, en hijo, tanto más hijo, cuanto más él vive en la Caridad del Padre y del Hijo, o sea, en el abrazo del Espíritu de Dios.
Esta transformación, cuando llega a ser total,
lleva a superar todos los límites y limitaciones anejas
a la naturaleza humana y a elevarse a alturas insondables
de caridad hasta la inmolación o de contemplación hasta
el éxtasis y las revelaciones en las que el alma mística
gusta por breves instantes
Esta transformación, cuando llega a ser total, en la medida posible, a una criatura que todavía vive en el destierro terreno, por haberse vaciado de todo lo que no es amor puro -y es amor puro de Dios y para Dios el que se halla despojado de cuanto pueda serle impedimento; afectos sensibles no ordenados al fin caritativo sobrenatural, temores excesivos al parangonar la imperfección de los actos humanos con la Perfección que es Dios, afán desmedido de hacer demasiado y demasiadas cosas provocadas por la propia voluntad de hacer, siquiera sea con un fin bueno pero que produce cansancio y distracción e impide escuchar y poner en práctica las divinas inspiraciones y propósitos sugeridos y aconsejados por Dios al espíritu del hombre-. Esta transformación, he dicho, cuando llega a ser total, en la medida posible a un espíritu todavía encerrado en una carne, lleva a superar todos los límites y limitaciones anejas a la naturaleza humana y a elevarse a alturas insondables de caridad hasta la inmolación o de contemplación hasta el éxtasis y las revelaciones en las que el alma mística gusta por breves instantes -y de las que una criatura en modo alguno podría gozar sin morir- lo que es una anticipación del perfectísimo gozo eterno y gusta de él sin morir de dulzura porque una secreta acción de Dios la sostiene mientras lo recibe. Os ayuda suscitando en vosotros deseos santos que os impulsan a realizar obras santas siempre que seáis dóciles y atentos a sus inspiraciones.
Cuando os dejáis inspirar y mover por el eterno
y perfecto Moviente que ejecuta todos sus movimientos
por amor, os transformáis en criaturas de amor y ponéis
al amor por guía y virtud principal vuestra
Cuando os dejáis inspirar y mover por el eterno y perfecto Moviente que ejecuta todos sus movimientos por amor, os transformáis en criaturas de amor y ponéis al amor por guía y virtud principal vuestra. Entonces, cualquier cosa que hagáis o digáis, por más que parézcale a alguno que nada hacéis -ya que vuestra actividad no será llamativa, ruidosa, agitada, sino íntima del todo: plegaria y ofrecimiento diarios, inmolación solicitada y a continuación cumplida, todo ello en el interior de vuestro yo, acordándoos de aquellas palabras: "Cuando queráis orar, no imitéis a los hipócritas que se gozan en ser vistos de los hombres, sino, antes bien, entrad en casa y encerraos allí"-, entonces es cuando os transformaréis de hombres en hijos de Dios. Imitad, por tanto, al Padre que opera en el misterio de su Cielo; imitad al Hijo que no apeteció las aclamaciones por más que pudiera hacerlo sin contravenir los designios de su Padre, sino la vida oculta de Nazaret, huyendo más tarde, después de cada milagro grandioso que había de obrar en presencia de las turbas para confirmar su verdadera Naturaleza de Verbo del Padre y de Mesías, retirándose a las montañas, alejándose con la barca sobre el lago, o al huerto de los Olivos, o a las regiones de Tiro y de Sión, o a las cercanías de Magdala y también a los confines de Samaría; imitad al Espíritu Santo, cuya acción santificadora se desarrolla sin ruido ni agitación alguna en el interior del espíritu humano.
Os transformáis y realizáis obras propias de hijos de Dios, aumentando a la vez con ello vuestra identificación con El y vuestra escalada a la perfección. Más aún: vuestro yo, lo mismo el natural que el espiritual, siempre imperfectos ambos a resultas de la Culpa original, se anula -ésta es la palabra exacta- para asumir el yo perfecto de Jesús.
Todo cristiano que realice esta transformación
terrena puede decir con Pablo:
"Yo no, es Cristo quien vive en mí"
Dice Pablo: "No vivo yo, es Cristo el que vive en mí". Todo cristiano que realice esta transformación terrena que es el medio por el que, después de la muerte, se transformará en heredero eterno del Cielo, heredero en posesión de su parte de herencia, puede decir con Pablo: "Yo no, es Cristo quien vive en mí" Y sus actos serán, en verdad, actos efectuados conforme al espíritu de Cristo, sus oraciones serán oraciones continuadoras de la oración que incesantemente hizo Cristo mientras estuvo en la tierra, y sus padecimientos serán ciertamente continuación y complemento de los padecimientos sufridos por Cristo con la misma intención: la santificación de los hombres y, consiguientemente, con idéntico fin: su exaltación gloriosa y eterna tras la humillación y el martirio de la inmolación.
En fin, después de haber llevado a cabo la unión mediante la comunicación a vosotros de Sí mismo y la transformación de vosotros en El con vuestra dócil adhesión a sus inspiraciones -que El no suscitaría en vosotros si viese que no habíais de poder llevarlas a la práctica, de modo que, de fuente de bien, hubiéranse de mudar para vosotros en motivo de condenación- el Espíritu que habita en vosotros os ayuda con su plegaria perfecta a sostener vuestra debilidad y llevar a término vuestra santificación.
la ayuda de las ayudas es ésta:
vuestra justificación, vuestra fortaleza,
vuestra santificación que se realiza, se ejercita, se inicia
en la tierra y se corona en el Cielo".
El, por ser Dios, sabe cómo haya que rogar y lo hace con vosotros y por vosotros, y su plegaria sube con la vuestra, hecha eficaz por la unión con la plegaria del Espíritu, hasta el Cielo, hasta el trono de Aquel que "escudriña" los corazones y conoce cómo clama el Espíritu e intercede por los santos conforme a los designios que Dios tiene para cada uno de ellos. Y la ayuda de las ayudas es ésta: vuestra justificación, vuestra fortaleza, vuestra santificación que se realiza, se ejercita, se inicia en la tierra y se corona en el Cielo".
29-3-50
A. M. D. G.