Para el que ama a Dios 

todas las cosas CAMBIAN en bien. 

 

El día del Gran juicio 

habrá muchas sorpresas

 


 

#es el alma en desacuerdo con la ley divina, es decir, sin una buena voluntad de servir a Dios en cuanto El proponga, lo que puede hacer de las cosas predispuestas por Dios para un fin de bondad, motivo, incluso, de caída en imperfecciones y hasta en culpas más o menos graves.   

#¿acaso es Dios el que impide que los hombres, todos los hombres predestinados a la gracia, hagan uso de este tesoro de manera justa y del modo que les fue concedido poder hacerlo?   

#Dios sabe quiénes son, quiénes fueron y quiénes serán los que han de dejar improductivos los misteriosos auxilios de Dios para que el hombre alcance su fin   

#Sorpresas que habrá en el Gran Juicio del último día   

#Ved en qué estriba la semejanza: en el amor   

#Llamoles asimismo también a los predestinados a la gloria   

#Cada uno debe trabajar en hacer fructificar y no dejar inactivos los dones divinos.

 


 

A los Romanos, cap. 8.º, vv. 28-30

 

"Para el que ama a Dios todas las cosas cambian en bien, porque Dios las predispone todas para que sean medio de bien para sus santos, incluso aquellas que, por su naturaleza, paréceles a los superficiales sean motivo de dolor y peligro de mal, pudiendo, con lo que son, llevar al alma al abatimiento, a la duda o a la  rebeldía.

 

es el alma en desacuerdo con la ley divina, es decir, sin una 

buena voluntad de servir a Dios en cuanto El proponga, 

lo que puede hacer de las cosas predispuestas por Dios 

para un fin de bondad, motivo, incluso, de caída en

 imperfecciones y hasta en culpas más o menos graves. 

 

Mas no son las cosas en sí las que pueden llevar a estas consecuencias. Es el carácter no acomodado a la ley moral, aún la natural, es el alma en desacuerdo con la ley divina, es decir, sin una buena voluntad de servir a Dios en cuanto El proponga, lo que puede hacer de las cosas predispuestas por Dios para un fin de bondad, motivo, incluso, de caída en imperfecciones y hasta en culpas más o menos graves. Y si se pensase lo contrario, esto es, que Dios predispone las cosas a un fin que no es de bien, esto sería tanto como decir que la predestinación a la gracia es también un mal porque ocurre con frecuencia decir que la predestinación a la gracia es también un mal porque ocurre con frecuencia lo del talento de la parábola al que no se le hizo fructificar, que, al holgazán que tan injustamente juzgó de su amo, éste le quita el talento para dárselo a otros que sean capaces de hacerlo fructificar.

 

¿acaso es Dios el que impide que los hombres, todos los

 hombres predestinados a la gracia, 

hagan uso de este tesoro de manera justa 

y del modo que les fue concedido poder hacerlo?

 

Porque, ¿acaso es Dios el que impide que los hombres, todos los hombres predestinados a la gracia, hagan uso de este tesoro de manera justa y del modo que les fue concedido poder hacerlo? No. Tanto es así que El, aún a aquellos que nada saben del Dios verdadero, les pone en el corazón un ley natural y una conciencia por las que puedan vivir de suerte que pertenezcan, si no al Cuerpo, cuando menos al alma del Cuerpo místico y así poder gozar de los beneficios de la Gracia.

 

Dios sabe quiénes son, quiénes fueron y quiénes serán 

los que han de dejar improductivos los misteriosos auxilios 

de Dios para que el hombre alcance su fin

 

Dios sabe quiénes son, quiénes fueron y quiénes serán -y lo sabe desde siempre- los que han de dejar improductivos los misteriosos auxilios de Dios para que el hombre alcance su fin. Como sabe igualmente quiénes fueron, son y serán los que, de forma más o menos completa, se transforman, se transformaron o se transformarán a sí mismos en la semejanza e imagen del Hombre Dios mediante el amor, la obediencia a la voz de la conciencia y a los dictados de la ley moral.

 

Sorpresas que habrá en el Gran Juicio del último día 

 

Ciertamente, en el Gran Juicio del último día, entre los que estarán a la derecha del Hijo del Hombre, se verán muchos a los que los hombres tenían por no destinados al Reino porque no pertenecían a la Iglesia, mientras que estarán a su izquierda muchos que, por haber sido, en apariencia al menos -pues únicamente Dios sabe la verdad de las cosas-, miembros vivos del Cuerpo místico, los hombres les juzgarán ser ciertamente coherederos del Cielo. Y grande, en verdad, será el estupor de los que así juzgaron, lo mismo que el de las dos categorías de juzgados.

Y los elegidos por misteriosas operaciones de Dios, secundadas por su recta conciencia, dirán: "¡Cómo nosotros aquí! ¡Si no te habíamos conocido ni servido como Tú dices: dándote de comer, de beber, acogiéndote y visitándote!"

Y el justo Juez, que murió para dar a todos aquellos hombres de buena voluntad la vida eterna, responderá: "Porque, sin saberlo, me conocisteis y me servisteis mediante la caridad que hicisteis a vuestro prójimo. Me socorristeis porque, hasta un sorbo de agua suministrado con amor a un sediento, fue una muestra de amor que hicisteis a Mí".

Y preguntarán los rechazados: "¿Cómo puedes cerrarnos tu Reino cuando fuimos de los tuyos?"

Y El les responderá: "Como cerrasteis vuestro corazón a vuestros hermanos necesitados, así os cierro Yo las puertas del Reino. Lo que no hicisteis al menor de entre vosotros, dejasteis de hacerlo también a Mí, y con culpa mucho más grave, por cuanto vosotros sabíais de Mí, obradores de iniquidad, porque es mi hermano el que toma mi semejanza y vosotros, bajo esa careta hipócrita, no os asemejáis a Mí al carecer del Amor que constituye mi Naturaleza". 

 

Ved en qué estriba la semejanza: en el amor

 

Ved en qué estriba la semejanza: en el amor. Amor perfectísimo en el Primogénito de entre los hermanos. Amor que trató de ser el más perfecto posible en los hermanos con Cristo en la carne y en la fe. Quien no vive en el amor y practicando obras de amor, no es hermano de Cristo, que amó hasta el extremo de morir por sus hermanos y, por tanto, no es su coheredero.

 

Llamoles asimismo también a los predestinados a la gloria

 

Llamoles asimismo también a los predestinados a la gloria. Y aquellos a quienes llamó no permanecieron ni permanecen sordos a su llamada ni se cansaron de seguirle, antes, con heroísmo, fueron y van tras sus pisadas por el áspero camino de la perfección. Ni se amilanan y desaniman si el amor de elección del Señor hacia ellos viene a resultar una sucesión de pruebas y de penas. Como tampoco se tuvieron ni se tiene por menos amados cuando permite Dios que los hombres y los acontecimientos se abatan sobre ellos. De igual modo, no se abaten si la debilidad de la carne o un doblegamiento del espíritu hízoles o háceles caer. Por el contrario, conociendo a Aquél que les llamó, conociendo su Amor y su Misericordia, le sienten como Padre y Hermano hasta en las horas de tempestades dolorosas y, confiando en los infinitos méritos de Cristo, en el que creen o creyeron, realizaron y realizan su andadura hasta el Cielo del que les viene la llamada.

 

Cada uno debe trabajar en hacer fructificar 

y no dejar inactivos los dones divinos.

 

Nadie puede salirse de esta norma si quiere acabar en el grado de gloria al que Dios le predestinó. Nadie, por muy amado que se sienta, debe caer en el quietismo, diciendo: "Como es tanto lo que Dios quiere verme allí, El se cuidará de llevar a aquel sitio". Cada uno debe trabajar en hacer fructificar y no dejar inactivos los dones divinos.

Adán y Eva que, ciertamente, eran inocentes y estaban llenos de Gracia y de otros dones, dilapidaron tantos tesoros y durante siglos y siglos purgaron su infidelidad y su necio juicio de que, por ser tan amados de Dios, no debían abrigar tantos temores ni tener absoluta obediencia.

Jesús, Hombre por haber nacido de Mujer, y María, ambos inocentes, colmados de dones y amadísimos del Padre como el primer Adán y la primera Eva, fueron guardadores fieles y solícitos de los dones recibidos, usando de ellos con justicia y, como habría sido para todos los hombres si hubieran permanecido inocentes y llenos de Gracia, no conocieron la corrupción de la carne sino que con ella unida al alma sin mancha alguna, entraron en el Reino eterno para cu completa glorificación sin esperar al final de los siglos para gozar, con la carne también, del júbilo perfecto de los que han de resucitar y ser glorificados después del último Juicio."

25-4-50

A. M. D. G.