ASCENSIÓN
#el Arcángel lucha con vosotros y por vosotros
Esta son las cosas en las que os diferenciáis de Jesús y de
María: de no quedar exentos de la corrupción de la carne
ni subir inmediatamente a la completa glorificación
del alma y de la carne
"No podéis vosotros quedar exentos de la corrupción de la carne ni subir inmediatamente a la completa glorificación del alma y de la carne, como sucedió con Jesús y con María. Estas dos son las únicas cosas en las que, aún teniendo la misma condición de hijos fieles y amantes de Dios, os diferenciáis del Unigénito que, por su naturaleza, es consustancial al Padre, y del Primogénito de entre todos los hombres por su naturaleza humana y perfección de vida, y de su Madre, a la que la Revelación (Eclesiástico XXIV, 5) y los Doctores de la Iglesia llaman "Primogénita" que, por gracia y santidad, hállase a seguido del Verbo hecho Carne, el cual, por ser Dios, es la Gracia y la Santidad misma, perfectísimas ellas e infinitas.
En las demás cosas no os diferenciáis porque os da,
además de la Gracia, los Sacramentos,
la Vida en el Cuerpo místico, la Comunión de los Santos,
la Vida eterna y dichosa,
os hace partícipes y coherederos
de las riquezas sobrenaturales
En todas las demás cosas nada os diferenciáis, porque Dios, por medio de su Cristo que se inmoló para poderos dar los tesoros de la Gracia, de los Sacramentos, de la Vida en el Cuerpo místico, de la Comunión de los Santos de la que El es la Cabeza santísima, de la Vida eterna y dichosa, os hace partícipes y coherederos de las riquezas sobrenaturales con las que recubrió a sus dos Dilectos: Jesús y María. No os diferenciáis de ellos en la condición. Mas recapacitad: no os diferenciáis en la condición y en el destino ultraterreno y sobrenatural; pero, ni aún en el natural.
Como Jesús y María tuvieron sus pruebas, sus dolores, sus luchas, sus ansias y sus incomprensiones, así también los tenéis, los debéis tener vosotros si habéis de asemejaros a ellos.
Como Dios justificó y glorificó a Jesús y María
a la vista de los hombres y de los ángeles,
así también seréis justificados vosotros por Dios
y después glorificados si acertáis a vivir
como hijos de Dios
Como Dios justificó a esos dos Elegidos de entre sus elegidos y los glorificó a la vista de los hombres y de los ángeles, en particular a su Hijo, y del modo más solemne -pues los milagros realizados por Cristo durante los tres años de su vida pública eran un aval dado por el Padre a los actos de su Hijo y una respuesta a las acusaciones de los enemigos de Este-. en el Jordán, en el Tabor, sobre el Moria (San Juan, cap. XII, vv. 27-28) y sobre el Monte de los Olivos 40 días después de la Pascua. Y por lo que hace a María, con el desgarro y los ayes de la más santa y atormentada de todas las madres, sobre el Calvario, en el Sepulcro, en el Cenáculo y también sobre el Monte de los Olivos, cuando, separado el espíritu purísimo de María de su cuerpo virginal e inocente en el último de sus ardientes éxtasis de amor, fue asunta por los ángeles al Cielo, así también seréis justificados vosotros por Dios y después glorificados si acertáis a vivir como hijos de Dios.
Dios no condena las lágrimas ni la repugnancia
del hombre al sufrimiento y al dolor.
Condena sólo el pecado, la impenitencia
y el desesperar de su misericordia
Dios no condena las lágrimas ni la repugnancia del hombre al sufrimiento y al dolor. Condena sólo el pecado, la impenitencia y el desesperar de su misericordia. Sean Jesús y María vuestro ejemplo en eso. Queda justificada en el primero su repugnancia a la muerte, ¡y semejante muerte! Justificados asimismo en la segunda sus angustiados lamentos mudos o clamorosos, dirigidos al Padre de su Hijo y suyo, desde el comienzo de la Pasión hasta la Resurrección.
Aborrecer la muerte, repugnar el dolor, llorar al sentirse abandonado y ante el desgarramiento de un ser querido lamentándose por ello a Dios, Este no lo condena, antes esas lágrimas y repugnancias son las monedas de más valor para conquistar el Cielo si, al sufrirlas y derramarlas, no os apartáis del amor a Dios y a la justicia.
Permaneced unidos a Mí y con María,
lo mismo que Yo con mi Padre y con mi Madre,
y Nosotros seremos vuestro sostén.
Yo soy la Vida y Ella es Madre de la Vida y Madre vuestra
que os tomó por hijos en aquélla hora en que, si no murió,
fue por voluntad y auxilio divinos
Jesús, que las derramó, y en tanta abundancia, que las probó y apuró todo dolor, tanto por el desgarro de su Madre como por el de su cuerpo, intercede por vosotros ante el Padre. El sabe muy bien lo que es ser Hombre, y os dice: "Haced como Yo hice. Llorad, estremeceos, gemid a la vista de vuestras pasión y de vuestra cruz. Mas, al igual que Yo, haced la voluntad del Padre. Y Yo os justificaré de todo. Permaneced unidos a Mí y con María, lo mismo que Yo con mi Padre y con mi Madre, y Nosotros seremos vuestro sostén. Yo soy la Vida y Ella es Madre de la Vida y Madre vuestra que os tomó por hijos en aquélla hora en que, si no murió, fue por voluntad y auxilio divinos, pues su tormento era mayor que el mío al verme morir entre tantas torturas. Todo lo probamos Nosotros: el hambre, el cansancio, la pobreza, la angustia, las persecuciones, los peligros, la espada de la justicia y del dolor y por esto intercedemos por vosotros. Amadnos como os amamos y superaréis cuanto pudiera separaros de Dios. Amadnos y la caridad hacia Dios Uno y Trino y hacia la Hija, la Esposa y la Madre de Dios y Madre vuestra será vuestra justificación y vuestra gloria futura y eterna.
¿Quién podrá separaros de Dios, quién arrebataros el Cielo al que estáis predestinados si permanecéis unidos con Dios y con el Cielo mediante el vínculo del amor?
¿Qué cosas son las que podrán entrar en vosotros para separaros y distanciaros de Dios si Yo, el Amor, os llego a colmar de Mí para que así os vaciéis de todo y podáis acogerme a Mí sólo?
¿Qué es lo que puede llegar a causaros la verdadera muerte si la Vida o, más bien, la Caridad habita en vosotros?
¿Quién podrá venceros teniendo en vosotros a Aquél que venció al mundo, al demonio y a la carne?
Nada podrá separaros de Dios, privaros del Cielo, haceros esclavos de Satanás y de los hombres, haceros "morir" a la verdadera Vida, si vosotros no queréis. Nada podrá dañaros eternamente si vosotros, con bravura, queréis ser de Dios. Nada podrá venceros si aparece el Tau (Ezequiel 9, 4; Apocalipsis 7, 3) marcado en vuestra frente y se encuentra en vuestro corazón la caridad. El Cielo es del que sabe merecerlo y Dios lo quiere repleto de vosotros. Por eso os da cuanto puede ayudaros a merecer el Cielo y, junto con ello, a su propio Hijo, a Sí mismo y a su Espíritu Santo.
el Arcángel lucha con vosotros y por vosotros
"¿Quién como Dios? es el grito del Arcángel defensor. Y el Arcángel lucha con vosotros y por vosotros y os asegura que si tenéis a Dios en vosotros, nada ni nadie podrá venceros, causaros la muerte del alma ni la ruina eterna".
18-5-50
A. M. D. G.