Fiesta del Sagrado Corazón
Aprended de aquí a imitarle en su
perfecta buena voluntad, en su
obediencia santísima para así extraer
vuestro bien de todo cuanto Dios
permite que os suceda para vuestra
prueba y vuestro premio
#Nadie puede arrogarse el derecho de hacer observaciones e imposiciones a Dios
#No hay otro Dios fuera de El: el Dios Padre, Creador y Señor del Cielo y de la Tierra
#Dios siempre saca bien de todas las cosas.
A los Romanos, cap. 9.º, vv. 14-18.
Nadie puede arrogarse el derecho de hacer
observaciones e imposiciones a Dios
"Nadie puede arrogarse el derecho de hacer observaciones e imposiciones a Dios por más que le parezca injusto su modo de proceder con los individuos, las naciones o la humanidad entera, a menos de ser un sacrílego o declararse incrédulo.
Porque, verdaderamente, los que no creen que una cosa pueda ser de Dios si no la ven confirmada por una manifestación divina, además de imitar en su culpa al apóstol Tomás- culpa de hombre aún no confirmando en la fe de Cristo antes zarandeado en la misma por la captura y muerte ignominiosa de Cristo- repiten la culpa imperdonable y no perdonada de los fariseos, príncipes de los sacerdotes, escribas y de todos aquellos que, en el momento de la consumación del más grande sacrificio de amor de Dios, Caridad infinita, exigían para creer -ni tampoco habríales bastado, porque hubieran dicho: "Lo hizo porque es un satanás y le ayudó Belcebú"- que Cristo bajase de la cruz y se salvase a sí mismo.
No hay quien pueda hacer observaciones o imposiciones a Dios, porque Dios es Dios y todo -personas y cosas, pasadas, presentes y futuras- es nada comparado con El, Único y Trino, Inmenso, Perfecto en la totalidad de sus Tres Personas y en su Unidad admirable, lo mismo que en sus Atributos y en sus Actos.
el Dios Padre, Creador y Señor del Cielo y de la Tierra
No hay otro Dios fuera de El: el Dios Padre, Creador y Señor del Cielo y de la Tierra. Primera Persona de la Trinidad Santísima, el cual por ninguno fue engendrado porque es Eterno, y por Sí mismo, mediante divina generación, engendró a su Verbo -por medio del cual todas las cosas fueron hechas- la Segunda Persona, divina, eterna, perfecta, igual en todo a la Primera que en El se complace, así como el Hijo se complace en el Padre que le engendró, dando origen, mediante esta doble complacencia, al Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo y es su mismo amor, el nudo que los estrecha, el abrazo que los une, el fuego que los funde sin producir confusión de Personas, la paz en la que incansablemente operan y descansan juntos en el Amor, por el Amor y con el Amor que de Ellos procede y que constituye el atributo mayor y la esencia misma de Dios.
El, Dios, siendo Amor, no puede ser sino Justicia,
porque sólo quien no ama es injusto con sus semejantes
o con sus hijos y hermanos
El, Dios, siendo Amor, no puede ser sino Justicia, porque sólo quien no ama es injusto con sus semejantes o con sus hijos y hermanos. Por el contrario, el que ama es siempre justo, pues, aún reconociendo que las acciones de uno son injustas -porque, no reconocerlas por tales, si tales son, no sería bondad sino estulticia- es justo asimismo el castigarlas no excediéndose en la severidad ni en la indulgencia sino obrando con arreglo a la medida que la culpa exige.
Dios ama. Ama como Padre a sus hijos, al igual que Jesús, Dios-Hombre, ama a sus hermanos. De aquí que siempre sea justo, lo mismo al castigar que al premiar. Y cuando de los labios de la Sabiduría encarnada salían aquellos consejos evangélicos: "Haced cuanto y como Yo hago. Sed perfectos como el Padre de los Cielos", era a esta perfección de justicia amorosa a la que el Verbo estimulaba: a la Justicia perfecta del Padre y del Hijo hecho Hombre. A esa justicia que no claudica por parte alguna, ni ante presiones ni por dádivas, amistad o parentesco, antes, con espíritu remontado sobre toda cosa material y terrena, juzga, absuelve o condena conforme es debido.
Ser justo con el prójimo es más difícil que ser amantes
de Dios, porque Dios es bueno
y es fácil amar al que es bueno
Ser justo con el prójimo es más difícil que ser amantes de Dios, porque Dios es bueno y es fácil amar al que es bueno. Dios es confortador y resulta fácil amar a quien conforta y consuela. Dios es sostén y es cosa fácil amar a quien nos sostiene. Dios es perdón y es fácil amar al que perdona. Mas el prójimo es, a menudo, malo, injusto, dispuesto a causaros dolor y a aumentároslo con sus incomprensiones, obstinaciones, burlas y asperezas, fáciles en abandonaros si os encontráis oprimidos o en desgracia, cuando no viene a hacerse cómplice del que ya os está oprimiendo para, a su vez, oprimiros y adoloraros él aún más; duro en perdonar aun cuando se siente injustamente ofendido o perjudicado al tiempo que vosotros sois inocentes; y durísimo después en perdonar cuanto vuestra culpa es manifiesta. Amarle es, por tanto, difícil.
"Amad a los que os odian y seréis hijos del Altísimo".
¿Por qué?
Porque poseeréis el perfecto amor
y la imagen y semejanza más acabada con Dios.
Con todo, está dicho: "Amad a los que os odian y seréis hijos del Altísimo". ¿Por qué? Porque poseeréis el perfecto amor y la imagen y semejanza más acabada con Dios. Más aún: como el hijo asume la vida que seminalmente le transmite su padre y resultan incancelables las cualidades físicas de éste tanto en la sangre como en el aspecto y el carácter además del apellido, así vosotros, si asumís el principal de los atributos de Dios, ése que constituye su esencia, asumís en vosotros la Vida misma de Dios, vivís por El y en El y venís a ser sus verdaderos hijos, no por igualdad de naturaleza y esencia sino por sobrenaturalización de la criatura que viene a quedar así divinizada por participación relativa en los actos de Dios Uno y Trino y por semejanza al hacer lo que El hace desde siempre: amar.
Ya lo dijo Dios a Moisés: "Usaré de misericordia... tendré compasión...". Mas su misericordia y su compasión no tuvieron su inicio en aquel momento. Bien que unidas a la justicia divina, aparecen ya vivas en el Edén ante aquellos dos prevaricadores, condenados en el tiempo con el trabajo, el dolor, la fatiga, el destierro y la muerte, mas perdonados para la eternidad con la promesa de la Redención y mediante Ella.
la misericordia y la compasión existieron aún antes
de que viviese el hombre,
cuya culpa futura no la ignoraba su Creador
Más todavía: la misericordia y la compasión existieron aún antes de que viviese el hombre, cuya culpa futura no la ignoraba su Creador. Y esto, por haber creado al hombre para darle el Cielo y la filiación y semejanza divinas, por haberlo creado sabiéndolo destinado ya a ser, por propia voluntad, un pecador, un rebelde, un prevaricador, un ladrón, un homicida, un violento, un embustero, un concupiscente, un sacrílego, un idólatra hallándose presentes en él, por condescendencia propia, todas las malas tendencias humanas, en él, en el hombre, que debía ser santo y, sobre todo, por haberlo creado sabiéndolo capaz de dar muerte una vez a su Verbo que por el hombre había asumido la Humanidad y de herirle innumerables veces con sus pecados, tantas cuantos son los granitos de arena que forman el fondo de los mares, desde su venida redentora hasta el fin de los siglos, esto da la medida exacta de la infinita misericordia y compasión de Dios.
el Padre de las luces veía mancillarse
aquel poema creativo, todo luz y bondad,
con una mancha perturbadora y maléfica,
origen de toda culpa y desventura
El contemplaba ab aeterno a su Verbo, y su Pensamiento eterno pensaba en todas las cosas que por el Verbo habría de crear y, jubiloso, admiraba en su pensamiento las innumerables bellezas y maravillas de la Creación que, en el momento preciso, habrían de hacerse por el Verbo. Mas, al mismo tiempo, el Padre de las luces veía mancillarse aquel poema creativo, todo luz y bondad, con una mancha perturbadora y maléfica, origen de toda culpa y desventura.
Como aquél que se detiene admirado a contemplar un lugar de delicias, lleno todo él de balsámicas flores, de aguas cristalinas, de pájaros cantores, y gime después horrorizado viendo salir de él una serpiente venenosa y agresiva que rompe, muerde y destroza plantas y animales y contamina las aguas y las flores, así el Padre del Verbo y del hombre, al contemplar ab aeterno la futura Creación en la que todo lo creado sería "bueno", vio a la serpiente atacar, corromper, contaminar todas las cosas y traeros el dolor; vio al hombre caído, vio a Caín asesino de Abel, figura del otro Caín (Israel) que habría de dar muerte al nuevo Abel: a su Verbo.
Ante un acontecimiento como éste,
aún el más santo de los hombres habría llegado,
si no a odiar, sí al menos a sentir brotar dentro de él
displicencia hacia el ingrato
Ante un acontecimiento como éste, aún el más santo de los hombres habría llegado, si no a odiar, sí al menos a sentir brotar dentro de él displicencia hacia el ingrato, tan inútilmente beneficiado y disipador de los beneficios recibidos.
este conocimiento eterno es el que las hace surgir
y así decretan sacrificar al Hijo para devolver a los
hombres el ser "vivientes", "hijos" y "coherederos"
Dios, no; Dios lo sabe todo. Y su misericordia y compasión no mueren ni languidecen sino que, precisamente, este conocimiento eterno es el que las hace surgir y así, ab aeterno, decretan que, puesto que el Hombre y los hombres han de ser pecadores y homicidas de su parte eterna y de los hermanos, si de nuevo ha de hacérseles "vivientes", "hijos" y "coherederos", es preciso sacrificar al Hijo.
El será el Hijo del Hombre, el Adán fiel y santísimo, el Abel y el Cordero inmolado por Caínes deicidas. Y por la Culpa primera y la segunda -la del Edén y la del Templo- vendrá la Redención.
Y Dios será compasivo y misericordioso con quien lo desee, es decir, con todos aquellos que, a su vez, quieran, con buena voluntad, ser "hijos de Dios" por haber acogido con amor a Cristo y seguido y practicado los mandatos y enseñanzas de la palabra divina.
Dios siempre saca bien de todas las cosas.
Dios siempre saca bien de todas las cosas.
De la Culpa de Adán sacó el bien de la Redención, medida de la Caridad divina que es infinita y perfectísima. La confirmación de su poder, justicia y bondad infinitos la sacó de la obstinación del Faraón en oponerse a las órdenes divinas que Moisés, su siervo, le transmitía al monarca egipcio, el cual, de este modo -por las plagas que azotaron a Egipto y por el exterminio de los primogénitos y de los egipcios en el Mar Rojo-, conoció que Dios es el Señor, como lo conoció también el Pueblo de Dios que, mediante tales prodigios, quedó confirmada su fe en el Dios Único, en su Dios.
De la culpa de Israel, crucifixor de su Verbo encarnado, sacó la certeza feliz de la Resurrección de la carne y de la Jerusalén eterna, a la que suben los espíritu de los justos y en donde, más tarde, se reunirá la carne con sus respectivos espíritus para una vida eterna de gozo.
De todo saca el Buenísimo cosas buenas.
Lo que únicamente haría falta es que el hombre
supiese extraer su bien de todo cuanto Dios hace.
¿Cómo?
No rebelándose del Padre de los Cielos
cuando carga su mano y es amargo su cáliz.
De todo saca el Buenísimo cosas buenas. Lo que únicamente haría falta es que el hombre, con su voluntad que debe ser buena, supiese extraer su bien de todo cuanto Dios hace. ¿Cómo? No rebelándose del Padre de los Cielos cuando carga su mano y es amargo su cáliz.
Vosotros sois pecadores. Todos. Aun los mejores son imperfectos. Jesús era inocente, santo y perfecto. Con todo, el Padre cargó sobre El la suma total de las culpas de los hombres para que las saldase sobre el Gólgota y le presentó el cáliz más amargo, amargo con todas las amarguras y desazones: desde la amargura del abandono del Padre, del dolor de la Madre y de la traición del amigo y apóstol, hasta la vileza de los demás apóstoles, la negación de su Cefas y la ingratitud del pueblo. Ningún hombre cargó ni cargará con tal cantidad ni beberá el cáliz que abrumó y amargó a Cristo: el Inocente.
Aprended de aquí a imitarle en su perfecta buena voluntad, en su obediencia santísima para así extraer vuestro bien de todo cuanto Dios permite que os suceda para vuestra prueba y vuestro premio".
16-6-50
A. M. D. G.