PORQUÉ ISRAEL NO SE SOMETIÓ
A LA JUSTICIA DE DIOS
#Fue bueno Dios con su pueblo culpable, al igual que lo fue también el Apóstol salido de ese pueblo
#Y propuesta, ¿por quién? Por un aldeano galileo
#Y, por ello, no se sometió a la justicia de Dios
Cap. 10.º, v. 1.
"No puede argüirse, por esto, que no tenga también Dios misericordia y justicia con Israel. Escucha: Desde siglos, después de haberlo preparado por espacio de tiempos y tiempos para recibir a Cristo reconociéndole por tal; desde siglos está esperando que vuelva Israel a las sendas de la Verdad y de la Vida para abrirle los brazos y el Reino.
Fue bueno Dios con su pueblo culpable, al igual que lo fue
también el Apóstol salido de ese pueblo
Fue bueno Dios con su pueblo culpable, al igual que lo fue también el Apóstol salido de ese pueblo, amado por él mientras perteneció al mismo y se mostró acorde, hasta el fanatismo, con sus ideas y después lo escarneció y odió como a un renegado de la Ley hebrea y como a un desertor de la Sinagoga y de su raza.
Pablo fue bueno por ser un verdadero seguidor, siervo y apóstol de Cristo, del que asimiló todas sus enseñanzas y, en especial, la de la caridad, tan opuesta a su temperamento fogoso y duro, pero que predicó y practicó heroicamente, doblegándose y partiéndose a sí mismo y a su yo hasta hacer de esta lucha entre su naturaleza y su voluntad un martirio íntimo e incruento, aunque no menos doloroso, y así dice: "El voto de mi corazón y la plegaria que hago es para que se salven, porque sé que tienen celo de Dios, mas no según el conocimiento de la verdad, y, al ignorar la justicia de Dios y procurar establecer la propia, no se han sometido a la justicia de Dios".
Pablo, por tanto, con su experiencia del pecado y de las causas que originaban el pecado de los hebreos que no quisieron someterse a la justicia de Dios por haberlo cometido él mismo antes de ser fulminado en el camino de Damasco, aplica nombres exactos, aunque abiertamente no lo dice, a las pasiones nada buenas que hacían descaminar a Israel y reconoce que ellas son las mismas que cerraron durante siglos a Adán el Edén y el Paraíso, así como, por siglos, cerraron también el Paraíso a los hebreos. Ellos vienen a ser, una vez más, los frutos concupiscentes nacidos del veneno esparcido por la Serpiente para corromper a dos Inocentes. Son éstos: la soberbia, la desobediencia y la avaricia.
Dios, A lo largo de siglos y por medio de profetas
llegados después, había invitado a su Pueblo a reconocer
al Mesías en su realidad de Salvador y de Rey celestial,
de Rey de reyes y Señor de los señores,
Verbo del Padre y Verdad eterna
El que es, habíale dicho a Moisés, su profeta: "Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás otros dioses porque Yo soy un Dios celoso". A lo largo de siglos y por medio de profetas llegados después, había invitado a su Pueblo a reconocer al Mesías en su realidad de Salvador y de Rey celestial, de Rey de reyes y Señor de los señores, Verbo del Padre y Verdad eterna, digno, por tanto, de ser adorado como Dios, venerado como Santo de los santos, escuchado y obedecido en sus enseñanzas. Mas estas enseñanzas y la misma humildad en el aspecto y en la condición de Cristo, chocaban con el concepto que de El habíanse forjado los soberbios hebreos y, más que nada, chocaban con sus costumbres morales.
Sentíanse "dioses", no por santidad de vida sino por fuerza de poder. Ellos eran los príncipes de los sacerdotes, los fariseos, los escribas, los herodianos, los saduceos. Jesús era tan sólo "el carpintero de Nazaret". Ellos daban lecciones en el Templo, o mejor, como dice Cristo en el versículo 2 del capítulo 23 de Mateo: "Se sentaban en la cátedra de Moisés". Jesús, y durante otros tres años, excepto breves apariciones en el Templo durante las fiestas obligadas y raras lecciones en alguna sinagoga, tuvo por cátedra, Templo y sinagoga, los caminos, los bosques, las orillas de los lagos y de los ríos, las plazas de los mercados, los patios de casas pobres y, a lo más alguna vez, los de las ricas moradas de Lázaro, de Juana y de alguno otros pocos amigos de elevado rango.
esta humildad de origen, de carácter, de vestido,
de lugares, de enseñanza, eran otros tantos motivos,
o más bien, otros tantos pretextos para no reconocer
en el hijo del carpintero de Nazaret al Hijo de Dios,
al Mesías prometido
Para quienes todo lo cifraban en la exterioridad y en la opulencia, esta humildad de origen, de carácter, de vestido, de lugares, de enseñanza, eran otros tantos motivos, o más bien, otros tantos pretextos para no reconocer en el hijo del carpintero de Nazaret al Hijo de Dios, al Mesías prometido.
El enseñó la humildad, tanto con la palabra como con el ejemplo, escogió de entre el pueblo humilde a sus apóstoles haciendo del más ignorante y rudo de ellos, pero de buena voluntad, su Cabeza, su Piedra, su Continuador y su primer Pontífice. Uno tan sólo de los doce se parecía en ideas, gustos y carácter a los que se sentaban en la cátedra de Moisés. Y, de entre ellos, fue el único que le traicionó.
el Maestro de infinita Sabiduría, tenía dicho:
Si no os hacéis humildes como este niño no entraréis
en el Reino de los Cielos...
Tanto en el capítulo 18.º de Mateo como en el 9.º de Marcos y de Lucas y también en el 10.º de Marcos y de Lucas, El, el Maestro de infinita Sabiduría, tenía dicho, presentando un niño a sus elegidos: "Si no os hacéis humildes como este niño no entraréis en el Reino de los Cielos. El más pequeño (humilde), ése es el más grande a los ojos de Dios que mantiene escondidas las cosas excelsas a los sabios e inteligentes y las revela a los pequeños por su humildad."
la Llena de Gracia y del Espíritu Santo había cantado:
"Dios dispersó a los soberbios, volcó el trono de los
poderosos y exaltó a los humildes"
Antes aún que Jesús, Palabra divina de Dios encarnado, la Llena de Gracia y del Espíritu Santo, hecha ya, incluso materialmente, "una sola cosa" con Dios por hallarse encinta del Verbo divino, había cantado: "Dios dispersó a los soberbios, volcó el trono de los poderosos y exaltó a los humildes". Y, en verdad, era Dios mismo el que hablaba por los labios de María. Era, en verdad, el Verbo eterno, pequeño embrión que se vestía de carne, encerrado en su seno virginal, el que ponía esta verdad -que después, hecho Hombre y adulto, habría de predicar tantas veces- en los labios de su Madre, Asiento de la Sabiduría.
Y había indicado con estas lecciones cómo se puede ser sabios y maestros a la vez que hijos del Reino, hijos de Dios y santos del Cielo.
Otras veces, como en el capítulo 22.º de Mateo y en el 14.º y 18.º de Lucas, había enseñado que no todos los llamados quedan elegidos cuando, subidos en soberbia, faltan con el Rey benévolo, y cómo los primeros puestos en el Reino y en el convite celestial son para los que en la Tierra fueron humildes y caritativos con los pobres, y cómo agrada a Dios la plegaria del humilde y desprecia la del soberbio que se tiene por perfecto sólo porque guarda la exterioridad de la Ley.
¿a quién tenía presente, a quién apuntaba bajo el velo
de sus parábolas y lecciones?
A Pedro: el humilde que fue exaltado por su humildad
sencilla y buena;
a Judas de Keriot que fue humillado por su jactancia
El Maestro hablaba para todos. Mas ¿a quién tenía presente, a quién apuntaba bajo el velo de sus parábolas y lecciones? A Pedro: el humilde que fue exaltado por su humildad sencilla y buena; a Judas de Keriot que fue humillado por su jactancia, su triple concupiscencia, su exterioridad de la Ley y de su amistad con Cristo, su cálculo de adulto -y adulto astuto- para el que hasta un suspiro encerraba doble fin. A Pedro, un niño por más que fuese adulto, al que se le dio el Reino espiritual como Papa y el Reino celestial como santo. A Judas: el sabio hinchado de vanagloria que, por haber sido malévolo con el Rey infinitamente benévolo, fue lanzado fuera del Reino de Dios al abismo y al tormento del Infierno.
Deberíais de meditar el Evangelio y los caracteres de los apóstoles mucho más profundamente de lo que generalmente se hace. Recibiríais respuestas y lecciones luminosas con las que guiar a los espíritus de buena voluntad por los caminos de la verdadera Sabiduría que conduce al Cielo.
"Poseían el perfecto conocimiento de la letra
de la Sabiduría, mas carecían en absoluto del espíritu
de la misma. Por tanto, no poseían la verdad, la luz para ver
la verdad, ni la caridad para tener la luz del amor
con la que iluminar la verdad de la Ley del amor".
Mas los fariseos, escribas y sacerdotes no podían, porque esto, en su soberbia, ni querían hacerlo, ya que se tenían por perfectos en la Sabiduría. He dicho y repito: "Poseían el perfecto conocimiento de la letra de la Sabiduría, mas carecían en absoluto del espíritu de la misma. Por tanto, no poseían la verdad, la luz para ver la verdad, ni la caridad para tener la luz del amor con la que iluminar la verdad de la Ley del amor". Tenían celo, pero equivocado, por hallarse fuera de la caridad y, por ende, de la verdad sobre cómo ser celosos en el servicio de Dios. Tenían una justicia suya propia, toda humana, que habíanse dado a sí mismos, a la que no sabían renunciar porque, renunciar a ella quería decir inclinar la cabeza, despojarse de los propios hábitos morales para hacerse con otros propuestos por una justicia en nada conforme con sus gustos, tan amantes de los honores y de las supremacías.
Por un aldeano galileo
Y propuesta, ¿por quién? Por un aldeano galileo. Bien es verdad que éste se profesaba Hijo de Dios y hacía obras y daba lecciones propias de Dios. Mas ¿podía el soberbio Israel aceptar lo que venía de un hombre de condición humilde -no obstante saber, por ser verdad ciertamente histórica, cómo recibió Moisés, entre rayos y fulgores divinos la Ley del Sinaí junto con las demás disposiciones, y cómo reveló Dios las cosas futuras y mesiánicas a los Profetas-, habiendo sustituido la Ley primera, simple y perfecta, por un código de precepto humanos que, mientras descargaban de los pesos a los poderosos, oprimían a los pobres, al pueblo llano, y sí, en lugar del Mesías espiritual, como aparecía presentado en las profecías, habíase formado la idea de un Mesías humano, conquistador para Israel de toda la Tierra? No podía.
Y, por ello, no se sometió a la justicia de Dios
Y, por ello, no se sometió a la justicia de Dios que el mismo Dios, no ya entre rayos y a uno solo -Moisés- sino a todo el pueblo por boca de Jesús, su Verbo, y con prolongada y clara enseñanza había venido a inculcar a las gentes para que todos los creyentes se hiciesen justos y tuviesen la Vida eterna y el Reino de Dios".
1-9-50
A. M. D. G.