La reprobación de Israel no es total 

ni perpetua

 


 

#no todo Israel fue reprobado   

#Los más justos de entre los capitostes de Israel, entre los que se encontraba Gamaliel, el principal de los rabinos de aquel tiempo, se convirtieron entonces al Señor Jesús   

#Los demás de Israel, "pueblo de dura cerviz", persistieron, ya desde los tiempos de Moisés, en su error, rechazando la fe en Cristo   

#Dios, por el contrario, por más que fuese enorme la culpa de Israel, no repudió a la totalidad de su pueblo   

#por querer ser con exceso "el summum" tenidos por "maestros" ante el mundo, tenidos como jueces hasta del Santo de los santos venido del Cielo hícele caer al suelo bajo los golpes de sus opresores y andar disperso y mal visto del mundo a lo largo de los siglos.   

#Rechazaron, negaron y mataron al Rey de reyes y, para su castigo y humillación, tuvieron por reyes y emperadores a los dominadores humanos de todos los tiempos.   

#Con todo, por cuanto Dios de todo saca bien por más que, de por sí, sea algo esencialmente malo, del delito de los judíos se derivó un bien para los gentiles   

#La caridad que es vida en Dios hizo santa la masa y santificó toda la mística Vid desde las raíces hasta los sarmientos nuevos proporcionados por los gentiles   

#El Señor puede obrar toda suerte de milagros. Mas, una cosa es necesaria para conseguir el milagro: la buena voluntad del hombre, su fe en Dios, su esperanza en el Señor y su caridad para con Dios y para con el prójimo

 


Fiesta de Cristo Rey

 

Cap. 11.º, vv. 1-24.

 

"No es total ni perpetua dicha reprobación. Si Dios es Justicia, también es Misericordia. Y qué Misericordia sea ésta atestígualo el haber hecho de su Verbo el Cordero destinado al sacrificio para la redención de los hombres.

 

no todo Israel fue reprobado

 

Despréndese de aquí que no todo Israel fue reprobado, ya que no todo Israel era malo. Al igual que en toda sociedad humana, también en Israel había justos y así, los más justos de El comprendieron, siguieron y amaron a Cristo desde que le conocieron. Otros, menos sencillos y menos justos, aguardaron a tener pruebas fuertes para creer que El fuese el Mesías. A otros más les movieron únicamente los últimos milagros ( de la resurrección y ascensión). Algunos, en fin, tan sólo se rindieron cuando vieron a los Apóstoles, rudos e incultos, cambiarse a evangelizadores llenos de dignidad y de sabiduría, ser valientes cuando antes eran miedosos, verles obrar milagros como su Maestro y, sobre todo, tan firmes en su fe hasta el punto de saber hacer frente al Sanedrín, respondiendo así una y otra vez a sus injustas órdenes: "Que sea o no justo ante Dios obedecer a Dios antes que a vosotros, juzgadlo vosotros mismos. Por lo que hace a nosotros, no podemos dejar de hablar de cuanto hemos visto y oído (Hechos, cap. IV, vv. 19-20). Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a ese Jesús al que matasteis vosotros colgándole de la cruz. A este Príncipe y Salvador, Dios exaltole con su diestra para proporcionar a Israel la penitencia y el perdón de los pecados. Y nosotros somos testigos de ello junto con el Espíritu Santo que Dios concedió a quienes le obedecen (Hechos, cap. V, vv. 29-32)".

 

Los más justos de entre los capitostes de Israel, 

entre los que se encontraba Gamaliel, 

se convirtieron entonces al Señor Jesús

 

Los más justos de entre los capitostes de Israel, entre los que se encontraba Gamaliel, el principal de los rabinos de aquel tiempo, se convirtieron entonces al Señor Jesús. Porque no todo lo del hombre y lo que hay en el hombre es malo por más que no sea él totalmente justo. El pecado original y los pecados de la triple concupiscencia no destruyen todo lo que de Dios hay en el hombre, esto es, todo lo que es tendencia buena de la parte incorpórea (espíritu y entendimiento). La razón, a la que sólo una demencia puede del todo anular, siempre puede abrir caminos a la verdad y a la justicia e iluminar a los hombres para que, usando bien de su libre albedrío, admitan cuanto en un principio abiertamente rechazaron o dejaron de admitir, reconociéndolo verdadero y bueno y como medio para ir hacia la Verdad.

 

Los demás de Israel, "pueblo de dura cerviz", persistieron, 

ya desde los tiempos de Moisés, en su error,

 rechazando la fe en Cristo

 

Los demás de Israel, "pueblo de dura cerviz", persistieron, ya desde los tiempos de Moisés, en su error, rechazando la fe en Cristo, repudiando su doctrina que es camino de salvación. Y aún preconociendo al Mesías anunciado muchas veces por Dios a sus hijos, no lo acogieron, antes lo rechazaron como a un pecador, porque en ellos no anidaba la caridad que es vida en Dios y vida de Dios en el hombre sino la soberbia que es dureza de corazón y humo que no deja ver la verdad.

 

Dios, por el contrario, por más que fuese enorme la culpa 

de Israel, no repudió a la totalidad de su pueblo

 

Dios, por el contrario, por más que fuese enorme la culpa de Israel, no repudió a la totalidad de su pueblo, reservándose de él, como ya se lo dijo a Elías, un cierto número de hombres que no habían doblado su rodilla ante ídolo alguno y que, más o menos rápidamente, habrían de venir al Rey de los reyes. A estos restos del Pueblo elegido -porque los demás, de hijos habíanse cambiado a hijastros de Dios al no reconocer al Primogénito de todos los verdaderos hijos de Dios, Primogénito por Naturaleza y por Gracia- llegó la Gracia que es el don que Dios predestinó, es verdad, para todos los hijos, pero que va y se queda como don con el que no la rechaza o se despoja de ella con el pecado.

 

por querer ser con exceso "el summum" 

tenidos por "maestros" ante el mundo, 

tenidos como jueces hasta del Santo de los santos 

venido del Cielo 

hícele caer al suelo bajo los golpes de sus opresores 

y andar disperso y mal visto del mundo 

a lo largo de los siglos.

 

De igual suerte Israel, por querer ser con exceso "el summum" conforme a sus miras y haber tomado asiento, en la persona de sus grandes, sobre la cátedra de Moisés sin vivir, por otra parte, según la justicia de Moisés para ser tenidos por "maestros" ante el mundo, haciendo imposible la Ley por el cúmulo de leyezuelas humanas añadidas y sobrepuestas a la Ley, y para ser tenidos como jueces hasta del Santo de los santos venido del Cielo para hacer tornar Israel a la Justicia y la Ley a su divina y perfecta simplicidad, gracias a la cual le es posible a todo hombre ponerla en práctica, ya sea éste judío o samaritano, griego o romano, no consiguió la gloria humana que buscaba ni la gloria sobrenatural de la que, orgullosamente, juzgábase ya en posesión, antes mereció, a excepción de los pocos hebreos convertidos a Cristo, el castigo del Cielo, la ceguera, el aturdimiento, las asechanzas, la trampa, los tropiezos y el castigo humano con el que hícele caer al suelo bajo los golpes de sus opresores y andar disperso y mal visto del mundo a lo largo de los siglos.

 

Rechazaron, negaron y mataron al Rey de reyes y, 

para su castigo y humillación, tuvieron por reyes y

 emperadores a los dominadores humanos 

de todos los tiempos

 

Rechazaron, negaron y mataron al Rey de reyes, a aquel Rey que habríales proporcionado un reino sin término y, para su castigo y humillación, tuvieron por reyes y emperadores a los dominadores humanos de todos los tiempos.

Este fue el pan ofrecido a su soberbia: verse reemplazados como Pueblo de Dios por los gentiles y ver destruidos el Templo, el altar y la ciudad de la que tan orgullosos se sentían hasta el punto de faltar a la caridad con todo aquél que no fuese ciudadano de nacimiento o por elección a cargos relevantes.

Despreciaron y viéronse despreciados. Dominaron con cetro de hierro y fueron dominados con varas y cadenas por aquéllos a quienes durante tanto tiempo habían escarnecido. No hubo ya más Jerusalén ni Sinagoga sino Roma e Iglesia. Como dijera la Palabra omnisciente y omnividente: "los primeros" vinieron a ser "los últimos".

 

Con todo, por cuanto Dios de todo saca bien por más que, 

de por sí, sea algo esencialmente malo, 

del delito de los judíos se derivó un bien para los gentiles

 

Con todo, por cuanto Dios de todo saca bien por más que, de por sí, sea algo esencialmente malo, del delito de los judíos se derivó un bien para los gentiles, los cuales, aunque paganos, no eran con Cristo peores que los judíos, pues respetaban en El al hombre docto y pacífico, al hombre que no les despreciaba ni enseñaba a las turbas a despreciarlos, antes era bueno con ellos por más que fuesen gentiles. Mas, después del delito del Gólgota, abriéronse sus ojos a la verdad y en el hombre bueno, pacífico, docto, obrador de milagros, reconocieron al "Hijo de Dios" y volviéronse a El, viviente en su Iglesia, recibiendo la Vida.

He aquí cómo el delito de los judíos, delito de avaros por concupiscencia de poder, resultó riqueza de tesoros espirituales para los gentiles que se encontraban privados de ellos y su (de los judíos) voluntaria escasez de comprensión y de entendimiento que se cierra con obstinación repeliendo la Luz y prefiriendo las tinieblas a la Luz, fue causa de que la Luz pasase a los gentiles y de que de esta primera causa se siguiesen las demás y, de entre ellas, la caridad, por la que hombres de naciones enemigas entre sí o que se odiaban por ser unos dominadores y dominados otros, gentes de todo lugar y lengua se reconciliaran mutuamente llamándose "hermanos" en el hombre del Hermano Santísimo que vino a morir por darles una única Vida, ya fuesen judíos, gentiles, hebreos de la Diáspora, griegos, romanos, libios, Egipcios, partos o sirios.

 

La caridad que es vida en Dios hizo santa la masa y santificó

 toda la mística Vid desde las raíces hasta los sarmientos

 nuevos proporcionados por los gentiles

 

La caridad que es vida en Dios, surgió primero o resurgió allí donde estaba muerta y la caridad hizo santas las primicias, hizo santa la masa y santificó toda la mística Vid desde las raíces -que procedían de Israel por María, Madre de Jesús, virgen de la estirpe de David, y por Jesús, Unigénito suyo; por los Apóstoles, hijos de Israel, y por los discípulos extraídos de las doce tribus- hasta los sarmientos nuevos proporcionados por los gentiles, injertados en su tronco, reemplazando a aquéllos que, por no haber querido permanecer unidos a Cristo, trono de la mística Vid, fueron seccionados de él por estar muertos.

Al ser santa la Cabeza, era santo también el Cuerpo místico y santos los sarmientos injertados al mismo -por más que anteriormente no lo fueran- para que no volviesen a cometer el antiguo pecado por el que Adán perdió la Gracia e Israel, en la casi totalidad de su pueblo, además de la Gracia, perdió la bendición de Dios.

Vida de los sarmientos nuevos y de los retoños de la vid es la caridad, linfa divina que alimenta a quien, por soberbia, no se separa del tronco. Porque la soberbia lleva a la duda, tanto sobre la verdad como sobre los deberes que si no se cumplen vienen a desagradar a Dios. Y de la duda se pasa al enfriamiento de la fe, de aquí a la incredulidad, de ésta a la pérdida del temor de Dios y, por último, a la convicción de que Dios es tan bueno que no sabe ser nunca severo.

Dios es justo dentro de su bondad: severo mientras el hombre persiste en su pecado; dulce cuando el hombre se arrepiente de él; más dispuesto a readmitirle en su amistad que a condenarle; y feliz si a quien se halla espiritualmente muerto puede darle a tornar a darle la vida. Ahora bien, necio no lo es jamás.

 

El Señor puede obrar toda suerte de milagros. 

Mas, una cosa es necesaria para conseguir el milagro: 

la buena voluntad del hombre, su fe en Dios, 

su esperanza en el Señor 

y su caridad para con Dios y para con el prójimo

 

El Señor, por ser infinitos su poder y su misericordia e infinitos los méritos de Cristo Redentor, puede obrar toda suerte de milagros. Mas, una cosa es necesaria para conseguir el milagro: la buena voluntad del hombre, su fe en Dios, su esperanza en el Señor y su caridad para con Dios y para con el prójimo; sobre todo la caridad, ya que ella viene a ser el terreno que hace posible la floración de todas las virtudes y la unión con Dios". 

29-10-50

A. M. D. G.