Sacrificio vivo-culto racional.
Sacrificio total.
Sacrificio perpetuo y vivo
#" 'Sacrificio vivo - culto racional'.
#Sacrificio perpetuo y sacrificio vivo
#Porque esto, más que los ritos externos, es lo que constituye el culto racional de que habla Pablo
#Basta con que cada acción o ministerio sea movido y regido por la caridad. Caridad verdadera.
#Y la caridad es la que debe regular igualmente las relaciones de los súbditos con las autoridades
Capítulos 12.º y 13.º completos.
" 'Sacrificio vivo - culto racional'.
Los sacrificios eran la base y la forma de la religión antigua. Todo se impetraba y todo se expiaba mediante sacrificios. Con el sacrificio se pretendía honrar a Dios y aplacarle, lo mismo que darle gracias por una victoria o una curación. Era la época del sacrificio material. Y era lógico que así fuese, ya que no había otro rito ni otro modo manifiesto de honrar al eterno e impetrar su ayuda.
El hombre sintiendo que debíasele ofrecer a dios
de los dones que El proporcionara al hombre,
recurría a los animales y los frutos de la tierra
consumiéndolos con el fuego
para que realmente fuesen sacrificados
El hombre, no instruido aún por la Palabra encarnada y a falta de una Victima santa para un Sacrificio perpetuo y perfecto, y sintiendo, no obstante, incluso por ley natural, que al Creador, al Dios verdadero o al Dios adorado en cada una de las religiones, debíasele ofrecer de los dones que El proporcionara al hombre, recurría a los animales y los frutos de la tierra consumiéndolos con el fuego para que realmente fuesen sacrificados.
Mas, ¿eran "sacrificio vivo"? No. Eran sacrificio de animales o productos vegetales, muertos ya los primeros y una vez arrancados de la tierra nutricia los segundos. No había víctima viva colocada para que se consumiera en sacrificio honrando a Dios. Y, por tanto, el sacrificio era siempre relativo por más que fuera de animales cebados de gran valor material.
jamás un hombre, a no ser en las religiones idólatras,
había sido sacrificado o habíase sacrificado
para tributar honor y reparación perfectos a Dios
Jamás, antes del Cristo-Cordero inmolado para aplacar y expiar la ira divina y las culpas humanas, jamás un hombre, a no ser en las religiones idólatras, había sido sacrificado o habíase sacrificado para tributar honor y reparación perfectos a Dios. Y así el sacrificio era siempre relativo e imperfecto, porque, precisamente, por las culpas del hombre y, en particular, por aquéllas, eran inmolados, no el culpable sino los animales, menos culpables que los hombres, sustituyendo sobre el altar al verdadero culpable. Y, por la benignidad de Dios que había El mismo indicado estos sacrificios a la espera de aquél otro perfecto, venían así a expiarse todas las culpas.
Todas, menos una: La Culpa original. Para esa no habrían bastado montañas de víctimas. Aunque, de una sola vez, hubiéranse inmolado todos los toros, becerros, corderos y machos cabríos que, a lo largo de siglos y, principalmente, durante las fiestas rituales, transformaban el Templo en una perpetua carnicería escurriendo ríos de sangre y humeando con las piras de las víctimas, no hubiera sido suficiente dicho sacrificio para lavar la Culpa original.
Para que el espíritu del hombre fuese de nuevo
creado en Gracia era precisa una Víctima perfecta y única
que, siendo Dios al igual del Dios ofendido,
pagase, de Dios a Dios, el rescate del hombre y,
como Hombre santísimo, expiase por el hombre pecador.
Para que el espíritu del hombre fuese de nuevo creado en Gracia y reintegrado el hombre a su dignidad de hijo de Dos y coheredero del Cielo; para que la Justicia quedase aplacada y el Mal vencido, era precisa una Víctima perfecta y única que, siendo Dios al igual del Dios ofendido, pagase, de Dios a Dios, el rescate del hombre y, como Hombre santísimo, expiase por el hombre pecador.
Sólo el Hombre-Dios, Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, podía aplacar a Dios y redimir al hombre.
Y Jesús fue inmolado. Pero su Sacrificio no se consumó
con carnes muertas sino con un Cuerpo vivo
sobre el que descargaron todos los tormentos
Y Jesús fue inmolado. Pero su Sacrificio no se consumó con carnes muertas sino con un Cuerpo vivo sobre el que descargaron todos los tormentos a fin de expiar todas las culpas con las que el Inocente, para consumirlas todas, hallábase cargado.
instituyó, antes de su inmolación, el sacrificio perpetuo:
el sacrificio eucarístico en el que aún está
y siempre estará Cristo
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
que es ofrecido y consumado sobre los altares
Sacrificio total: del espíritu de Cristo probado por el abandono del Padre a fin de reparar la culpa del espíritu de Adán, culpable de haber abandonado a Dios y su Ley; del entendimiento perfecto del Hijo del Hombre, para reparar la soberbia de Adán; de la carne inocente del Cordero de Dios, para reparar la lujuria de Adán. Y para que el mundo, siempre pecador, contase permanentemente con una víctima perfecta, Cristo, Pontífice eterno, instituyó, antes de su inmolación, el sacrificio perpetuo: el sacrificio eucarístico en el que aún está y siempre estará Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, que es ofrecido y consumado sobre los altares.
Sacrificio perpetuo y sacrificio vivo
es el nuevo sacrificio de la Religión perfecta.
"Este es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre,
que son consumados por vosotros.
Haced esto en memoria mía"
Sacrificio perpetuo y sacrificio vivo es el nuevo sacrificio de la Religión perfecta. "Este es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre, que son consumados por vosotros. Haced esto en memoria mía". El Verbo dice "es". Usa el presente porque, efectivamente, hasta el fin de los siglos el Sacrificio será siempre nuevo y siempre igual en todo al consumado por Cristo, con idéntico valor ante Dios y en favor de los hombres.
al Sacrificio vivo que se consuma sobre los altares
debe unir el hombre su propio sacrificio personal
Mas al Sacrificio vivo que se consuma sobre los altares debe unir el hombre su propio sacrificio personal, el de todas las horas, que debe abarcar todas las ocupaciones, deberes y, sobre todo, la voluntad de Dios; por más que ésta sea de dolor. Sacrificio que puede ser de la parte carnal, moral o espiritual. Enfermedades, pobreza, trabajo extenuante, que corresponden a vuestra parte material. Injusticias, calumnias e incomprensiones, a vuestras parte moral. Y a vuestra parte espiritual: persecuciones de parte de los hombres o abandonos de Dios para probar la fidelidad de sus siervos y también su fidelidad a la Ley, conservando castos, justos y amorosos los cuerpos, los pensamientos, los sentimientos y los espíritus.
Porque esto, más que los ritos externos,
es lo que constituye el culto racional de que habla Pablo
Porque esto, más que los ritos externos, es lo que constituye el culto racional de que habla Pablo. No la forma tan sólo sino la esencia del culto a Dios. Y lo que proporciona la esencia es la renovación, el continuo renovarse del yo individual del modo que se renueva de continuo toda la creación en sus animales, en sus vegetales y en sus estaciones, una continua renovación espiritual y moral para hacerse una humanidad nueva y transformarse cada vez más en Cristo. La esencia del culto a Dios la constituye la continua, fatigosa y hasta, a veces, dolorosa subida hacia la perfección para hacer la voluntad de Dios, siendo la primera y común voluntad divina para todos los creados en semejanza divina y predestinación a la gloria: que se hagan santos a fin de subir para siempre a la morada del Padre.
Esta renovación, esta transformación, esta subida a la perfección, esta voluntad humana, propia, no obstante, del hombre en el que más viva es su semejanza con el Padre, su unión con el Hijo y su docilidad a todas las inspiraciones del Espíritu Santo -de modo que sus dones no queden improductivos como semilla caída sobre piedra, sino activos como semilla caída en tierra fertilísima que viene a hacerse árbol frondoso capaz de nutrir con frutos santificantes no sólo a su propietario sí que también a otros muchos, más desgraciados que culpables y más pobres de Dios por no saber de El y no haber quién les instruya debido a su indiferencia- se tiene haciendo en todo y por todo lo que Dios propone hacer, del modo como Dios lo propone y en la medida que Dios indica.
Basta con que cada acción o ministerio sea movido
y regido por la caridad.
Caridad verdadera.
Contribuye al bien de todo el Cuerpo místico, tanto el que recorre continentes y se gasta en el trabajo apostólico para llevar nuevos cristianos a la Iglesia militante, como el que sufre ignorado y oculto y hace plegaria de su dolor para ayudar a los misioneros; y no es menos grata al Señor su pequeña Misa (las víctimas son hostias y su lecho es el Gólgota sobre el que consuman su sacrificio para el bien de muchos). Contribuye al bien de sus hermanos, tanto el que escribe las revelaciones de Dios por haberle hecho Este su revelador, como el que, teniendo talento, escribe obras con las que hacer comprensibles puntos oscuros de la Escritura o de las verdades de fe, y para hacer más amables, al hacer que se les conozca mejor, a Jesús y a María. Basta con que cada acción o ministerio sea movido y regido por la caridad. Caridad verdadera.
Caridad verdadera que hace odiar el mal en sí mismo, no porque dé motivo al castigo ultraterreno sino porque es un dolor que se le causa a Dios. Caridad verdadera que, si nos mueve a no querer hacer el mal, nos impele también a arrancar del mal a nuestros hermanos pecadores y nos inspira para ellos reprensiones que, si bien son, por obligación, justamente severas, no carecen, por otra parte, de misericordia, hasta el punto de irritarles o desanimarles en vez de levantar a los caídos. Caridad verdadera que hace de los hombres hermanos que, con ser imperfectos en gran medida, se ayudan siempre y se aman en el Señor. Caridad verdadera que hace a los hombres diligentes en su esmero por las cosas que atañen a Dios, fervientes de espíritu, serenos en las pruebas, pacientes en las tribulaciones, incansables en la plegaria por más que, al parecer, el Cielo no la oiga, misericordiosos y, por ellos practicantes de todas las obras de misericordia corporales y espirituales, sin rencor, odio o deseo de venganza, llenos de comprensión con el prójimo, sin envidiarle si prospera, sin indiferencia o placer avieso cuando sufre, sin avidez de escalar puestos de honor derrocando, con calumnias incluso, a los demás, contentos siempre con el propio estado y sin jamás vengarse ni de quien les dañó.
Esta es la caridad, la verdadera caridad que da gloria a Dios y bienes a los hermanos. Y Dios, si los hermanos no lo hacen, la recompensará restableciendo la justicia, poniendo en claro la verdad de los hechos y castigando y premiando con arreglo a lo que cada uno haya merecido.
La caridad debe asimismo regular las relaciones entre
las autoridades, bien sean éstas eclesiásticas o laicas,
y los súbditos
La caridad debe asimismo regular las relaciones entre las autoridades, bien sean éstas eclesiásticas o laicas, y los súbditos. Ninguna de ellas, porque esté arriba, debe ejercerse sin caridad y justicia. Dios -porque es Dios el que permitió que éste o aquél accediese al poder- a nadie puso en alto para atormentar a sus hermanos sino para probar la justicia y la caridad de las autoridades y para castigar a quienes no las practiquen creyéndose neciamente exceptuados de tales deberes por ocupar puestos de relevancia.
Estar arriba, ser "cabezas", implica deberes de paternidad
como también de fraternidad, y quien falta a ellos es
juzgado severamente por Dios
Estar arriba, ser "cabezas", implica deberes de paternidad como también de fraternidad, y quien falta a ellos es juzgado severamente por Dios que hacerle responsable, no sólo de su propia culpa de falta de caridad y de justicia, sino también de las reacciones que tales culpas suyas provocan en los súbditos. Aquél que, porque está arriba, persigue, atormenta y hiere injustamente a un humilde, a un súbdito, será llamado por Dios a responder de los escándalos, amarguras y dudas sobre la justicia y providencia divinas que, inevitablemente, surgen en el corazón de los oprimidos.
Dios no castiga ni castigará a quien fue castigado injustamente por los hombres revestidos de cualquier clase de autoridad; y esto, aún cuando el oprimido haya tenido justificadas reacciones. Por el contrario, será inexorable con aquel que, con su arbitrario modo de obrar, atenta contra el espíritu de los humildes, suscitando en ellos dudas, rebeldías y demás.
los castigará porque estos tales es a Dios a quien hieren.
Sí, a Dios,
que puede venir a ser privado de un hijo o sentirse poner
en duda por otro hijo
Y los castigará porque estos tales es a Dios a quien hieren. Sí, a Dios, que puede venir a ser privado de un hijo o sentirse poner en duda por otro hijo a causa de la libertad con que obran el mal los "poderosos". Y así, ¿qué piensa el maltratado? "Bueno, si Dios es omnipotente, ¿porqué no interviene?", "Luego no es verdad que la plegaria confiada obtenga ayuda de Dios?". ¿Comprenden los "poderosos" a quién hieren al herir injustamente a un súbdito? Hieren a Dios. A Dios que sufre con y en quien padece injusticia. A Dios que resulta herido cada vez que se falta a la caridad.
Y la caridad es la que debe regular igualmente las
relaciones de los súbditos con las autoridades
Y la caridad es la que debe regular igualmente las relaciones de los súbditos con las autoridades. No las juzguen y dejen a Dios el juicio de las mismas. No se rebelen contra ellas siempre que sus órdenes no sean contrarias a la religión, a la moral, a la colectividad o a una anterior e inmutable disposición divina, en cuyo caso, aún a costa de sufrir martirio cruento o incruento, es preciso seguir el ejemplo de Cristo que no se plegó a los desordenados quereres del Sanedrín y de los fariseos en general, ni a los de Herodes; el ejemplo asimismo del Bautista que sirvió a la justicia aún sabiendo que, obrando así, habría de perder la vida; los ejemplos de Pedro y de Juan ante el Sanedrín, el de Santiago, y después el de toda aquella muchedumbre de mártires de todo tiempo aniquilados, desde los despedazados, quemados, desgarrados en los circos y otros lugares a los quemados en las hogueras, como servidores del demonio o herejes, por haber hecho lo que Dios les ordenaba.
Saber decir: "Es preciso obedecer únicamente a Dios" y "Hay que servir en primer lugar a Dios" como supieron decir los héroes de Dios, desde Pedro a Juana de Arco. Saber decir, hablando de otras persecuciones incruentas, lo que dijeron Bernarda de Lourdes, Lucía de Fátima y sus primitos, y muchos, muchos otros.
Salvo que los poderosos, mientras lo son -porque, de un día a otro, una fosa o un levantamiento popular podría hundir en la putrefacción y reducir a nada el poder del que tan orgullosos estaban hasta el punto de hacer objeto de tortura a los pequeños salvo que los poderosos no ordenen cosas contrarias al querer de Dios que es el único, verdadero, eterno y perfecto Poderoso, o más bien, Omnipotente- y esto cada cual, por muy alto que se encuentre, debería tenerlo presente para no caer en múltiples pecados, cosas contrarias a la religión y a la moral, salvo estos casos, deben ser obedecidos. Porque, en el supuesto que ordenen cosas lícitas, ellos vienen a transmitir las órdenes de bien que Dios, en primer término, enseñó a los hombres.
¿Acaso no alcanza la ley humana a aquéllos a quienes alcanza ya la ley divina? Así pues, para evitar el castigo de Dios y el de los hombres y vivir en la justicia y en la caridad, como deben vivir los hijos de Dios para ser y mantenerse verdaderamente tales, es preciso no hacer el mal, ningún mal, ni contra Dios ni contra los hombres; es preciso no faltar a la ley de la caridad y no desobedecer a la voz de la conciencia que puso Dios en todo hombre para que le guíe hacia el bien.
De este modo -cumpliendo con la ley de la caridad,
de la justicia y de la conciencia, y, sobre todo,
no faltando de forma alguna a la caridad-
daréis a Dios culto racional y alcanzaréis la perfección
en la observancia de la Ley
De este modo -cumpliendo con la ley de la caridad, de la justicia y de la conciencia, y, sobre todo, no faltando de forma alguna a la caridad- daréis a Dios culto racional y alcanzaréis la perfección en la observancia de la Ley, ya que el amor es el complemento de la Ley y quien vive en el amor no cae en la concupiscencia de la carne, de la mente ni del espíritu y permanece en la Luz, esto es, en Dios, se identifica con Cristo y partirá con El su Reino".
8-11-50
A. M. D. G.