MARÍA Y JOSÉ SE CASAN

 


 

#María con sus vestidos de novia   

#Las compañeras preguntan a María de quien era ese ajuar   

#Isabel dice a María lo que le contó su madre   

#Hablan de José   

#José entra con Zacarías   

#José dialoga con María   

#Pongo a tus pies mi tesoro, y para siempre, mi castidad absoluta   

#Se presentan ante el Sumo Sacerdote para las bodas   

#María se despide de sus amigas del Templo. Camino de Nazaret   

 

#10077

 

#José es como un sello que defiende, como un arcángel a la puerta del Paraíso  

  #Sea alabado mi padre putativo, el ejemplo de lo que os falta: pureza, fidelidad y amor perfecto. Al magnífico lector del Libro sellado, al que enseñó la Sabiduría para que pudiese comprender los misterios de la Gracia y que fue elegido para tutelar la Salvación del mundo contra las asechanzas de toda clase de enemigos."

 


 

MARÍA CON SUS VESTIDOS DE NOVIA

 

¡Qué hermosa se ve María con sus vestidos de novia, entre sus amigas y maestras, todas jubilosas! También está Isabel.

El vestido es de lino blanquísimo, tan suave y fino que parece ser de seda preciosa. La faja de la cintura está hecha de medallones, trabajada a buril en oro y plata, unidos entre sí con cadenillas. Cada medallón es un primor de líneas de oro en medio de la pesada plata que el tiempo bruñó. Esta faja ciñe su cintura delgada, y tal vez porque le quede un poco ancha, pues es muy joven, por delante, le penden tres medallones, bajando entre los pliegues del vestido amplísimo y que lo arrastra un poco, porque es largo. En sus pies lleva sandalias de piel blanquísima con hebillas de plata.

El vestido en el cuello está tenido con una cadenilla de arandelas de oro y de filigrana de plata, que reproducen el mismo motivo del de la cintura, y que pasa entre los ojales del ancho escote, juntándolo en pliegues que hacen un pequeño adorno. El cuello de María como si fuera de una garza se yergue en medio de aquella blancura, y parece mucho más blanco y mucho más fino que el tallo de un lirio, pero más colorado por la emoción que la envuelve. Tiene un rostro de "hostia" purísima.

Su cabellera no le cae en la espalda. Con toda gracia la han hecho en trenza. Preciosas orquillas de plata bruñida, con filigranas en la parte superior, la sostienen. El velo de su madre cubre estas trenzas. En pliegues artísticos se derrama bajo la lámina preciosa que rodea la frente blanquísima. El velo le llega hasta más abajo de la cintura, porque no es tan alta como su madre. A su madre le llegaba hasta la cintura. En sus manos no tiene nada. En sus muñecas tiene brazaletes, pero son tan delicadas, que los pesados brazaletes de su madre, están casi por salírsele de la mano, si la inclinase.

 

LAS COMPAÑERAS PREGUNTAN A MARÍA DE QUIEN 

ERA ESE AJUAR

 

Sus compañeras la miran una y otra vez y quedan encantadas, y se oyen preguntas en medio de una algarabía preñada de admiración.

"¿Eran de tu madre?"

 "Son muy antiguos ¿no?

"¡Sara! ¡qué hermosa es la faja!"

"¡Susana! y ¡qué decir de este velo! Mira qué finísimo. Mira estos lirios que están tejidos en él."

"Déjame ver los brazaletes, María. ¿Eran de tu madre?"

"Los llevó. Pero fueron de la madre de mi padre Joaquín."

"¡Oh, mira! Tienen el sello de Salomón entretejido con delgadísimas ramitas de palma y olivo, y en medio hay lirios y rosas. ¡Oh! ¿quién hizo esta labor tan perfecta y tan delicada?"

"Pertenecen a la casa de David" contesta María. "Las mujeres de la estirpe que se casan se los ponen desde hace muchos siglos, y se quedan como herencia de la heredera."

"Bien. Tú eres la heredera..."

"¿Te trajeron todo de Nazaret?"

"No. Cuando murió mi madre, mi prima se llevó todo el ajuar a su casa para guardarlo mejor. Ahora me lo trajo."

"¿Dónde está? Muéstralo a tus amigas."

María no sabe qué hacer... Quiere ser cortés, pero también no quisiera desarreglar todas las cosas, que están en tres pesados cofres. Las maestras vienen en su ayuda. "El novio está por llegar. No hay tiempo para ver. Déjenla en paz, que la cansáis. Idos a prepararos."

La algarabía se va un poco enojada. María puede ahora estar tranquila con sus maestras que le dicen palabras de alabanza, y de buena suerte.

 

ISABEL DICE A MARÍA LO QUE LE CONTÓ SU MADRE

 

Isabel se ha acercado y como María que está emocionada porque Anna de Fanuel la llama "hija" y la besa  con cariño verdaderamente maternal, le dice: "María, tu madre no vive más, pero está. Su corazón está a tu alrededor. Mira: las cosas que llevas te devuelven su caricia. En ellas encuentras el gusto de sus besos. Cuando viniste al templo, hace ya mucho tiempo, me dijo: "Le prepararé los vestidos y el ajuar de novia, porque quiero ser siempre yo la que le teja el lino y le haga los vestidos de novia, para no estar ausente en el día más alegre de su vida" ¿Y sabes? En sus últimos días, cuando estaba con ella y la cuidaba, quería cada tarde acariciar tus primeros vestiditos y estos que ahora llevas, y decía: "Aquí siento el olor de jazmines de mi hijita, y aquí quiero que Ella perciba el beso de su mamá". ¡Cuántos besos dio a este velo que cae sobre tu frente! ¡Más besos que hilos!... y cuando uses las telas que tejió, piensa que más que el estambre, son fruto del amor de tu madre. Y estos adornos... Tu padre, en momentos dolorosos, te los guardó, para que te embelleciesen ahora, como corresponde a una princesa descendiente de David. Alégrate, María. No estás huérfana, porque los tuyos están contigo y tienes un novio que es para ti padre y madre, tan bueno que es..."

 

HABLAN DE JOSÉ

 

"¡Es verdad! No me puedo quejar nada de él. En menos de dos meses ha venido dos veces, y hoy viene por tercera vez, desafiando lluvia y ventarrones, para que le dé mis órdenes... ¡Figúrate! ¡Órdenes! Yo que soy una pobre mujer y mucho más joven que él. Nada me ha negado. Antes bien espera que le pida. Parece como si un ángel le indicase lo que deseo, y me lo dice antes de que abra yo mi boca. La última vez me dijo: "María, pienso que te gustaría estar más en tu casa paterna. Como eres la heredera, puedes hacerlo, si te parece. Vendré a tu casa. Sólo para no dejar de observar las ceremonias, por una semana irás a vivir a la casa de Alfeo, mi hermano. María te quiere muchísimo. Y de su casa saldrá la tarde de las nupcias el cortejo que te llevará a casa". ¿No es acaso tan bueno? No le importa ni siquiera el qué dirá la gente de que no tiene ni una casita... Me hubiera gustado a mí, porque estaría allí, él que es tan bueno. Pero claro... prefiero la mía... por los recuerdos que me trae. ¡Oh! ¡que si es bueno José!"

"¿Y qué dijo de la promesa tuya? Todavía no me has dicho nada."

"No se opuso. Al revés. Cuando supo las razones, añadió: "Uniré mi sacrificio al tuyo"."

"¡Es un joven santo!" dice Anna de Fanuel.

 

JOSÉ ENTRA CON ZACARÍAS

 

El "joven santo" entra en este momento acompañado de Zacarías.

Realmente es un galán. Su vestido resplandece al brillo del oro. Parece un soberano oriental. Una rica faja sostiene la bolsa y el puñal. Aquella de marroquí con recamos de oro, éste en una vaina de marroquí con adornos dorados. En la cabeza trae su turbante, esto es, lo que traen todavía algunos pueblos de África, los beduinos, por ejemplo, y sostenido por un precioso cordón, de oro sutil, en el que están enlazados ramilletes de mirto. Trae un manto del todo nuevo, con muchas franjas, que se ha echado con toda solemnidad. José irradia alegría. Entre sus manos tiene un ramillete de mirto en flor.

 

JOSÉ DIALOGA CON MARÍA

 

"La paz sea contigo, querida mía" dice. "La paz sea con todos vosotros." Y luego que se le ha respondido, agrega: "Vi lo contenta que te pusiste el día en que te di un ramo de tu huerto y pensé traerte uno de mirto que corté cerca de la gruta que tanto quieres. Quería traerte rosas que empiezan a florear enfrente de tu casa, pero no duran mucho, y sobre todo en estos viajes... Habría llegado sólo con las espinas. Y yo, amada mía, quiero ofrecerte tan sólo rosas y con flores delicadas y llenas de perfume quiero cubrir tu camino, para que sobre ellas pongas tus pies y no encuentren ni suciedad, ni asperezas."

"¡Cuánto te lo agradezco! ¿Cómo hiciste para que llegase tan fresco?"

"Puse un vaso en la silla y dentro puse varias ramas en flor. Durante el camino florecieron. Aquí los tienes, María. Tu frente se adorne con cosa tan bella, símbolo de la prometida, pero que jamás igualará a la pureza que llevas en el corazón."

Isabel y las maestras hacen de las flores una guirnalda y se la ponen a María, entreverando rosas blancas que toman de un jarrón que hay sobre un cofre. María va a tomar su amplio y blanco manto, pero su novio se le adelanta y la ayuda a sostenérselo con dos hebillas de plata sobre la espalda. Las maestras arreglan los pliegues con mucho cuidado y primor.

 

PONGO A TUS PIES MI TESORO, Y PARA SIEMPRE, 

MI CASTIDAD ABSOLUTA

 

Todo está pronto. Mientras esperan no sé qué cosa, José dice a María -separándose un poco ambos-: "En estos días he pensado en tu promesa. Te dije que era yo del mismo parecer, pero entre más pienso, más comprendo que no basta el ser nazareo por un tiempo, aun cuando se renueve muchas veces. Te he comprendido, María. Todavía no soy digno de las palabras de la Luz, pero un murmullo de ellas comienza a llegarme, y me hace que lea tu secreto, por lo menos en los puntos más sobresalientes. Soy un pobre ignorante, María. Soy un obrero humilde, no soy sabio, ni rico, pero pongo a tus pies mi tesoro, y para siempre, mi castidad absoluta, para que sea yo digno de tu encanto, Virgen de Dios, "esposa mía, jardín cerrado, manantial en el que nadie otro puede beber!" como dice nuestro antecesor que tal vez escribió su Cantar al verte... Yo seré el jardinero de este vergel de perfumes en el que se encuentran las frutas más preciosas, y de donde brota un manantial de aguas frescas: que son tu dulzura, ¡oh amada mía! que con tu candor te has ganado mi corazón, tú la más bella. Más bella que una aurora. Tú eres mi sol que brilla y que ilumina mi corazón, Tú que amas a tu Dios y el mundo al que quieres darle al Salvador con tu sacrificio como mujer. ¡Ven, amada mía!" y la toma de la mano para llevarla a la puerta. Todos los demás los siguen. Afuera se le unen sus alegres compañeras, vestidas todas de blanco y con velo.

Caminan por patios y portales, entre la gente que observa, hasta un lugar que no es el templo, pero parece ser una sala dedicada al culto, porque hay lámparas y rollos de pergamino como en las sinagogas. Los novios se dirigen hasta un alto atril, como pulpito, y esperan. Los demás se ponen detrás de ellos en una fila ordenada. Los sacerdotes y curiosos se quedan en el fondo.

 

SE PRESENTAN ANTE EL SUMO SACERDOTE 

PARA LAS BODAS

 

Solemnemente entra el Sumo Sacerdote.

Ruido entre los curiosos: "¿Es ese el que va a casarse?"

"Sí, porque es de casta real y sacerdotal. Flor de David y Aarón, la novia es una virgen del templo. El novio es de la tribu de David."

El Pontífice pone la mano derecha de la novia en la del novio y solemnemente los bendice: "El Dios de Abraham, Isaac y Jacob esté con vosotros. Os una y se cumpla en vosotros su bendición, dándoos su paz y numerosa posteridad junto con una vida larga y muerte dichosa en el seno de Abraham." Luego se va solemnemente como entró.

Se hacen las promesas. María es esposa de José.

Todos salen, y siempre en ordenada fila, van a una sala donde se procede al contrato de las bodas, en que se dice que María, hija heredera de Joaquín, hijo de David, y de Anna hija de Aarón, lleva como dote al esposo su casa y los bienes adjuntos además de su personal ajuar que heredó de su padre.

Todo ha terminado.

Los esposos salen al patio y de allí pasan a otros, que dan a la salida que está cerca de la parte reservada a las mujeres que viven en el templo. Un carro cómodo y grande espera. En él hay una gran cortina que defiende contra el sol, y además los cofres de María.

 

MARÍA SE DESPIDE DE SUS AMIGAS DEL TEMPLO. 

CAMINO DE NAZARET

 

Despedidas, besos, lágrimas, bendiciones, consejos, recomendaciones. Después sube María con Isabel y se mete dentro del carruaje. Delante se sientan José y Zacarías que se han quitado los mantos de ceremonia y se han puesto uno de color oscuro. El carruaje parte al trote de un caballo negruzco. Los muros del templo van quedando lejos, luego los de la ciudad. Ahora ahí está la campiña, nueva, fresca, llena de flores con los primeros rayos primaverales, con el trigo que mide no más de un palmo, y que parece una esmeralda de hojitas que ondea al contacto de una brisa ligera, que tiene sabor de durazno y de manzana, que sabe a trébol en flor y a menta selvática.

María llora quedo, bajo su velo. De cuando en cuando separa la cortina y mira una vez más hacia el Templo que está allá lejos, a la ciudad que se queda atrás.

La visión termina de este modo.

 

JOSÉ ES COMO UN SELLO QUE DEFIENDE, 

COMO UN 

ARCÁNGEL A LA PUERTA DEL PARAÍSO


Dice Jesús: 

"¿Qué dice el libro de la Sabiduría, al cantar sus alabanzas? "En la sabiduría está el espíritu de inteligencia, que es santo, único, múltiple, sutil". Y continúa enumerando sus dotes. Termina con estas palabras: "...que todo lo puede, todo lo prevé, que abraza a todos los espíritus, inteligente, puro, sutil. La sabiduría penetra con su pureza, es vapor de la virtud de Dios... por esto en ella no hay nada de impuro... imagen de la bondad de Dios. Aun cuando es sola, todo lo puede, inmutable como es, renueva todas las cosas, se comunica a las almas santas, hace a los hombres amigos de Dios y a los Profetas".

Tú misma has visto cómo José, no por ciencia humana, sino por una sobrenatural, supo leer en el libro sellado de la Virgen Inviolable, y cómo percibió las verdades proféticas con su "ver" cual un misterio sobrehumano, donde los demás no veían sino una gran virtud. Impregnado de esta sabiduría, que es vapor de la virtud de Dios y una clase de emanación del Omnipotente, se dirige con espíritu seguro al mar de este misterio de gracia que es María, se interna con Ella en espirituales coloquios, en los que más que los labios que se hablan, lo hacen dos corazones que conversan en el sagrado silencio de las almas, cuyas voces Dios únicamente oye, y las perciben a los que Dios ama, porque le son siervos fieles y están llenos de Él.

La sabiduría del Justo que sube con la unión y cercanía de la Llena de gracia, lo prepara para que penetre en los secretos más profundos de Dios y pueda defenderlos y protegerlos de las asechanzas humanas y del demonio. Y entre tanto lo renueva. De justo lo hace un santo, de santo el custodio de la Esposa y del Hijo de Dios.

Sin levantar el sello de Dios, él, el casto, que lleva su castidad hasta el heroísmo angélico, puede leer las palabras de fuego escritas con el dedo de Dios, y lee lo que su prudencia no dice, pero que es más grande que lo que leyó Moisés en las tablas de piedra. Y para que ningún ojo profano marchite el misterio, él lo defiende cual sello, cual arcángel de fuego a la puerta del paraíso, donde el Eterno tiene sus delicias "caminando en la brisa de la tarde" y hablando con la que es su amor, que es un bosque de lirios en flor, aura perfumada, brisa de fresco amanecer, estrella rutilante, delicia de Dios. Allí está la nueva Eva, delante de él, que no es hueso de sus huesos, ni carne de su carne, sino compañera de su vida, Arca viva de Dios que recibe él en tutela, y que tendrá que devolver a Dios pura como la recibió.

"Esposa de Dios" estaba escrito en aquel libro místico de páginas purísimas... Y cuando la sospecha, en la hora de la prueba, lo atormentó, él, como hombre siervo de Dios, sufrió, como ningún otro, por el sospechoso sacrilegio. Pero esto fue una prueba posterior. Ahora en este tiempo de gracia, él ve y se pone al servicio de Dios. Después llegará la tempestad de la prueba, como para todos los santos, para que sean probados, para que sean coadjutores de Dios.

¿Qué se lee en el Levítico? "Di a tu hermano Aarón que no entre a cualquier hora al santuario que está detrás del Velo ante el Propiciatorio que cubre el arca, para que no muera, porque Yo me apareceré en una nubecilla sobre el oráculo, si antes no ha hecho las siguientes cosas: ofrecer un ternero por el pecado y un macho cabrío en holocausto, que lleve la túnica de lino y con bragas cubrirá su desnudez"

Y en verdad que José entra, cuando Dios quiere, y cuando permite, en su santuario, más allá del velo que oculta el Arca en la que está el Espíritu de Dios y se ofrece y ofrecerá al Cordero, holocausto por el pecado del mundo y expiación. Y esto lo hace, vestido de lino, y domeñando sus instintos varoniles, que una vez, allá en el principio de los tiempos, triunfaron, conculcando los derechos de Dios sobre el hombre, a los que ahora al Hijo, la Madre y el padre putativo pisotearán para devolver a los hombres la gracia y devolver a Dios su derecho sobre el hombre. Esto lo hace con su castidad perpetua.

¿Que José no estuvo en el Gólgota? ¿Os parece que no esté entre los corredentores? En verdad os digo que él fue el primero y que grande es a los ojos de Dios. Grande por su sacrificio, por su paciencia, por su constancia y por su fe. ¿Qué fe mayor que con la que creyó sin haber visto los milagros del Mesías?

Sea alabado mi padre putativo, el ejemplo de lo que os falta: pureza, fidelidad y amor perfecto. Al magnífico lector del Libro sellado, al que enseñó la Sabiduría para que pudiese comprender los misterios de la Gracia y que fue elegido para tutelar la Salvación del mundo contra las asechanzas de toda clase de enemigos."

I. 72-79

A. M. D. G.