MARÍA HABLA DE SU NIÑO

 


 

#María describe como será su hijo   

#Se lo deberás decir a José. He dejado que Dios tome a su cargo el decírselo   

 

#10119

 

#El don de Dios nos debe hacer siempre mejores  

  #La caridad   

#La primera manifestación de la caridad es la que se ejercita para con el prójimo   

#Aún en las cosas lícitas es menester ser muy santos para dar siempre la precedencia a las necesidades de nuestro prójimo   

#Yo fui a ayudar materialmente. Dios santificó mi intención recta en hacerlo con santificar el fruto del seno de Isabel,   

#La caridad no retrasa: apresura. El egoísmo no apresura: Retrasa   

#La amargura estaba siempre derramada con las dulzuras que Dios vertía en mi corazón. Y fue siempre en aumento hasta la muerte de mi Hijo."

 


 

Veo que María está tejiendo rápida, muy rápida, bajo el emparrado, donde las uvas crecen. Debe haber pasado ya algún tiempo, porque las manzanas comienzan a pintarse de rojo y las abejas revolotean por los higos ya maduros.

Isabel ha aumentado mucho de peso. Camina muy despacio. María la mira atenta y amorosamente. También María, cuando se levanta pare recoger el huso que se le ha caído un poco lejos, parece más redonda en sus caderas, y la expresión de su rostro ha cambiado. Es más madura. Antes era la de una niña, ahora la de una mujer.

Las mujeres entran en casa porque se acerca la noche y en la habitación se prenden las lámparas. María teje, entre tanto se prepara la cena.

"¿Pero de veras no estás cansada?" pregunta Isabel, señalando el telar.

"No. Te lo aseguro."

"Este calor me mata. No he sufrido más, pero ahora el peso es demasiado para mis pobres riñones."

 

MARÍA DESCRIBE CÓMO SERÁ SU HIJO

 

"Ten valor. Pronto estarás libre. Y ¡qué feliz te sentirás! Yo no veo la hora de ser madre. ¡Mi Niño! ¡Mi Jesús! ¿Cómo será?"

"Hermoso, como tú, María."

"¡Oh, no! ¡Más hermoso! El es Dios. Yo su sierva. Pero quería decir: ¿será rubio o moreno? ¿tendrá los ojos como el cielo sereno o como los de los ciervos de la montaña? Me lo figuro más bello que un querubín, con los cabellos enriscados y color de oro, con los ojos del color de nuestro mar de Galilea cuando las estrellas empiezan a asomarse en el horizonte del firmamento, una boquita roja como el corte de una granada que acaba de abrirse para madurar al sol, y sus mejillas, mira, de color rosa como el de esta pálida flor. Dos manitas que cabrían en la corola de un lirio por lo pequeñitas y hermosas. Dos piececitos que pueden caber en la palma de la mano, tan delicados y lisos como el pétalo de una flor. ¿Ves? Yo lo pinto con todas las bellezas que me sugiere la tierra. Oigo su voz. Su llanto será -porque llorará por hambre o por sueño mi Hijito, y será siempre un gran dolor para su Mamá, que no podrá, ¡oh! no podrá oírlo llorar sin sentir que su corazón es traspasado- será un llanto algo así como aquel balido que lanza ese corderito que busca la teta de su madre y el calor de la lana materna para dormir. Su sonrisa llenará de cielo mi corazón enamorado por Él. Sí, me sentiré enamorada por Él, porque es mi Dios. Su sonrisa será como ese alegre arrullo de palomos que están contentos de haber comido, y de estar en su nido. Me lo imagino cuando dé los primeros pasos... Un pajarito que salta en medio de un huerto florido. El huerto será el corazón de su Mamá, que estará bajo sus piececitos de rosa con todo su amor para que no tropiece con algo que le pudiere producir dolor. ¡Cuánto amaré a mi Hijito! ¡Mi Hijo! ¡También José lo amará!"

 

SE LO DEBERÁS DECIR A JOSÉ. 

HE DEJADO QUE DIOS TOME A SU 

CARGO EL DECÍRSELO

 

"¡Se lo deberás decir a José!"

María cambia un poco de color y suspira. "Deberé decírselo... Quisiera que el cielo se lo dijese, porque para mí es muy difícil..."

"¿Quieres que se lo diga yo? Le mandamos decir que venga para la circuncisión de Juan..."

"No. He dejado que Dios tome a su cargo el decírselo, y el decirle que su destino dichoso es el de ser nutricio del Hijo de Dios. Él lo hará. El Espíritu me dijo aquella noche: "Cálmate. Déjame justificarte". Y lo hará. Dios nunca miente. Es una prueba grande, pero con la ayuda del Eterno será superada. Ninguno sabrá de mi boca, fuera de ti porque el Espíritu te lo reveló, cuánto la benignidad del Señor ha hecho a su sierva."

"No se lo he dicho a Zacarías que se llenaría de júbilo. El cree que eres madre según el modo natural."

"Lo sé. Y así he querido por prudencia. Los secretos de Dios son santos... El ángel del Señor no reveló a Zacarías mi maternidad divina. Podría haberlo hecho, si Dios hubiera querido, porque Dios sabía que se acercaba el tiempo de que se encarnase su Verbo en mí. Pero ocultó esta luz de júbilo a Zacarías que no aceptaba como posible que a vuestra edad pudieseis tener un hijo. Me he adaptado a la voluntad de Dios. Y lo ves. Tú escuchaste el secreto que vive en mí. El no advirtió cosa alguna. Hasta que no caiga la pared de su incredulidad ante el poder de Dios, estará separado de las luces sobrenaturales."

Isabel suspira y calla.

Entra Zacarías. Presenta unos rollos a María. Es la hora de la plegaria antes de la cena. María reza en voz alta en lugar de Zacarías. Luego se sientan a la mesa.

"Cuando no estés más ya con nosotros, cómo sentiremos el no tener más a quien rece en nuestro lugar" dice Isabel mirando a su marido mudo.

"Entonces tú rezarás, Zacarías" dice María.

El sacude su cabeza y escribe: "No podré nunca rezar por otros. Me hice indigno desde que dudé de Dios."

"Zacarías, tú orarás. Dios perdona."

El viejo se seca una lágrima y suspira.

Después de la cena María vuelve al telar. "Basta" dice Isabel. "Te estás cansando mucho."

"El tiempo está cerca, Isabel. Quiero hacer a tu pequeñín un juego digno del que precede al Rey de la estirpe de David."

Zacarías escribe: "¿De quién nacerá Él? ¿Y dónde?"

María contesta: "Donde los Profetas predijeron y de quien el Eterno escoja. Todo lo que hace nuestro Altísimo Señor está bien hecho."

Zacarías escribe: "¡Luego en Belén! En Judea. Mujer, lo iremos a venerar. También tú irás con José a Belén."

Y María, inclinando su cabeza sobre el telar: "Iré."

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EL DON DE DIOS NOS DEBE HACER 

SIEMPRE MEJORES

 


 

LA CARIDAD

 

Dice María:

"La primera manifestación de la caridad es la que se ejercita para con el prójimo. Que no te parezca un juego de palabras.

La caridad es para con Dios y para con el prójimo. En la caridad para con el prójimo se contiene también la caridad para con nosotros mismos. Pero si nos amamos más que a los otros, no somos ya caritativos. Somos egoístas.

Aún en las cosas lícitas es menester ser muy santos para dar siempre la precedencia a las necesidades de nuestro prójimo. Estad seguros, hijos, de que Dios con medios de su poder y bondad viene al encuentro de los generosos. Esta seguridad me llevó a Hebrón para socorrer a mi parienta en el estado en que se encontraba. Y a mi intención de ayudarla, Dios, que siempre da más de lo que uno imagina, le dio un inesperado regalo sobrenatural

 

Yo fui a ayudar materialmente. Dios santificó 

mi intención recta en hacerlo con santificar 

el fruto del seno de Isabel,...

 

Yo fui a ayudar materialmente. Dios santificó mi intención recta en hacerlo con santificar el fruto del seno de Isabel, y por medio de esta santificación con la cual el Bautista fue presantificado, quitó los sufrimientos físicos de Isabel que estaba en cinta, en edad no apropiada.

Isabel, mujer de fe intrépida y de entrega llena de confianza en la voluntad de Dios, se hizo digna de comprender el misterio que estaba encerrado en mí. El Espíritu le habló a través del movimiento de su hijo en sus entrañas. El Bautista pronunció su primer discurso de Anunciador del Verbo a través de los velos y paredes de venas y carne que lo separaban y lo unieron a su santa madre.

Tampoco yo niego, a quien es digno de ello y a quien la Luz se descubre, mi calidad de Madre del Señor. Negarla sería lo mismo que negar a Dios la alabanza que es justo darle, alabanza que llevaba en mí, y que no pudiendo decírsela a nadie, la decía a las hierbas, a las flores, a las estrellas, al sol, a las canoras avecillas y a las mansas ovejas, al agua parlanchina y a la luz de oro que me besaba bajando del cielo. Pero orar entre dos es más dulce que decir por una misma nuestras plegarias. Yo hubiera querido que todo el mundo supiese mi destino, no por mí, sino para que se uniese en alabar a mi Señor.

La prudencia me impidió revelar a Zacarías la verdad. Sería haber procedido contra la obra de Dios. Y si yo había sido escogida para ser la Madre de su Hijo, era siempre su sierva y no debía, por el hecho de que me había amado más allá de lo inimaginable, tratar de sustituirlo y de no observar su palabra. Isabel, que era una santa, lo comprendió y guardó el secreto, porque quien es santo siempre es humilde y sumiso.

El don de Dios nos debe hacer siempre mejores. Cuanto más recibimos de Él tanto más debemos dar. Porque el recibir más, señal es de que está en nosotros y con nosotros. Y cuanto más Él está en nosotros y con nosotros, tanto más debemos esforzarnos en llegar a su perfección. Esta es la razón por qué haciendo a un lado mi labor, la hago para Isabel.

 

LA CARIDAD NO RETRASA: APRESURA. 

 

EL EGOÍSMO NO APRESURA: RETRASA.

 

No me da miedo no tener tiempo. Dios es dueño de él. Dios provee aun en las cosas comunes y corrientes a quien en Él espera. El egoísmo no apresura: retrasa. La caridad no retrasa: apresura. Tenedlo presente.

¡Cuánta paz hay en la casa de Isabel! Si no hubiera venido a mi mente el recuerdo de José y el pensamiento, sí, el pensamiento, de que mi Niño era el Redentor del mundo, hubiera sido feliz. Pero la cruz proyectaba y su sombra sobre mi vida y como un eco fúnebre me parecía oír las voces de los Profetas... Me llamaba a mí misma: María. La amargura estaba siempre derramada con las dulzuras que Dios vertía en mi corazón. Y fue siempre en aumento hasta la muerte de mi Hijo."

I. 117-121

A. M. D. G.