SI JOSÉ HUBIERA SIDO MENOS SANTO,
DIOS NO LE HUBIESE
CONCEDIDO SUS LUCES
#También mi José tuvo su pasión. Empezó en Jerusalén cuando vio mi estado
#Y cuando llegamos a Nazaret y vi que se iba después de una lacónica despedida... Mi corazón lloró
#es menester esperar, orar, perdonar para obtener que Dios intervenga en nuestro favor
Dice María:
"También mi José tuvo su pasión. Empezó en Jerusalén cuando vio mi estado. Y duró varios días lo mismo para él como para mí. Espiritualmente no fue menos dolorosa. Y tan sólo porque mi esposo era un Justo, se mantuvo dentro de una forma tan digna y tan silenciosa, que los siglos apenas si la han notado.
¡Oh, nuestra primera pasión! ¡Quién puede describir su íntima y silenciosa intensidad! ¡Quién mi dolor al comprobar que el cielo no me había escuchado todavía, revelando a José el misterio! Comprendí que lo ignoraba al verlo tan respetuoso conmigo como de costumbre. Si hubiera sabido que llevaba en mi seno al Verbo de Dios, hubiera adorado al Verbo encerrado en mi seno con actos solo dignos de Dios, y que él no habría faltado de mostrar, como también yo no habría dejado de aceptar, no por mí, y a quien llevaba de igual modo como el Arca de la Alianza llevaba las piedras de la ley y los vasos del maná.
LA DUDA QUE ES TAN PELIGROSA Y LETAL AL CORAZÓN.
LETAL
PORQUE ES EL PRIMER MICROBIO DE LA ENFERMEDAD
MORTAL QUE LLEVA POR NOMBRE "DESESPERACIÓN"
¿Quién puede describir mi descorazonamiento que trataba de vencerme y de persuadirme que había esperado en vano en el Señor? Pienso que fue la rabia de Satanás. Sentí que la duda se levantaba tras de mis espaldas y que alargaba sus zarpas heladas para aprisionar mi corazón y hacer que no orase. La duda que es tan peligrosa y letal al corazón. Letal porque es el primer microbio de la enfermedad mortal que lleva por nombre "desesperación" contra la que se debe de reaccionar con todas las fuerzas, para que el alma no se pierda, ni se pierda a Dios.
¿Quién podrá describir con exactitud el dolor de José, sus pensamientos, la agitación de su alma? Como pequeña barca en medio de la borrasca, se encontró en el centro de una vorágine de ideas contrarias, en un afluir de reflexiones, la una más punzante y más dolorosa que las otras. Era un hombre aparentemente traicionado por su mujer. Veía que se derrumbaba su buen nombre y la estima que el mundo tenía por él, creía ver que se le señalaba con el dedo y se le compadecía en Nazaret. Veía que su cariño, la estima que tenía por mí se desbarataban ante la evidencia del hecho.
JOSÉ NO ESTÁ SEPARADO DEL MISTERIO DE LA REDENCIÓN,
ANTES BIEN MUY UNIDO A ÉL PORQUE POR SU CAUSA SUFRIÓ
HASTA LO INDECIBLE
En este punto su santidad brilla más alta que la mía. Lo digo con afecto de esposa, porque quiero que améis a mi José, a este sabio y prudente hombre, a este hombre paciente y bueno, que no está separado del misterio de la Redención, antes bien muy unido a él porque por su causa sufrió hasta lo indecible, y os salvó al Salvador a costa de su sacrificio y de su santidad. Si hubiera sido menos santo, hubiera obrado humanamente, denunciándome como adúltera para que fuese lapidada y el hijo de mi pecado muriese conmigo. Si hubiera sido menos santo, Dios no le habría concedido sus luces como guías en semejante prueba.
Pero José era un santo. Su espíritu limpio vivía en Dios. Su caridad era grande y fuerte. Y por su caridad os salvó al Salvador, cuando no me acusó ante los ancianos, como cuando, dejando todo obedientemente, salvó a Jesús en Egipto. Breves en número, pero tremendos por su intensidad, fueron los tres días de la pasión de José y mía; de mi primer pasión, porque comprendía su sufrimiento, y no podía consolarlo porque tenia que obedecer la orden de Dios que me había dicho: "¡No digas nada!"
Y CUANDO LLEGAMOS A NAZARET VI QUE SE IBA CON UNA
LACÓNICA DESPEDIDA... MI CORAZÓN LLORÓ
Y cuando llegamos a Nazaret y vi que se iba después de una lacónica despedida, inclinado y como si hubiera envejecido en tan poco tiempo, y que no había venido a verme por la tarde como solía hacerlo, os aseguro, hijos, que mi corazón lloró lágrimas de sangre. Encerrada en mi casa, sola, en la casa donde todo traía a mi recuerdo la Anunciación y la Encarnación, y donde todo me recordaba a José, unido a mí con una castidad intachable, tuve que hacer frente al desconsuelo, a las insinuaciones de Satanás y esperar, esperar, esperar. Orar, orar, orar. Y perdonar, perdonar, perdonar las sospechas de José, la agitación de su justo desdén.
ES MENESTER ESPERAR, ORAR, PERDONAR PARA OBTENER
QUE DIOS INTERVENGA EN NUESTRO FAVOR
Hijos: es menester esperar, orar, perdonar para obtener que Dios intervenga en nuestro favor. También vosotros vivís vuestra pasión, que la habéis merecido por vuestras culpas. Os enseño a vencerla y a transformarla en alegría. Esperad contra toda esperanza. Orad confiadamente. Perdonad para ser perdonados. El perdón de Dios será la paz, hijos, que deseáis."
I. 137-139
A. M. D. G.