ADORACIÓN DE LOS PASTORES
#Un pastor ve una luz rara como si la luna resplandeciese por un misterioso incendio
#Leví, el niño pastor, se queda petrificado por algo que lo atrae
#El ángel les anuncia el nacimiento del Mesías
#El ángel les enseña las señales para reconocer al Mesías.
#Un ejército de ángeles baja alborozándose y opacando la luna con su resplandor de Paraíso
#Los ángeles cantan el "Gloria"
#Los pastores quedan solos y hablan entre sí
#El pastor Elías conduce a sus compañeros a la gruta donde está María.
#Los pastores llegan al establo donde está María con el Niño
#Los pastores preguntan a Leví lo que ve y oye
#José oye ruido y pregunta: ¿Quiénes sois?
#Los pastores presentan sus regalos a María
#María enseña a los pastores el Niño Jesús
#Buscan a Elías y el balido de la oveja lo delata
#Elías se ofrece para buscar una casa para el Niño en Belén
#Los ángeles les decían: "Paz a los hombres de buena voluntad"
#Los pastores dicen sus nombres a María
#Los pastores piden besar y adorar al Niño a su Madre.
#"En los pastores están todos los requisitos necesarios para ser adoradores del Verbo"
#María es siempre la que os da a Jesús. Es ella la que conduce a la Eucaristía. Es Ella el Copón viviente.
#Quien va a María, me encuentra. Quien me pide por medio de Ella, por medio de Ella me recibe. La sonrisa de mi Madre, cuando alguien le dice: "Dame tu Jesús, porque quiero amarlo" hace estremecer los cielos con un vivo esplendor de alegría, pues se siente feliz Ella."
Veo una extensa campiña. La luna está en el zenit. En un cielo recamado de estrella va bogando. Parecen otras tantas chapitas de diamantes clavadas en un inmenso baldaquín de color azul subido, y la luna se ríe en medio de ellas con su cara blanquísima de la que bajan ríos de luz que blanquean la tierra. Los árboles que no tienen follaje parecen más altos y negros; mientras que las paredes que hay acá y allá parecen como si fueran de leche; y una casita lejana parece un bloque de mármol de Carrara.
A mi derecha veo un lugar rodeado de una valla de espinos por dos lados y de una pared baja y áspero por los otros dos. Sobre esta pared descansa el techo de una clase de tinglado largo y bajo, que por dentro está construido parte de piedra, parte de madera, algo así como si en el verano se quitase, y el tinglado se cambiase en portal. De este lugar sale de cuando en cuando un balido de muchas ovejas. Estarán durmiendo o tal vez crean que el día ya está cerca por el claror de la luna tan intenso, tan fuerte y que aumenta como si se acercase a la tierra o resplandeciese por un misterioso incendio.
UN PASTOR VE UNA LUZ RARA COMO SI LA LUNA
RESPLANDECIESE POR UN MISTERIOSO INCENDIO
Un pastor se asoma a la puerta, y levantando un brazo a la altura de su frente para ver mejor, mira hacia arriba. Parece imposible que deba protegerse de la claridad de la luna, pero es tan fuerte que deslumbra, sobre todo a quien sale de un lugar cerrado y oscuro. Todo está en calma. Pero esa luz es rara. El pastor llama a sus compañeros. Salen a la puerta. Un grupo de hombres hirsutos, de diversas edades. Hay algunos que son jovencillos y otros con canas. Entre sí hablan del hecho extraño. Los más jóvenes tienen miedo, sobre todo uno, un niño de 12 años que se pone a llorar, atrayendo sobre sí las burlas de los otros.
"¿De qué tienes miedo, tonto?" le reprocha el de mayor edad. "¿No ves qué aire tan tranquilo? ¿Nunca habías visto brillar la luna? ¿Has estado siempre bajo las enaguas de tu mamá como un pollito bajo el ala de la gallina? ¡Otras cosas verás! Una vez fui por los montes del Líbano, mucho más allá. Era joven entonces y no me costaba trabajo caminar. También era yo rico entonces... Una noche vi una luz tal que pensé que probablemente Elías volvía sobre su carro de fuego. El cielo parecía estar ardiendo. Un viejo -entonces el viejo era él- me dijo. "Gran desventura está por venir al mundo". Y lo fue, porque llegaron los soldados romanos. ¡Oh, que verás cosas!... ¡si vives!"
SE QUEDA PETRIFICADO POR ALGO QUE LO ATRAE
Pero el pastorcillo no lo escucha. Parece como si no tuviese ya miedo, porque sale del umbral, se desliza por detrás de un nervudo pastor, detrás del cual se había refugiado, y avanza a un lugar de hierba que está enfrente del tinglado. Mira en alto, camina como sonámbulo, como hipnotizado por algo que lo atrae. En un cierto punto lanza un "¡Oh!" y se queda como petrificado, con los brazos un poco abiertos. Los otros se miran estupefactos.
"¿Pero qué le pasa a ese tonto?" pregunta uno.
"Mañana lo devuelvo a su madre. No quiero tontos que guarden la ovejas" dice otro.
El viejo que poco antes había hablado, dice: "Vamos a ver antes de juzgar. Llamad a los otros que están durmiendo y tomad garrotes. No sea que vaya a ser una fiera o algunos malhechores."
Entran, llaman a los otros, salen con antorchas y garrotes. Alcanzan al niño.
¡Allá, allá!" murmura sonriente. "Más allá del árbol. Mirad esa luz que se acerca. Parece como si caminara sobre los rayos de la luna. Ved que se acerca. ¡Qué bella!"
"Yo veo tan solo una fuerte claridad."
"Yo también."
"También yo" dicen otros.
"No. Yo veo algo así como un cuerpo" dice uno y reconozco en él al pastor que dio la leche a María.
"¡Es un... es un ángel!..." grita el niño. "Mirad que baja... que se acerca... De rodillas todos ante el Ángel de Dios!"
Un "¡oh!" largo y lleno de veneración se levanta del grupo de los pastores, que caen de cara hacia el suelo, y los de mayor edad parecen más abatidos. Los más jóvenes están de rodillas, miran al ángel que se acerca cada vez más y que se detiene, sacudiendo sus grandes alas, candor de perla en la claridad de la luna que lo rodea, encima de la pared del lugar.
EL ÁNGEL LES ANUNCIA EL NACIMIENTO DEL
MESÍAS
"No tengáis miedo. No os traigo ninguna desventura. Os traigo el anuncio de una gran alegría para el pueblo de Israel y para todos los pueblos de la tierra." La voz del ángel es armoniosa cual arpa en la que cantasen ruiseñores.
"Hoy en la ciudad de David, nació el Salvador." Al decir esto, abre sus grandes alas, las mueve como muestras de alegría, y parece como si una lluvia de oro y piedras preciosas se desprendiesen de ellas. Un hermosísimo arco iris que forma un arco de triunfo en el pobre aprisco.
"El Salvador que es el Mesías." El ángel brilla con una luz más extraordinaria. Sus dos alas, ahora firmes, extendidas de punta a punta hacia el cielo como dos velas inmóviles sobre el mar azul, parecen dos llamas que subiesen ardiendo.
"¡El Mesías, el Señor!" El ángel recoge sus dos resplandecientes alas, se pone como un manto de diamantes en su vestido de perlas, se inclina como si adorase, con los brazos sobre el pecho y su rostro que desaparece, pues lo tiene muy inclinado, entre la sombra de las puntas de las alas plegadas. No se ve sino una larga forma luminosa, inmóvil por el espacio de unos instantes.
EL ÁNGEL LES DA LAS SEÑALES PARA RECONOCER
AL MESÍAS
Pero ved que se mueve. Abre nuevamente las alas, levanta su rostro en que la luz se une a una sonrisa hermosísima y dice: "Lo reconoceréis por estas señales: detrás de Belén, en un pobre establo encontraréis un niño envuelto en pañales, pues para el Mesías no hubo alojo en la ciudad de David." El rostro del ángel se pone serio, como triste.
UN EJÉRCITO DE ÁNGELES BAJA ALBOROZÁNDOSE
Y
OPACANDO LA LUNA CON SU RESPLANDOR
DE PARAÍSO
Pero de los cielos vienen muchos, ¡oh! muchos, pero muchos ángeles semejantes a él, un ejército de ángeles que baja alborozándose y opacando la luna con su resplandor de paraíso. Se unen al ángel que había dado la noticia con un agitar de alas, con un exhalo de perfumes, con arpegio de notas en cuya comparación todas las voces más bellas de la tierra juntas, no serían más que un remedo. Si la pintura es el intento de la materia para ser luz, aquí la melodía es el esfuerzo de la música para bañar completamente a los hombres en la belleza de Dios, y oír esta melodía es conocer el paraíso donde todo es armonía de amor que de Dios mana para alegrar a los bienaventurados, y que de ellos va a Él para decirle: "Te amamos."
LOS ÁNGELES CANTAN EL "GLORIA..."
El "Gloria" angélico se desparrama en ondas siempre más largas por la quieta campiña, y con ella la luz. Los pajaritos unen su cántico que es un saludo a esta luz que ha salido antes, y las ovejas lanzan sus balidos por este sol anticipado. Pero yo me imagino, como en la gruta al hablar del buey y del asno, que los animales saludan a su Creador, que ha venido en medio de ellos para amarlos como Hombre, además de como Dios.
El canto disminuye y la luz también, entre tanto que los ángeles vuelven a subir al cielo... Los pastores vuelven en sí.
LOS PASTORES QUEDAN SOLOS Y HABLAN ENTRE SÍ
"¿Oíste?"
"¿Vamos a ver?"
"¿Y los animales?"
"Nada les pasará. ¡Vamos y obedezcamos la palabra de Dios!..."
"¿Pero a dónde vamos?"
EL PASTOR ELÍAS CONDUCE A SUS COMPAÑEROS
A LA GRUTA DONDE ESTÁ MARÍA.
"¿Dijo que nació hoy, y que no encontró alojo en Belén?" Es el pastor que dio leche, el que ahora habla. "Venid, yo sé. Vi a la mujer y me dio compasión. Enseñé un lugar para Ella, porque pensé que no encontraría alojo, y al hombre le di leche para Ella. Es muy joven y hermosa. Debe ser buena como el ángel que nos habló. Venid, venid. Vamos a tomar leche, quesos, corderos y pieles curtidas. Deben ser muy pobres... y ¡quién sabe cuánto frío tendrá Él a quien no me atrevo a nombrar! ¡Y pensar que yo hablé con su Madre como si fuese una pobre mujer!"
Van al tinglado; poco después salen unos con jarros de leche, otros con redecillas de esparto entretejido y dentro quesos redondos, otros con cestas en una de las cuales hay un corderito, y otros con pieles curtidas.
"Yo le llevo una oveja. Hace un mes que parió. La leche le hará bien. Les podrá servir si la mujer no tiene leche, me pareció todavía muy joven y tan blanca... ¡Un rostro de jazmín bajo los rayos de la luna!" dice el pastor del camino y los guía.
LOS PASTORES LLEGAN AL ESTABLO
DONDE ESTA MARÍA CON EL NIÑO
Van bajo la luz de la luna y de antorchas, después de que cerraron el tinglado y el recinto. Caminan por senderos entre vallas de espinos despojados de todo en el invierno. Dan vuelta por detrás de Belén. Llegan al establo, no por la parte por donde llegó María, sino por la parte contraria, de modo que no pasan por delante de los apriscos mejores, sino que es el primero que encuentran. Se acercan a la entrada.
"¡Entra!"
"¡No me atrevo!"
"¡Entra tú!"
"No"
"¡Asómate al menos!"
"Tú, Leví, que fuiste el primero en ver al ángel, señal de que eres mejor que nosotros, mira." Antes lo tacharon de tonto... ahora para su conveniencia quieren que haga algo a lo que no se atreven.
LO QUE VE Y OYE
El niño titubea, pero se decide. Se acerca a la entrada, separa un poco el manto, mira... y se queda extático."¿Qué ves?" le preguntan ansiosos en voz baja.
"Veo a una mujer joven y bella y a un hombre inclinados sobre un pesebre... oigo que llora un recién nacido, y la mujer le habla con una voz... ¡oh qué voz!".
"¿Qué le dice?"
"Dice: "¡Jesús mío! Jesús, cariño de tu Mamá! No llores, Pequeñín" Dice:" ¡Oh! pudiera decirte: 'Toma leche, Pequeñín', pero todavía no tengo!" Dice: "¡Tienes mucho frío, amorcito mío! Te molesta el heno. ¡Qué dolor para tu Mamita oírte llorar así y no poderte consolar!" Dice: "¡Duerme, vidita mía! ¡Que se me rompe el corazón con oírte llorar y con verte esas lágrimas!" lo besa, le calienta sus piececitos con sus manos, porque está agachada con los brazos en el pesebre."
" ¡Llama! ¡Haz que te oigan! "
"Yo no. Tú que nos trajiste y la conoces."
El pastor abre la boca y se limita tan sólo a dar una especie de gañido.
¿QUIÉNES SOIS?
José se voltea, y viene a la puerta. "¿Quiénes sois?"
"Pastores. Os traemos alimentos y lana. Vinimos a adorar al Salvador."
"Entrad".
Entran y el establo se hace más claro a la luz de las antorchas. Los mayores empujan a los jovenzuelos a que caminen ante ellos.
María se vuelve y sonríe. "Venid" dice. "Venid" y los invita con la mano, con la sonrisa, toma al que vio el ángel, lo acerca a sí, contra el pesebre. El niño mira cual un bienaventurado.
LOS PASTORES PRESENTAN SUS REGALOS A MARÍA
Los demás, a quienes también invita José, se acercan con sus presentes y los ponen con pocas palabras, pero llenas de emoción, a los pies de María. Luego contemplan al Niño que llora un poco y conmovidos y felices sonríen.
Uno al final se atreve a decir: "Toma, Madre. Es suave y limpia. La había preparado para mi hijo que va a nacerme, pero te la doy. Pon a tu Hijo en esta lana. Es delicada y caliente." Le ofrece la piel de una oveja, una bellísima piel lanuda, blanca y grande.
MARÍA ENSEÑA A LOS PASTORES EL NIÑO JESÚS
María levanta a Jesús y lo envuelve en ella. Lo enseña a los pastores, que de rodillas sobre el heno del suelo lo contemplan extáticos.
Toman más confianza. Uno propone: "Sería bueno darle un poco de leche. Mejor: agua y miel. Pero no tenemos miel. Se da a los pequeñitos. Tengo siete hijos y conozco..."
"Aquí hay leche. Toma, Mujer."
"Pero está fría. Se necesita caliente. ¿Dónde está Elías? El trae la oveja."
Y EL BALIDO DE LA OVEJA LO DELATA
Elías debe ser el hombre del camino. Pero no está. Se quedó afuera, mira por la rendija, y no se le ve por la oscuridad de la noche.
"¿Quién os trajo?"
"Un ángel nos dijo que viniéramos y Elías nos guió hasta aquí. Pero ¿dónde está?"
La oveja lo denuncia con un balido."Acércate, se te necesita."
Entra con su oveja, avergonzado de que todos le vean.
"¿Tú eres?" dice José que lo reconoce y María con la sonrisa le dice: "Eres bueno."
Ordeña la oveja y con la punta de un lienzo empapado en leche caliente y espumosa María baña los labios del Recién nacido que chupa. Todos se echan a reír y más cuando, con el pedacito de tela entre los diminutos labios, Jesús se duerme al calor de la lana.
ELÍAS SE OFRECE PARA BUSCAR UNA CASA
PARA EL NIÑO EN BELÉN
"Pero no podéis estaros aquí. Hace frío y está húmedo. Y luego... huele mucho a animales. No está bien... y no hace bien al Salvador."
"Lo sé" dice María con un gran suspiro. "Pero no hay lugar para nosotros en Belén."
"No te desanimes, Mujer. Te buscaremos una casa."
"Lo diré a mi dueña" dice el del camino, Elías. "Es buena. Os acogerá, aun cuando tuviera que daros su habitación. Apenas amanezca se lo diré. Tiene la casa llena de gente, pero os dará un lugar."
"Para mi Hijo, al menos. Yo y José podemos estar en el suelo, pero mi Hijito..."
"No suspires, Mujer. Yo me encargo de ello. Diremos a muchos lo que se nos dijo. Nada os faltará. Por ahora tomad esto que nuestra pobreza os da. Somos pastores..."
"También nosotros somos pobres, y no podemos recompensaros con algo" dice José.
"PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD"
"¡Oh, no queremos! ¡Aunque lo pudieseis, no lo aceptaríamos! El Señor ya nos recompensó. Ha prometido la paz a todos. Los ángeles decían: "Paz a los hombres de buena voluntad". A nosotros ya nos la dio, porque el ángel dijo que este Niño es el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Somos pobres e ignorantes, pero sabemos que los Profetas dijeron que el Salvador será el Príncipe de la Paz. A nosotros nos dijo que viniésemos a adorarlo, por esto nos dio su paz. ¡Gloria a Dios en los altísimos cielos y gloria a este su Mesías, y bendita seas tú, Mujer, que lo engendraste! ¡Eres santa, porque mereciste llevarlo en tu vientre! Mándanos como Reina, que estaremos felices de servirte. ¿qué podemos hacer por ti?"
"Amar a mi Hijo y conservar siempre en el corazón los pensamientos de ahora."
Pero, ¡tú no deseas nada? ¿No tienes familiares a los cuales quieras que se les haga hacer saber que ya nació Él?"
QUE VAYA A HEBRÓN Y DIGA A ZACARÍAS
QUE NACIÓ YA JESÚS Y VENGA A BELÉN
"Sí. Me gustaría, pero no están cerca. Están en Hebrón..."
"Yo voy", dice Elías. "¿Quiénes son?"
"Zacarías el sacerdote e Isabel mi prima."
"¿Zacarías? ¡Oh, lo conozco bien! En el verano voy por aquellos montes porque los pastizales son buenos y grandes y soy amigo de su pastor. Cuando vea que te has acomodado, voy a ver a Zacarías."
"Gracias, Elías."
"No tienes por qué. Es una gran honra para mí, pobre pastor, ir a hablar al sacerdote y decirle: "Nació ya el Salvador".
"No. Le dirás: "Dice María de Nazaret, tu prima, que nació ya Jesús, y que vengas a Belén"."
"Así se lo diré."
"Dios te lo pague. Me acordaré de ti, y de todos vosotros..."
"¿Le hablarás a tu Hijito de nosotros?"
"Le Hablaré".
LOS PASTORES DICEN SUS NOMBRES A MARÍA
"Yo soy Elías."
"Yo Leví."
"Yo Samuel."
"Yo Jonás."
"Yo Isaac."
"Yo Tobías."
Yo Jonatás."
"Yo Daniel."
"Yo Simeón."
"Yo me llamo Juan."
"Yo soy José y mi hermano es Benjamín, somos gemelos."
"Me acordaré de vuestros nombres."
"Ya nos vamos,... pero regresaremos... Traeremos a otros a adorar..."
Y ADORAR AL NIÑO, A SU MADRE
"¿Cómo regresar al aprisco dejando al Niño?"
"¡Gloria a Dios que nos lo mostró!".
"Déjanos besar su vestidito" dice Leví con una sonrisa angelical.
MARIA LEVANTA DESPACIO A JESÚS,
Y SENTADA EN EL HENO,
OFRECE LOS PIECECITOS, ENVUELTOS EN LINO,
PARA QUE LO BESEN.
María levanta despacio a Jesús, y sentada en el heno, ofrece los piececitos, envueltos en lino, para que los besen. Los pastores se inclinan hasta el suelo y besan esos diminutos pies, envueltos en tela. Quien tiene barba se la hace a un lado, y casi todos lloran y cuando están para irse, salen retrocediendo, sin dar la espalda, dejando dentro su corazón...
La visión termina así: María sentada en la paja con el Niño sobre su seno; y José, apoyado en el pesebre sobre su brazo, lo mira y lo adora.
"EN LOS PASTORES ESTÁN TODOS LOS
REQUISITOS NECESARIOS PARA SER
ADORADORES DEL VERBO"
Dice Jesús:
"Los pastores fueron los primeros adoradores del Cuerpo de Dios. En ellos están todos los requisitos necesarios para ser adoradores de mi Cuerpo, almas eucarísticas.
Fe segura: creyeron pronta y ciegamente al ángel.
Generosidad: dieron toda su riqueza a su Señor.
Humildad: se acercan a más pobres que ellos, hablando humanamente, con modestia de gestos que no envilecen, y se profesan sus siervos.
Deseo: cuando no pueden dar porque no tienen, se industrian en buscar por medio del apostolado y de la fatiga.
Pronta obediencia: María desea que se le avise a Zacarías y Elías va al punto. No lo deja para otro día.
Amor: sobre todo no saben separarse de allí. Tú has dicho: "Dejan allí su corazón". Dijiste bien.
¿Pero no se necesitaría hacer igual cosa con mi Sacramento?
Y otra cosa y solo para ti: observa quién se revela primeramente el ángel y quién merece ser el primero en sentir el cariño de María. Leví: el niño. Dios se muestra a quien tiene alma infantil y le muestra sus misterios y le concede que oiga las palabras divinas y de María. Quien tiene alma de niño, también tiene el santo atrevimiento de Leví, y dice: "Permíteme que bese el vestido de Jesús". Lo dice a María. Porque María es siempre la que os da a Jesús. Es ella la que conduce a la Eucaristía. Es Ella el Copón viviente.
Quien va a María, me encuentra. Quien me pide por medio de Ella, por medio de Ella me recibe. La sonrisa de mi Madre, cuando alguien le dice: "Dame tu Jesús, porque quiero amarlo" hace estremecer los cielos con un vivo esplendor de alegría, pues se siente feliz Ella."
I. 161-169
A. M. D. G.