JESÚS CON LOS DOCTORES
EN EL TEMPLO
#Los doctores han trabado una disputa teológica
#Del grupo tupido de fieles se oye la voz de un adolescente: "Gamaliel tiene razón."
#Le presentan rollos para que los lea y explique
#¿Dónde está el Precursor? ¿Cuándo lo tendremos?"
#"¡Este nazareno es Satanás!" No. Este es un profeta de Dios.
Veo a Jesús. Es ya un adolescente. Su túnica me parece que sea de blanco lino, que le llega hasta los pies... Sobre ella trae una especie de tela color rojo pálido. Sobre la cabeza no trae nada. Sus cabellos le llegan hasta la mitad de las orejas, mucho más oscuros de cuando lo vi cuando era un infante. Es un jovenzuelo robusto y muy alto para su edad, su rostro parece muy delicado.
Me mira y me sonríe teniéndome las manos. Su sonrisa es como la que veo cuando ha llegado a ser adulto: dulce, pero seria. Está solo. No veo ninguna otra cosa. Está apoyado sobre una valla de una callejuela de subidas y bajadas, llena de piedras y con un hoyo en el medio, que cuando es el tiempo de agua, se transforma en charco. Ahora está seco, porque el día es sereno.
Me parece como si también yo me acercase a la valla, y que mire yo alrededor y hacia abajo como hace Jesús. Veo un montón de casas. Un conglomerado sin orden. Hay casas altas, otras bajas, pero sin un plan fijo. Si la comparación que voy a proponer fuese correcta, parecen un puñado de guijarros arrojado sobre el suelo. Las calles y callejuelas parecen venas de color blanco. En algunos lugares se ve que cerca de las paredes crecen árboles. Muchos están floreando, otros están cubiertos de hojas nuevas. Debe ser primavera.
A mi izquierda, se ve un conglomerado, con tres clases de terrazas sobrepuestas por construcciones y también torres, y patios y pórticos, en el centro de los cuales se levanta muy en alto una que es majestuosa, muy ricamente fabricada con una cúpula redonda, que resplandece al sol y las demás como si estuviesen cubiertas de oro. Todo el conjunto está rodeado por una muralla almenada. Sus murallas parecen tener la forma de M. Una torre más alta que las demás se yergue en una calle más bien estrecha y de subida y que domina el vasto conglomerado. Parece un centinela.
Jesús está mirando fijamente este lugar. Luego se voltea, apoyando su espalda contra la valla como estaba antes, y mira un montecillo que está enfrente del conglomerado. En el montecillo hay casas hasta su falda. Después no se ve ninguna otra construcción. Veo que allí termina una calle hecha con losas cuadrangulares e irregulares y separadas entre sí. No son muy grandes como las losas de los caminos consulares romanos; parecen más bien las acostumbradas piedras de las calles de Viareggio (no sé si todavía existan), pero puestas sin orden. Una callejuela. El rostro de Jesús se torna serio, tanto que también yo me pongo a mirar el montecillo, causa de su tristeza, pero no veo nada de especial. Es solo un monte desnudo y no más. Sin embargo pierdo a Jesús de vista, porque cuando torno, ya no está más. Me lleno de asombro con esta visión.
...Cuando me despierto con el recuerdo de ella, después que he recobrado un poco mis fuerzas y tranquilidad, porque todos están durmiendo, me encuentro en un lugar que nunca he visto. Hay patios y fuentes y pórticos y casas, esto es, pabellones o tiendas porque tienen más bien las características de estas que de casas. Hay mucha gente vestida según la usanza hebrea, y se oye mucho alboroto. Al mirar a mi alrededor caigo en la cuenta que era el aglomerado que Jesús miraba, porque veo la muralla que lo rodea, la torre que hace de guardia y la gigantesca construcción que se yergue en el centro y a cuyo alrededor se estrechan los pórticos muy hermosos y amplios, bajo los cuales hay mucha gente que mira ya una cosa, ya otra.
Comprendo encontrarme dentro del Templo de Jerusalén. Veo a fariseos con sus largos y ondeantes vestidos, a sacerdotes vestidos de lino y con una placa preciosa sobre el pecho y la frente. Los vestidos son amplios y pomposos, ligados en la cintura con una faja preciosa. Se ven otros que no traen vestidos tan ricos, pero deben pertenecer a la casta sacerdotal y a quienes rodean discípulos más jóvenes. Comprendo que son los doctores de la Ley.
Los doctores han trabado una disputa teológica
Gamaliel apoyándose en la profecía de Daniel,
sostiene que debe de haber nacido ya, porque hace
unos 10 años que las setenta semanas profetizadas
se han cumplido, desde que se promulgó
el decreto de la reconstrucción del templo.
Sciammai lo contradice
Me encuentro perdida en medio de todos estos personajes, y no sé qué hacer. Me acerco al grupo de los doctores donde se ha trabado una disputa teológica. Mucha gente hace lo mismo.
Entre los "doctores" hay un grupo que capitanea un hombre llamado Gamaliel y otro que es ya viejo, y casi ciego a quien ayuda Gamaliel en la disputa.
El personaje llamado Hilel (la h es aspirada) parece ser maestro o pariente de Gamaliel, porque lo trata con confianza y con respeto al mismo tiempo. El grupo de Gamaliel tiene puntos de vista más amplios mientras el otro grupo, y es más numeroso, tiene como jefe a uno que llaman Sciammai, hombre de una intransigencia odiosa de lo que en los evangelios tenemos huellas.
Gamaliel, a quien rodea un nutrido grupo de discípulos, está hablando de la venida del Mesías y apoyándose en la profecía de Daniel, sostiene que debe de haber nacido ya, porque hace unos 10 años que las setenta semanas profetizadas se han cumplido, desde que se promulgó el decreto de la reconstrucción del templo. Sciammai lo contradice, diciendo que si es verdad que el templo ha sido ya reedificado, también es verdad que la esclavitud de Israel es mayor y que la paz que debería traer, al que los Profetas llaman "Príncipe de la Paz", no sólo no existe en el mundo, pero ni siquiera en Jerusalén, a quien oprime un enemigo que se atreve a extender su dominación hasta dentro del recinto del templo, en que domina la torre Antonia llena de legionarios romanos, prontos a anegar en sangre cualquier intento de independencia.
La disputa, llena de cavilaciones, tiene trazas de seguir adelante. Cada maestro hace ostentación de erudición no tanto porque quiera convencer al rival, cuanto por atraerse la admiración de los oyentes. Es claro que esto es su objetivo.
Del grupo tupido de fieles se oye la voz de un
adolescente: "Gamaliel tiene razón."
Del grupo tupido de fieles se oye la voz de un adolescente: "Gamaliel tiene razón."
Movimiento de la gente y del grupo de doctores. Se busca al que interrumpió la disputa, pero no es necesario seguirlo haciendo. No se esconde. Se abre paso y se acerca al grupo de los "rabinos". Reconozco a mi Jesús. Se nota en Él la seguridad y el aplomo con sus ojos que centellean inteligencia.
"¿Quién eres?" le preguntan.
"Un hijo de Israel que vino a cumplir con lo que la Ley prescribe."
La respuesta intrépida y sin titubeos se atrae sonrisas de aprobación y de benevolencia. Todos ponen sus ojos en el adolescente israelita.
"Cómo te llamas?"
"Jesús de Nazaret."
La benevolencia se hiela en el grupo de Sciammai. Pero Gamaliel más benévolo, prosigue el diálogo con Hilel. Más bien es Gamaliel que con respeto dice al anciano: "Pregúntale algo."
"¿Sobre qué cosa apoyas tu aplomo?" pregunta Hilel (pongo al principio los nombres para ser más breve y para que sea más claro el diálogo).
Jesús, a las preguntas de los doctores,
les explica cómo el Mesías ya está en Palestina
porque las profecías ya se han cumplido
JESÚS: "En la profecía que no puede equivocarse del tiempo, ni de las señales que la acompañaron cuando se cumplió. Es verdad que César nos domina; pero el mundo estaba en paz y muy tranquila Palestina cuando se cumplieron las setenta semanas, de modo que pudo César ordenar el censo en sus dominios. No lo hubiera podido haber hecho si hubiera habido guerra en el imperio o rebeliones en Palestina. Como se cumplió aquel tiempo, así ahora se está cumpliendo el otro de las sesenta y dos más una, desde la terminación del templo, para que el Mesías sea ungido y se cumpla la profecía en el pueblo que no lo quiso. ¿Podéis dudar de esto? ¿No os acordáis que Sabios del Oriente vieron la estrella y que fue a pararse en el cielo de Belén de Judá, y que las profecías y visiones, a partir de Jacob en adelante, señalan ese lugar como el destinado para que en él naciera el Mesías, hijo del hijo de Jacob a través de David que era de Belén? ¿No recordáis a Balam? "Una estrella nacerá de Jacob". Los Sabios de Oriente a quienes la pureza y la fe hacían que sus ojos y orejas estuviesen iluminados, vieron la Estrella y comprendieron su Nombre: "Mesías", y vinieron a adorar a la Luz que había bajado al mundo."
SCIAMMAI, con la cara pálida de ira: "¿Afirmas que nació el Mesías en tiempo de la Estrella, en Belén de Efrata?"
JESÚS: "Lo afirmo."
SCIAMMAI: "Entonces ya no existe. ¿No sabes, Muchacho, que Herodes mandó matar a todos los niños hasta la edad de dos años tanto en Belén como en sus alrededores? Tú que te glorías de conocer las Escrituras, deberías saber también que: "Se ha oído un grito en lo alto... Raquel llora a sus hijos". Los valles y crestas de las colinas de Belén, que oyeron el grito de llanto de Raquel que agonizaba, quedaron regados con lágrimas que las madres derramaron sobre sus hijos muertos. Entre ellas estaba ciertamente la Madre del Mesías."
JESÚS: "Te equivocas. El llanto de Raquel se convirtió en grito de júbilo, porque donde dio a luz ella al "hijo de su dolor", la nueva Raquel dio al mundo el Benjamín del Padre celestial, el Hijo que está a su derecha, el que está destinado a reunir el pueblo de Dios bajo su cetro y a librarlo de una esclavitud mucho más dura."
SCIAMMAI: "¿Cómo lo hará, si lo mataron?"
JESÚS: "¿No has leído lo de Elías? Fue arrebatado en un carro de fuego. ¿Y no habrá podido el Señor -Dios haber salvado a su Emmanuel para que fuese el Mesías de su pueblo? Él, que abrió el mar ante los ojos de Moisés para que Israel pasase a pie enjuto hacia su tierra, ¿no habría podido haber mandado sus ángeles para que salvasen a su Hijo, a su Mesías, de la ferocidad de los hombres? En verdad os digo: el Mesías vive y está entre vosotros, y cuando llegue su hora se manifestará cual poderoso es." Jesús al decir estas palabras que subrayo, llena con su voz el ancho espacio. Sus ojos son todavía más brillantes, y con un gesto de imperio y de promesa extiende el brazo derecho, y lo baja como para jurar. Es un adolescente, pero muy majestuoso como si fuera un adulto.
"Muchacho, ¿quién te ha enseñado estas cosas?"
"El Espíritu de Dios.
No tengo maestro humano.
Esta es la Palabra del Señor
que os habla por mis labios."
HILEL: "Muchacho, ¿quién te ha enseñado estas cosas?"
JESÚS: "El Espíritu de Dios. No tengo maestro humano. Esta es la Palabra del Señor que os habla por mis labios."
HILEL: "Acércate para que te vea, Muchacho, y mi esperanza se avive al contacto de tu fe y se ilumine mi alma ante el sol radiante de la tuya."
Le presentan rollos para que los lea y explique
'Consuélate, ¡oh pueblo mío! Hablad al corazón
de Jerusalén, consoladla porque su esclavitud
ha terminado...
Jesús se va a sentar sobre un alto banco entre Gamaliel y Hilel. Le presentan rollos para que los lea y explique: Es un examen en forma. La multitud se apiña y escucha.
La voz juvenil de JESÚS se oye: " 'Consuélate, ¡oh pueblo mío! Hablad al corazón de Jerusalén, consoladla porque su esclavitud ha terminado... Se oye la voz de alguien que en el desierto grita: preparad los caminos del Señor... Entonces aparecerá la gloria del Señor'. "
SCIAMMAI: "¿Lo ves, nazareno? Aquí se habla de esclavitud terminada. Pero nunca como antes habíamos sido más esclavos. Aquí se habla de un precursor. ¿Dónde está? Disparatas."
JESÚS: "Te digo que a ti más que a muchos otros se dirige la invitación del Precursor. A ti y a tus iguales a ti; de otro modo no verás la gloria del Señor, no comprenderás la palabra de Dios, porque la vileza del corazón, la soberbia, la falacia te impedirán ver y oír."
SCIAMMAI: "¿Así hablas a un maestro?"
JESÚS: Así, y así hablaré hasta mi muerte. Porque sobre mi ventaja personal está el interés del Señor y el amor a la Verdad de quien soy Hijo. Y debo añadir ¡oh rabí! que la esclavitud de la que habla el Profeta, y de la que también hablo, no es esa que crees, y tampoco la realeza no será la que te imaginas. Por los méritos del Mesías se verá libre el hombre de la esclavitud del Mal que lo separa de Dios, y la señal del Mesías estará en los espíritus libres de todo yugo y hechos súbditos del reino eterno. Todas las naciones inclinarán su cabeza ¡oh estirpe de David! ante el Retoño nacido de ti, y convertido en árbol que cubrirá toda la tierra y se yerguerá al cielo. Y en el cielo y en la tierra todos los hombres alabarán su Nombre y se arrodillarán ante el Ungido de Dios, ante el Príncipe de la paz, ante el Jefe, ante el que será el consuelo de toda alma cansada y saciará a todo el que tiene hambre, ante el Santo que hará una alianza entre la tierra y el cielo. No como la que fue estipulada con los Padres de Israel cuando Dios los sacó de Egipto y los trató todavía como a esclavos, sino que imprimirá su paternidad celestial en el espíritu de los hombres con la gracia nuevamente infundida por los méritos del Redentor, por quien todos los hombres conocerán al Señor y el Santuario de Dios no será jamás abatido, ni destruido."
Acuérdate de Daniel. El dice que después de la muerte
del Mesías, el templo y la ciudad serán destruidos
por un pueblo y por un jefe que vendrá. Y Tú sostienes
que el Santuario de Dios no será jamás destruido!
¡Respeta a los Profetas!"
SCIAMMAI: "No digas necedades ¡Muchacho! Acuérdate de Daniel. El dice que después de la muerte del Mesías, el templo y la ciudad serán destruidos por un pueblo y por un jefe que vendrá. Y Tú sostienes que el Santuario de Dios no será jamás destruido! ¡Respeta a los Profetas!"
JESÚS: "En verdad te digo que hay Alguien que es más que los Profetas, y no lo conoces, ni lo conocerás porque te falta voluntad. Te aseguro que lo que dije es verdad. El verdadero Santuario jamás será destruido. Y como su Santificador resucitará a vida eterna, y al final de los días del mundo vivirá en el cielo."
HILEL: " Escúchame, Muchacho. Ageo dice: "... Vendrá el Deseado de las gentes... Grande será entonces la gloria de esta casa, mayor que la que cupo a la primera". ¿Se refiere al Santuario del que hablas?"
JESÚS: "Sí, maestro. A él se refiere. Tu rectitud te lleva a la Luz y Yo te aseguro: cuando el Sacrificio del Mesías se haya cumplido, vendrá a ti la paz, porque eres un israelita sin malicia."
GAMALIEL: "Dime, Jesús. La paz de la que hablan los profetas ¿cómo puede esperarse si este pueblo será destruido en la guerra? Habla y también dame a mi luz."
JESÚS: "¿No recuerdas, maestro, lo que dijeron los que estuvieron presentes en la noche del nacimiento del Mesías? Los ejércitos celestiales cantaron: "Paz a los hombres de buena voluntad". Pero este pueblo no la tiene y no tendrá paz. Desconocerá a su Rey, al Justo, al Salvador, porque lo espera como si fuese un rey humano, y Él no lo es más que del corazón. No lo amará, porque el Mesías no derrotará a los enemigos con carros, y caballos, sino a los enemigos del alma, que tratan de apoderarse del hombre, a quien creó el Señor, para hacerlo presa suya en el infierno. Y esta victoria no es la que espera Israel de Él. Vendrá, Jerusalén, tu Rey montado sobre "la borrica y el borrico", esto es, sobre los justos de Israel y sobre los gentiles, Y el borrico, Yo os lo digo, le será fiel, y lo seguirá delante de la borrica y crecerá en el camino de la Verdad y de la Vida. Israel por su mala voluntad perderá la paz y padecerá en sí, por siglos, lo que hará sufrir a su Rey al que convertirá en el Rey de los dolores, del que habla Isaías."
¿Dónde está el Precursor? ¿Cuándo lo tendremos?"
SCIAMMAI: "Tu boca conoce la leche y la blasfemia, nazareno. Responde: ¿Dónde está el Precursor? ¿Cuándo lo tendremos?"
JESÚS: "Él está. ¿No acaso dice Malaquías: "Ved que envío a mi ángel a preparar delante de Mí el camino; y llegará a su templo el Dominador que buscáis y el Ángel del Testamento por quien suspiráis?" Así pues, el Precursor llega un poco antes del Mesías. El ya está, como lo está el Mesías. Si pasasen de los años entre el que prepara los caminos al Señor y el Mesías, todos los caminos se llenarían de escombros y obstáculos. Dios sabe y ha dispuesto que el Precursor se anticipe una hora al Maestro. Cuando veáis a este Precursor, podréis decir: "La misión del Mesías ha empezado". Yo te digo a ti: Muchos ojos verán al Mesías y muchas orejas lo oirán cuando venga por estos caminos. Pero no los tuyos, ni los que sean iguales a ti. Le daréis la muerte en cambio de la vida que os trae. Pero cuanto más alto que este templo, más alto que el tabernáculo encerrado en el Santo de los Santos, más alto que la gloria que sostienen los Querubines, se siente el Redentor en su trono y en su altar, de las miles de heridas que reciba, brotarán maldiciones para los deicidas y vida para los gentiles, porque Él, ¡oh maestro que ignoras!, no será, lo repito, rey de un reino humano, sino de un Reino espiritual, y sus súbditos serán los que por su amor sepan regenerarse en el espíritu, y como Jonás, después de haber ya nacido, renazcan en otras playas: "los de Dios", por medio de la generación espiritual que traerá el Mesías, el cual dará a la humanidad la verdadera Vida."
"¡Este nazareno es Satanás!" No.
Este es un profeta de Dios.
SCIAMMAI Y SUS DISCÍPULOS: "¡Este nazareno es Satanás!"
HILEL Y LOS SUYOS: "No. Este es un profeta de Dios. Quédate conmigo, Niño. Mi vejez transfundirá cuanto sabe en tu saber. Tú serás Maestro del pueblo de Dios."
JESÚS: "En verdad te digo que si muchos fuesen como tú eres, vendría la salvación sobre Israel. Pero no ha llegado mi hora. A Mí me hablan voces del cielo y en la soledad las debo acoger hasta que no llegue mi hora. Entonces con los labios y con la sangre hablaré a Jerusalén, y mi suerte será la de los profetas a quienes ella lapidó y mató. Sobre mi ser está el del Señor Dios, a quien me someto cual siervo fiel para que de Mí haga el escabel de su gloria y del mundo el de los pies de su Mesías. Esperadme en mi hora. Estas piedras volverán a oír mi voz y se estremecerán con mis últimas palabras. Bienaventurados los que ante aquella voz habrán escuchado a Dios y creído en Él por medio de ella. A estos el Mesías dará el reino que vuestro egoísmo imagina ser humano, y no lo es, sino celestial, por lo que Yo digo: "He aquí a tu siervo, Señor, que vino a hacer tu voluntad, y muero de ansias por realizarla"."
Aquí termina la visión. El rostro de Jesús está inflamado de un ardor espiritual y levantado en alto, con los brazos abiertos, de pie entre los doctores admirados.
I. 233-241
A. M. D. G.