JUAN NO TENÍA NECESIDAD
DE NINGUNA SEÑAL
#Juan personalmente no tenía necesidad de la señal.
#Si el hombre hubiese permanecido en gracia, en su inocencia,
#No ha sabido ver y comprender a Dios. Y cada día lo conoce menos
#El pequeñín en su seno había saltado de alegría al sentir que de su alma caía la costra de la culpa
#Juan no tenía necesidad de señal.
#Igualmente Yo no tenía necesidad de bautismo.
#Las manifestaciones del Cristo han sido muchas
#Y sin embargo Yo no cejo. Vuelvo a tratar de salvaros, para que tengáis fe en Mí".
Dice Jesús:
necesidad de la señal.
"Juan personalmente no tenía necesidad de la señal. Su alma presantificada desde el vientre de su madre poseía aquella mirada de inteligencia sobrenatural que todos los hombres hubieran tenido de no haber mediado el pecado de Adán.
Si el hombre hubiese permanecido en gracia, en su inocencia, si hubiese sido fiel a su Creador, hubiera visto a Dios a través de las apariencias externas. En el Génesis se lee que el Señor Dios hablaba familiarmente con el hombre inocente, este no temblaba de miedo ante aquella voz, ni se engañaba en conocerla. Tal era la suerte del hombre: ver y entender a Dios exactamente como un hijo conoce a su padre. Después vino la culpa y el hombre no ha osado mirar más a Dios.
NO HA SABIDO VER Y COMPRENDER A DIOS.
Y CADA DÍA LO CONOCE MENOS.
No ha sabido ver y comprender a Dios. Y cada día lo conoce menos. Pero mi primo Juan había quedado limpio de la culpa cuando la Llena de gracia se había inclinado amorosamente para abrazar a Isabel que antes había sido estéril pero luego fecunda.
EL PEQUEÑÍN EN SU SENO HABÍA SALTADO DE ALEGRÍA
El pequeñín en su seno había saltado de alegría al sentir que de su alma caía la costra de la culpa, como cae la de una herida. El Espíritu Santo, que había hecho a María la Madre del Salvador, empezó su obra de salvación, por medio de María, Copón vivo de la Salvación Encarnada, en este pequeñín destinado a unirse conmigo no tan sólo por la sangre, sino por la misión, algo así como los labios que pronuncian la palabra. Juan era "Los labios" y Yo "La Palabra". El, el Precursor al anunciar el Evangelio y por su destino de mártir. Yo, que con mi perfección divina completo el Evangelio que Juan comenzó y su martirio en defensa de la Ley de Dios.
JUAN NO TENÍA NECESIDAD DE SEÑAL
Juan no tenía necesidad de señal. Pero fue necesaria debida a la falta de inteligencia en los demás. ¿Sobre qué podría haber fundado Juan su afirmación, sino sobre una prueba innegable que pudiesen haber percibido los cegatones ojos y las orejas cerradas de la gente?
YO NO TENÍA NECESIDAD DE BAUTISMO
Igualmente Yo no tenía necesidad de bautismo. Pero la sabiduría del Señor había decretado que aquel fuese el momento y el modo de encontrarnos. Trajo a Juan de su cueva del desierto y a Mí de mi casa y nos juntó en aquella hora para que abriesen sobre Mí los Cielos y descendiese El mismo, Paloma Divina, sobre Él que habría de bautizar a los hombres con la misma Paloma y bajase el anuncio de mi Padre aun más potente del que dieron los ángeles en Belén: "He aquí a mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias". Y esto fue para que los hombres no tuviesen excusa o duda en seguirme.
LAS MANIFESTACIONES DEL CRISTO.
Las manifestaciones del Cristo han sido muchas. La primera, después de su nacimiento, fue la de los Magos. La segunda en el Templo, la tercera sobre la ribera del Jordán. Después se sucedieron otras innumerables que te daré a conocer, porque mis milagros son manifestaciones de mi naturaleza divina, hasta las últimas de la Resurrección y Ascensión al Cielo. Mi patria estuvo llena de manifestaciones. Como semilla que se arroja a los cuatro puntos cardinales llegó a toda clase de vida social; a pastores, poderosos, doctos, incrédulos, pecadores, sacerdotes, dominadores, niños, soldados, hebreos y gentiles.
Todavía ahora las manifestaciones se repiten. Pero así como entonces, así también ahora el mundo no las acepta. Aún mucho más, no recoge las actuales y olvida las pasadas. Y sin embargo Yo no cejo. Vuelvo a tratar de salvaros, para que tengáis fe en Mí".
I. 274-275
A. M. D. G.