JESÚS ARROJA
A LOS MERCADERES DEL TEMPLO
#Dos viejecillos compran un cordero que rechazaron los sacrificadores
#Los rabíes preguntan a Jesús quién es.
#Acuden los sacerdotes con los rabíes y fariseos
#Habla Jesús a la gente allí reunida
#¡Ved ahora qué injusticia para con el pobre se comete en Israel!
Estoy viendo que Jesús entra con Pedro, Andrés, Juan, Santiago, Felipe y Bartolomé en el recinto del Templo. Hay mucha gente por fuera y por dentro. Peregrinos que llegan a torrentes de todas partes de la ciudad.
De lo alto de la colina sobre la que está construido el Templo, se ve a la gente hormiguear por las calles estrechas y torcidas. Parece como si sobre el blanco natural de las casas se haya tendido una cinta movible de miles de colores. En realidad la ciudad se antoja a un juguete vistoso hecho de cintas de diversos colores entre dos hilos blancos y todos ellos convergen al punto donde resplandecen las cúpulas de la Casa del Señor.
Por dentro... hay una verdadera feria. No existe ningún recogimiento en el lugar sagrado. Quién corre, quién llama, quién contrata los corderos y grita y maldice por el precio excesivo, quién empuja a los pobres animales que balan en los corrales improvisados con cuerdas o estacas y custodiados por el dueño o mercader a la entrada. Palos, balidos, blasfemias, insultos a los criados que se descuidan en juntar o separar los animales y a los compradores que regatean el precio o que se van y mayores insultos a los que a sabiendas se han llevado algún cordero.
Junto a los bancos de los cambistas, otro griterío. Parece, no sé si siempre o tan solo en tiempo de Pascua, el Templo hacia las veces de... banco, o mejor dicho de bolsa negra. El valor de las monedas no estaba fijo. Existía el valor legal que ciertamente debe haber habido, pero los cambistas le imponían otro, apropiándose de un tanto, que según su capricho determinaban en el cambio. ¡Le aseguro que no eran módicos en la usura!... Entre más pobre era la gente o venía de lejos, tanto más le sacaban. Más a los viejos que a los jóvenes; a los que venían de otras partes más que a los del lugar.
DOS VIEJECILLOS COMPRAN UN CORDERO
QUE RECHAZARON LOS SACRIFICADORES
Dos pobres viejecillos miraban y volvían a mirar su bolsillo en el que estaba el dinero guardado, tal vez con tanto trabajo durante el año, lo sacaban y lo volvían a meter en el seno cien veces, iban de uno a otro cambista y terminaban tal vez por regresar al primero, que se vengaba de que lo hubieran dejado, y aumentaban la usura en el cambio... y las monedas grandes, pasaban de las manos del propietario a las uñas del usurero y eran cambiadas en monedas más pequeñas. Después otra escena triste de cuentas y suspiros ante los vendedores de corderos, los cuales daban a los viejos medio ciegos los más flacos.
Veo que regresan dos viejecillos, él y ella empujando un pobrecito cordero que rechazaron los sacrificadores tal vez por tener un defecto. Llanto, súplicas, malos gestos, palabrotas van y vienen sin que el vendedor se conmueva.
"Para lo que queréis gastar, galileos, es muy hermoso todavía el que os he dado. ¡Largaos! O dad otros cinco denarios por uno más hermoso."
"¡En nombre de Dios! ¡Somos pobres y viejos! ¡No quieras impedir que celebremos la Pascua, que es tal vez la última! ¿No te basta lo que pediste por un pequeño animal?"
"¡Largaos apestosos! Allá viene José el Anciano y me honra con su preferencia. ¡Dios sea contigo! ¡Ven, escoge!"
Entra en el corral y toma un soberbio cordero, el llamado José el Anciano o sea de Arimatea. Majestuoso con su vestido, con orgullo pasa delante de los pobrecitos que gimotean a la entrada del corral. Los empuja casi, sobre todo cuando sale con el gordo cordero que va balando.
JESÚS DEFIENDE A LOS DOS VIEJECILLOS QUE HAN SIDO
ENGAÑADOS AL COMPRAR UN CORDERO
QUE DESECHARON EN EL TEMPLO
Pero Jesús está ya cerca. También Él ha hecho su compra, y Pedro, que probablemente fue el que hizo el contrato por Él, se saca un cordero regular. Jesús toma la derecha, hacia los viejecillos que temerosos e indecisos lloran mientras la gente los empuja y son insultados por el vendedor.
Jesús que es muy alto junto a los dos viejecillos cuyas cabezas apenas si le llegan al pecho, se acerca y poniendo su mano en la espalda de la mujer, le pregunta. "¿Por qué lloras, mujer?"
La viejecilla vuelve la cara para ver a ese joven alto y majestuoso de vestido blanco y manto también blanco, tan nuevo y limpio que lo debe de confundir con un doctor, sea por el vestido o por el porte que admirada, ya que ni los doctores ni los sacerdotes se preocupan de la gente, ni defienden a los pobres contra la avaricia de los vendedores, le dice la razón del llanto de ambos.
Jesús se dirige al vendedor de los corderos: "Cambia este cordero a estos fieles. No es digno del altar, como no es digno que te aproveches de dos viejecitos tan sólo porque son débiles e indefensos."
"Y tú, ¿quién eres?"
"Un justo."
"Tu modo de hablar y el de tus compañeros te denuncian como galileo. ¿Puede darse el caso de que haya un justo en Galilea?"
"Haz lo que te digo y se justo."
"¡Oíd! ¡oíd al galileo, defensor de sus iguales! ¡Nos quiere enseñar a nosotros los del templo!" El hombre ríe y se burla, remedando la cadencia del hablar galileo, que es más sonoro y más rico en dulzura del de Judea, a lo menos así me parece.
LOS RABIES PREGUNTAN A JESÚS QUIÉN ES
La gente se reúne, otros vendedores y cambistas toman la defensa del compañero contra Jesús. Entre los presentes hay dos o tres rabíes burlones. Uno de ellos pregunta: "¿Eres Tú doctor?" en un modo tal que podría hacer perder la paciencia al mismo Job.
"Lo has dicho."
"¿Qué enseñas?"
"Enseño esto: a hacer la Casa de Dios, casa de oración y no lugar de usura y mercado. ¡Esto enseño!" Jesús da miedo. Parece el arcángel colocado a la entrada del Paraíso perdido. No tiene espada que brille en sus manos, pero tiene rayos en los ojos con los que ataca a los burlones y sacrílegos.
JESÚS SE LLENA DE IRA Y DERRIBA CUÁNTO ENCUENTRA
HACE UN LÁTIGO DE LAS CUERDAS DE LOS
GANADEROS Y LE DA VUELTAS POR ARRIBA
Y POR ABAJO SIN PIEDAD ALGUNA.
No tiene nada en la mano, tan solo su santa ira. Y así sigue caminando impetuoso entre banco y banco y derrama las monedas alineadas con tanto cuidado según su calidad; voltea las mesas y las mesitas, y todo cae con ruido al suelo entre el gran estrépito de monedas que rebotan y de maderos quebrados y gritos de ira, de pavor, de aprobación. Después, arranca de las manos de los mozos que cuidan los animales, las cuerdas con que guardaban los bueyes, ovejas y corderos y hace un duro látigo en que los lazos sueltos se convierten en flagelo, y lo levanta, y le da vueltas por arriba y por abajo sin piedad alguna. ¡Sí!... Le aseguro que sin piedad.
Al golpear sacude cabezas y espaldas. Los fieles se separan admirando lo que pasa; los culpables perseguidos, se entregan a la fuga dejando por el suelo el dinero y los animales en medio de una gran confusión de piernas, cuernos, alas..., quién corre, quién vuela; hay mugidos, balidos, aleteos de palomas y tórtolas, todo unido a las risas y burlas con que los fieles siguen a los usureros que huyen y que sobrepasan a los berridos y balidos de los corderos que están siendo degollados en otra parte.
ACUDEN LOS SACERDOTES CON LOS RABÍES Y FARISEOS
Acuden los sacerdotes junto con los rabíes y fariseos. Jesús está todavía en medio del patio, de regreso de haber perseguido a los culpables. Todavía tiene el látigo en su mano.
"¿Quién eres? ¿Cómo te permites hacer esto, turbando las ceremonias prescritas? ¿De qué escuela provienes? Nosotros no te conocemos, ni sabemos quién eres."
"Yo soy Él que puedo. Todo lo puedo. Destruid si queréis este Templo real y Yo lo levantaré para alabar a Dios. Yo no turbo la santidad de la Casa de Dios ni las ceremonias, sino que sois vosotros los que la turbáis permitiendo que su morada se convierta en sede de ladrones y vendedores. Mi escuela es la escuela de Dios. La misma que Israel tuvo cuando le hablaba el Eterno por medio de Moisés. ¿No me conocéis? ¡Me conoceréis! ¿No sabéis de donde vengo?... ¡Lo sabréis!" y volviéndose al pueblo, sin preocuparse más de los sacerdotes; alto, vestido de blanco, con el manto abierto y cayendo sobre la espalda y con los brazos abiertos, como un orador en lo más emocionante de su discurso, dice:
HABLA JESÚS A LA GENTE ALLÍ REUNIDA
"¡Oíd, vosotros de Israel! En el Deuteronomio está dicho: "Establecerás jueces y magistrados en todas las puertas... y ellos juzgarán con justicia al pueblo, sin inclinarse por ninguna parte. No tendrás respetos personales, ni aceptarás donativos, porque los donativos ciegan los ojos de los sabios y alteran las palabras de los justos. Con justicia seguirás lo que es justo para vivir y poseer la tierra que el Señor Dios tuyo te habrá dado".
¡Oíd vosotros de Israel! ¡En el Deuteronomio está escrito: "Los sacerdotes y los levitas y todos los de la tribu de Leví no tendrán parte ni herencia con el resto de Israel, porque deben vivir de los sacrificios hechos al Señor y con las ofrendas que le hacen; no tendrán nada entre las posesiones de sus hermanos, porque el Señor es su herencia".
¡Oíd vosotros de Israel! En el Deuteronomio está escrito. "No prestarás a interés ni dinero, ni semillas, ni cosa alguna a tu hermano. Podrás hacerlo con el extranjero; pero a tu hermano no prestarás a interés de lo que tiene necesidad". Esto ha dicho el Señor.
¡Ved ahora qué injusticia para con el pobre se comete en Israel! No triunfa el justo sino el fuerte; y ser pobre, ser pueblo, quiere decir oprimido. ¿Cómo puede el pueblo decir: "Quien nos juzga es justo" si ve que no lo respetan los que deberían de hacerlo? ¿El violar los Mandamientos de Dios es acaso respetarlo? ¿Por qué razón los sacerdotes en Israel tienen posesiones y aceptan donativos de publicanos pecadores, los cuales los hacen para tener de su parte a los sacerdotes, así como estos lo hacen para tener mayor riqueza?
Dios es la herencia de sus sacerdotes. Para ellos, Él, el Padre de Israel, es más que Padre y les provee de comida como es justo. Pero no mas de lo justo. No ha prometido a los servidores del santuario bolsas de dinero ni posesiones. En la eternidad tendrán el Cielo porque fueron justos, como lo tendrán Moisés, Elías, Jacob y Abraham pero sobre esta tierra no deben tener más que el vestido de lino y una diadema de oro incorruptible: pureza y caridad, y que el cuerpo sea siervo del espíritu, que es siervo del Dios verdadero, y que no sea el cuerpo quien sea el señor del espíritu y contrario a Dios.
Se me ha preguntado con qué autoridad hago esto
Se me ha preguntado de qué escuela provengo Yo.
Ha llegado la hora de la gracia.
Se me ha preguntado con qué autoridad hago esto. Y ellos ¿con qué autoridad profanan los Mandamientos de Dios y a la sombra de los muros sagrados permiten usura contra sus hermanos de Israel, que han venido por obedecer un mandamiento divino? Se me ha preguntado de qué escuela provengo Yo, y he respondido: "De la escuela de Dios". Así es, Israel. Yo he venido a traerte a esta escuela santa e inmutable. Quien quiera conocer la luz, la verdad, la vida, quien quiera volver a oír la voz de Dios que habla a su pueblo, venga a Mí. Como habéis seguido a Moisés a través de los desiertos. ¡Oh vosotros de Israel! Seguidme a Mí que os llevaré a través de un desierto más desolado al encuentro de la verdadera Tierra prometida, por el mar abierto de los Mandamientos de Dios os llevaré a ella y levantando mi Señal, os curaré de cualquier mal.
Ha llegado la hora de la gracia. La esperaron los Patriarcas y murieron esperándola, la que predijeron los Profetas y fallecieron en esta esperanza. Los justos soñaron en ella y murieron confortados con este sueño. Ha venido la hora.
¡Venid! "El Señor está por juzgar a su pueblo y para hacer misericordia a sus siervos", como prometió por boca de Moisés."
La gente agolpada alrededor de Jesús con la boca abierta lo ha escuchado. Después comenta las palabras del nuevo Rabí y preguntas va y vienen.
Jesús se dirige a otro patio, separado por un pórtico. Sus amigos le siguen y la visión termina.
I. 319-324
A. M. D. G.