EL ENDEMONIADO DE CAFARNAUM 

CURADO EN LA SINAGOGA

 


#TRAEN MUCHOS ENFERMOS A JESÚS PARA QUE LOS CURE     

#"Josué. 7, 13: Levántate y santifica al pueblo y diles: 'Santificaos para mañana, porque el Señor Dios de Israel dice que el anatema está en medio de vosotros.    

#El que ha venido a santificaros, se ha levantado.Les anuncia el Reino.    

#este reino no formará multitudes armadas, ni con el terror de la sangre. A este reino no entrarán los violentos, los prepotentes, los soberbios, los iracundos, los envidiosos, los lujuriosos ni los avaros sino los buenos, los mansos, los continentes, los misericordiosos, los humildeS, los que aman al prójimo y a Dios y a los pacientes.   

  #Quitad el anatema del pecado de cada uno de vuestros corazones, si queréis que Dios os reúna y os diga: "Pueblo mío, a ti te doy el reino que no será jamás derrotado, ni invadido, ni al que los enemigos puedan poner asechanzas".     

#desde ese mañana venid a purificaros en la penitencia verdadera.    

#Quitad de entre vosotros el anatema del pecado. Cada uno tiene el suyo. Cada uno tiene el que es contrario a los Diez Mandamientos que son de salvación eterna.    

#La eternidad no tiene como medida el tiempo que camina en el reloj de arena o de agua. Y las medidas de tiempo que llamáis días, meses, años, siglos, son palpitaciones del Espíritu Eterno que os mantiene con vida. Pero vosotros sois eternos en el espíritu,    

#Decir, pues: "Mañana será el día de mi muerte". Pero no hay muerte para el que cree.    

#Haced penitencia. El "mañana" del reino de los cielos está próximo.  

#UNO DEL PÚBLICO CONTRADICE A JESÚS    

#No hay desacuerdo en la doctrina sino en el modo de interpretar las palabras. Tú la interpretas según el modo humano y Yo según el del espíritu.   

  #¿No crees que eres audaz en llamarte representante de Dios?  

#"Los Profetas no podían decir de sí lo que Yo digo de Mí mismo. ¿Quién soy?... El Esperado, el Prometido, el Redentor.    

#"Yo soy Jesús de José, de la estirpe de David, nacido en Belén, Efrata, según las promesas. Me dicen Nazareno, porque en Nazaret tengo mi casa. Esto según el mundo. Según Dios soy su enviado. Mis discípulos lo saben."     

#JESÚS QUIERE DEMOSTRAR QUIÉN ES LLAMANDO A UN ENDEMONIADO Y HACE EL MILAGRO DE CURARLE     

#¿Qué hay entre nosotros y Tú, Jesús de Nazaret? ¿Por qué has venido a atormentarnos? ¿Porqué a exterminarnos. Tú, Dueño del Cielo y de la tierra? Sé quién eres; El Santo de Dios. Ningún hombre ha sido más grande que Tú, porque en Ti que eres hombre está encerrado el Espíritu del Vencedor Eterno. Ya me venciste en ..."    

#Vienen otros enfermos: Un niño con las piernas paralizadas. Viene un viejecillo ciego


 

Estoy viendo la sinagoga de Cafarnaum. Está llena de gente que espera. Hay gente en la puerta que echa miradas por la plaza todavía bañada de sol, aún cuando ya está próximo el atardecer. Finalmente se oye un grito: "¡He ahí al Rabí que viene!" La gente se apretuja toda hacia las puertas, los de estatura pequeña se alzan sobre las puntas de los pies o tratan de abrirse paso. Hay palabrejas y empujones a pesar de los regaños de los adictos a la sinagoga y de los mayores de la ciudad.

"La paz sea con todos los que buscan la Verdad" Jesús está en el umbral y saluda bendiciendo con los brazos extendidos hacia adelante. La luz que es muy fuerte todavía en la plaza, bosqueja su figura rodeándola de luz. No lleva el vestido blanco, sino el azul marino. Avanza entre la multitud que se abre y se cierra en torno a Él, como las ondas en torno a la nave.

 

TRAEN MUCHOS ENFERMOS A JESÚS PARA QUE LOS CURE

 

"¡Estoy enfermo! ¡Cúrame!" gime un joven que me parece tísico por la cara, y toma a Jesús del vestido.

Jesús le pone la mano sobre la cabeza y le dice: "Confía, Dios te escuchará. Deja que ahora hable al pueblo y después vendré a donde estás."

El joven lo deja ir quedándose quieto.

"¿Qué te dijo?" le pregunta una mujer que tiene un niño en los brazos.

"Me ha dicho que después de haber hablado al pueblo, vendrá a donde estoy."

"Entonces... ¿te curará?"

"No lo sé. Pero me dijo "Confía". Yo espero."

"¿Qué ha dicho?" "¿Qué ha dicho?"

La gente quiere saber y la respuesta de Jesús se repite de labio en labio.

"Si así es, voy a traer a mi niño."

"Y yo voy a traer a mi padre viejo."

"¡Oh! ¡Si Ageo quisiese venir! Voy a hacer la prueba... pero no vendrá."

Jesús ha llegado a su lugar. Saluda al jefe de la sinagoga y éste a su vez lo hace. Es un hombrecillo gordo y vejete. Se inclina para hablar con Jesús. Parece una palma que se dobla ante un alto y robusto árbol.

 

JESÚS HABLA EN LA SINAGOGA.

 JOSUÉ 7. 13

 

LEVÁNTATE Y SANTIFICA AL PUEBLO Y DILES: SANTIFICAOS 

PARA MAÑANA, PORQUE EL SEÑOR DIOS DE ISRAEL DICE QUE 

EL ANATEMA ESTÁ EN MEDIO DE VOSOTROS

 

"¿Qué quieres que te dé?" pregunta el arquisinagogo.

"El que quieras, o el que venga a la mano. El Espíritu guiará."

"Pero... ¿estás preparado?"

"Lo estoy. Da el que venga, repito. El Espíritu del Señor guía lo que se debe elegir para bien de este pueblo."

El arquisinagogo extiende la mano sobre el montón de rollos, coge uno, lo abre y se detiene a un cierto punto. "Este", le dice.

Jesús toma el rollo, y lee el punto señalado: "Josué: Levántate y santifica al pueblo y diles: 'Santificaos para mañana, porque el Señor Dios de Israel dice que el anatema está en medio de vosotros. ¡Oh, Israel! tú no podrás enfrentarte a tus enemigos hasta tanto que se quite de en medio de ti al que se ha contaminado con tal crimen'." Jesús se detiene, envuelve el rollo y lo devuelve.

La gente está muy atenta. Tan sólo se oye el murmurar de uno: "Oiremos cosas que a nuestros enemigos no gustarán."

"Es el Rey de Israel, el Prometido, que reúne a su pueblo."

Jesús extiende los brazos en su acostumbrada posición de orador. El silencio reina.

 

JESÚS COMENTA EL TEXTO ANTERIOR

 

"El que ha venido a santificaros, se ha levantado. Ha salido del secreto de la casa donde se ha preparado a esta misión. Se ha purificado para daros ejemplo de purificación. Ha tomado su posición frente a los poderosos del Templo y del Pueblo de Dios, y ahora está entre vosotros. ¡Soy Yo! No como algunos de vosotros, con pensamientos llenos de niebla y con fermento en su corazón piensan y esperan. Mucho más alto y más grande es el reino del que soy Rey y al que os invito.

Os llamo, oh vosotros de Israel, antes que a cualquier otro pueblo, porque sois vosotros los que en los padres de vuestros padres recibisteis la promesa de esta hora y de alianza con el Altísimo Señor. Pero este reino no formará multitudes armadas, ni con el terror de la sangre. A este reino no entrarán los violentos, los prepotentes, los soberbios, los iracundos, los envidiosos, los lujuriosos ni los avaros sino los buenos, los mansos, los continentes, los misericordiosos, los humilde, los que aman al prójimo y a Dios y a los pacientes.

 

Quitad el anatema del pecado de cada uno de vuestros 

corazones, si queréis que Dios os reúna y os diga: 

"Pueblo mío, a ti te doy el reino que no será jamás 

derrotado,...

 

¡Israel! No estás llamado a combatir con los enemigos de fuera, sino contra los enemigos de dentro; contra los que se encuentran en cada corazón. En el corazón de las decenas y decenas de millares de tus hijos. Quitad el anatema del pecado de cada uno de vuestros corazones, si queréis que Dios os reúna y os diga: "Pueblo mío, a ti te doy el reino que no será jamás derrotado, ni invadido, ni al que los enemigos puedan poner asechanzas".

Mañana. ¿Cuándo será este mañana?... ¿Dentro de un año o dentro de un mes? ¡Oh!, no indaguéis, movidos por una curiosidad malsana buscando saber lo futuro por medios que huelen mucho a brujería. Dejad a los paganos el espíritu de adivinación. Dejad a Dios, que es eterno, el secreto de su tiempo. Desde mañana, el mañana que se levantará después de este atardecer, y después de la noche que se viene, el mañana que se levantará con el canto del gallo, desde ese mañana venid a purificaros en la penitencia verdadera.

Arrepentios de vuestros pecados para que se les perdone y estéis listos para el reino. Quitad de entre vosotros el anatema del pecado. Cada uno tiene el suyo. Cada uno tiene el que es contrario a los Diez Mandamientos que son de salvación eterna. Examínese cada uno con sinceridad y encontrará el punto en que ha errado. Arrepentios sincera y humildemente. Tratad de arrepentiros, no con palabras porque a Dios no se le hace burla, ni se le engaña. Arrepentios con una voluntad firme, ue os induzca a cambiar de vida, a entrar nuevamente en la Ley del Señor. El reino de los cielos os espera. ¡Mañana!

¿Mañana?... preguntaréis. ¡Oh! Hay siempre un mañana que se preocupa de la hora de Dios, aún cuando llegue al término de una larga vida como la de los Patriarcas. La eternidad no tiene como medida el tiempo que camina en el reloj de arena o de agua. Y las medidas de tiempo que llamáis días, meses, años, siglos, son palpitaciones del Espíritu Eterno que os mantiene con vida. Pero vosotros sois eternos en el espíritu, y debéis tener para el espíritu la misma medida de tiempo que tiene vuestro creador. Decir, pues: "Mañana será el día de mi muerte". Pero no hay muerte para el que cree. Sino reposo en espera del Mesías que abra las puertas del Cielo.

En verdad os digo que entre los presentes tan solo veintisiete morirán y tendrán que esperar. Los otros serán juzgados antes de la muerte, y la muerte será el paso a Dios o a Mammón sin tardanza, porque el Mesías ha venido y está entre vosotros y os llama para daros la Buena Nueva, para instruiros en la Verdad, para llevaros con Él al cielo.

Haced penitencia. El "mañana" del reino de los cielos está próximo. Que os encuentre limpios para ser poseedores del eterno día.

La paz sea con vosotros"

 

UNO DEL PÚBLICO CONTRADICE A JESÚS

 

Se levanta a contradecirle un barbudo y seco israelita que dice: "Maestro, lo que has dicho me parece que está en contradicción de lo que se lee en el libro segundo de los Macabeos, gloria de Israel. Allí está escrito: "Es en realidad una señal de mucha benignidad no permitir a los pecadores que caminen por mucho tiempo tras de sus caprichos, sino castigarlos al punto. El Señor no se comporta con ellos como con las otras naciones, que espera con paciencia, para castigarlas cuando llegue el día del juicio, cuando esté llena la medida de los pecados". Tú por el contrario hablas como si el Altísimo fuese muy lento en castigarnos, esperándonos, como a los otros pueblos, hasta  el día del Juicio cuando esté llena la medida de los  pecados. Realmente los hechos te dan un mentís. Israel fue castigado como dice el historiador de los Macabeos. Pero si fuese como tú dices, ¿no habría desacuerdo entre tu doctrina y la encerrada en la frase que te cité?"

 

No hay desacuerdo en la doctrina 

sino en el modo de interpretar las palabras. 

Tú la interpretas según el modo humano 

y Yo según el del espíritu. 

 

"Quien seas, no lo sé. Pero quien quiera que seas, te respondo: No hay desacuerdo en la doctrina sino en el modo de interpretar las palabras. Tú la interpretas según el modo humano y Yo según el del espíritu. Tú, representante de la mayoría, ves todo bajo el velo de lo presente y caduco; Yo, representante de Dios, lo explico y todo lo aplico a lo eterno y sobrenatural. Yeové ha castigado, sí en la hora actual, la soberbia y la injusticia de su "Pueblo" según la tierra. Pero como os ama y como tiene paciencia con vosotros, más que con cualquier otro pueblo, os concede al Salvador, al Mesías, para que lo escuchéis y os salvéis antes de que llegue la hora de la divina ira. No quiere que seáis más pecadores. Pero si os ha castigado en lo caduco, al ver que no restaña la herida, antes bien se hace más insensible vuestro espíritu, he aquí que os manda, no castigo sino salvación. Os manda a quien os sane y salve y ese soy Yo que os hablo."

 

"¿No crees que eres audaz en llamarte 

representante de Dios?

 

"Los Profetas no podían decir de sí 

lo que Yo digo de Mí mismo. ¿Quién soy?... 

El Esperado, el Prometido, el Redentor.

 

"¿No crees que eres audaz en llamarte representante de Dios? Ninguno de los profetas se atrevió a tanto, y Tú... ¿Tú quién eres?... ¿Qué cosas dices?... ¿y por orden de quién hablas?"

"Los Profetas no podían decir de sí lo que Yo digo de Mí mismo. ¿Quién soy?... El Esperado, el Prometido, el Redentor. Ya habéis oído al que antes dijo: "Preparad el camino del Señor... He aquí al Señor Dios que viene... Como un pastor apacentará su ganado, siendo con todo el Cordero de la Pascua verdadera"  Entre vosotros hay quienes oyeron del Precursor estas palabras, y vieron que una luz atravesaba los cielos y que descendía en forma de paloma y oyeron una voz que decía quién era. ¿Por orden de quién hablo?... Por orden de quien Es,  y de quien me manda."

"Tú lo puedes decir, pero puedes ser mentiroso e iluso. Tus palabras son santas, pero Satanás alguna vez tiene palabras de engaño aparentando santidad para atraer al error. Nosotros no te conocemos."

 

JESÚS SE DECLARA QUIEN ES

 

"Yo soy Jesús de José, de la estirpe de David, nacido en Belén, Efrata, según las promesas. Me dicen Nazareno, porque en Nazaret tengo mi casa. Esto según el mundo. Según Dios soy su enviado. Mis discípulos lo saben."

"¡Oh, ellos! Pueden decir lo que quieran y lo que Tú les haces decir."

 

JESÚS QUIERE DEMOSTRAR QUIÉN ES LLAMANDO 

A UN ENDEMONIADO Y HACE EL MILAGRO DE CURARLE

 

"Hablaré a otro que no me ama, y que dirá quién soy. Espera que llame a uno de los aquí presentes."

Jesús mira a la multitud que está asombrada de la disputa, molesta y dividida en diversos partidos. La mira como buscando a alguien con sus ojos de zafiro, después en alta voz dice: "¡Ageo! ¡Pasa adelante! Te lo ordeno."

Confusión entre la gente que se abre para dejar pasar a un hombre sacudido de un temblor en el cuerpo ya quien sostiene una mujer.

"¿Conoces a este hombre?"

"Sí, es Ageo de Malaquías, de acá de Cafarnaún. Está poseído de un espíritu maligno que lo hace que se convierta repentinamente en un furioso."

"¿Todos lo conocéis?"

La multitud grita: "Sí, Sí."

"¿Puede decir alguien que hablamos él y Yo aunque hubiesen sido pocas palabras, algunos minutos antes?"

La multitud grita: "¡No, no! es un tonto, casi nunca sale de su casa y nadie te ha visto en ella."

"Mujer, tráelo delante de Mí."

La mujer lo empuja y lo arrastra, mientras el pobrecillo tiembla con mayor violencia. El arquisinagogo advierte a Jesús: "¡Ten cuidado! El demonio está para atormentarlo... y entonces se arroja, rasguña y muerde." La multitud se hace a un lado, replegándose contra las paredes. Los dos están frente a frente.

 

¿Qué hay entre nosotros y Tú, Jesús de Nazaret? 

¿Por qué has venido a atormentarnos? 

¿Porqué a exterminarnos. Tú, Dueño del Cielo y de la tierra? 

Sé quién eres; El Santo de Dios. 

Ningún hombre ha sido más grande que Tú, 

porque en Ti que eres hombre está encerrado 

el Espíritu del Vencedor Eterno. Ya me venciste en ..."

 

Un momento de lucha... Parece como si el hombre, acostumbrado al mutismo, hiciera esfuerzos dolorosos hasta que le sale la voz que se convierte en palabras: "¿Qué hay entre nosotros y Tú, Jesús de Nazaret? ¿Por qué has venido a atormentarnos? ¿Porqué a exterminarnos. Tú, Dueño del Cielo y de la tierra? Sé quién eres; El Santo de Dios. Ningún hombre ha sido más grande que Tú, porque en Ti que eres hombre está encerrado el Espíritu del Vencedor Eterno. Ya me venciste en ..."

"¡Calla! Sal de él. ¡Lo ordeno!"

El hombre es presa de un paroxismo extraño. Se sacude violentamente, como si hubiese quien lo maltratase a golpes. Aúlla con una voz que no es humana, arroja espuma, después es arrojado contra el suelo del que se levanta espantado y curado.

"¿Oíste?... ¿Qué respondes ahora?" pregunta Jesús a su contrincante.

El hombre barbudo y seco levanta el hombro y vencido se va sin responder. La gente se burla de él y aplaude a Jesús.

"¡Silencio! ¡El lugar es sagrado!" dice Jesús y después manda: "Venga a Mí el joven a quien prometí ayuda de parte de Dios."

Se acerca el enfermo, Jesús lo acaricia: "¡Has tenido fe! Se sano. ¡Ve en paz y sé justo!"

El joven da un grito. Quien sabe qué siente. Se postra a los pies de Jesús y se los besa diciendo: "Gracias por mí y por mi madre."

 

Vienen otros enfermos: Un niño con las piernas 

paralizadas.  Viene un viejecillo ciego

 

Vienen otros enfermos: Un niño con las piernas paralizadas. Lo toma Jesús de los brazos, lo acaricia y lo pone en tierra... y lo deja. El niño no se cae, sino que corre a donde está la mamá que lo recibe con llanto en su corazón, y que bendice a Jesús a grandes voces, con: "El Santo de Israel." Viene un viejecillo ciego, a quien guía su hija. También él es curado con una caricia sobre sus enfermos párpados. La multitud se deshace en bendiciones.

Jesús avanza sonriendo, y aunque sea alto, no habría logrado abrirse paso entre la gente, si Pedro, Santiago, Andrés y Juan no hubieran generosamente con los codos hecho fuerza y se hubiesen abierto sitio hasta Jesús, y después lo hubiesen protegido hasta la salida de la palaza donde ya no había tanta gente.

I. 352-358

A.M.D.G.