CURACIÓN DE LA SUEGRA
DE SIMÓN PEDRO
#mi suegra está enferma. Si quisieras curarla, tal vez a Ti...
#JESÚS A RUEGOS DE PEDRO CURA A SU SUEGRA
#"Tened paciencia como si fuese vuestra madre y tendréis mérito ante Dios. Llevadme a donde está."
#"Ven, Maestro, pronto" ... "Antes de que cambie de parecer."
#"¡Se curada! ¡Lo quiero! ¡Levántate!"
#"¡Oh, Dios de mis padres! ¡Si no tengo nada! ¡Si estoy curada! ¡Venid, venid!"
#"Simón, tu suegra te ha dado un buen consejo.
#"¡Bravo, Santiaguito! Dirás a esa persona que mis oraciones por él suben hasta mi Padre."
PEDRO DICE A JESÚS QUE VAYA A SU CASA EN CAFARNAÚN
Pedro está hablando a Jesús. Le dice: "Maestro, querría pedirte que vinieras a mi casa. No me atreví a decírtelo el sábado pasado. Pero... querría que vinieses."
"¿A Betsaida?"
"No, aquí... a casa de mi mujer, quiero decir; donde ella nació..."
"¿Por qué este deseo, Pedro?"
mi suegra está enferma. Si quisieras curarla,
tal vez a Ti...
"¡Eh!... por muchas razones... y además porque hoy me dijeron que mi suegra está enferma. Si quisieras curarla, tal vez a Ti..."
"Termina, Simón."
"Quería decir... si te acercases a ella, terminaría ella... bueno, en suma, sabes, una cosa es oír hablar de alguien y otra es verlo y oírlo, y si uno se cura, pues entonces..."
"Hasta el rencor se acaba también, ¿quieres decir?"
"No, rencor no. Pero sabes... el pueblo está dividido en muchos pareceres, y ella no sabe a quién dar razón. Ven, Jesús."
JESÚS A RUEGOS DE PEDRO CURA A SU SUEGRA
"Voy. Vayamos. Diréis a los que esperan que hablaré en tu casa."
Se dirigen a una casa baja, más baja de la que tiene Pedro en Betsaida y que está más cercana al lago. Una vereda la separa de él, y creo que en las tempestades, las olas vienen a morir contra las paredes de la casa que si es baja de altura, es por otra parte muy grande, como si muchas personas viviesen en ella.
En el huerto, que está delante de la casa, en dirección al lago, no hay más que una vieja y nudosa vid, que se ha extendido sobre un viejo palo y una higuera también vieja, que los vientos del lago han doblado hacia la casa, La copa despeinada de la higuera acaricia las paredes y choca contra los bastidores de las ventanitas, ahora cerradas para defenderse del sol que da de lleno en la casa. No hay más que esta higuera, esta vid y un pozo de brocal verdoso.
"Entra, Maestro."
Las mujeres que están en la cocina, unas están ocupadas en remendar las redes y otras en preparar la comida. Saludan a Pedro, y después coloradas se inclinan ante Jesús, y con los ojos semicerrados le observan con curiosidad.
"La paz sea en esta casa. ¿Cómo sigue la enferma?"
"Habla tú, que eres la nuera más vieja" dicen las tres mujeres a una que se está secando las manos en el vestido.
"La fiebre es muy alta, muy alta. Le hemos traído al médico pero dice que es vieja para curarse y que cuando esta enfermedad de los huesos llega al corazón y produce fiebre, sobre todo a esta edad, se muere. Ya no come... Trato de hacerle comidas sabrosas; también ahora, mira, Simón, le estaba preparando esa sopa que tanto le gustaba. Escogí el mejor pez, de los cuñados. Pero no creo que pueda comerla. Y además... ¡Está tan inquieta! Se lamenta, grita, llora, maldice..."
"Tened paciencia como si fuese vuestra madre y tendréis mérito ante Dios. Llevadme a donde está."
"Rabí... Rabí... yo no sé si querrá verte. No quiere ver a nadie. No me atrevo a decirle: "Ahorita te traigo al Rabí". "
Jesús sonríe sin perder la calma. Se vuelve a Pedro: "Te toca a ti, Simón. Eres hombre y el más viejo de los yernos, según me has contado. Ve."
"Ven, Maestro, pronto" y añade algo que apenas se
puede oír: "Antes de que cambie de parecer."
Pedro hace un gesto significativo y obedece. Atraviesa la cocina, entra en una habitación y a través de la puerta, cerrada detrás de él, oigo que habla con una mujer. Saca la cabeza y una mano y dice: "Ven, Maestro, pronto" y añade algo que apenas se puede oír: "Antes de que cambie de parecer."
Jesús atraviesa rápido la cocina y abre la puerta. De pie en el umbral pronuncia su dulce y solemne saludo: "La paz sea contigo." Entra a pesar de que no se le responde. Se acerca a una cama baja en la que está acostada una mujer toda gris, descanada, que afanosamente respira debido a la alta fiebre que le ha puesto la cara del todo colorada.
Jesús se inclina sobre la cama, y sonríe a la viejecilla. "¿Estás mala?"
"¡Me siento morir!"
"No. No morirás. ¿Puedes creer que Yo soy capaz de curarte?"
"Y... ¿por qué lo harías?... ¡No me conoces!"
"Por Simón que me rogó... y también por ti, para dar tiempo a que tu alma vea la Luz."
"¿Simón? Haría mejor si... ¿Cómo es posible que Simón haya pensado en mí?"
"Porque es mejor de lo que tú crees. Lo conozco y sé. Lo conozco y siento gusto en escucharlo."
"¿Entonces me vas a curar? ¿No moriré?"
"No, mujer. Por ahora no morirás. ¿Puedes creer en Mí?"
"Creo, creo. ¡Me basta no morir!"
"¡Se curada! ¡Lo quiero! ¡Levántate!"
"¡Oh, Dios de mis padres! ¡Si no tengo nada!
¡Si estoy curada! ¡Venid, venid!"
Jesús nuevamente sonríe. La toma de la mano. La mano llena de arrugas y de venas hinchadas desaparece en la mano juvenil de Jesús que se yergue y toma el aspecto de cuando hace un milagro y dice: "¡Se curada! ¡Lo quiero! ¡Levántate!" y le suelta la mano, que cae sin que la vieja lance ningún lamento; mientras que antes, pese que a Jesús se la había tomado con tanta suavidad, sólo por el hecho de haberla movido, había costado un lamento a la enferma.
Un espacio breve de silencio. Después en voz alta la vieja exclama: "¡Oh, Dios de mis padres! ¡Si no tengo nada! ¡Si estoy curada! ¡Venid, venid!" Corren las nueras. "Mirad, no tengo ya nada de fiebre! Ved como estoy fresca. El corazón no parece ser ya más el martillo del herrero.¡Ah, no me muero!" Ni una palabra al Señor.
Pero Jesús no se molesta. Dice a la nuera de mayor edad: "Vístela, que se levante. Lo puede hacer" y se dirige a la salida.
Simón apenado se dirige a su suegra: "El Maestro te ha curado y ¿no le dices nada?"
¡Gracias! ¿Qué puedo hacer para agradecértelo?"
"Ser buena, muy buena. Y si no te molesta,
déjame hoy descansar en tu casa.
"¡Claro! No pensaba. ¡Gracias! ¿Qué puedo hacer para agradecértelo?"
"Ser buena, muy buena. Porque el Eterno ha sido bueno contigo. Y si no te molesta, déjame hoy descansar en tu casa. Durante la semana recorrí todos los pueblecillos cercanos, y he regresado al amanecer. Estoy cansado."
"¡Claro, claro! Quédate, si quieres." Pero no muestra muchas ganas al decirlo.
Jesús, Pedro, Andrés, Santiago y Juan van a sentarse en el huerto.
"¡Maestro!..."
"Pedro."
"Estoy apenado."
NO ES ESTA LA PRIMERA NI LA ÚLTIMA PERSONA
QUE NO SIENTA RECONOCIMIENTO AL PUNTO.
Jesús hace un gesto como si dijese: "No te preocupes." Después añade: "No es esta la primera ni la última persona que no sienta reconocimiento al punto. Pero Yo no lo quiero. Bástame proporcionar a las almas medios para que se salven. Cumplo con mi deber. A ellas les toca el suyo."
"¡Ah! ¿Ya ha habido otros así?... ¿en donde?"
¿YA HA HABIDO OTROS ASÍ? ... EN NAZARET...
¿RECUERDAS A LA MAMÁ DE SARA...?
"¡Simón curioso! Por esta vez te quiero dar gusto, aun cuando a Mí me desagraden las curiosidades inútiles. En Nazaret... ¿recuerdas a la mamá de Sara?... estaba muy enferma cuando llegamos a Nazaret y nos dijeron que la niña lloraba mucho. Para que ésta, que es buena y dulce, no se convirtiese en una huérfana y el día de mañana en una entenada, fui a buscar a la mujer... quería curarla... pero, apenas si había puesto un pie en su casa, cuando su marido y su hermano me arrojaron diciendo: "¡Lárgate, lárgate! No queremos dificultades con la sinagoga". Para ellos y para muchos soy ya un rebelde... y a pesar de eso la curé... por los niños. Dije a Sara que estaba en el huerto, acariciándola: "Curé a tu madre. Vete a casa. ¡No llores más!" y la mujer fue curada en ese mismo instante y la niña se lo dijo a ella, y también a su padre y tío... pero, la castigaron por haber hablado conmigo. Lo sé, porque la niña vino detrás de Mí corriendo, cuando salía del pueblo... ¡No me importa!"
"Yo hubiera hecho que se enfermara otra vez."
"¡Pedro!" Jesús muestra severidad. "¿Es esto lo que te enseño a ti y a los demás? ¿Qué cosas has oído de mis labios desde la primera vez que me has escuchado? ¿De qué cosa siempre he hablado como primera condición para ser mis verdaderos discípulos?"
"Es verdad, Maestro. Soy una bestia. Perdóname. ¡Pero no puedo soportar que no te amen!"
¡Te toparás con tantas sorpresas, Pedro!
Paganos que serán mis más grandes seguidores.
Prostitutas que serán puras por voluntad
y penitencia.
Pecadores que se enmendarán..."
"¡Oh, Pedro! ¡Verás otras pruebas de desamor! ¡Te toparás con tantas sorpresas, Pedro! Hombres a quienes el mundo llamado "santo" desprecia como publicanos, darán al mundo ejemplo y tal ejemplo que los que los desprecian no los seguirán. Paganos que serán mis más grandes seguidores. Prostitutas que serán puras por voluntad y penitencia. Pecadores que se enmendarán..."
"Oye: que se enmiende un pecador.. puede ser. ¡Pero una prostituta y un publicano!..."
"¿No lo crees?"
"Yo no."
"Estás en error, Simón. Pero mira que tu suegra viene a nosotros."
"Maestro... te ruego que te sientes a mi mesa."
"Gracias mujer. Dios te lo pague."
Entran en la cocina y se sientan a la mesa, y la vieja sirve a los hombres con grandes porciones de pez en la sopa y de pez asado.
JESÚS DICE A PEDRO QUE ACEPTE EL CONSEJO DE SU SUEGRA
DE QUEDARSE A PESCAR CON SUS CUÑADOS EN CAFARNAÚN
"No tengo otra cosa que esto" dice excusándose, y para no perder la costumbre, dice a Pedro. "Demasiado hacen tus cuñados, solo como han quedado desde que te fuiste a Betsaida. Si a lo menos te dignases de hacer más rica a mi hija... pero oigo que muy frecuentemente estás fuera de casa y que no pescas."
"Sigo al Maestro. Estuve con Él en Jerusalén y los sábados estoy también. No pierdo el tiempo en francachelas."
"Pero no ganas nada. Harías mejor, ya que quieres hacer de siervo del profeta, venirte acá de nuevo. Al menos la pobrecita de mi hija, tendría parientes que no la dejasen morir, mientras tú la haces de santo."
"¿Pero no te avergüenzas de hablar así de Él, que te ha curado?"
"Yo no lo critico a Él. Cumple con su oficio. Te critico que eres un holgazán. Por otra parte jamás serás ni un profeta, ni un sacerdote. Eres un ignorante y un pecador... ¡un hombre inútil para todo!"
"Te doy la razón porque Él está aquí, si no..."
"Simón, tu suegra te ha dado un buen consejo.
"Simón, tu suegra te ha dado un buen consejo. Puedes pescar también aquí. Según por lo que oigo pescabas antes en Cafarnaún también. Puedes regresar otra vez."
"¿Y vivir aquí de nuevo? Pero, Maestro, Tú no..."
"Bueno, Pedro mío. Si tú estas aquí, estarás en el lago y conmigo. ¿Por esto qué te va, estar o no estar en esta casa?" Jesús ha puesto la mano sobre la espalda de Pedro y parece que la calma de Jesús pasa al apóstol que hierve.
"Tienes razón. Siempre tienes razón. Lo haré. Pero... ¿y estos?" Señala a Juan y Santiago sus compañeros.
"¿No pueden también ellos venir?"
"¡Oh! Nuestro padre y nuestra madre serán felices al saber que estamos contigo. No se opondrán."
"Probablemente vendrá el Zebedeo." dice Pedro
"Es muy probable. Y con él otros. Vendremos, Maestro, sin duda alguna vendremos."
UN NIÑO PREGUNTA POR JESÚS. LE ENTREGA
UNA BOLSA DE UN DESCONOCIDO
"¿Está aquí Jesús de Nazaret?" pregunta un niño que se asoma por la puerta.
"Está aquí, entra."
Avanza un niño, que reconozco que es uno de los que vi en Cafarnaún en las primeras visiones, y es más bien dicho el que jugueteaba entre los pies de Jesús y que prometió ser bueno... para comer miel en el Paraíso.
"Amiguito, ven, ven" dice Jesús.
El niño un poco atemorizado con tanta gente que lo mira, toma valor y corre a Jesús, que lo abraza y se lo pone sobre las rodillas y le da un poco de pez en un pedazo de pan.
"Bueno, Jesús. Esto es para Ti. Hoy también la misma persona me dijo: "Es sábado, lleva esto al Rabí de Nazaret y di a tu amigo que ruegue por mí". ¡Sabe que eres mi amigo...!" el niño ríe feliz y come su pan y pescado.
"¡Bravo, Santiaguito! Dirás a esa persona que mis
oraciones por él suben hasta mi Padre."
"¡Bravo, Santiaguito! Dirás a esa persona que mis oraciones por él suben hasta mi Padre."
"¿Es para los pobres?" pregunta Pedro.
"Sí."
"¿Es el acostumbrado regalo?... ¡Veamos!"
Jesús entrega la bolsa. Pedro echa el dinero y cuenta.
"¡Siempre la misma cantidad y grande! pero... ¿quién es esa persona? Di, niño, ¿quién es?"
"No lo debo decir y no lo diré."
"¡Qué intolerante! ¡Ea!, se bueno y te daré frutas."
"No lo diré aunque me insultes o me acaricies."
"¡Pero ved que lengua!"
"Santiaguito tiene razón, Pedro. Mantiene su palabra; déjalo en paz."
"Tú, Maestro, ¿sabes quién es esa persona?"
Jesús no responde. Se entretiene con el niño a quien da otro pedazo de pescado frito, sin espina alguna. Mas Pedro insiste y Jesús se ve obligado a responder.
"Yo sé todo, Simón."
"¿Y nosotros no podemos saberlo?"
"¿Y tú nunca te vas a curar de tu defecto?" Jesús sonriendo regaña al discípulo. Añade: "Pronto lo sabrás. Porque si el mal quiere esta siempre oculto y no lo logra; el bien lo quiere estar para tener mérito, pero llega un día en que es descubierto para gloria de Dios, cuya naturaleza resplandece en un hijo suyo. La naturaleza de Dios es: el amor. Y este la ha entendido porque ama a su prójimo. Vete, Santiaguito. Llévale a esa persona mi bendición."
I. 359-364
A.M.D.G.