JESÚS SE ENCUENTRA EN GETSEMANÍ
CON JUAN DE ZEBEDEO
#Jesús dice a Juan: "Ven. Vamos al olivar un poco
#el amor no está en proporción de la instrucción, y ni siquiera con la educación.
#Juan entrega a Jesús la bolsa que un niño dio a su Madre (de Jesús)
Veo que Jesús se dirige a la pequeña casa blanca que está en medio de los olivos. Lo saluda un jovencillo. Parece que es del lugar porque lleva en las manos los utensilios para poder cavar.
"Dios sea contigo, Rabí. Llegó tu discípulo Juan y ahora ha vuelto a salir para venir a encontrarte."
"¿Hace mucho?"
"No, apenas pasó aquella vereda. Creíamos que vendrías de la parte de Betania..."
Jesús se dirige rápido, da vuelta a la zanja y ve a Juan que casi corriendo baja hacia la ciudad y lo llama.
El discípulo se vuelve y con cara contentísima grita: "¡Oh, Maestro mío!" regresa corriendo.
Jesús le abre los brazos y los dos se abrazan afectuosamente.
"Iba a buscarte... pensábamos que estarías en Betania, como habías dicho."
"Así quería hacerlo. Debo comenzar a evangelizar también los alrededores de Jerusalén. Pero luego me entretuve en la ciudad... para instruir a un discípulo nuevo."
"Todo lo que haces, Maestro, está bien hecho. Y resulta bien. ¿Lo ves? También ahora nos hemos encontrado pronto."
Caminan los dos. Jesús lleva su brazo sobre la espalda de Juan, que más bajo que Él, lo mira de arriba a abajo, feliz de aquella intimidad. En esta forma regresan a la casita.
"¿Hace mucho tiempo que habías venido?"
"No, Maestro. Con el alba salí de Doco, junto con Simón a quien dije lo que Tú querías. Después nos detuvimos juntos en la campiña de Betania repartimos el pan y hablamos de Ti a los campesinos que encontrábamos en los campos. Cuando el sol no quemaba ya mucho, nos separamos. Simón fue a ver a un amigo suyo al que quiere hablar de Ti. Es el dueño de casi toda Betania. El lo conocía desde hace mucho tiempo, desde que vivían los padres de ellos. Pero mañana viene Simón. Me dijo que te dijera que es feliz al servirte. Simón es muy capaz. Yo quisiera ser como él. Soy un muchacho ignorante."
"No, Juan, también tú haces mucho bien."
"Estás de veras contento de tu Juan?"
"Muy contento, Juan mío, muy contento."
"¡Oh, Maestro mío!" Juan se inclina con anhelo a tomar la mano de Jesús y la besa y se la pasa sobre la cara como signo de caricia.
Llegaron ya a la casita. Entran a la cocina baja y llena de humo. El patrón los saluda: "La paz sea con vosotros."
Jesús responde: "La paz sea en esta casa, en ti y en los que viven contigo. Traje un discípulo mío."
"También para él habrá pan y aceite."
"He traído pez seco que me dieron Santiago y Pedro. Y al pasar por Nazaret tu Madre me dio pan y miel para Ti. He caminado sin detenerme pero ha de estar ya duro."
"No importa, Juan. Tendrá siempre el sabor de las manos de Mamá."
Juan saca sus tesoros de la alforja que había puesto en un rincón. Veo que preparan el pescado seco de una manera rara. Lo meten varias veces dentro del agua caliente, después lo untan y lo tuestan sobre la llama. Jesús bendice la comida y se sienta a la mesa con el discípulo. También están a la mesa el dueño a quien llaman con el nombre de Jonás, y su hijo. La madre trae ahora el pescado, ahora las aceitunas negras, ahora las verduras preparadas con aceite. Jesús ofrece también de su miel. La ofrece a la madre extendiéndosela sobre el pan. "Es de mi colmena" dice. "Mi Madre cuida de las abejas. Cómetelo, es sabroso. Tú, María, eres tan buena conmigo, que mereces esto y más" agrega, porque la mujer no querría que se privase de su sabrosa miel.
Jesús dice a Juan: "Ven. Vamos al olivar un poco
La cena termina pronto. La conversación ha sido breve. Después de haber dado gracias de la comida, Jesús dice a Juan: "Ven. Vamos al olivar un poco. La noche es tibia y clara. Allá afuera estaremos un poco mejor."
El dueño de la casa dice: "Maestro te saludo. Estoy cansado y también lo está mi hijo. Nosotros nos vamos a acostar. Dejo la puerta entreabierta y la lámpara sobre la mesa. Sabes cómo se enciende"
"Vete Jonás. Apaga también la lámpara. La luz de la luna es tan clara, que podemos ver muy bien."
"Pero ¿dónde dormirá tu discípulo?"
"Conmigo, en mi estera hay también lugar para él. ¿O no Juan?" Juan está sumamente contento de poder dormir junto a Jesús.
Salen al olivar. Pero antes de salir, Juan tomó de su alforja que estaba en el rincón, alguna cosa. Caminan un poco y llegan a un punto donde se ve toda Jerusalén.
"Sentémonos aquí y hablemos" dice Jesús.
Juan prefiere estar sentado a los pies de Jesús, sobre la hierba cortada, y pone su brazo sobre las rodillas de Jesús, con la cabeza reclinada sobre el brazo y mirando de cuando en cuando a Jesús. Parece un niño que esté junto a la persona a quien más quiere. "Aquí también es hermoso, Maestro. Mira como parece grande la ciudad de noche. Más que de día."
"Es la luz de la luna que hace desaparecer los alrededores. Mira... parece como si el límite se extendiera dentro de una luz plateada. Mira allá la cúpula del Templo. Parece como si estuviera suspendida en el aire. ¿O no?"
"Parece como si los ángeles lo tuviesen sobre sus alas de plata."
Jesús da un suspiro.
"Por qué suspiras, Maestro?"
CADA LUGAR TIENE SU ALMA. EL ESPÍRITU POR LO QUE FUE
LEVANTADO, Y EL TEMPLO TIENE, DEBERÍA TENER, ALMA DE
ORACIÓN Y SANTIDAD, Y SU ASPECTO DE PUREZA Y SANTIDAD
ESTÁ SOLO EN SUS MUROS.
"Porque los ángeles han abandonado el Templo. Su aspecto de pureza y santidad, está sólo en sus muros. Los que deberían de darle ese aspecto al alma del Templo -pues también cada lugar tiene su alma, esto es, el espíritu por lo que fue levantado, y el Templo tiene, debería tener, alma de oración y santidad- son los primeros en quitarle ese aspecto. No se puede dar lo que no se tiene, Juan. Y si los sacerdotes y levitas que viven allí son muchos, con todo ni una décima de ellos es capaz de dar vida al Lugar Santo. Muerte, sí que le dan. Le comunican la muerte que está en sus almas, las que están muertas para todo lo que es santo, Tienen fórmulas, pero no la vida de ellas. Son cadáveres que tienen calor tan sólo por la putrefacción que los hincha."
"¿Te han hecho algún mal, Maestro?" Juan está intranquilo.
"No, antes bien me dejaron hablar cuando lo pedí."
"¿Lo pediste?... ¿Por qué ?"
"Porque no quiero ser el que empiece la lucha. Esta vendrá por sí misma. Porque en algunos produciré un terror humano que no tiene razón de existir, y en otros será un reproche. Pero esto debe de estar en el libro de ellos, no en el mío."
Hay un poco de silencio y después Juan vuelve a hablar: "Maestro... conozco a Anás y a Caifás. Por razón de negocios mi familia ha estado en contacto con ellos, y cuando estuve en Judea, por causa de Juan, venía también al Templo, y ellos nos trataban bien a nosotros los hijos de Zebedeo. Mi padre los provee siempre con el mejor pescado. Es costumbre... ¿sabes? Cuando se quiere tener amigos, y quiere uno conservarlos, es necesario obrar así..."
"Lo sé." Jesús está serio.
"Y bien, si te parece, hablaré de Ti
al Sumo Sacerdote.
conozco a ... un rico mercante en pescado. Tiene una
casa grande y hermosa cerca del Hípico, Estarías
mejor y te cansarías menos.
"No, Juan, te lo agradezco. Estoy bien aquí. "
"Lo decía yo para que te cansases menos."
"No me canso.
¿Sabes qué cosa me provoca el cansancio?
La falta de amor. "Yo te amo, Jesús."
"Y bien, si te parece, hablaré de Ti al Sumo Sacerdote. Y después... si quieres, conozco a uno que tiene negocios con mi padre. Es un rico mercante en pescado. Tiene una casa grande y hermosa cerca del Hípico, porque son gente recia, pero son muy buenos. Estarías mejor y te cansarías menos. Para venir hasta aquí se debe pasar también ese suburbio de Ofel, tan mal hecho y siempre lleno de burros y gente que busca pleitos."
"No, Juan, te lo agradezco. Estoy bien aquí. ¿Ves cuánta paz? Se lo dije también al otro discípulo que me proponía lo mismo. El decía que para ser mejor tenido."
"Lo decía yo para que te cansases menos."
"No me canso. Caminaré mucho y jamás me cansaré. ¿Sabes qué cosa me provoca el cansancio? La falta de amor. ¡Oh, esto es un peso! Como si llevase un peso en el corazón."
"Yo te amo, Jesús."
"Sí, y me das consuelo. Te quiero mucho, Juan; te querré siempre, porque jamás me traicionarás."
"¡Traicionarte! ¡Oh!"
"Y con todo habrá muchos que me traicionarán... Juan, escucha. Te dije que aquí me detuve para instruir a un nuevo discípulo. Es un joven judío, instruido y conocido."
"Entonces te encontrarás mejor con él que con nosotros, Maestro. Tengo gusto de que tengas a alguien que sea más capaz que nosotros."
"¿Crees tú que me costará menos trabajo?"
"¡Claro! Si es menos ignorante que nosotros, te entenderá mejor y te servirá mejor, sobre todo si te ama mejor."
EL AMOR NO ESTÁ EN PROPORCIÓN DE LA INSTRUCCIÓN,
Y NI SIQUIERA CON LA EDUCACIÓN
"Que si lo has dicho bien. Pero el amor no está en proporción de la instrucción, y ni siquiera con la educación. Uno que jamás ha amado y ama por vez primera, lo hace con toda la fuerza de ese primer amor suyo. Lo mismo sucede con el primer amor del pensamiento. El amado penetra, se imprime más en un corazón y en un pensamiento donde antes jamás había otro amor, que en aquel en quien ha habido ya otros amores. Pero Dios dispondrá. Oye, Juan. Te ruego que seas amigo suyo. Mi corazón tiembla de ponerte a ti, cordero sin trasquilar, con el experto de la vida. Pero aunque sea plácido porque sabrá que si eres cordero, eres también águila, y si el experto te quisiera hacer tocar el suelo, siempre lleno de fango, el suelo del buen sentido humano; tú en cambio con un golpe de las alas sabrás librarte y tender hacia el firmamento azul, hacia el Sol. Por eso te ruego... -conservándote cual eres- que seas amigo de mi nuevo discípulo, al que Simón Pedro no querrá mucho, ni tampoco los demás, para que le transmitas tu corazón..."
"¡Oh, Maestro! Pero... ¿no bastas Tú?"
Es una tierra sucia con aguas muertas.
Se seca con el sol del amor,
se purifica con la honestidad de pensamientos,
deseos y obras,
Se cultiva con la fe. Puedes hacerlo."
"Soy el Maestro, al que no se dirá todo. Tú eres condiscípulo, un poco más joven, con quien fácilmente se abre uno. No te digo que me repitas lo que él te diga. Odio a los espías y traidores. Pero te ruego que lo evangelices con tu fe y caridad y con tu pureza. Es una tierra sucia con aguas muertas. Se seca con el sol del amor, se purifica con la honestidad de pensamientos, deseos y obras, se cultiva con la fe. Puedes hacerlo."
"Si crees que lo pueda... ¡Oh! si Tú dice que puedo hacerlo, lo haré por amor a Ti..."
"Gracias, Juan."
JUAN ENTREGA A JESÚS LA BOLSA QUE UN NIÑO
DIO A SU MADRE (de Juan)
"Maestro, has mencionado a Simón Pedro. Y ahora me acuerdo de lo que ante todo tenía que decirte, ya que la alegría de oírte me quitó el pensamiento. Cuando regresamos a Cafarnaum después de Pentecostés encontramos al punto la acostumbrada suma de aquel desconocido. El niño la había llevado a mi madre. La entregué a Pedro y él me la dio diciendo que tomase un poco para el regreso y la permanencia en Doco, y que el resto te lo trajese a Ti, por lo que puedas necesitar... pues, Pedro también piensa que aquí no está uno cómodo... pero Tú dices que sí... Yo no tomé más que dos denarios para dos pobrecillos que encontré cerca de Efraín. Viví con lo que me dio mi madre y con lo que los buenos a quienes prediqué Tu nombre me dieron. Aquí está la bolsa."
"Mañana la distribuiremos entre los pobres. De este modo también Judas aprenderá nuestro modo."
"¿Ha venido tu primo? ¿Cómo hizo para llegar tan pronto? Estaba en Nazaret y no me dijo que partiría..."
"No. Judas es el nuevo discípulo. Es de Keriot. Tú lo viste en Pascua, aquí, la tarde en que curé a Simón. Estaba con Tomás."
"¡Ah! ¿Es él?..." Juan queda un poco cortado.
"Es él. ¿Y qué hace Tomás?"
"Obedeció tus órdenes. Dejó a Simón Cananeo y fue al encuentro de Felipe y de Bartolomé por el camino del mar."
Sois como los hijos de una familia santa,
en la que hay muchos temperamentos desiguales.
El amor os une, debe uniros el amor por motivo
de Dios."
"¡Bien! Quiero que os améis sin preferencia, os ayudéis mutuamente, os compadezcáis el uno al otro. Nadie es perfecto, Juan. Ni los jóvenes, ni los viejos. Pero si tenéis buena voluntad, llegaréis a la perfección, y lo que os faltase, supliré: Yo. Sois como los hijos de una familia santa, en la que hay muchos temperamentos desiguales. Quién es duro, quién suave, quién valiente, quien tímido, quién impulsivo y quién muy cauto. Si fueseis todos iguales, seríais una fuerza en un sólo temperamento, y una flaqueza en todos los demás. Pero así hacéis una unión perfecta, porque os completáis mutuamente. El amor os une, debe uniros el amor por motivo de Dios."
"Y por Ti, Jesús."
"La causa de Dios es primera, y después el amor hacia su Mesías."
"Yo... ¿qué cosa soy en nuestra familia?"
"Eres la paz amorosa del Mesías de Dios. ¿Estás, cansado Juan? ¿Quieres regresar? Yo me quedo a orar."
"También yo me quedo contigo a orar. Déjame que me quede contigo a orar."
"Quédate entonces."
Jesús recita algunos salmos y Juan lo sigue. Pero la voz se apaga y el apóstol se queda dormido apoyada la cabeza sobre las rodillas de Jesús, que sonríe y que extiende su manto sobre la espalda del joven y luego continúa rezando, mentalmente.
I. 408-413
A. M. D. G.