JESÚS, JUAN, SIMÓN Y JUDAS VAN A
BELÉN
#El hombre no se cura de un hábito moral, si Tú no aniquilas ese habito con tu querer santificante."
#Apoyémonos en la sabiduría del Maestro santo y en su promesa.
#¡Oh! el interesarse por la patria es una cosa santa. Pero ¿qué es, ante el Cielo eterno?
Veo, que ya al rayar el alba, Jesús está en la misma puerta con Juan y luego se le unen los discípulos Simón y Judas. Oigo que dice: "Amigos, os ruego que vengáis conmigo por la Judea, si no os cuesta mucho, sobre todo a ti, Simón."
"¿Por qué, Maestro?"
"El camino es muy duro por los montes de Judea... y tal vez será para ti más duro el que te encontrares con algunos de los que te hicieron daño."
El hombre no se cura de un hábito moral, si Tú no
aniquilas ese habito con tu querer santificante."
"Por lo que toca al camino te aseguro una vez más que después de que me sanaste soy más fuerte que un joven y no siento ninguna fatiga, por que la sufro por Ti, y ahora, contigo, menos. Por lo que toca a quien me dañó no hay más dureza de rencores y ni siquiera de sentimientos en el corazón de Simón, desde que ha pasado a ser tuyo. El odio cayó juntamente con las escamas del mal. Y no sé, créemelo, en sí has hecho un milagro mayor si al curarme la carne corroída o el alma que ardía con el rencor. Pienso que no me equivocaría si afirmase que el milagro mayor fue el del alma. Una llaga del espíritu, no se cura siempre tan fácilmente... y Tú me has curado de un golpe, aunque uno lo quiera hacer con todas las fuerzas. El hombre no se cura de un hábito moral, si Tú no aniquilas ese habito con tu querer santificante."
"No te equivocas al juzgar así."
"¿Por qué no lo haces así con todos?" pregunta Judas un poco resentido.
"Lo hace, Judas. ¿Por qué hablas así al Maestro? ¿No te sientes cambiado desde que estás con el Maestro? Ya era yo discípulo de Juan Bautista, pero me siento todo cambiado desde que Él me dijo: "Ven". " Juan generalmente nunca interviene, sobre todo si tiene que hacerlo delante del Maestro. Esta vez no sabe quedarse callado. Dulce y cariñoso ha puesto una mano sobre el brazo de Judas como para calmarlo y le habla preocupada y persuasivamente. Al caer en la cuenta en que había hablado antes que Jesús, se sonroja y dice: "Perdón, Maestro, hablé en tu lugar... pero quería... quería que Judas no te causase ningún dolor."
Pero vendrá, sí, vendrá el día en que tendréis la
Fuerza de Dios, la Gracia; tendréis la Sabiduría
con su Espíritu... Entonces podréis juzgar
justamente."
"Bien, Juan. No me ha causado ninguna pena como discípulo. Cuando lo sea, si entonces continúa en su modo de pensar, me causará dolor. Tan sólo me da tristeza el ver cómo el hombre es corrompido por Satanás, que le hace perder el pensamiento. A todos, oíd, a todos, os ha perturbado el pensamiento. Pero vendrá, sí, vendrá el día en que tendréis la Fuerza de Dios, la Gracia; tendréis la Sabiduría con su Espíritu... Entonces podréis juzgar justamente."
"¿Y todos podremos juzgar justamente?"
"No, Judas."
"¿Pero hablas de nosotros, los discípulos, o de todos los hombres?"
"Hablo refiriéndome primero a vosotros, y después a los demás. Cuando llegará la hora, el Maestro instituirá discípulos y los mandará por el mundo..."
"¿No lo estás haciendo ya?"
"Por ahora no os empleo más que para que digáis: "Está el Mesías. Venid a Él". Entonces os haré capaces de que prediquéis en mi nombre, que hagáis milagros en mi nombre..."
"¡Oh! ¡Cómo nos admirarán!" Judas está feliz ante esta idea.
"No estaremos entonces más con el Maestro, y... yo tendré temor de hacer lo que es de Dios a mi manera de hombre" dice Juan y mira pensativamente y hasta con un dejo de tristeza a Jesús.
"Juan, si el Maestro permite, me gustaría decirte lo que pienso" dice Simón.
Díselo a Juan. Deseo que mutuamente os aconsejéis."
"¿Sabes ya que es un consejo?"
Jesús sonríe y calla.
Apoyémonos en la sabiduría del Maestro santo
y en su promesa.
"Pues bien, te digo entonces, Juan, que no debes y que no debemos temer. Apoyémonos en la sabiduría del Maestro santo y en su promesa. Si Él dice: "Os enviaré", señal es de que sabe poder mandarnos sin que se dañe a Sí mismo ni a nosotros, en otras palabras, a la causa de Dios que nos es querida como una esposa con la que acabamos de casarnos. Si el promete vestir nuestra miseria intelectual y espiritual con los rayos de la potencia que el Padre le da para nosotros, debemos de estar seguros que lo hará y que podremos, no por nosotros, sino por su misericordia. Seguramente que todo esto será así si no introducimos el orgullo, el deseo humano en nuestro obrar. Pienso que si corrompemos nuestra misión, que es del todo espiritual, con elementos que son terrestres, entonces la promesa de Cristo valdrá menos, no por incapacidad suya, sino porque habremos estrangulado tal capacidad con la soga de la soberbia. No sé si me explico bien."
"Lo has hecho muy bien. Me había equivocado. Pero sabes... pienso que en el fondo, desear ser admirados como discípulos del Mesías, que somos suyos a tal punto de hacer lo que El hace, provenga de un deseo de aumentar más la figura potente de Él entre el pueblo. ¡Alabanzas al Maestro, que tiene tales discípulos! Esto es lo que quería decir yo" le dice Judas.
¡Oh! el interesarse por la patria es una cosa santa.
¿Pero qué es, ante el Cielo eterno?
"No es todos error lo que dices. Pero... mira, Judas. Provengo de una casta que es perseguida por... por haber entendido mal qué cosa es y cómo deba de ser el Mesías. Sí. Si lo hubiésemos esperado con una justa visión de su ser, no habríamos podido caer en errores que son blasfemias a la verdad y rebelión contra la ley de Roma; por lo cual tanto Dios como Roma nos han castigado. Hemos querido ver en el Mesías a un conquistador y a un libertador de Israel, a un nuevo Macabeo, y más grande que el héroe Judas... Esto solo... y... ¿por qué? Porque cuidábamos más de los intereses nuestros, de la Patria y de los ciudadanos, que de Dios. ¡Oh! el interesarse por la patria es una cosa santa. ¿Pero qué es, ante el Cielo eterno?
¡Cuánto he pensado y he visto! He visto... la figura
verdadera del espíritu, la tuya, Maestro y Rey del
espíritu, la tuya, ¡oh Mesías! Hijo del Padre,
que llevas al Padre y no a los palacios de polvo,
no a las deidades de fango...
Primero, en las horas largas de persecución y después de separación cuando fugitivo me escondía en las cuevas de las bestias salvajes, condividía con ellas el lecho y la comida, para escapar de la fuerza romana y sobre todo de las delaciones de falsos amigos; o también cuando en espera de la muerte, gustaba ya el olor del sepulcro en mi cueva de leproso... ¡Cuánto he pensado y he visto! He visto... la figura verdadera del espíritu, la tuya, Maestro y Rey del espíritu, la tuya, ¡oh Mesías! Hijo del Padre, que llevas al Padre y no a los palacios de polvo, no a las deidades de fango... ¡Tú, Oh! me es fácil seguirte... Perdona mi entusiasmo justo que se explaya de este modo, porque te veo como te he imaginado, te reconozco, al punto te reconocí. Sí, no se trataba de que te conociese a Ti, sino de que reconociese a uno a quien ya el alma había conocido..."
"Por esto te llamé... y por esto te llevo conmigo,
ahora en este mi primer viaje a Judea. Quiero que
sepan cómo su Maestro ha llegado a esta hora...
Después entenderéis. Pero henos aquí a la vista
de la Torre de David.
La Puerta Oriental está cerca."
"Por esto te llamé... y por esto te llevo conmigo, ahora en este mi primer viaje a Judea. Quiero que completes el reconocimiento... y quiero que también estos, a los que la edad no los hace así capaces de llegar a la verdad por medio de una meditación constante, sepan cómo su Maestro ha llegado a esta hora... Después entenderéis. Pero henos aquí a la vista de la Torre de David. La Puerta Oriental está cerca."
"¿Salimos por ella?"
Primero vamos a Belén. Nací allí... Es bueno
que lo sepáis para que lo digáis a los demás.
También esto entra en el conocimiento
del Mesías y de la Escritura.
Encontraréis las profecías escritas en las cosas
con voces que no pertenecen ya más a la profecía
sino a la historia.
"Sí, Judas. Primero vamos a Belén. Nací allí... Es bueno que lo sepáis para que lo digáis a los demás. También esto entra en el conocimiento del Mesías y de la Escritura. Encontraréis las profecías escritas en las cosas con voces que no pertenecen ya más a la profecía sino a la historia. Demos vuelta por las casas de Herodes..."
"La vieja zorra malvada y lujuriosa."
"No juzguéis. Es Dios quien juzga. Vayamos por aquella vereda, entre las hortalizas. Nos cobijaremos bajo la sombra de un árbol, cerca de algún hospitalario lugar, hasta que el sol deje de quemar. Después proseguiremos el camino."
I. 418-421
A. M. D. G.