JESÚS EN EL ALBERGUE DE BELÉN.
#Predicación en las ruinas de la casa de Anna
#Yo soy la Verdad y no amo la mentira en Mí, ni a mí alrededor
#Se dirigen al albergue de Belén
#Piden informes sobre los habitantes del tiempo de Jesús
#El fondero les recuerda cuando María y José vinieron a pedirle hospedaje y él no se los dio
#Jesús quiere ver los lugares de la matazón
#Jesús habla a las gentes de Belén
#"¡Hombres de Judá! ¡Hombres de Belén, escuchadme!
#el sollozo de la antigua Raquel nuevamente se escucha
#los soldados acuden y se abren paso con sus lanzas.
DE LA CASA DE ANNA
Son las primeras horas de una brillante mañana de verano. El cielo se pinta de rosa en algunas nubecillas que parecen deshilarse entre garzas perdidas en una alfombra de turquesas. Se oye todo un cantar de pájaros ebrios de luz... Pájaros, merlos, y petirrojos que trinan, charlan, pelean por un pedacito de rama, por un gusano, por una pajita que quieren llevar al nido, ponérselo en el cuello y transportarlo a donde están los polluelos. De lo alto del cielo las golondrinas asaetean el riachuelo para mojarse el blanco pecho rematado en café; y cuando se han refrescado y han cogido la mosca que todavía dormía sobre el tallo de alguna flor, rasgan el aire hacia arriba con el pico que parece un puñal bruñido, charlando alegremente.
Dos herrerillos de plumaje sedoso-ceniciento, graciosos pasean como dos damitas a lo largo de la ribera del riachuelo con la cola adornada de sutiles encajes negros en alto. Se miran en el agua, ven que son hermosas, vuelven a pasear en medio de las burlas de un merlo que les chifla, con su pico largo amarillo, un verdadero ladronzuelo del bosque. Dentro del ramaje de un manzano silvestre, que cerca de las ruinas se yergue solitario, una ruiseñora llama insistentemente a su compañero y calla sólo cuando ve que regresa con un gusano que se retuerce en el pico. Dos palomos de los que viven en las torres, y que tal vez se han escapado de una jaula y han elegido vivir libres entre las hendiduras del torreón en ruinas, se entregan a sus expansiones; él se acerca seductor, ella púdica lanza su gemido.
Jesús, con los brazos cruzados sobre el pecho, contempla a todas estas alegres creaturas y sonríe.
"¿Tan pronto, Maestro?" pregunta Simón a sus espaldas.
"Sí. ¿Todavía están durmiendo los otros?"
"Todavía."
"Son jóvenes... Me he bañado en el río... Es agua fresca que despeja la mente."
"Ahora voy yo."
Mientras Simón, que lleva sólo un túnica corta, se asea y luego se pone los demás vestidos, sacan la cabeza Judas y Juan.
"Dios te guarde, Maestro. ¿Estamos retrasados?"
"No. Apenas amanece. Pero apresurémonos que nos vamos."
Los dos se lavan y luego se ponen la túnica y el manto.
Antes de que se pongan en camino, Jesús arranca unas florecillas que han brotado entre las hendiduras de dos piedras y las echa en una cajita de madera en que hay otras cosas que no puedo ver bien. Da la razón. "Las llevaré a mi madre. Le gustarán... ¡Vámonos!"
"A dónde, Maestro?"
"A Belén."
"¿De veras? Me parece que no nos sopla un buen aire..."
"No importa. Vayamos. Quiero que veáis a donde bajaron los Magos y donde estaba Yo."
JUDAS ACONSEJA A JESÚS CÓMO HAN DE ENTRAR
EN BELÉN.
¡TENGO EL SENTIDO PRÁCTICO! DICE JUDAS
...PERO PROCURA QUE NO EXCEDA AL OTRO SENTIDO.
AL SENTIDO ESPIRITUAL, DICE JESÚS
"Si es así, Maestro, perdona y permite que te hable. Hagamos una cosa. En Belén, en el albergue, permite que sea yo el que hable y pregunte. En Judea no hay mucho cariño para los galileos. Y mucho menos aquí. Hagamos así: Tú y Juan parecéis galileos aun por el vestido. Muy sencillo... Y luego... ¡esos cabellos! ¿Por qué os gusta tenerlos tan largos?... Simón y yo os damos nuestro manto y vosotros tomad el nuestro. Tú, Simón, dalo a Juan; Yo, al Maestro. Así... así... ¿Ves?... Al punto pareceréis un tanto judíos. Ahora esto." Se quita el capucho; una tira de tela con listas amarilla, cafés, rojas y verdes, como el manto, que se intercambian, que se sujeta con un cordón amarillo, y lo pone en la cabeza de Jesús, y se lo acomoda a las mejillas para que oculte los largos cabellos rubios. Juan se pone el verde oscuro de Simón. "¡Ah! ¡Ahora está mejor! ¡Tengo el sentido práctico!"
"Sí, es cierto, Judas, tienes el sentido práctico, no hay duda... pero procura que no exceda al otro sentido."
"¿A cual, Maestro?"
"Al sentido espiritual."
"Lo haré. Pero en ciertos casos es mejor saber comportarse como políticos más que como diplomáticos. Escucha... no te enojes... es por tu bien... no me desmientas si digo cosas... cosas... que no son verdaderas."
YO SOY LA VERDAD Y NO AMO LA MENTIRA EN MÍ,
NI ALREDEDOR DE MÍ.
"¿Qué quieres dar a entender? ¿Por qué mentir? Yo soy la verdad y no amo la mentira ni en Mí, ni alrededor de Mí."
"Pero... no diré más que mentiras a medias. Diré que nosotros regresamos de lugares lejanos, por ejemplo de Egipto, y que deseamos tener noticias de amigos queridos. Diré que somos judíos que regresamos de un destierro... En el fondo, hay un poco de verdad... por otra parte soy yo el que habla... mentira más, mentira menos..."
"Pero... Judas... ¿Por qué engañar?"
"¡No te preocupes Maestro! El mundo se gobierna con mentiras. Son necesarias algunas veces. Bueno para contentarte diré sólo que venimos de lejos y que somos judíos. Esto es verdad en el 75 por ciento. Y ¡tú Juan no abras para nada tu boca! Nos traicionarías."
"No diré nada."
"Después... si las cosas van bien... diremos lo que falta. Pero no me lo espero... soy astuto, y las tomo al vuelo."
"Ya lo veo, Judas. Más me gustaría que fueses sencillo."
"Sirve muy poco. En tu grupo seré quien tome las misiones difíciles."
"Déjame que yo me las entienda."
Jesús no lo desea mucho, pero cede.
SE DIRIGEN AL ALBERGUE DE BELÉN
Se ponen en camino. Dan vuelta por las ruinas, pasan una gran muralla sin ventanas, más allá de las cuales se ve el montón de camellos y dromedarios y se oye el desordenado rebuznar, mugir, relinchar y balar de animales. La muralla forma un ángulo. Dan vuelta y helos aquí en la plaza de Belén. El tanque del agua está en el centro de la plaza, de forma irregular pero diferente en la parte que da al albergue, donde estaba la casita, que cuando viene a mi mente la veo plateada bajo los rayos de la estrella. Pero la casita es ahora un montón de ruinas. Tan sólo queda en pie la escalera con su pequeño balcón. Jesús mira y da un suspiro.
La plaza está llena de gente alrededor de los vendedores de alimentos, utensilios, telas, etc. que han extendido sobre esteras o bien, puesto en canastas sus mercancías sobre el suelo y sentados en cuclillas cerca de sus mercancías, a no ser que tengan que gritar y vociferar con algún marchante injusto, se ponen de pie.
"Es día de mercado" dice Simón.
La puerta, mejor dicho, el portón del albergue está quitado y sale por allí una hilera de asnos cargados con mercancías.
Judas es el primero en entrar, mira alrededor altanero y agarra a un mozo de pequeña estatura, sucio y sin vestidos, esto es, tiene puesto tan sólo un camisón sin mangas y que le llega hasta las rodillas. "¡Mozo!" grita ¡El patrón! ¡Pronto! ¡Ve rápido, que no estoy acostumbrado a esperar!"
El muchacho por ir presto tira una escoba de varas.
"¡Pero Judas! ¡Qué modales!"
"Silencio, Maestro. Déjame que yo me las entienda. Nos deben creer ricos y de ciudad".
El patrón viene corriendo y se deshace en inclinaciones delante de Judas, que se ve majestuoso con el manto rojo acerino de Jesús y su rica vestidura de oro pálido con rayas y franjas.
PIDEN INFORMES SOBRE LOS HABITANTES
DEL TIEMPO DE JESÚS
"Vinimos nosotros de lejos, somos judíos de la comunidad asiática. Este betlemita de nacimiento, perseguido, busca a sus queridos amigos de aquí. Y nosotros con Él, vinimos desde Jerusalén, donde hemos adorado al Altísimo en su Casa. ¿Puedes darnos informes?"
"Señor, soy tu siervo... para servirte. Ordena".
"Queremos tener noticias de muchos, pero sobre todo de Anna, la mujer que habitaba frente al albergue".
"¡Oh! ¡Desgraciada! No encontrarás a Anna sino en el seno de Abrahán y a sus hijos con ella".
"¿Muerta?... ¿Por qué?"
"¿No sabéis nada de la matanza de Herodes? Todo el mundo habló de él y hasta César lo declaró: "cerdo que se alimenta de sangre". ¡Bah! ¡Qué he dicho! ¡No me denuncies! ¿eres en realidad judío?"
"He aquí la señal de mi tribu. Así, pues, habla."
"A Anna la mataron los soldados de Herodes con todos sus hijos, menos a una".
"¿Pero por qué?...¡Era muy buena!"
"¿La conociste?"
"¡Vamos!, que sí". Judas miente descaradamente.
"La mataron porque dio hospitalidad a los que se decían ser padre y madre del Mesías... Ven aquí, a esta habitación... Las paredes tienen oídos, y... hablar de ciertas cosas... es peligroso".
Entran en una habitacioncilla pequeña y baja. Se sientan sobre un diván.
EL FONDERO LES RECUERDA CUANDO MARÍA
Y JOSÉ VINIERON
A PEDIRLE HOSPEDAJE Y ÉL NO SE LOS DIO
"¡Ea... he tenido buen olfato! ¡No soy fondero para nada! Nací aquí, hijo de los hijos de fonderos. Tengo la malicia en la sangre. No los quise. Tal vez un rinconcillo les habría encontrado. Pero... galileos, pobres, desconocidos, ¡eh! ¡A Ezequías no se engaña! Y luego... veía... veía... que eran diferentes... aquella mujer... de esos ojos... un cierto... no, no.. debía de tener el demonio dentro de sí y que le hablaba. Y lo trajo aquí, no a mí sino a la ciudad. Anna era más inocente que una ovejilla, y los hospedó por unos cuantos días, ya con el Niño. Decían que era el Mesías... ¡Oh! Cuánto dinero gané en aquellos días. ¡Qué censo ni qué nada! Venían aún aquellos que no tenían que venir. Venían desde las Playas del mar, hasta de Egipto, para ver... ¡y eso por meses! ¡Qué ganancias tuve!... Al fin vinieron tres Reyes, tres poderosos, tres magos... ¡qué sé yo! ¡Un cortejo que no acababa nunca! Me rentaron todas las habitaciones y me compraron en oro tanto heno como para todo un mes, y al día siguiente se fueron dejando todo allí. Y ¡qué regalos hicieron a los pastores y a las mujeres! ¡También a mí! ¡Oh, yo no puedo decir sino bien del Mesías verdadero o falso que haya sido! Me permitió ganar dinero a montones. No he tenido ningún desastre. Ni siquiera muertos, porque apenas me había casado. Así pues... pero... ¡los demás!"
JESÚS QUIERE VER LOS LUGARES DE LA MATAZÓN
"Querríamos ver los lugares de la matazón".
"¿Los lugares?... Pero si todas las casas fueron lugares de matanza. Fueron muertos por millares alrededor de Belén. Venid conmigo".
Suben por una escalera, llegan a una gran terraza. De lo alto se ven grandes terrenos y toda Belén extendida como un abanico abierto sobre sus colinas.
"¿Veis aquellos sitios en ruinas? Allí ardieron también las casas porque los padres defendieron a sus hijos con las armas. ¿Veis aquello como pozo cubierto de hierba?... Son los restos de la sinagoga. Fue quemada junto con el arquisinagogo que aseguraba que aquel era el Mesías. La quemaron los que quedaron, enloquecidos con la matanza de sus hijos. Tuvimos trabajos, después... allá... ¿veis aquellos sepulcros? Son los de las víctimas... parecen ovejitas esparcidas entre lo verde, vistas de lejos... ¿Veis aquel tanque de agua? El agua estaba roja después que los sicarios lavaron sus armas y sus manos en ella. Y ¿habéis visto aquel río?... Iba enrojecido con la sangre que recogía de las cloacas... Y allí, exactamente, enfrente de mí es lo único que queda de Anna.
Jesús llora.
"¿La conocías mucho?"
Responde Judas: "Era como una hermana para con su Madre, ¿o no es así, amigo mío?"
Jesús responde solo: "Sí"
"Lo comprendo" dice el fondero y queda pensativo.
Jesús se inclina a hablar quedo con Judas.
"Mi amigo querría ir a aquellas ruinas" dice Judas.
"¡Que vaya! ¡Pertenecen a todos!".
Bajan, saludan y se van. El fondero queda desilusionado. Tal vez esperaba alguna ganancia.
Atraviesan la plaza. Suben por la escalera que es lo único que está en pie.
"Por aquí" dice Jesús, "mi Madre me hizo saludar a los Magos y por aquí bajamos para ir a Egipto".
Hay gente que mira a los cuatro en las ruinas. Uno pregunta: "¿Parientes de la muerta?"
JESÚS HABLA A LAS GENTES DE BELÉN
"Amigos".
Una mujer grita: "No hagáis mal, por lo menos vosotros, a la muerta, como le hicieron sus enemigos mientras vivía, y después escaparon salvos."
Jesús está de pie en el balconcillo de espaldas al pequeño muro bajo y en alto sobre la plaza como unos dos metros. Detrás de Él no hay nada, lo que hace que el sol al iluminarlo haga resaltar más su vestidura de lino blanquísimo que es todo lo que tiene porque el manto resbalándose por su espalda, está a sus pies como un pedestal multicolor. Atrás el fondo verde y desaliñado de lo que fuera jardín y campo de Anna, ahora lleno de arbustos y de ruinas.
Jesús extiende los brazos. Judas que ve el gesto, dice: "¡No hables! ¡Sé prudente!"
¡HOMBRES DE BELÉN, ESCUCHADME!
Pero Jesús llena la plaza con su fuerte voz: "¡Hombres de Judá! ¡Hombres de Belén, escuchadme! ¡Oídme, vosotras, mujeres de la sagrada tierra de Belén! Oíd a uno que viene de David, que sufrió persecuciones, que honrándose con hablaros, lo hace para daros luz y consuelo. Escuchadme."
La multitud deja de hablar, de pelear, comprar y se amontona.
"Es un Rabí."
"Ciertamente que viene de Jerusalén."
"¿Quién es?"
"¡Qué hermoso es!"
"¡Qué voz!"
"¡Qué ademanes!"
"¡Y si es de la descendencia de David!"
"¡Entonces es nuestro!"
"¡Oigamos! ¡Oigamos!"
Toda la plaza está hacia la escalerilla que parece púlpito.
"Está dicho en el Génesis: "Pondré enemistades entre ti y la Mujer... Ella te aplastará la cabeza y tú estarás al acecho de su calcañal!..." Y también está dicho: "Multiplicaré tus sufrimientos y tus partos... y la tierra producirá cardos y espinas." Tal es la condenación del hombre, de la mujer y de la serpiente.
EL SOLLOZO DE LA ANTIGUA RAQUEL
NUEVAMENTE SE ESCUCHA
De lejanas tierras he venido a venerar la tumba de Raquel, he oído en el viento de la tarde, en el rocío de la noche, en el canto matutino del ruiseñor, que el sollozo de la antigua Raquel nuevamente se escucha, que se repite de boca en boca de las madres betlemitas en medio de los sepulcros, o en medio de sus corazones. Y he escuchado el bramido de dolor de Jacob en el dolor de los esposos viudos que están sin mujer, porque el dolor las ha matado... juntamente con vosotros lloro. Pero oíd, hermanos de la tierra mía. Belén, tierra bendita, la más pequeña de entre las ciudades de Judá, pero la mayor ante los ojos de Dios y del linaje humano, porque siendo la cuna del Salvador, como dice Miqueas por esta razón, por haber sido destinada a ser el tabernáculo en que reposaría la Gloria de Dios, el Fuego de Dios, su Amor Encarnado, Satanás desencadenó su odio.
"Pondré enemistades entre Ti y la Mujer. Te tendrá bajo su pie y tú tratarás de morder su calcañal". ¿Qué enemistad más grande puede haber que la que tiene por objeto los hijos que son el corazón del corazón de la mujer? ¿Y qué pie puede ser más fuerte que el de la Madre del Salvador? Por esta razón fue natural la venganza de Satanás vencido, el cual no atacó el calcañal de las madres sino el corazón de ellas.
¡Oh! ¡Los dolores de parto se multiplicaron al perderlos! ¡Oh, terribles cardos que después de haber sembrado y sudado por los hijos, son ahora padres sin prole! Pero ¡regocíjate, Belén! Tu sangre pura, la sangre de los inocentes, ha servido de antorcha y púrpura al Mesías..."
La multitud que poco a poco ha venido comentando entre rumores lo que Jesús dijo al mencionar al Salvador, y después a la Madre de Él, ahora da indicios de mayor agitación.
"¡Calla, Maestro!" dice Judas. "¡Vámonos!"
Pero Jesús no le hace caso. Continúa: "... al Mesías que salvó la Gracia de Dios Padre de los tiranos para conservarlo al pueblo para la salvación del mismo y ..."
Se oye una voz chillona de mujer: "¡Cinco, cinco, había yo parido y ninguno de ellos está en mi casa! ¡Desgraciada de mí!" histéricamente grita.
Es el principio de la gritería.
Otra mujer se arroja al polvo y desgarrando sus vestidos, muestra una teta mutilada sin el pezón y grita: "¡Aquí, aquí en esta teta me degollaron a mi primogénito! La espada le partió la cara juntamente con mi pezón. ¡Oh, Eliseo mío!"
"¿Yo?... ¿Y yo?... He ahí mi palacio. Tres tumbas en una, que el padre vigila. Marido e hijos juntamente. Si, Si... Si existe el Salvador que me devuelva a mis hijos, a mi esposo y me salve de la desesperación, ¡que me salve Belzebú!"
Todos a una gritan: "A nuestros hijos, a nuestros hijos, a nuestros maridos y padres, ¡que nos los devuelva si existe!"
GUSTOSO DEVOLVERÍA A LA CARNE, TAMBIÉN LA CARNE,
ES DECIR, LOS HIJOS
PERO YO OS DIGO: SED BUENOS, RESIGNAOS,
PERDONAD...PORQUE EL MESÍAS VA A ABRIR PRONTO LA
PUERTA DEL CIELO...
Jesús agita los brazos para imponer silencio. "Hermanos de la misma tierra: gustoso devolvería a la carne, también la carne, es decir, los hijos. Pero Yo os digo: sed buenos, resignaos, perdonad, esperad y alegraos con la esperanza, regocijaos con la seguridad de que pronto volveréis a tener a vuestros hijos, ángeles en el cielo, porque el Mesías va a abrir pronto la puerta del Cielo, y si fuereis justos la muerte será vida que viene y amor que regresa..."
"¡Ah!... ¿Eres Tú el Mesías?...¡En nombre de Dios dilo!"
Jesús baja los brazos con un ademán tan dulce y calmado que parece un abrazo y dice: "Lo soy."
"¡Lárgate! ¡Lárgate!... Entonces... ¡Tú tienes la culpa!"
Vuela una piedra entre silbidos e insultos.
Judas tiene un bello gesto... ¡Si así hubiese sido siempre! Se interpone ante el Maestro, que está de pie sobre la pared pequeña, con el manto desplegado, y sin miedo alguno recibe las pedradas. La sangre le corre. Grita a Juan y a Simón: "Llevaos a Jesús dentro de aquellos árboles, yo después iré. ¡Id, en nombre del Cielo!" Y a la multitud le grita: "¡Perros rabiosos! Soy del Templo y al Templo y a Roma os denunciaré."
LOS SOLDADOS ACUDEN Y SE ABREN PASO
CON SUS LANZAS
La multitud siente por un momento temor. Pero luego torna otra vez a las piedras, que por fortuna no le atinan. Impertérrito Judas las recibe, y con injurias responde a las maldiciones de la multitud. Aún más, coge a vuelo una piedra y la avienta a la cabeza de un viejecillo que grita como una garza desplumada viva, y como tratan de atacar la escalerilla, rápido toma una rama seca que está en el suelo (ahora ya bajó de la pared pequeña) y le da vueltas sin piedad contra las espaldas, cabezas y manos, hasta que los soldados acuden y se abren paso con sus lanzas.
"¿Quién eres? ¿Por qué esta riña?"
"Un judío asaltado por estos plebeyos. Estaba conmigo un Rabí a quien los sacerdotes conocen. Hablaba a estos perros. Se han desencadenado y nos han atacado."
"¿Quién eres?"
"Judas de Keriot, que pertenecía al Templo, pero ahora es discípulos del Rabí Jesús de Galilea. Soy amigo de Simón el Fariseo, de Yocana el Saduceo, de José de Arimatea, consejero del Sanedrín y en resumidas cuentas, esto lo puedes comprobar con Eleazar ben Anna, el gran amigo del Procónsul."
"Lo verificaré. ¿A dónde vas?"
"Con mi amigo a Keriot y después a Jerusalén."
"Ve. Te guardaremos las espaldas."
Judas da al soldado unas monedas. Debe ser cosa ilícita... pero usual, porque el soldado las toma pronto y circunspecto saluda y sonríe. Judas salta, y va brincando por el inculto campo, hasta llegar a sus compañeros.
"¿Estás muy herido?"
"Cosa de nada, Maestro. Y... ¡Por Ti!... Pero también yo se las di. Debo estar manchado todo de sangre..."
"Sí, en la mejilla. Aquí hay un hilillo de agua."
Juan moja un pedazo de tela y lava la mejilla de Judas.
"Me desagrada, Judas... Pero mira... decir también a ellos que uno es judío, según tu sentido práctico..."
"Son unos brutos. Espero que te habrás convencido, Maestro, y que no insistirás."
CUANDO NO SE NOS QUIERA, NO SE MALDICE Y
LO MEJOR ES RETIRARSE UNO ROGANDO POR LAS
MULTITUDES QUE MUEREN DE HAMBRE
Y QUE NO VEN EL PAN.
"¡Oh, no!... No por miedo, sino porque por ahora es inútil. Cuando no se nos quiera, no se maldice y lo mejor es retirarse uno rogando por las multitudes que mueren de hambre y que no ven el Pan. Vámonos por este camino retirado. Creo que por aquí se puede tomar el camino que lleva a Hebrón... Pastores sí encontraremos."
"¿Para que nos den otra apedreada?"
"¡No! Para decirles: "Yo soy." "
"¡Ah! Entonces... si que nos darán de palos. ¡Treinta años hace que por tu causa padecen...!"
"Veremos."
Y se internan en un bosque tupido, sombrío y fresco. Los pierdo de vista.
II. 433-442
A. M. D. G.