JESÚS EN KERIOT.
MUERTE DEL VIEJO SAÚL
#Jesús con Judas, Simón y Juan en Keriot
#Le regalan a Jesús un par de sandalias y un vestido
#Van a la casa de Judas en una carreta. In viejo imponente hecha un discurso
#Jesús se dirige a la sinagoga de Keriot a hablar al pueblo
#La construcción del Templo de Dios en vosotros
#Dios, dice David, ha elegido a uno que es suyo...
#El Maestro, el Mesías, el Rey del Israel eterno, del pueblo eterno de Dios os está llamando
#Un viejo llamado Saúl habla con Jesús
#El viejo Saúl muere en los brazos de Jesús
Tengo la impresión de que la parte más áspera, o sea la garganta más estrecha de las montañas de Judea, esté entre Hebrón y Yutta. Pero podría también engañarme, y podría ser esto un valle más ancho y extenso que descubre horizontes más amplios, en donde hay montes aislado pero ya no es cordillera. Es la primera vez que la veo y no la conozco bien. Por los campos bien labrados, aunque no extensos se ve la cebada, el centeno y también los viñedos en las partes donde da más el sol. Después bosques hermosos en la parte más alta con pinos y abetos, y otros árboles propios de la selva... un camino regular, introduce a un pequeño poblado.
JESÚS CON JUDAS, SIMÓN Y JUAN EN KERIOT
"Este es el suburbio de Keriot. Te ruego que vengas a mi casa de campo. Mi madre allí te espera, Después vamos a Keriot" dice Judas que apenas si las tiene todas consigo. Está muy agitado.
No había dicho que ahora tan sólo vienen Jesús con Judas, Simón y Juan. No vienen ya los pastores. Probablemente se quedaron en los pastizales de Hebrón o bien regresaron en dirección de Belén.
"Como tú quieras, Judas. Pero podríamos detenernos también aquí para conocer a tu madre."
"¡Oh! ¡No! Es una choza. Mi madre viene cuando es la cosecha. Pero después queda en Keriot. ¿No quieres que te vea mi ciudad? ¿No quieres traer a ella tu luz?"
"Sí que quiero, Judas. Pero sabes que no me preocupa la vileza del lugar que me hospeda."
"Pero ahora eres mi huésped... y Judas sabe dar hospitalidad."
Caminan todavía algunos metros entre las casitas desparramadas por la campiña y mujeres y hombres sacan la cabeza. A nadie engaña el que se trata de una curiosidad despertada. Judas debe de haber dado un grito de atención.
"He aquí mi pobre casa. Perdona su pobreza."
Pero la casa no es choza: es un cubo de un solo piso, extenso y bien cuidado, en medio de un jardín frondoso y bien cultivado. Una vereda privada, muy limpia, parte del camino a la casa.
"¿Me permites que vaya delante, Maestro?"
"Ve, si quieres."
Judas va.
"Maestro: Judas ha preparado una gran cosa" dice Simón. "Me lo sospechaba, pero ahora me convenzo. Tú dices, Maestro, y dices bien: espíritu... espíritu... pero él... él no entiende así. Jamás te entenderá... o muy tarde" corrige, para no disgustar a Jesús.
Jesús da un suspiro y calla.
LA MADRE DE JUDAS SALUDA A JESÚS
ES TU HERMANA... EN EL AMOR Y EN EL DESTINO
DOLOROSO DE MADRE DE LOS SEÑALADOS
Judas sale con una mujer como de unos cincuenta años. Más bien es alta, no tanto como el hijo, a quien dio sus ojos negros y su abundante cabello. Pero los ojos de ella son suaves, más bien tristes, mientras que los de Judas son imperiosos astutos.
"Te saludo, Rey de Israel" dice postrándose con un verdadero saludo de súbdita. "Haz el favor de que tu sierva te de hospitalidad."
"La paz sea contigo mujer. Dios sea contigo y con tu hijo."
"¡Oh, sí! ¿Con mi hijo!" Es más bien un suspiro que una respuesta.
"Levántate, madre. Tengo también Yo Madre y no puedo permitir que me beses los pies. En nombre de mi Madre te beso, mujer. Es tu hermana... en el amor y en el destino doloroso de madre de los señalados."
"¿Qué quieres decir, Mesías?" pregunta Judas, un poco inquieto.
Pero Jesús no responde. Está abrazando a la mujer que ha levantado cariñosamente del suelo y a quien besa en las mejillas. Y luego de la mano con ella, va a la casa.
Entran en una habitación fresca a la que hacen sombra ligeros festones. A la mano hay bebidas y frutas secas. Pero antes, la madre de Judas llama a una sierva para que traiga agua y toallas, y quiere quitar las sandalias a Jesús para lavarle los pies llenos de polvo, pero Jesús se opone.
LE REGALAN A JESÚS UN PAR DE SANDALIAS
Y UN VESTIDO
"No, madre, la madre es una creatura muy santa, sobre todo cuando es honrada y buena como tú lo eres, para permitir que lo hagas como una esclava."
La madre mira a Judas... con una mirada extraña, y luego se va. Jesús se ha refrescado. Cuando está a punto de ponerse las sandalias, la mujer regresa con un par nuevo.
"Mira estas, Mesías nuestro. Creo que las hice bien... así como quería Judas... El me dijo: "Un poco más grandes que las mías pero igual de anchas"."
"¿Por qué, Judas?"
"¿No quieres permitirme que te haga un regalo? ¿No eres mi Rey y mi Dios?"
"Sí, Judas, pero no debías de haber dado tanta molestia a tu madre. Tú sabes cómo soy Yo..."
"Lo sé. Eres Santo. Pero debes aparecer un Rey Santo. Así es como se debe ser. En el mundo en que nueve de cada diez, está compuesto de tontos, es menester imponerse con la presencia. Yo lo sé."
Jesús se ha amarrado las sandalias nuevas de piel roja con la correas perforadas, que van desde el empeine hasta las pantorrillas. Mucho más hermosas que las sencillas sandalias de obrero y semejantes a las de Judas que son como zapatos de los que apenas si se le ve algo del pie.
"También el vestido, Rey mío. Lo tenía preparado para mi Judas... pero... él te lo regala. Es de lino fresco y nuevo. Permite que una madre te vista... como si fuese su hijo."
Jesús se vuelve a mirar a Judas... pero no contradice. Se suelta en el cuello la cinta y cae la amplia túnica, quedando con la túnica breve. La mujer le pone el vestido nuevo y le ofrece un cinturón que una faja muy rica, de la que sale un cordón que termina con muchísimo hilos. Sin duda Jesús se sentirá bien, con los vestidos frescos y sin polvo. Pero no parece que esté muy contento. Entre tanto los otros por su parte se han aseado.
"Ven, Maestro. Son de mi pobre huerta, y este es el jugo de manzanas cocidas que mi madre prepara. Tú, Simón, tal vez te guste más este vino blanco. Toma. Es de mi viñedo. Y ¿tú, Juan?... ¿Como el Maestro?" Judas está feliz en poder usar los hermosos vasos de plata y en poder mostrar que es alguien que puede.
La madre habla poco. Mira... mira... mira a su Judas... pero mucho más a Jesús... y cuando Jesús, antes de comer, le ofrece la fruta más hermosa (me parece que son duraznos muy grandes, de color rosado, pero no manzanas) y le dice: "Primero es la madre" una lágrima como una perla asoma a sus ojos.
YO HE VIVIDO AQUÍ Y NO SÉ... NO SÉ LAS COSTUMBRES
DE LOS REYES
¿QUÉ COSTUMBRES, MUJER? ¿QUÉ REYES? DICE JESÚS
"¿Mamá, todo lo demás está pronto?" pregunta Judas.
"Sí, hijo mío. Creo que todo lo he hecho bien. Yo he vivido siempre aquí y no sé... no sé las costumbres de los reyes."
"¿Qué costumbres, mujer? ¿Qué reyes? Pero... ¿qué has hecho Judas?"
"¿Pero no eres Tú el Rey prometido a Israel? Es hora que el mundo te salude como a tal, lo que debe suceder por vez primera aquí, en mi ciudad y en mi casa. Y te venero como a tal. Por el amor que me tienes, respeto tu nombre de Mesías, de Rey que los Profetas por orden de Yeové te dieron, no me desmientas."
JESÚS, PARA DESENGAÑAR A JUDAS, LE EXPLICA EN
QUE VA A CONSISTIR SU VIDA Y COMO VA A MORIR
JESÚS LE ACONSEJA QUE SE VAYA
"Mujer, amigos, un momento. Debo hablar con Judas. Debo darle órdenes precisas."
La madre y los discípulos se retiran.
"Judas ¿qué has hecho? ¿Hasta ahora me has entendido tan poco? ¿Por qué me has rebajado hasta el punto de hacerme tan sólo un poderoso de la tierra, aun mucho más, uno que se esfuerza en ser poderoso? ¿No entiendes que es una ofensa a mi misión y hasta un obstáculo? Sí. No lo niegues. Un obstáculo. Israel está sujeto a Roma. Tú sabes lo que ha sucedido, cuando alguien con apariencia de cabecilla ha querido levantarse contra Roma y crea sospechas de fomentar una guerra de liberación. Has oído, justamente en estos días, cómo se encrudecieron contra un Niño porque se pensó que fuese un futuro Rey según el mundo. Y ¡tú... y tú! ¡Oh Judas! ¿Pero qué esperas de un poder mío humano? ¿Qué esperas? Te he dado tiempo para que pensases y decidieses. Te hablé muy francamente desde la primera vez. Te he rechazado porque sabía... porque sé, sí, porque sé, porque leo, porque veo lo que hay en ti. ¿Por qué quieres seguirme, si no quieres ser como Yo quiero? Vete, Judas. No te hagas daño y no me lo hagas... Vete. Es mejor para ti. No eres un obrero apto para esta obra... es muy superior a ti. En ti hay soberbia, concupiscencia con sus tres ramas, autosuficiencia... tu madre misma, debe de tener miedo de ti... tienes inclinación a la mentira... ¡No! Así no debe ser el que me siga. Judas: Yo no te odio. No te maldigo. Tan sólo te digo y con el dolor del que ve que no puede cambiar al que ama, tan sólo te digo: Vete por tu camino, ábrete camino en el mundo que es el lugar que quieres, pero no te quedes conmigo. ¡Mi camino...! ¡Mi palacio! ¡Oh! que aflicción hay en ellos. ¿Sabes dónde seré Rey? ¿Sabes cuándo seré proclamado Rey?... Cuando sea levantado en un madero infame y tendré mi sangre por púrpura, por corona un tejido de espinas, por bandera un cartelón de burla, por trompetas, tambores, organillos y cítaras que saluden al proclamado Rey... blasfemias de todo un pueblo. De mi Pueblo. Que no habrá entendido nada. Corazón de bronce forjado en quien la soberbia, el sentido y la avaricia habrán destilado sus humores, y estos habrán producido como flor un montón de serpientes que se unirán como una cadena contra Mí... y como maldición en contra de él. Los demás no conocen así, claramente mi suerte... y te ruego no la digas, esto quede entre tú y Yo. Por otra parte... es un regaño y... tu callarás por no decir "Me regañaron". ¿Has entendido, Judas?"
Judas está muy colorado... de pie ante Jesús. Está avergonzado, con la cabeza baja... se hecha de rodillas y llora con la cabeza pegada a las rodillas de Jesús. "Maestro, te amo. No me rechaces... Sí, soy soberbio, soy un necio, pero no me apartes de Ti. No, Maestro. Será la última vez que falto. Tienes razón. No he reflexionado. Pero también en este error hay amor. Quería proporcionarte mucho honor... y que los demás te lo diesen porque te amo. Tres días hace que dijiste: "Cuando os equivocáis sin malicia, por ignorancia, no es error, sino un juicio imperfecto de niños y Yo estoy aquí para haceros adultos". ¡Ea, pues, Maestro! yo estoy a tus rodillas... me has dicho que serás para mí un padre... y te pido perdón, te pido que me hagas un "adulto" y un adulto santo... No me despidas, Jesús, Jesús, Jesús... No todo es maldad en mí. ¿Lo ves?... Por Ti he dejado todo y he venido. Tú vales más que los honores y victorias que obtenía yo cuando servía a otros. Tú, en realidad, Tú eres el amor del pobre e infeliz Judas que querría darte tan solo alegrías y que en cambio te da dolores..."
"Basta, Judas. Una vez más te perdono..." Jesús parece cansado... "Te perdono esperando... esperando que en lo porvenir me comprendas.
"Sí, Maestro, sí. Y ahora... ahora no quieras en modo alguno desmentirme, lo que haría de mí una burla. Todo Keriot sabe que he venido con el descendiente de David, el Rey de Israel... y se ha preparado para recibirte esta ciudad mía... Había pensado que hacía bien... de hacerte ver como se hace para que lo teman y obedezcan a uno... y de mostrar a Juan y a Simón... y a través de ellos a los demás que te aman, pero que te tratan como a un igual... También mi madre será objeto de burla por ser madre de un hijo mentiroso y loco. Por ella, Señor mío... y te juro que yo..."
"No jures por Mí. Jura por ti mismo si puedes, para no pecar más en este sentido. Por tu madre y por los ciudadanos no me marcharé. Levántate."
"¿Que dirás a los demás?"
"La verdad..."
"¡Noooo!"
"La verdad. Ya te he dado órdenes para hoy. Hay siempre manera de decir la verdad con caridad. Llama a tu madre y a los demás."
Jesús se muestra más bien severo y no sonríe a Judas sino hasta que regresa con su madre y los discípulos. La mujer escudriña a Jesús. Pero lo ve complaciente y toma confianza. Me parece que es un alma que está muy afligida.
"¿Vamos a ir a Keriot? He descansado y te agradezco, madre, tu gentileza. El cielo te recompense y conceda, por la caridad que usas conmigo, reposo y alegría a tu esposo por quien lloras."
La mujer trata de besarle la mano, pero Jesús se la pone sobre la cabeza, acariciándosela y no permite que se la bese.
VAN A LA CASA DE JUDAS EN UNA CARRETA.
UN VIEJO IMPONENTE HECHA UN DISCURSO
"La carreta está pronta, Maestro, ven."
En estos momentos está llegando una carreta tirada de bueyes, una cómoda carreta, sobre la que hay almohadones de asientos y un pabellón de tela roja.
"Sube, Maestro."
"La madre, primero."
Sube la mujer, después Jesús y al último los demás.
"Aquí, Maestro." (Judas ya no lo llama Rey)
Jesús se sienta adelante, a su lado Judas, detrás la mujer y los discípulos. El conductor que va a pie, con la garrocha pincha los bueyes para que caminen.
El espacio es corto, cuatrocientos metros poco más o menos y luego aparecen las primeras casas de Keriot, que me parece que es una ciudad modesta. Un niño que está en el camino que el sol baña, mira y parte como un rayo.
Cuando la carreta llega a las primeras casas, notables y el pueblo lo reciben con banderas y ramas, Banderas y ramas hay en el camino, de casa en casa. Gritan de júbilo y se inclinan hasta la tierra. Jesús no puede menos que hacer caso, y de lo alto de su bamboleante trono, saluda y bendice.
La carreta sigue delante, atraviesa una plaza y da vuelta por una calle y se para delante de una casa que tiene ya el portón abierto, en el que hay dos o tres mujeres. Se detienen, bajan.
"Mi casa es tu casa, Maestro."
"Paz sea en ella, Judas. Paz y santidad."
Entran. Además del vestíbulo hay una sala ancha con sofás bajos y con muebles incrustados de color café. Los principales del lugar entran con Jesús y los demás. Inclinaciones, curiosidad, gran pompa.
Un viejo imponente pronuncia un discurso: "Es una gran fortuna para la tierra de Keriot el tenerte, ¡oh Señor! ¡Gran dicha! ¡Día feliz! Fortuna por tenerte y fortuna porque vemos que un hijo suyo es tu amigo y te ayuda. Bendito él que antes que cualquier otro te conoció. Y Tú bendito diez veces, cien veces por haberte manifestado. Tú a quien las generaciones han esperado. Habla, Señor y Rey. Nuestros corazones esperan tu palabra como la tierra sedienta por los fuertes calores del estío espera las primeras y acariciadoras lluvias de septiembre."
"Gracias, quienquiera que tú seas. Gracias. Y gracia a estos ciudadanos que han inclinado sus corazones ante el Verbo del Padre. Porque tened en cuenta que no al Hijo del Hombre que os habla, sino al Señor Altísimo van dirigidas las gracias y honor, por este tiempo de paz en que El reanuda la paternidad cortada con los hijos del hombre. Alabemos al Señor verdadero: el Dios de Abraham que ha tenido piedad por su pueblo, lo ha amado y le ha concedido el Redentor prometido. Gloria y alabanza no a Jesús, siervo de la Voluntad eterna, sino a esta Voluntad amorosa."
"Hablas como santo... Soy el sinagogo: Hoy no es sábado. Pero ven a mi casa a explicar la ley, Tú, sobre quién más que el aceite real, está la unción de la Sabiduría."
"Iré."
"Mi Señor tal vez estará cansado..."
"No, Judas. Jamás me canso de hablar de Dios, y nunca tengo deseos de quitar las esperanzas de los corazones."
JESÚS SE DIRIGE A LA SINAGOGA DE KERIOT A
HABLAR AL PUEBLO
Entonces, ven" insiste el sinagogo. "Todo Keriot está afuera esperándote."
"Vamos."
Jesús sale entre Judas y el arquisinagogo. Luego a su rededor de los principales, y gente y más gente. Jesús pasa y bendice.
La sinagoga está en la plaza. Entran. Jesús se dirige al lugar donde se enseña. Empieza a hablar. Su vestidura es muy blanca, su rostro inspirado, los brazos extendidos según su costumbre.
TEMPLO DE DIOS EN VOSOTROS
JESÚS EN LA SINAGOGA DE KERIOT
"Pueblo de Keriot: El Verbo de Dios habla. Escuchad. No es sino Palabra de Dios, el que os está hablando. Su soberanía le viene del Padre y regresará al Padre después de que hubiere evangelizado a Israel. Que se abran los corazones y las inteligencias a la verdad, para que el error no le resista y no nazca confusión.
Isaías dijo: "Toda rapiña que se hace con violencia y con vestiduras manchadas con sangre, las consumirá el fuego. He aquí que ha nacido un Niño, se nos ha dado un hijo. Tiene sobre sus hombros el principado. He aquí su nombre: Admirable, Consejero, Dios, Fuerte, Padre del Siglo Futuro, Príncipe de la Paz". Este es mi Nombre. Dejemos a los Césares y a los Tetrarcas sus botines. Yo tendré el mío, pero no un botín que merezca el castigo del fuego. Antes bien arrancaré del fuego de Satanás presas y botines para llevarlos al Reino de Paz cuyo Príncipe soy Yo, y a la edad que está por venir, el tiempo eterno que pertenece a mi Padre.
DIOS, DICE DAVID, HA ELEGIDO A UNO
QUE ES SUYO...
"Dios" dice David (1 Par.29,1.) de su parte, de cuya estirpe desciendo como predijeron los que por su santidad grata vieron a Dios, y la que Dios escogió para que hablasen de Él "ha elegido a uno que es suyo, a su Hijo para construir en los corazones su casa. Ha preparado ya el material. ¡Oh! ¡Cuánto oro de caridad! ¡y bronce y plata, y hierro y maderas raras y piedras preciosas! Todo ha sido amontonado en su Verbo y Él lo usa para construir en vosotros la morada de Dios. Pero si el hombre no ayuda al Señor, en vano Él querrá construir su casa. Al oro se responde con oro. A la plata con plata, al bronce con bronce, al hierro con hierro. O sea, se da amor por amor, continencia para servir a la pureza, constancia para ser fieles, fuerza para doblegarse. Y luego, llevar hoy la piedra, mañana la madera: hoy el sacrificio, mañana la obra y a construir. Construir siempre el templo de Dios en vosotros.
El Maestro, el Mesías, el Rey del Israel eterno,
del pueblo eterno de Dios os está llamando
El Maestro, el Mesías, el Rey del Israel eterno, del pueblo eterno de Dios os está llamando. Pero quiere que estéis limpios por las obras. Abajo la soberbia, a Dios sea la alabanza. Abajo los pensamientos humanos: de Dios es el Reino. ¡Oh humildes!, decid conmigo: "Todas las cosas son tuyas, Padre, todo cuanto es bueno es tuyo. Enséñanos a conocerte y a servirte en verdad". Decid: "¿Quién soy yo?" Y convenceos de que sólo seréis alguna cosa cuando lleguéis a ser mansiones purificadas en donde Dios pueda bajar y reposar.
Todos vosotros, peregrinos y extranjeros en esta tierra, tratad de juntaros y de ir al reino prometido. El camino: Son los Mandamientos que se cumplen no por temor al castigo sino por amor a Ti, Padre Santo. El Arca: un corazón perfecto en donde está el maná que nutre de sabiduría y en donde florece, la vara de una voluntad pura. Y para que la casa esté alumbrada, venid al que es la Luz del mundo. Os la he traído. Os he traído la luz. No otra cosa. No poseo riquezas y no prometo honores que sean de la tierra. Poseo todas las riquezas sobrenaturales de mi Padre y prometo a los que siguen a Dios con amor y caridad, la honra eterna del Cielo.
La paz sea con vosotros."
La gente que atenta ha escuchado, inquieta un poco, murmura entre sí. Jesús habla con el sinagogo. Se les unen otras personas, probablemente los principales.
"Maestro... ¿pero no eres el Rey de Israel? Nos habían dicho..."
"Lo soy."
"Pero Tú has dicho..."
"Que no poseo y que no prometo riquezas del mundo. No puedo decir más que la verdad. Y así es. Conozco vuestro pensamiento. Pero el error proviene de una mala interpretación y de un sumo respeto hacia el Altísimo. Se os dijo: "Viene el Mesías" y pensasteis, como muchos en Israel que Mesías y Rey fuesen una misma cosa. Levantad más en alto el espíritu. Contemplad este hermoso cielo de verano. ¿Os parece que allá termina, que allá son sus confines, allá donde el aire parece un cielo de zafiro?... No. Más allá hay capas más puras, de un azul más nítido, hasta aquel inimaginable del Paraíso a donde el Mesías conducirá a los justos muertos en el Señor. La misma diferencia existe entre la realeza mesiánica que el hombre imagina y la verdadera que es todo divina.
"¿Pero podremos nosotros, pobres hombres, levantar el espíritu a donde Tú dices?"
"Tan sólo con que lo queráis. Y si lo quisiereis, al punto os ayudaré."
"¿Cómo te debemos llamar si no eres Rey?"
"Maestro, Jesús, como queráis. Maestro soy y soy Jesús, el Salvador."
HABLA CON JESÚS
JESÚS ESTÁ EN LA SINAGOGA DE KERIOT
UN VIEJECITO LE PREGUNTA
Un viejo dice: "Oye, Señor: Hubo una ocasión, hace mucho tiempo, allá por tiempo del Edicto, que llegó la noticia que había nacido en Belén el Salvador... yo fui con otros... vi a un pequeñín, igual que los demás. Pero lo adoré con fe. Después supe que había un hombre santo, que se llamaba Juan. ¿Cuál es el Mesías verdadero?"
"Él es el Precursor del que Tú adoraste. Un gran santo a los ojos del Altísimo, pero no (es) el Mesías".
"¿Eras Tú?"
"Yo era. Y... ¿qué viste alrededor de Mí, cuando apenas había nacido?"
"Pobreza y limpieza, honradez y pureza... un carpintero gentil y serio que se llamaba José; carpintero pero de la estirpe de David. Una joven mujer rubia y gentil, de nombre María, ante cuya belleza las rosas más hermosas de Engadí palidecen y los lirios de los palacios reales son feos... y un Niño con ojos grandes de cielo, de cabellos de hilo de oro pálido. No vi otra cosa... y todavía creo oír la voz de su Madre que me decía: "Por mi Hijo yo te digo: Sea el Señor contigo hasta el encuentro final y su gracia venga a tu encuentro en tu camino". Tengo ochenta y cuatro años... el camino se está acabando. No esperaba más, que encontrar la Gracia de Dios... Pero te he encontrado... y ahora no deseo ver otra luz que no sea la tuya... Sí. Te veo, cual eres, bajo esos vestidos de piedad que son la carne que has tomado. ¡Te veo! Escuchad la voz del que al morir ve la Luz de Dios".
La gente se agolpa alrededor del viejecito inspirado que está en el grupo de Jesús y que, sin sostenerse en su bastón, levanta los brazos trémulos, la cabeza toda blanca, la barba larga y partida en dos, una verdadera cabeza de patriarca o de profeta.
"Veo a Este: al Elegido, al Supremo, al Perfecto, que habiendo bajado por amor, vuelve a subir a la diestra del Padre. A volver a ser UNO con Él. Pero no veo su Voz y Esencia incorpórea como Moisés vio al Altísimo y como refiere el Génesis que lo conocieron los primeros padres y hablaron con Él, al aura del atardecer. Lo veo subir como un verdadero Hombre hacia el Eterno. Cuerpo que brilla. Cuerpo glorioso. ¡Oh pompa del cuerpo divino! ¡Oh, belleza del Hombre-Dios! Es el Rey. Sí ¡Es el Rey! No de Israel, sino del mundo. Ante Él se inclinan todas las realezas de la tierra y todos los cetros y coronas palidecen, ante el fulgor de su cetro y de sus joyas. Una corona, una corona tiene en su frente. Un cetro, un cetro tiene en su mano. Sobre el pecho tiene un escudo: Hay en él perlas y rubíes de un esplendor jamás visto. Llamas salen como de un altísimo horno. En sus muñecas hay dos rubíes y un lazo de rubíes sobre sus santos pies. Luz, luz de rubíes. Mirad, oh pueblos al Rey Eterno. ¡Te veo! ¡Te veo! Subo contigo... ¡Ah! ¡Señor! ¡Redentor Nuestro!... La luz aumenta en los ojos de mi alma... ¡el Rey está adornado con su sangre! ¡La corona... es una corona de espinas que sangran, el cetro una cruz!... ¡He ahí al Hombre! ¡Helo! ¡Eres Tú!... Señor, por tu inmolación ten piedad de tu siervo. ¡Jesús a tu piedad confío mi espíritu!"
EL VIEJO SAÚL MUERE EN LOS BRAZOS DE JESÚS
El viejo, que había estado derecho, que se había vuelto joven en el fuego de profeta, se dobla de improviso y caería al suelo si Jesús, rápido, no lo levantase contra su pecho.
"¡Saúl!"
"Está muriendo Saúl"
"¡Auxilio!"
"Corred."
"Paz en torno al justo que muere" dice Jesús, que poco a poco se ha arrodillado para sostener mejor al viejo, que cada vez se va haciendo más pesado. Hay silencio.
Jesús lo coloca en el suelo. Se yergue: "Paz a su espíritu. Ha muerto viendo la luz. Y en la espera, que será breve, verá el rostro de Dios y será feliz. No existe la muerte para aquellos que mueren en el Señor."
La gente, pasados algunos minutos se aleja comentando lo sucedido. Quedan los anciano, Jesús, los suyos y el sinagogo.
"¿Ha profetizado, Señor?"
"Sus ojos han visto la Verdad. Vámonos."
Salen.
"Maestro, Saúl ha muerto revestido con el Espíritu de Dios. ¿Quienes le hemos tocado, estamos limpios o inmundos?"
"Inmundos."
"¿Y Tú?"
"Yo como los otros. No cambio la Ley. La Ley es ley y el israelita la observa. Estamos inmundos. Dentro del tercero y séptimo día nos purificaremos. Hasta entonces estamos inmundos. Judas, no regreso a la casa de tu madre. No llevaré inmundicia a su casa. Comunícaselo por medio de alguien que pueda hacerlo. Paz a esta ciudad. Vámonos.
II. 465-476.
A. M. D. G.