EN EL VADO DEL JORDÁN. 

ENCUENTRO CON LOS PASTORES: 

JUAN, MATÍAS Y SIMEÓN 

 

 


 

#En la ribera del río hay tres hombres que apacientan pocas ovejas.   

#"La paz sea con vosotros" dice Jesús levantando los brazos como si fuera a dar un abrazo.   

#Los pastores refieren lo que saben del Bautista  

  #tú eres el que se llama Juan y de quien él decía a nosotros sus íntimos: "Ved, yo el primero, él el último. Después sucederá que él sea el primero y yo el último" jamás pudimos entender lo que quería decir."   

#"Quería decir el Bautista que él era el primero en decir: "He aquí al Cordero", y que este será el último de los amigos del Hijo del Hombre que hablará a las multitudes del Cordero, pero que en el corazón del Cordero, éste es el primero porque lo quiere más que todos. Esto es lo que quería decir el Bautista.  

  #Los pastores están reuniendo dinero para rescatar al Bautista   #¿Y cuánto quiere esa persona?  

  #Deciden vender las joyas de Aglae  

  #Judas piensa venderlas a Diómedes   

#Judas va a vender las joyas al momento  

  #"¿Qué ves, Simón en Judas?... te ordeno que hables."   

#Me esfuerzo en hacerlo... por Ti... Por esta razón amo a Judas, no obstante haya algo dentro de mí que da voces contra él y contra mí."¿Qué cosa es, Simón?"

 


 

Torno a ver el vado del Jordán: el camino verde que corre de una parte y otra del río está hollado por los viajeros que buscan su sombra. Hileras de borriquillos van y vienen y con ellos los hombres.

 

En la ribera del río hay tres hombres 

que apacientan pocas ovejas.

 

En la ribera del río hay tres hombres que apacientan pocas ovejas. En el camino José en actitud de espera, mira hacia arriba y hacia abajo. Allá a lo lejos, donde un camino se entronca con este del río, aparece Jesús con sus tres discípulos. José llama a los pastores y estos echan las ovejas por el camino haciéndolas que vayan por la hermosa ribera. Prontos van al encuentro de Jesús.

Yo casi no me atrevo... ¿Qué le diré de saludo?"

"¡Oh, es tan bueno! le dirás: "La paz sea contigo". El también saluda de este modo."

"El sí, pero nosotros..."

"Y ¿yo quién soy? No soy ni siquiera uno de los primeros que le adoraron y me quiere mucho... ¡pero mucho!"

"¿Cuál es?"

"El más alto y rubio."

"¿Le diremos del Bautista, Matías?"

"Sí, claro."

"¿No pensará que lo hemos preferido a El?"

"Pero... no, Simeón. Si es el Mesías, ve en los corazones y verá en el nuestro que lo buscábamos en el Bautista."

"Tienes razón."

Los dos grupos ya casi están distantes unos cuántos metros uno del otro. En el rostro de Jesús se dibuja esa sonrisa que es imposible de describir. José apresura el paso. También las ovejas trotan arreadas por los pastores.

 

"La paz sea con vosotros" dice Jesús levantando 

los brazos como si fuera a dar un abrazo.

 

"La paz sea con vosotros" dice Jesús levantando los brazos como si fuera a dar un abrazo. Especifica: "¡ La paz sea con vosotros Simeón, Juan y Matías, mis discípulos y discípulos de Juan el Profeta ! La paz sea contigo José" y lo besa en la mejilla. Los otros tres están de rodillas. "Venid, amigos, bajo estos árboles y junto a las aguas del río hablemos."

Bajan y Jesús se sienta en una gran raíz que sale a flor de tierra, los otros sobre la tierra. Jesús sonríe, los mira atento y atentamente al uno y después al otro: "Permitidme que conozca vuestros rostros. Ya conozco los corazones como de justos que van tras del bien, que aman despreciando las utilidades del mundo. Os traigo saludos de Isaac, Elías y Leví. También otro saludo, el de mi Madre. ¿Tenéis noticias del Bautista?"

 

Los pastores refieren lo que saben del Bautista

 

Ellos que hasta ahora se habían sentido subyugados, recobran el ánimo. "Todavía está en prisión. Nuestro corazón tiembla por él, porque está en manos de un cruel al que domina una criatura del infierno y al que rodea una corte corrompida. Nosotros lo amamos... Tú sabes que lo amamos y que merece nuestro amor. Después que dejaste Belén, fuimos perseguidos... pero más que el odio, sentimos el vernos solos, abatidos, como plantas que el ventarrón haya tronchado, porque te habíamos perdido. Luego, después de años de dolor, a la manera como quien tiene los párpados cosidos y busca el sol y no lo puede ver porque está también dentro de una cárcel y no lo ve sino al sentir sus caricias tibias sobre su carne, así también sentimos que el Bautista era el hombre de Dios, que predijeron los profetas y que prepararía los senderos a su Mesías. Y fuimos a él. Nos dijimos entre nosotros: "Si él lo precede, al ir a él lo encontraremos". Porque eras Tú, Señor, a quien buscábamos."

"Lo sé. Me habéis encontrado. Estoy con vosotros."

"José nos dijo que Tú viniste con el Bautista. No estábamos aquel día. Tal vez nos habría mandado a algún lugar. Le servíamos sobre todo en las cosas espirituales que nos pedía con tanto amor; y con amor lo escuchábamos, aunque era muy severo, cosa que Tú no eres, pero decía siempre palabras de Dios."

"Lo sé. Y... ¿no conocéis a éste?" señala a Juan.

 

tú eres el que se llama Juan y de quien él decía a 

nosotros sus íntimos: "Ved, yo el primero, él el 

último. Después sucederá que él sea el primero 

y yo el último" jamás pudimos entender 

lo que quería decir."

 

"Lo veíamos con los otros galileos entre la gente más fiel del Bautista, y si no nos equivocamos, tú eres el que se llama Juan y de quien él decía a nosotros sus íntimos: "Ved, yo el primero, él el último. Después sucederá que él sea el primero y yo el último" jamás pudimos entender lo que quería decir."

Jesús voltea a la izquierda donde está Juan, se lo atrae hacia su pecho en medio de una sonrisa mucho más resplandeciente, y dice: "Quería decir el Bautista que él era el primero en decir: "He aquí al Cordero", y que este será el último de los amigos del Hijo del Hombre que hablará a las multitudes del Cordero, pero que en el corazón del Cordero, éste es el primero porque lo quiere más que todos. Esto es lo que quería decir el Bautista. Cuando lo veáis -lo volveréis a ver y le volveréis a servir hasta la hora determinada_ decidle que él no es el último en el Corazón del Mesías. No tanto por ser pariente cuanto por su santidad, Yo lo amo igual que a estos. Acordaos de ello, si la humildad del Santo se proclama "último", la Palabra de Dios, lo proclama compañero de su discípulo a quién más ama. Decidle que amo a éste, porque lleva su nombre y porque encuentro en él la marca suya, que es la de preparar los corazones para el Mesías."

"Lo diremos... Pero... ¿lo volveremos a ver?"

"Lo volveréis a ver."

 

LOS PASTORES ESTÁN REUNIENDO DINERO

PARA RESCATAR AL BAUTISTA

 

 "Comprendo. Herodes no se atreve a matarlo por miedo al pueblo, y en esa corte de avaricia y corrupción, sería fácil librarlo si tuviéramos mucho dinero. Pero... por mucho que tengamos -los amigos han dado ya- todavía falta mucho. Tenemos mucho miedo de que no lo hagamos a tiempo... y que lo maten."

"¿Cuánto pensáis que os falte para el rescate?"

"No para el rescate, Señor, Herodías no lo quiere ni ver, y ella es la dueña de Herodes, para poder pensar que se hable de rescate. Pero... en Maqueronte se han dado cita, creo, todos los avarientos del reino... Todos quieren gozar, todos quieren sobresalir, desde los ministros hasta los criados. Y para hacer esto se necesita dinero... Hemos encontrado aun quien por una respetable cantidad de dinero, dejaría salir al Bautista. También Herodes lo desea... porque tiene miedo. No por otra razón. Miedo al pueblo y miedo a la mujer. Así contentaría al pueblo, y la mujer no lo podría acusar de haberla disgustado."

 

¿CUÁNTO QUIERE ESA PERSONA?

 

"¿Y cuánto quiere esa persona?"

"Veinte talentos de plata. Tenemos tan solo doce y medio."

"Judas, tú dijiste que estas joyas son muy bonitas."

"Bonitas y preciosas."

"¿Cuánto podrían valer?... Me parece que tú eres experto en estas cosas."

"Sí, lo soy. ¿Para qué quieres saber, Maestro, su valor? ¿Quieres venderlas?... ¿para qué?

"¡Tal vez!... Di... ¿cuánto podrían valer?"

"Si se venden bien, por lo menos seis talentos."

 

DECIDEN VENDER LAS JOYAS DE AGLAE

 

"¿Estás seguro?"

"Sí, Maestro. Sólo el collar es grueso y pesado. Es oro purísimo. Por lo menos vale tres talentos. Lo he revisado bien. También los brazaletes... no puedo ni siquiera comprender cómo las frágiles muñecas de Aglae los hubieran podido llevar."

"Eran sus cadenas, Judas."

"Es verdad, Maestro... ¡pero a muchos les gustarían semejantes esposas!"

"¿Lo crees?... ¿A quiénes?"

"¡Oh!... ¡A muchos!"

"Sí, a muchos que tan sólo son hombres porque así se les llama... ¿sabrías de algún posible comprador?"

"En resumidas cuentas... ¿quieres venderlas?... ¿y por el Bautista?... pero mira...¡es oro maldito!"

"Oh incomprensión humana! Acabas de decir, con un deseo patente, que a muchos les gustaría ese oro y ¿luego dices que está maldito? ¡Judas! ¡Judas!... Es maldito, sí. Es maldito pero dijo: "Se santificará si sirve al que es pobre y santo" y lo dio con el fin de que el que fuere beneficiado ruegue por su pobre alma, que como embrión de futura mariposa, crece en la semilla del corazón. ¿Quién más santo y pobre que el Bautista?... Él es igual que Elías por su misión, pero superior a este en santidad. Es más pobre que Yo. Yo tengo una Madre y una casa... Cuando se tienen estas cosas, puras y santas como las tengo, jamás uno puede decir que está abandonado. Él no tiene ya más casa, ni siquiera el sepulcro de su madre. Todo lo ha destruido y profanado la perversidad humana... ¿Quién es pues el comprador?

 

JUDAS PIENSA EN VENDERLAS A DIÓMEDES

 

"Hay uno en Jericó y muchos en Jerusalén. Pero ¡éste de Jericó! ¡Ah!¡Es un astuto orfebre oriental, usurero, baratero, mercader en amores, ladrón ciertamente, y tal vez homicida... y seguramente es un perseguido de Roma. Quiere que se le llame Isaac para parecer hebreo. Mas su nombre verdadero es Diómedes. Lo conozco bien..."

"¡Lo comprendemos!" interrumpe Simón Zelote, que habla poco, pero que todo observa. Además pregunto: "¿Cómo has hecho para conocerlo tan bien?"

"Bueno... sabes... Para contentar a los amigos poderosos... he ido a su casa... he hecho tratos... Nosotros los del Templo... ¿sabes...?"

"Ya caigo... toda clase de servicios" concluye Simón fría e irónicamente. Judas se enciende pero calla.

"¿Podrá comprarlas?" interroga Jesús.

"Así lo creo. Jamás le falta dinero. Ciertamente es necesario saber vender porque el griego es astuto, y si ve que se las tiene que arreglar con un hombre honrado... un pichón de nido, lo despluma a su gusto, pero si se trata de un buitre como él..."

 

JUDAS VA A VENDER LAS JOYAS AL MOMENTO

 

"Ve Judas, eres el tipo para esto. Tienes la astucia de la zorra y la rapacidad del buitre. Perdón, Maestro. Hablé antes de Ti."

"Pienso como tú y pido a Judas que vaya. Juan, tú vas con él. Nos reuniremos cuando baje el sol. El lugar será en la plaza que está cerca del mercado. Ve y haz lo mejor que puedas."

Judas se levanta al punto. Juan tiene ojos que imploran como los de un perro al que se echa fuera. Mas Jesús torna a hablar con los pastores y no ve esa mirada suplicante. Juan sigue a Judas.

"Quisiera contentaros" dice Jesús.

"Siempre lo harás, Maestro. El Altísimo te bendiga por nosotros. ¿Ese hombre es tu amigo?"

"Sí, ¿no te parece que lo sea?"

Juan el pastor baja la cabeza y guarda silencio. Habla el discípulo Simón: "Solo quien es bueno sabe ver. Yo no soy bueno y no veo lo que la bondad ve. Veo lo externo. El bueno baja hasta el interior. También tú, Juan, ves como yo. Pero el Maestro es bueno... y ... ve..."

 

"¿Qué ves, Simón en Judas?... te ordeno que hables."

 

"¿Qué ves, Simón en Judas?... te ordeno que hables."

"Pues, pienso al mirarlo, en ciertos lugares misteriosos que parecen cuevas de fieras y aguas estancadas de fiebre. Se divisa apenas algo que no va bien, y al punto lleno uno de miedo se retira. Por el contrario... por el contrario... por detrás hay también tórtolas y ruiseñores, y el suelo abundante en aguas buenas y rico en hierbas salutíferas. Quiero pensar que Judas es así... lo creo porque lo tienes contigo. Tú que conoces."

"Sí, Yo lo conozco... hay muchos repliegues en el corazón de ese hombre... pero no le faltan los lados buenos. Lo viste en Belén y en Keriot. Hay que ayudar ese lado bueno, que es muy humano, para llevarle a una bondad que sea espiritual. Entonces sí que Judas será como quieres que lo sea. Es joven..."

"También Juan es bueno..."

"Y concluyes en tu corazón que es mejor. ¡Pero Juan es Juan! Ama, Simón, a ese pobrecito de Judas... te lo ruego. Si lo amas... te parecerá más bueno."

 

Me esfuerzo en hacerlo... por Ti... Por esta razón 

amo a Judas, no obstante haya algo dentro 

de mí que da voces contra él y contra mí.

¿Qué cosa es, Simón?

 

"Me esfuerzo en hacerlo... por Ti... pero es él, el que rompe mis esfuerzos como si fueran cañas de río... Maestro, yo tengo una ley sola: hacer lo que Tú quieres. Por esta razón amo a Judas, no obstante haya algo dentro de mí que da voces contra él y contra mí."

"¿Qué cosa es, Simón?"

"Nada en concreto... una cosa que es como el grito del soldado que está en guardia durante la noche... y que me dice: "No dormir" ¡Mira! No sé... no tiene nombre esta cosa... pero es... contra él."

"No pienses más en esto, Simón. Ni te esfuerces en definirla. Hace mal conocer ciertas verdades... y te podrías equivocar al conocerlas... Déjalo a tu Maestro. Dame tu amor y piensa que me hace feliz..."

Y todo termina.

II. 495-500

A. M. D. G.