ISCARIOTE VENDE A DIÓMEDES
LAS JOYAS DE AGLAE
#Jesús habla a los muchachos. La caridad empieza en Dios y baja del creador a las creaturas
#¿Por qué queréis molestar a los pájaros del aire?
#Judas lleva a Jesús a una fonda a descansar
#Judas refiere todo el negocio y cómo lo hizo con el joyero
#Judas explica cómo vendió las joyas de Aglae
#Jesús entrega a los pastores el dinero para rescatar de la prisión al Bautista.
Estoy en la plaza del mercado de Jericó. No es de mañana. Es ya tarde. Un largo y calidísimo crepúsculo de verano. Del mercado de la mañana no quedan sino las señales, como desechos de verduras, montones de excrementos, paja que cayó de las canastas, pedazos de harapos...y entre todo esto las moscas son las gananciosas y el sol fermenta y hace que salga vapor y hedores un tanto desagradables. La ancha plaza está vacía. Uno que otro pasa, algún muchacho rebeldillo que arroja piedras a los pájaros. Y basta. Jesús sale de una calle y mira por todas partes. No ve a nadie. Con toda tranquilidad se arrima a un tronco y espera.
LA CARIDAD EMPIEZA EN DIOS Y BAJA DEL
CREADOR A LAS CREATURAS
Encuentra la manera de hablar a los muchachitos sobre la caridad que empieza en Dios y baja del Creador a las creaturas.
"No seáis crueles. ¿Por qué queréis molestar a los pájaros del aire? Allí tienen sus nidos y sus pequeñitos. A nadie le hacen daño. Cantan y limpian. Comen lo que tira el hombre y comen los insectos que dañan las mieses y las frutas. ¿Por qué los herís y los matáis?...¿haciendo que los pequeñuelos se queden sin padre ni madre, o bien que estos queden sin sus hijitos?... ¿Os gustaría que un malvado entrase en vuestra casa y la destruyese, o que os matasen a vuestros padres o que os separasen de ellos? ¡Claro que no os gustaría! Y si es así... ¿Por qué hacéis a estos inocentes lo que no os gustaría que se os hiciese a vosotros? ¿Cómo dejaréis de hacer mal algún día al hombre si de pequeños endurecéis el corazón contra las creaturas que no pueden defenderse, como estos siempre buenos pajaritos? ¿No sabéis que dice la Ley: "Ama a tu prójimo como a ti mismo"? Quien no ama al prójimo, no puede amar a Dios. Y ¿quien no ama a Dios, cómo puede ir a su Casa a orar?... Dios podría decirle, y lo dice en los Cielos: "Vete, no te conozco. Tú... ¿mi hijo? ¡No! No amas a los hermanos, no respetas en ellos al Padre que los hizo, por esto no eres hermano ni hijo, sino que eres un bastardo; un hijastro ante Dios y un hermanastro para con los hermanos"... ¿Veis como el Señor eterno ama?... Durante los meses más fríos hace que encuentren pajitas, para que hechas nido, en ellas vivan los pajaritos. En los calurosos, proporciona sombra con las hojas para protegerlos del sol. Durante el invierno, en los campos está el grano que apenas cubre la tierra y es fácil desenterrarlo y comérselo. En verano su sed se calma con frutas llenas de jugo y pueden hacerse los nidos más fuertes y calientes con pajitas de heno y con la lana de las ovejas, que dejan entre las zarzas. Y es el Señor quien os creó a vosotros hombrecitos, así como creó también a los pájaros, por lo que sois sus hermanos. ¿Por qué queréis ser distintos a Él, pensando que podéis ser crueles contra estos pequeñitos animales?... Sed misericordiosos con todos, no privéis a nadie de lo que se le debe bien sea hermano-hombre o animales que son vuestros siervos y amigos, y Dios..."
"¡Maestro!" grita Simón. "Ya viene Judas."
"... y Dios será misericordioso con vosotros; os dará cuanto os sea necesario, como lo da a esos inocentes. Id y llevad con vosotros la paz de Dios."
Jesús atraviesa el círculo de los muchachos, al que se habían juntado también adultos y va al encuentro de Judas y Juan que apresurados llegan por otra calle. Judas viene triunfante. Juan sonríe a Jesús... pero no parece que sea muy feliz.
JUDAS LLEVA A JESÚS A UNA FONDA A DESCANSAR
"Ven, ven Maestro. Creo que lo hice bien. Pero ven conmigo. En la calle no se puede hablar."
"¿A dónde, Judas?"
"A la fonda. He apartado cuatro habitaciones... ¡Oh! son modestas, no te asustes. Tan sólo para poder descansar en un lecho después de tantos sinsabores de este calor; poder comer como gentes y no como pajaritos junto al pozo, y hablar también tranquilamente. He hecho una buena venta. ¿Verdad, Juan?"
Juan asiente sin muchas ganas. Pero Judas está tan contento de su obra, que no repara ni en la poca alegría de Jesús ante la perspectiva de un alojamiento cómodo, ni ante el menos entusiasta modo de Juan. Continúa diciendo: "Después de que vendí en más de lo que había pensado me dije: "Es justo que tome un poquitín, cien denarios para dormir y comer. Si nosotros que siempre hemos comido estamos agotados, mucho más debe de estarlo Jesús". ¡Mi deber es cuidar de que no se enferme mi Maestro! Deber de amor, porque tú me amas y yo también. Hay lugar también para vosotros y vuestras ovejas" dice a los pastores. "En todo he pensado."
Jesús no dice palabra. Lo sigue con los demás.
¿Veis aquella casa sin ventanas de esa calle y
con la puertecilla tan estrecha, que parece una
hendidura?... Es la casa del orfebre Diómedes.
Judas refiere todo el negocio y cómo lo hizo
con el joyero
Llegan a una plaza secundaria. Judas dice: "¿Veis aquella casa sin ventanas de esa calle y con la puertecilla tan estrecha, que parece una hendidura?... Es la casa del orfebre Diómedes. Parece una casa pobre ¿no es así? Pero adentro hay tanto oro como para comprar Jericó y ¡ah!... ¡ah!..." Judas ríe con malicia... "y en ese oro se pueden encontrar también muchos collares y copas, y ... también otras cosas de personas muy influyentes en Israel. Diómedes... ¡Oh! Todos fingen no conocerlo, pero lo conocen todos; desde los herodianos hasta... todos en una palabra. En esa pared lisa, pobre... se podría escribir "Misterio y Secreto". ¡Si hablasen! Juan, nadie se podría escandalizar con derecho del modo como hice los tratos... Tú... tú... te morías ahogado de vergüenza y de escrúpulos. Ahora bien, escúchame, Maestro. No vuelvas a mandarme con Juan a ciertos negocios. Por poco hace que todo salga mal. No sabe agarrarlas al vuelo, no sabe negar, y con un astuto como Diómedes es menester ser rápidos y francos."
Juan dice entre dientes: "Decía ciertas cosas... tan raras y tan... tan... Sí, Maestro. No me vuelvas a mandar. No soy capaz sino de amar, yo..."
"Difícilmente tendremos necesidad de ventas semejantes" responde Jesús, que está serio.
"Allí está la fonda. Ven, Maestro. Hablo yo... porque... yo lo hice."
Entran y Judas habla con el dueño que hace que lleven las ovejas al establo y después conduce personalmente a los huéspedes a un salincillo donde hay esteras para lecho, sillas y una mesa preparada. Se retira al punto.
"Hablemos pronto, Maestro, mientras los pastores está ocupados en acomodar sus ovejas."
"Te escucho"
"Juan puede decir si soy sincero o no."
"No lo dudo. Entre honrados no es necesario ni juramento ni testimonio. Habla."
JUDAS EXPLICA COMO VENDIÓ LAS JOYAS DE AGLAE
"Llegamos a Jericó a la hora de siesta. Estábamos sudados como animales de carga. No quise dar impresión a Diómedes de tener necesidad urgente. Y primero vine aquí, me refresqué, me puse el vestido limpio y quise que también él lo hiciera. ¡Oh! No quería echarse nada de ungüento ni arreglarse los cabellos... ¡Yo ya me había formado mi plan, cuando venía por el camino!... Cuando el atardecer estaba ya cercano, dije: "Vamos". Ya estábamos descansados y frescos como dos ricachones en viaje de placer. Cuando estábamos a punto de llegar a la casa de Diómedes, dije a Juan: "Tú me asegundas. No desmientas y sé rápido en entendértelas". Pero era mejor si lo hubiera yo dejado afuera. Para nada me ayudó. Al contrario... Por buena suerte soy rápido por dos, y a todo proveí.
De la casa de Diómedes salía el alcabalero. "Bien" dije. "Si sale ese de allí, encontraremos dinero y lo que necesito para hacer comparaciones". Porque el alcabalero, usurero y ladrón como todos sus iguales, siempre tiene collares que ha arrancado con amenazas y usuras a los desgraciados a quienes impone una tasa mayor de lo lícito, para que pueda así gozar de más crápulas y con mujeres. Es un amigo de Diómedes que compra y vende oro y carne... entramos, después que me hice conocer. Digo, entramos, porque una cosa es ir al lugar en donde finge trabajar honradamente el oro, y otra es bajar al subterráneo donde él hace sus verdaderos negocios. Es menester que él lo conozca a uno muy bien para poder hacer esto. Cuando me vio me dijo: "¿Otra vez quieres vender oro? La situación es muy difícil y tengo poco dinero". Su acostumbrado cantar. Le respondí: "No vengo a vender, sino a comprar. ¿Tienes joyeles de mujeres, que sean bonitos, ricos, preciosos y de oro puro?" Diómedes quedó estupefacto. Preguntó: "¿Quieres una mujer?". "No te preocupes" le respondí. "No se trata de mí. Se trata de este amigo mío que es prometido y quiere comprar oro para su amada".
Y aquí, Juan, empezó a hacerla de chiquillo. Diómedes, que lo miraba, vio que se ponía colorado y dijo como viejo lujurioso que es: "¡Eh! El muchacho al oír solo la palabra 'prometida' siente fiebre de amor." "¿Es muy hermosa tu dama?"preguntó. Di un puntapié a Juan para despertarlo y hacerle comprender que no hiciera el tonto. Y respondió con un "Sí" tan apagado, que Diómedes entró en sospechas. Entonces tomé yo la palabra: "Sí, hermosa y no debes interesarte, viejo. No será jamás del número de las mujeres por las que merecerás el infierno. Es una doncella honesta, y en breve será una buena esposa. Saca tu oro. Soy el amigo de bodas de él y tengo el encargo de ayudar al joven... yo, judío y ciudadano". "El es galileo... ¿o no?" ¡Siempre os entregáis por esos cabellos! "¿Es rico?". "¡Mucho!"
Así fuimos para abajo y Diómedes abrió sus cofres y tesoros. Pero di la verdad Juan... ¿no parecía estar uno en el cielo ante aquellas piedras preciosas y oro?... Collares, entretejidos, brazaletes, aretes, redecillas de oro y piedras preciosas para los cabellos, peinetas, broches y anillos... ¡Ah! ¡Qué esplendor! Con mucha calma de aquí y de allá elegí un collar como el de Aglae, arillos, broches y brazaletes... todo como lo que tenía en la bolsa y en igual número. Diómedes estaba aterrado y preguntaba: "¿Todavía más?... Pero ¿quién es este? Y... la novia ¿quién es? ¿Una princesa?". Cuando tuve todo lo que quería, dije: "¡El precio!"
¡Oh! ¡qué letanía de lamentos preparatorios sobre la situación actual, sobre las tasas, peligros, ladrones! ¡Oh! ¡Que letanía de afirmaciones de honradez! Y luego la respuesta, "Porque se trata de ti, te diré la verdad. Sin exageraciones. Pero menos no puedo, ni siquiera un dracma. Pido doce talentos de plata". "¡Ladrón!"dije. Dirigiéndome a Juan: "Vámonos. En Jerusalén encontraremos uno que sea menos ladrón que éste" simulé que salía. Corrió detrás de mí. "Mi muy grande amigo, mi amigo predilecto, ven, escucha a tu pobre siervo. No puedo menos. De veras que no puedo. Mira. Hago un verdadero esfuerzo. Me arruino. Lo hago porque siempre me has brindado tu amistad y me has hecho hacer negocios. Once talentos ¿Qué tal? Es lo que daría si debiera comprar este oro a quien tiene hambre. Ni un céntimo menos. Sería como quitarme la sangre de las venas".
¿Verdad que así hablaba? ¿Causaba risa y náuseas. Cuando vi que se mantenía en el precio di el golpe_ "Viejo sucio, comprende que no quiero comprar sino vender. Esto es lo que quiero vender. Mira: es hermoso como el tuyo. Oro de Roma y de nueva cuña. Muchos lo querrán. Es tuyo por once talentos. Lo que pediste por esto. Tú pusiste el precio. Paga tú". ¡Uf! ¡Entonces...! "¡Es una traición! ¡Has traicionado la estima que tenía de ti! ¡Eres mi ruina! ¡No puedo dar tanto!" aullaba. "No puedo". "Mira que lo llevo a otros". "No, amigo" y extendía sus manos ganchudas sobre el montón de Aglae. "Entonces, paga, debería yo de pedir doce talentos, pero me conformo con tu último pedido". "No puedo". "¡Usurero! Mira que aquí tengo un testigo y que te puede denunciar como ladrón..." y le dije otras virtudes que no repito porque aquí está este muchacho...
En fin, como tenía necesidad de vender y hacerlo pronto, le dije una cosita entre él y yo que no observaré... Pues ¿qué valor tiene una promesa hecha a un ladrón? Y cerramos la venta en diez talentos y medio. Llegamos a este acuerdo en medio de lloriqueos y afirmaciones de amistad y... de mujeres. Y Juan casi se echa a llorar. Pero ¿qué te interesa que piensen que eres un vicioso? Basta con que no lo seas. ¿No sabes que el mundo es así y que eres un aborto del mundo? Un joven que no conoce a lo que sabe una mujer ¿quién quieres que te crea? Y si te creen... ¡Oh! no me gustaría que pensasen de mí lo que pueden pensar de ti, quienes creen que no tienes deseos de mujer.
Mira, Maestro. Tú mismo cuenta. Tenía un montón de dinero. Pasé por el alcabalero y le dije: "Tómate esta porquería y dame los talentos que Isaac te dio" porque por últimas noticias había sabido también esto, después del negocio. Así pues, por último dije a Isaac-Diómedes: "Acuérdate que el Judas del Templo no existe más. Ahora soy discípulo de un santo. Disimula no haberme conocido jamás, si en algo estimas el cuello" y por poco se lo tuerzo al punto, porque me respondió mal."
"¿Qué te dijo?" con indiferencia Simón pregunta.
"Me dijo: "¿Tú... discípulo de un santo? Jamás lo creeré, o muy pronto veré aquí también al santo a pedirme mujer". Me dijo: "Diómedes es una vieja raposa en el mundo. Pero tu eras la joven. Yo todavía podré cambiar aunque he llegado a ser lo que soy de viejo. Pero tú no cambias. Has nacido así".¡Viejo lujurioso! ¡Niega tu poder! ¿Entiendes?"
"Y como buen griego dice muchas verdades."
"¿Qué insinúas, Simón?... ¿Hablas por mí?"
"No. Por todos. Es uno que conoce el oro y los corazones de la misma manera. Es un ladrón lujurioso en todos sus negocios y peor en fama. Pero se escucha en él la filosofía de los grandes griegos. Conoce al hombre, animal con siete branquias de pecado, pulpo que destroza el bien, la honradez, el amor y otras tantas cosas en sí y en los demás."
"Pero no conoce a Dios."
"¿Y se lo querrías enseñar?"
"¿Yo?... Sí... ¿por qué?... Los pecadores son quienes tienen necesidad de conocer a Dios."
"Así es. Pero... el Maestro debe conocerlo para enseñarlo."
"¿Y no lo conozco yo?"
"Paz, amigos. Vienen ya los pastores. no perturbemos su corazón con estas peleas entre nosotros. ¿Contaste tú el dinero?... Basta. Lleva a buen término tus acciones, como has llevado esta y, te lo repito, si puedes, en lo porvenir, no mientas ni siquiera para realizar una acción buena..."
Los pastores entran.
JESÚS ENTREGA A LOS PASTORES EL DINERO
PARA RESCATAR DE LA PRISIÓN AL BAUTISTA
"Amigos. Aquí hay diez talentos y medio. Faltan sólo diez denarios que Judas tomó para gastos de alojamiento. Tomadlos."
"¿Todo lo das?" pregunta Judas.
"Todo. No quiero ni siquiera un céntimo. Nosotros tenemos la limosna de Dios y de estos que le buscan honradamente... y jamás nos faltará lo indispensable. Créelo. Tomadlos y sed felices por causa del Bautista como lo soy Yo. Mañana iréis a su prisión, vosotros Juan y Matías. Simeón y José irán a donde está Elías a contárselo y a darle instrucciones para el futuro. Elías sabe. Después José regresará con Leví. El lugar de encuentro será dentro de diez días en la Puerta de los Peces en Jerusalén, a las seis de la mañana. Ahora comamos y descansemos. Mañana, al amanecer, parto con los míos. No tengo otra cosa que deciros por el momento. Más tarde tendréis noticias de Mí."
Todo se oscurece cuando Jesús parte el pan.
II. 500-507
A. M. D. G.