EL DÍA SIGUIENTE EN LA CASA DE 

NAZARET

 


 

#María prepara la comida   

#Jesús saluda a su Madre y a su tía  

  #Jesús presenta a su Madre todos sus amigos   

#"Tengo una madre, pero mi amor por ella desaparece ante la veneración que siento por ti."   

#Llega Pedro y saluda a todos los presentes   

#"Este es un nuevo discípulo." Sed hermanos todos en el Señor

 


 

Veo a María que descalza y solícita va y viene por su casita a los primeros albores del día. Con su vestido azul pálido parece una delicada mariposa que roza sin ruido alguno paredes y objetos. Se acerca a la puerta que da a la calle y la abre con cuidado para no hacer ruido, la deja entreabierta, después de haber echado una mirada por la calle que todavía está solitaria, Vuelve a poner todo en orden, abre puertas y ventanas, entra en el cuarto de trabajo, donde desde que ya no es carpintería, está el telar de María, y también allí tiene en qué ocuparse. Cubre con cuidado uno de los telares en que hay un tejido comenzado, y una sonrisa aflora al verlo.

Sale al huerto. Las palomas se le amontonan sobre los hombros y con vuelos breves, de un hombro al otro, para tener el mejor lugar, peleadoras y celosas de sus cuidados, la acompañan hasta una despensa donde están sus alimentos. Toma trigo y les dice: "Aquí, hoy aquí. No hagáis ruido. ¡Está muy cansado!" Luego toma harina, va a una habitación en donde está el horno y se pone a amasarla para hacer el pan.

Sonríe. ¡Qué sonriente está hoy la mamá! Parece la joven Madre de Navidad, tan rejuvenecida parece de la alegría. De la masa toma un tanto, lo pone aparte, lo cubre, continúa su trabajo, está colorada, por sus cabellos hay una leve mancha de harina.

 

MARÍA ESTÁ PREPARANDO PARA COMER

 

María de Alfeo entra quedito: "¿Ya trabajando?"

"Sí, hago el pan, y mira: las tortas de miel que a Él tanto le gustan."

"Hazlas. Hay mucha masa. Te la preparo."

María de Alfeo, robusta y más gruesa, trabaja con fuerzas en su pan, mientras María pone miel y mantequilla en sus panecillos, y hace muchos redondos que pone sobre una lámina.

"No sé cómo hacer para avisar a Judas... Santiago no se atreve... y los demás..." María de Alfeo suspira.

"Hoy vendrán, Simón Pedro viene siempre el segundo día después del sábado con los pescados. Lo enviaremos a casa de Judas."

"Quien sabe si quiera ir..."

"Simón jamás me dice que no."

 

JESÚS SALUDA A SU MADRE Y A SU TÍA

 

"La paz sea en este vuestro día" dice Jesús apareciendo.

Las dos mujeres se sobresaltan con su voz.

"¿Ya te levantaste?... ¿Por qué?... Quería que durmieras..."

"He dormido como un niño, Mamá. Tú no debes haber dormido."

"Te he mirado dormir... Siempre así lo hacía cuando eras pequeño. Siempre sonreías en sueños... y esas sonrisas me quedaban todo el día como una perla n el corazón... Pero esta noche no sonreías, Hijo, suspirabas como si estuvieses afligido..." María lo mira con ansia.

"Estaba cansado, Mamá. Y el mundo no es esta casa donde todo es sinceridad y amor. Tú... Tú sabes quién soy y puedes entender qué significa para Mí, el contacto con el mundo. Es como quien camina por un camino sucio y lodos. Aún cuando uno camina atento, lo salpica a uno un poco el fango, y el hedor le llega a uno aun cuando no se respire... y si a este hombre le gusta la limpieza y el aire puro, puedes imaginar cuánto le fastidie..."

"Sí, Hijo. Lo entiendo. Pero me duele que sufras..."

"Ahora estoy contigo y no sufro. Es el recuerdo... y me ayuda para que mi alegría de estar contigo sea mucho más grande." Y Jesús se inclina para besar a su Madre. Acaricia también a la otra María, que toda colorada entra, porque estuvo prendiendo el horno.

"Será necesario avisar a Judas" es la preocupación de María de Alfeo.

"No es necesario. Judas estará aquí hoy."

"¿Cómo lo sabes?"

Jesús sonríe y calla.

"Hijo, todas las semanas, en este día, viene Simón Pedro. Me quiere traer los pescados que cogió en las primeras horas. Llega un poco después de las seis. Estará contentísimo hoy. Simón es bueno. En el tiempo que se queda, nos ayuda ¿no es así, María?"

"Simón Pedro es un hombre sincero y bueno" dice Jesús. "Pero también el otro Simón, que dentro de poco veréis, es un gran corazón. Voy a su encuentro. Están por llegar."

Jesús sale, mientras las mujeres que han puesto el pan en el horno, regresan a la habitación donde María se pone las sandalias y se pone un vestido blanquísimo de lino.

Pasa algún tiempo y mientras esperan, María de Alfeo pregunta: "¿No pudiste terminar aquel trabajo?"

"Pronto lo terminaré y mi Jesús tendrá el consuelo de la sombra, sin preocuparse de nada."

 

JESÚS PRESENTA, A SU MADRE, TODOS SUS AMIGOS

 

La puerta se abre de fuera: "Mamá, he aquí a mis amigos. Entrad."

Entran en grupo los discípulos y los pastores. Jesús toma por las espaldas a los dos pastores y los presenta a María: "He aquí a los dos hijos que buscan una Madre. Sé su alegría, Señora."

"Os saludo... ¿Tú?... Leví... ¿Tú? No sé pero por la edad, Él me dijo, que eres José. Este nombre es aquí un nombre dulce y sagrado. Ven, venid. Con alegría os digo: mi casa os acoge y una Madre os abraza en recuerdo del gran amor que vosotros (tú en tu padre) tuvisteis por mi Niño."

Los pastores, parecen como si estuvieran encantados, tanto es su éxtasis.

"Soy María. Sí. Tú viste a la Madre feliz de ver a mi Hijo entre corazones leales."

"Este es Simón, Mamá."

"Mereciste el favor, porque eres bueno. Lo sé. Que la gracia de Dios sea siempre contigo."

Simón más experto en las costumbres del mundo, se inclina hasta la tierra llevando los brazos cruzados sobre el pecho y dice: "Te saludo, Madre verdadera de la Gracia, y no pido otra cosa al Eterno, ahora que conozco la Luz y a ti, más que una bella luna."

"Este es Judas de Keriot."

 

"Tengo una madre, pero mi amor por ella 

desaparece ante la veneración que siento por ti."

 

"Tengo una madre, pero mi amor por ella desaparece ante la veneración que siento por ti."

"No por mí. Por Él. Yo soy, porque Él es. Para mí no quiero nada. Sólo pido para Él. Sé cuánto honraste a mi Hijo en tu ciudad. Pero yo te digo: Sea tu corazón el lugar en que Él reciba de ti todo el honor. Entonces yo te bendeciré, con corazón de Madre."

"Mi corazón está debajo del calcañal de tu Hijo. Feliz opresión. Solo la muerte destruirá mi lealtad."

"Este es nuestro Juan, Mamá."

"Estuve tranquila desde el momento en que supe que estabas cerca de Jesús. Te conozco y me tranquilizo en el alma al saber que estás con mi Hijo. Sé bendito, quietud mía." Lo besa.

 

LLEGA PEDRO Y SALUDA A TODOS LOS PRESENTES

 

La voz  ronca de Pedro se oye desde afuera: "He aquí al pobre Simón que trae su saludo y ..." Entra y queda con la boca abierta.

Después echa por tierra el canasto redondo que pendía sobre la espalda y se tira por tierra diciendo: "¡Ah, Señor Eterno! ¡Pero... no, esto no me lo debías de haber hecho, Maestro! Estar aquí... ¡y no notificármelo... al pobre Simón ! ¡Dios te bendiga, Maestro! ¡Ah! ¡Qué feliz soy! ¡No podía estar más sin ti!" y le acaricia la mano sin hacer caso a Jesús que le dice: "Levántate, Simón. Pero levántate, pues."

"Me levanto, sí. Pero... ¡Ey! tú, ¡muchacho! (el muchacho es Juan) ¡tú al menos podías haber corrido a decírmelo! Ahora, pronto, despáchate a Cafarnaum a avisar a los demás... y primero a casa de Judas. Está por llegar tu hijo, mujer. Pronto. Haz cuenta que eres una liebre con los perros por detrás."

Juan sale riéndose.

Al fin Pedro se ha levantado. Pero todavía tiene entre sus cortas, toscas manos, de venas alzadas, la larga mano de Jesús que la besa sin dejarla, no obstante quiere entregar el pescado que está en el canasto en tierra.

"¡Eh! ¡No! No quiero que te me vayas otra vez sin mí. Jamás ¡jamás así sin verte! Te seguiré como la sombra sigue al cuerpo y la cuerda al ancla. ¿Dónde estuviste, Maestro?... Me decía: "¿Donde estará, qué estará haciendo?... Y ese muchacho de Juan, sabrá tener cuidado de Él? ¿Estará atento de que no se canse mucho?...¿Qué no se quede sin comer?". ¡Eh! Te conozco... ¡estás más delgado! Sí, más delgado. ¡No te cuidó bien! Le diré que... Pero... ¿dónde estuviste, Maestro? ¡No me dices nada!"

"Espero que me dejes hablar."

"Es verdad. Pero... ¡ah! Verte es como un vino nuevo. Se le sube a uno tan sólo con olerlo. ¡Oh! ¡Mi Jesús!" Pedro está a punto de llorar por el gozo.

"También Yo he deseado verte, a todos vosotros, aun cuando estaba con amigos queridos. Mira, Pedro, estos dos son los que me han amado desde cuando tenía pocas horas de nacido. Todavía más: ya han sufrido por Mí. Aquí hay un hijo sin padre ni madre por mi causa. Pero encontrará tantos hermanos cuantos sois vosotros ¿o no es verdad?"

"¿Me lo pides, Maestro? Pero si por una suposición el Demonio te amase, lo amaría yo porque te ama. Sois pobres también como veo. Somos, pues, iguales. Venid que os bese. Soy pescador, pero tengo el corazón más tierno que un pichoncito. Es sincero. No os fijéis si soy áspero. Lo duro es afuera. Dentro soy todo miel y mantequilla. ¡Con los buenos porque con los malvados...!"

 

"Este es un nuevo discípulo."

Sed hermanos todos en el Señor

 

"Este es un nuevo discípulo."

"Me parece haberlo visto antes..."

"Sí. Es Judas de Keriot. Tú Jesús por medio de él tuvo una buena acogida en esa ciudad. Os ruego que os améis, aunque seáis de diversas regiones. Sed hermanos todos en el Señor."

"Y a como tal lo trataré, si lo es él. ¿Eh... sí...! (Pedro mira fijamente a Judas con una mirada franca y amonestadora) ¡eh... sí ... es mejor que lo diga, así me conocerá al punto y bien! Lo digo: no tengo mucha estima en general de los judíos y de los ciudadanos de Jerusalén en particular. Pero soy honrado y en mi honradez te aseguro que hago a un lado todas las ideas que tengo de vosotros y que quiero ver en ti, sólo al hermano discípulo. Toca a ti que no cambie yo ni de pensamiento ni de decisión."

"¿También contra mí tienes iguales prejuicios?" le pregunta sonriendo el Zelote.

"¡Oh! ¡No te había visto! ¿Contra ti?... ¡Oh! Contra ti no. Tienes pintada en la cara la honradez. Se te brota la bondad del corazón hasta afuera, como un bálsamo oloroso dentro de una copa porosa. Algunas veces, cuanto más uno envejece, tanto más se hace uno falso y malvado. Pero tu eres, como aquellos vinos alabadísimos. Entre más añejos, más secos y buenos."

"Has juzgado bien, Pedro" dice Jesús. "Venid ahora. Mientras las mujeres trabajan para nosotros, metámonos debajo de ese emparrado fresco. ¡Qué hermoso es estar aquí con los amigos! Luego iremos todos juntos por la Galilea y por otras partes. O sea: todos, no. Leví, ahora que ha satisfecho su deseo, volverá a donde está Elías a decirle que María le manda sus saludos. ¿Verdad, Mamá?"

"Que lo bendiga, y también a Isaac y a los demás. Mi Hijo me ha prometido llevarme con ellos... iré a vosotros, primeros amigos de mi Niño."

"Maestro, querría que llevase a Lázaro el escrito que sabes."

"Prepáralo, Simón. Hoy es día de gran fiesta. Mañana por la tarde partirá Leví a tiempo para llegar antes del sábado. Venid, amigos..."

Salen a la verde huertecilla y todo termina.

II. 546-551

A. M. D. G.