CURACIÓN DE LA BELLA DE COROZAIM.
PREDICA EN LA SINAGOGA DE
CAFARNAUM
#El arquisinagogo invita a Jesús a hablar en la sinagoga
#Se dirigen a ver a una leprosa
#Le hablan a Jesús de la bella de Corozaim y de su conocimiento de El
#"Y Yo he venido a dar la salvación a la primera convertida de mi Andrés"
#"Ve al lago y lávate. Estás allí dentro hasta que te llame."
#Jesús, ahora con todos los discípulos, entra en la Sinagoga de Cafarnaum
#Exactamente en el umbral de la puerta de la sinagoga veo al futuro apóstol Mateo
#Jesús quiere que se comprenda la lección de Sansón explicando su significado
#La primera condición: que permaneciese alejado de todo lo que provoca los bajos sentidos
#"Mi fuerza está en mis siete trenzas."
#Sansón dio a la tentación el secreto para vencer sus siete virtudes:
Jesús sale de la casa de la suegra de Pedro junto con sus discípulos, menos Judas Tadeo. El primero que lo ve es un muchachillo, y lo dice hasta los que no quieren enterarse. Jesús en la ribera del lago, sentado en la barca de Pedro, se ve al punto rodeado de gente que alegre lo saluda por su regreso, y le hacen mil preguntas, a las que responde con su insuperable paciencia sonriente y cariñoso, como si todo ese griterío fuera una armonía celestial.
El arquisinagogo invita a Jesús a hablar
en la sinagoga
Se acerca también el arquisinagogo. Jesús se levanta para saludarlo. Su saludo recíproco es de un orientalismo respetuoso.
"¿Maestro, puedo esperarte para que instruyas al pueblo?"
"Sin duda, si tú y el pueblo lo deseáis."
"Lo hemos deseado durante todo este tiempo. Lo puede decir el pueblo" y de hecho lo confirma con un nuevo griterío.
"Entonces a media tarde estaré contigo. Idos todos. Debo ir a buscar a alguien que me necesita."
La gente se aleja de mala gana, mientras Jesús con Pedro y Andrés van en la barca por el lago. Los otros discípulos quedan en tierra.
SE DIRIGEN A VER A UNA LEPROSA
La barca navega por un breve espacio y luego los dos pescadores la dirigen a un pequeño recodo entre dos colinillas, que parece que en un principio no fuese sino una sola, la cual se partiese por el centro debido a la erosión del agua o a un terremoto. Forma un pequeño fiordo que por no ser noruego, no tiene abetos, sino olivos malhechos, que han nacido, no se sabe cómo, en esas paredes a pico, entre rocas abiertas y picachos salientes. Han entretejido sus ramas torcidas por los vientos del lago que aquí deben ser fuertes. Han formado como un techo, bajo el que espumea un caprichoso riachuelo, todo rumor porque es una completa cascada, todo espuma porque se precipita de metro en metro, pero en realidad es un verdadero enanillo entre los ríos.
Andrés salta al agua para jalar la barca lo más cerca posible a la ribera y atarla a un tronco, mientras Pedro arrea la vela y asegura una piedra que sirva de puente a Jesús.
"Pero" dice "te aconsejaría que te descalzases y te quitases el vestido y que hicieras como nosotros. Ese loco de allí (y señala al riachuelo) hace revolver el agua del lago y por eso el puente no es seguro."
Jesús obedece sin discutir. En tierra vuelven a ponerse las sandalias y Jesús también por su parte el vestido largo. Los otros dos se quedan con las túnicas cortas de color oscuro.
"¿Dónde está?" pregunta Jesús.
"Se habrá metido en la selva, al oír nuestras voces. Sabes... con lo que tiene sólo para cubrirse..."
LLAMAN A LA BELLA DE COROZAIM, LEPROSA
Llámala."
Pedro grita fuertemente: "Soy el discípulo del Rabí de Cafarnaum. Aquí está el Rabí. Ven fuera."
Ni una señal de vida.
"No se fía" dice Andrés. "Un día alguien llamó diciendo: "Ven, que hay comida" y después la emprendió a pedradas contra ella. Nosotros la vimos entonces por vez primera, porque yo al menos, no me acordaba de cuando era la Bella de Corozaim."
"¿Y qué hicisteis entonces?"
"Le arrojamos un pedazo de pan y pescado y un trapo que era un pedazo de vela rota que usábamos para secarnos, porque estaba desnuda. Después huimos para no contaminarnos."
"¡Bueno! ¿Por qué habéis regresado?"
LE HABLAN A JESÚS DE LA BELLA DE COROZAIM
Y DE SU CONOCIMIENTO DE ÉL
"Maestro... Tú no estabas y pensábamos qué podríamos hacer para darte más a conocer. Pensamos en todos los enfermos, en todos los ciegos, cojos, mudos... y también en ella. Nos dijimos: "Hagamos la prueba". ¿Sabes?... muchos... ¡Oh! por culpa nuestra, nos tomaron por locos y no nos quisieron escuchar. Otros por el contrario nos creyeron. Yo hablé con ella. Vine solo en barca durante varias noches de luna. La llamaba y le decía: "En el peñasco, a los pies del olivo, hay pan y pescado. No tengas miedo" y me iba. Ella debía de esperar hasta ver que me hubiese ido para venir, porque nunca la veía. La sexta vez la vi de pie en la ribera, exactamente en donde estás. ¡Me esperaba...! ¡Qué horror! No escapé sino porque pensé en Ti. Me dijo: "¿Quién eres? ¿Por qué tienes piedad de mí?..." Le respondí: "Porque soy discípulo de la Piedad". "¿Quién es?". "Jesús de Galilea". "¿Y también para mí hay piedad?". " El dice que su piedad es para todos; y nosotros para ser como Él, debemos tenerla también". Maestro, aquí la leprosa blasfemó sin querer, diciendo: "Luego... también Él debió haber sido un gran pecador". Le dije: "¡No!" Es el Mesías, el Santo de Dios". Tenía ganas de decirle: "Eres maldita por tu lengua" pero no dije más que eso porque pensé: "En su desgracia no puede pensar en la misericordia divina". Entonces se puso a llorar y dijo: "Oh, si es Santo, no puede, no puede tener piedad de la Bella. ¡No! Tendría de la leprosa... pero por la Bella, no. Y yo que esperaba...". "¿Qué esperabas, mujer?" le pregunté. "La curación... volver al mundo... entre los hombres... no como una bestia en cueva de animales, a los que causo horror". Le dije: "Sí. Dios me ha castigado justamente por mis pecados. Estoy arrepentida. Mi alma lleva consigo la expiación, pero para siempre aborrece el pecado". Entonces me pareció que podía en tu nombre prometerle salvación. Me dijo: "Regresa, regresa otra vez... Háblame de Él... Que mi corazón antes que mis ojos, lo conozca..." Y venía a hablar de Ti, como sé..."
"Y Yo he venido a dar la salvación a la
primera convertida de mi Andrés"
"Y Yo he venido a dar la salvación a la primera convertida de mi Andrés" ( pues es Andrés el que hablado, mientras Pedro había ido corriente arriba, brincando de piedra en piedra y llamando a la leprosa).
Pasando un rato apareció con su horrible figura, entre las ramas de un olivo. Ve y grita.
"Baja, pues" exclama Pedro. "No te quiero lapidar. ¡Allá! ¿lo ves?... es el Rabí Jesús."
La mujer se descuelga por la pendiente, digo exagerando, porque velozmente baja, llega a los pies de Jesús antes que Pedro volviese al Maestro y grita: "¡Piedad, Señor!"
"¿Puedes creer que Yo te la pueda tener?"
"Sí, porque eres Santo y porque estoy arrepentida. Soy el pecado, pero Tú eres la Misericordia. Tu discípulo ha sido el primero en tener misericordia de Mí y ha venido a traerme pan y fe. Límpiame, Señor, antes el alma que la carne. Porque yo soy tres veces impura y si me debes dar una limpieza, una sola, mira, yo te pido la de mi alma pecadora. Antes de haber oído tus palabras, que él me repetía, yo pensaba para mí: "Cúrame para regresar entre los hombres". Ahora que sé, me digo: "Ser perdonada para tener vida eterna.". "
"Te perdono. No recaigas otra vez sin embargo..."
"¡Que seas bendito! Viviré en mi cueva en la paz de Dios... libre. ... ¡Oh! libre de remordimientos y de temores. ¡No más miedo a la muerte porque estoy perdonada! ¡No más miedo a Dios porque ahora Tú me has absuelto!"
"Ve al lago y lávate. Estás allí dentro hasta que te llame."
La desgraciada piltrafa de mujer, hecha esqueleto, corroída, con la cabellera despeinada, seca, lisa, se levanta del suelo y entra en el lago, se mete con todo y su resto de vestido que bien poco le sirve.
"¿Por qué la has mandado a que se bañe? Es verdad que su hedor enferma, pero... no entiendo" dice Pedro.
"Mujer, sal y ven aquí. Toma esa tela que está en esa rama" (es la que usó Jesús para secarse cuando atravesó el breve espacio entre la barca y la tierra).
La mujer obedientemente emerge, desnuda, pues en el agua se le quedó el pedazo de harapo que tenía al ir a tomar el seco. Pedro que es el primero en verla echa un grito, mientras Andrés, más púdico, le vuelve las espaldas. Pero al grito de su hermano se vuelve y grita también. La mujer, que tenia tan sólo los ojos fijos en Jesús, y no se preocupaba en otra cosa, a los gritos, y al ver las manos que le hacen señas, se mira... y ve que con su vestido harapiento se quedó también en el lago la lepra. No corre, como podría imaginarse uno. Se agazapa, se encoge toda en el camino, avergonzada de su desnudez, emocionada hasta el punto, que no puede hacer cosa alguna que no sea un llanto largo y débil, que es más estrujante que un grito.
Jesús se mueve... llega hasta donde está...
le pone en la espalda la tela,
le acaricia ligeramente la cabeza y le dice:
"¡Se buena! ¡Adiós!
Jesús se mueve... llega hasta donde está... le pone en la espalda la tela, le acaricia ligeramente la cabeza y le dice: "¡Se buena! ¡Adiós! Por la sinceridad de tu arrepentimiento has merecido el favor. Crece en la fe del Mesías y obedece a los preceptos de la purificación."
La mujer llora, llora y llora... Sólo cuando oye el golpeteo de los remos, con que Pedro retira la barca, levanta la cabeza, tiende los brazos y grita: "¡Gracias, Señor, gracias! ¡Bendito, bendito seas!"
Jesús le hace un ademán de despedida antes que la barca dé vuelta en el recodo del pequeño fiordo y desaparezca...
JESÚS ENTRA EN LA SINAGOGA DE CAFARNAUM
...Jesús, ahora con todos los discípulos, entra en la Sinagoga de Cafarnaum después de haber atravesado la plaza y la calle que conducen allí. La noticia del nuevo milagro debe haber ya recorrido porque hay muchos murmullos y comentarios.
Exactamente en el umbral de la puerta de la sinagoga veo al futuro apóstol Mateo. Ahí se queda, mitad dentro y mitad fuera, no sé si avergonzado o retraído por las señales de los ojos que todos ponen al verlo, o por algún epíteto poco agradable que le viene dirigido. Dos entiesados fariseos recogen a propósito sus amplios mantos, como si tuviesen miedo de contraer una peste al tocar el vestido de Mateo.
Jesús al entrar, lo mira atentamente por un segundo y por un segundo se detiene. mateo, no más baja la cabeza.
Pedro, apenas había pasado un poco, dice en voz baja a Jesús: "¿Sabes quién es ese hombre tan bien adornado y que tiene más perfume que una mujer?... Es Mateo nuestro tasador... ¿Qué viene a hacer aquí?... Es la primera vez. Tal vez no encontró compañeros, y sobre todo compañeras, con quienes pueda pasar el sábado, gastando en orgías lo que nos chupa con tasas duplicadas y triplicadas para tener dinero para el fisco y para el vicio."
Jesús mira de tal manera enojado a Pedro, que este se pone colorado como una manzana, baja la cabeza, espera de modo que siendo el primero se queda el último en el grupo apostólico.
Jesús está en su lugar. Después de los cantos y oraciones recitados con el pueblo, se vuelve a hablar. El arquisinagogo le pregunta si quiere algún rollo, pero le responde: "No es necesario. Tengo ya el tema."
EL GRAN REY DE ISRAEL, DAVID...DESPUÉS DE
HABER PECADO, LLORÓ....
EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE HAY UN PUNTO..., EL MÁS
SELECTO,... EL QUE ES NUESTRO SANCTA SANCTORUM...
CUANDO EN NOSOTROS EL PECADO HUMEA, ENTONCES ESE
PUNTO SE OFUSCA...
Y empieza: "El Gran Rey de Israel, David de Belén, después de haber pecado, lloró al arrepentirse en su corazón, al gritar a Dios que se arrepentía y que le pedía perdón. El corazón de David se había nublado en las neblinas del sentido, y le había estorbado ver el rostro de Dios, comprender su palabra.
El rostro, dije. En el corazón del hombre hay un punto en que se recuerda el rostro de Dios, el punto más selecto, el que es nuestro Sancta Sanctorum, del que vienen las santas inspiraciones y las santas decisiones, el que despide perfume como un altar, resplandece como una hoguera, canta como un coro de serafines. Mas... cuando en nosotros el pecado humea, entonces ese punto se ofusca en tal forma que cesan la luz, el perfume, el canto y tan sólo queda el olor a humo espeso y el sabor a cenizas.
Pero cuando vuelve la luz, porque un siervo de Dios la haya traído consigo a esa oscuridad, entonces el corazón ve su fealdad, su baja condición, y horrorizado exclama como el rey David: "Ten piedad de mí, Señor, conforme a la grandeza de tu misericordia y por tu infinita bondad, lávame de mi pecado" Pero no dice: "No puedo ser perdonado, y por esto continúo en el pecado" por el contrario: "Estoy humillado, contrito lo estoy, pero te ruego, Tú que sabes cómo me he encontrado en el pecado, de echarme agua y limpiarme para que torne a ser cual la nieve de las cimas". Añade: "Mi holocausto no será de corderos ni de bueyes sino un arrepentimiento verdadero de corazón. Porque sé que esto es lo que quieres de nosotros y no lo desprecias.".
Esto decía David después de su pecado, y después de que el siervo del Señor, Natán, lo había hecho que se arrepintiera. Los pecadores con mayor razón pueden decir esto, ahora que el Señor no les manda un siervo suyo, sino al Redentor mismo, a su Verbo, el cual, justo y dominador no sólo de los hombres, sino también de cielos e infiernos, ha brotado entre su pueblo como la luz de la aurora, que brilla sin nubes cuando se levanta el sol matinal.
Habéis leído en qué forma el hombre, presa de Mammón, sea más débil que un esqueleto moribundo, aun cuando antes hubiese sido "el fuerte". Sabéis cómo Sansón no valió ya nada luego que cedió al sentido. Quiero que comprendáis la lección de Sansón, hijo de Manué, destinado a vencer los filisteos opresores de Israel.
JESÚS QUIERE QUE SE COMPRENDA LA LECCIÓN
DE SANSÓN EXPLICANDO SU SIGNIFICADO
La primera condición para que fuese tal, era que desde su concepción permaneciese alejado de todo lo que provoca los bajos sentidos y une en matrimonio las entrañas del hombre con carne inmunda: o sea vino, cerveza y carnes grasosas que encienden la cintura con fuego impuro. Condición segunda: Que para ser el libertador, fuese consagrado al Señor desde la infancia y para siempre fuese nazareo. Consagrado es no sólo el que externa, sino internamente se conserva santo. Entonces Dios está con él.
Pero la carne es carne, y Satanás es tentación. Y tentación es de la carne, que excita al hombre y a la mujer y se aprovecha para combatir a Dios en su corazón y en sus santos mandamientos. Ved entonces que la robustez del "fuerte" tiembla, y se convierte en piltrafa que acaba con las dotes que Dios le había dado. Escuchad, pues: Sansón fue amarrado con siete cordeles de nervios frescos, con siete sogas nuevas, enclavado en el suelo con siete trenzas de sus cabellos. Y siempre vencía. Pero no en vano se tienta al Señor, ni a su bondad. No es lícito. El perdona, perdona, perdona, pero exige voluntad de salir del pecado para continuar perdonando. Necio es el que dice: "Señor, perdón" y después ¡no huye de lo que le induce a nuevo pecado! Sansón, tres veces victorioso, no huyó de Dalila, el sentido, el pecado, y cansado hasta donde más no se puede, dice el Libro, y acabándosele el ánimo, reveló el secreto: "Mi fuerza está en mis siete trenzas."
Sansón dio a la tentación el secreto para
vencer sus siete virtudes:
¿Hay alguno entre vosotros, que hastiado hasta el cansancio del pecado, sienta que las fuerzas se le acaban, porque no hay cosa que más agote que la mala conciencia, y que está por entregarse vencido al enemigo? ¡No! quienquiera que seas, no, no lo hagas. Sansón dio a la tentación el secreto para vencer sus siete virtudes: las siete trenzas simbólicas, sus virtudes, o sea la fidelidad de nazareo. Cansado se durmió en el seno de la mujer y fue vencido. Ciego, esclavo, impotente, por no haber sido fiel al voto. Tornó a ser "el fuerte", el "libertador" cuando en el dolor de un sincero arrepentimiento encontró su fuerza... Arrepentimiento, paciencia, constancia, heroísmo y luego... ¡Oh, pecadores, os prometo que seréis los libertadores de vosotros mismos! En verdad os digo que no hay bautismo que valga, ni rito que sirva, si no hay arrepentimiento y voluntad de renunciar al pecado. En verdad os digo que no hay pecador más grande, que no pueda hacer renacer con su llanto las virtudes que el pecado le había arrebatado del corazón.
HOY UNA MUJER,... A QUIEN DIOS CASTIGÓ
POR SU PECADO, HA OBTENIDO MISERICORDIA
POR SU ARREPENTIMIENTO
Hoy una mujer, una culpable de Israel, a quien Dios castigó por su pecado, ha obtenido misericordia por su arrepentimiento. Misericordia, dije, pero no la tendrán los que no la usaron con ella después de castigada. ¿No tenían esos tales en sí, la lepra de la culpa?... Que se examine cada uno... y que tenga piedad si es que la quiere obtener. yo so extiendo mi mano por esta arrepentida que torna entre los vivos después de una horrenda separación. Simón de Jonás, no Yo, llevará el óbolo a la arrepentida que, en los umbrales de la vida, regresa a la vida verdadera. Y no murmuréis, vosotros grandes, no murmuréis. No estaba Yo, cuando era la Bella. Vosotros estabais. Y no digo más."
"¿Nos avisas de haber sido amantes?" pregunta rabioso uno de los dos viejos.
"Cada uno tenga enfrente de sí, su corazón y sus acciones. No acuso. Hablo en nombre de la justicia ¡Vámonos!" y Jesús sale con los suyos.
Pero dos que parece, conozcan algo a Judas le detienen y oigo que le dicen: "¿También tú estás con Él?... ¿Es realmente Santo?"
El Iscariote tiene una de sus salidas que desorientan: "Os aseguro que no llegaréis ni al menos a sospechar su santidad."
"Pero curó en sábado ¿o no?"
"¡No! Perdonó en sábado... y ¿qué día más propicio para el perdón sino el sábado?... ¿No me dais nada para la redimida?"
"No damos nuestro dinero a las prostitutas. Se ofrece al Templo santo."
el pequeño Santiago apenas fuera de la sinagoga,
me dio dos bolsas en lugar de una, y siempre
por encargo del desconocido.
Judas echa una risotada irreverente y los deja plantados. Alcanza al Maestro que está entrando en la casa de Pedro, que le dice: "Mira, el pequeño Santiago apenas fuera de la sinagoga, me dio dos bolsas en lugar de una, y siempre por encargo del desconocido. ¿Quién es Maestro? Tú lo sabes... ¡Dímelo!"
Jesús sonríe: "Te lo diré cuando hayas aprendido a no murmurar de nadie."
II. 565-573
A. M. D. G.