EN TIBERIADES JESÚS BUSCA EN LA CASA
DE CUSA A JONATÁS
#Jesús se encamina a la casa de Juana de Cusa
#Jesús llega a la casa de Juana
#Jesús es invitado a pasar a casa
#Jesús se interesa por la enfermedad de Juana
#"Yo soy la vida. Doy vida pero no muerte... Ahora con tu fe le das una vida ilimitada
#Jesús se despide con la promesa de regresar
Tengo ante mi vista la hermosa ciudad de Tiberíades que en su conjunto me dice que es nueva y rica. Está mejor delineada que otras ciudades palestinenses y presenta un conjunto armónico, que ni siquiera Jerusalén lo tiene. Hermosas y rectas calles, que tiene ya el sistema de drenaje, por lo que las aguas y las inmundicias no se estancan en ellas. Plazas anchas con fuentes y las más bellas están hechas de trozos de mármol. Palacios que rivalizan el estilo de Roma, con portales llenos de luz.
El ojo puede descubrir anchos vestíbulos, a través de algunos portones que a esta hora matutina están ya abiertos; columnados de mármol decorados con mantas preciosas, sillas y mesas. Casi todos los vestíbulos tienen en el centro un patio que tiene en el suelo mármol con una fuente con surtidor y tanques también de mármol llenos de plantas en flor.
En realidad no es otra cosa más que una imitación de la arquitectura de Roma que ha sido copiada perfectamente bien. Las casas más hermosas son las que están junto al lago. Las tres primeras, que están paralelas, son verdaderamente señoriales. La primera situada en la avenida que suavemente bordea el lago, en realidad es maravillosa. Donde termina sigue una hilera de villas cuya fachada principal no da al lago sino a los jardines que están enfrente de él y que bajan hasta el pie de las olas. Todas tienen un pequeño portón, en que están atracadas barcas de transporte con baldaquinos preciosos y cojines de púrpura.
JESÚS SE ENCAMINA A LA CASA DE JUANA DE CUSA
Parece que Jesús haya descendido de la barca de Pedro no en el puerto de Tiberíades sino en algún otro lugar, tal vez en los suburbios, y viene caminando por la avenida que bordea el lago.
"¿Has estado alguna vez en Tiberíades, Maestro?" Pregunta Pedro.
"Nunca".
"¡Eh! ¡Antipas ha hecho bien las cosas, y en grande, para adular a Tiberio! ¡Es un verdadero vendido ese...!"
"Me parece que es una ciudad más bien de descanso que de comercio."
"Los negocios están del otro lado. Tiene mucho comercio. Es rica."
"¿Estas casas, son palestinenses?"
"Sí y no. Muchas pertenecen a romanos, pero muchas... ¡eh!...¡sí! Aunque estén llenas de estatuas y de tonterías son de hebreos. Pedro suspira y murmura: "...¡Si nos hubiesen quitado tan solo la independencia!... pero... nos han quitado la fe... ¡Estamos haciéndonos más paganos que ellos.!"
"No es culpa de ellos, Pedro. Tienen sus costumbres y no nos obligan a que las tengamos. Somos nosotros los que queremos corrompernos. Por utilidad, por moda, por servilismo..."
"Dices bien. El primero es el Tetrarca..."
"Maestro, hemos llegado" dice el pastor José. "Esta es la casa del mayordomo de Herodes."
JESÚS LLEGA A LA CASA DE JUANA
Se detienen en el borde de la avenida, donde se bifurca y sigue una calle. Las villas quedan pues, entre esta y el lago. La casa señalada es la primera, hermosísima, envuelta en un jardín tapizado de flores. Fragancia, ramas de jazmines y rosas se extienden hasta el lago.
"¿Y aquí está Jonatás?"
"Aquí. Eso me dijeron. Es el mayordomo del mayordomo. A él le fue bien. Cusa no es malo y es justo en reconocer los méritos de su mayordomo. Es uno de los pocos de la corte que es honrado. ¿Voy a llamarlo?"
"Ve."
José va al gran portón y toca. Acude el portero. Hablan entre sí. Veo que José tiene un gesto de desagrado y que el portero saca su cabeza gris y mira a Jesús y luego pregunta algo a José, el cual asiente. Hablan otra vez entre sí.
Después viene a Jesús, que ha estado esperando pacientemente bajo la sombra de un árbol. "No está Jonatás. Se encuentra en el Alto Líbano. Fue a llevar al aire fresco y puro a Juana de Cusa, que está muy enferma. Dice el criado que fue él porque Cusa está en la corte, y que no puede venir dado el escándalo producido con la fuga de Juan Bautista, y que la enferma empeoraba y que el médico dijo que moriría. Pero el criado dice que entres a descansar. Jonatás les ha hablado del Mesías niño y tu nombre les es conocido y te esperan."
JESÚS ES INVITADO A PASAR A CASA
"¡Vamos!"
El grupo se encamina. El portero que ha estado espiando, llama a los demás criados abre el portón hasta ahora cerrado, y corre al encuentro de Jesús con verdadero respeto.
"Derrama, Señor, tu bendición sobre nosotros y sobre esta malhadada casa. Entra. ¡Oh! ¡cuánto pesará a Jonatás el no haber estado! Su esperanza era verte. Entra, entra y contigo tus amigos."
En el atrio hay siervos y criadas de todas edades. Todos se inclinan respetuosamente a saludar pese a su curiosidad. Una anciana llora en un rincón. Jesús entra y bendice con su ademán y saludo de paz. Le ofrecen descanso y se sienta en una silla y todos le rodean.
"¡Oh! Jonatás nos ha alimentado con tu historia. Jonatás es bueno. Dice que lo es porque lo hizo el beso que te dio. Pero también es bueno, porque lo es."
"Yo di besos y me los dieron... pero como tú dices, solo en los buenos aumentan la bondad... ¿Está ahora ausente?... Vine por él."
"Ya lo dije: está en el Líbano. Allá tiene amigos. Es la última esperanza para la joven patrona, y si esto no da resultado..."
La anciana que está en el rincón llora más fuerte. Jesús interrogativamente la mira.
"Es Ester, la nodriza de la patrona. Llora porque no se resigna a perderla."
"Ven, madre. No llores así" dice Jesús. "Ven aquí cerca de Mí. ¡No está dicho que enfermedad quiera decir muerte!"
"¡Oh! ¡Es muerte! Desde que tuvo aquel parto único e infeliz ¡se me muere! Las adúlteras secretamente paren y viven, y ella, ella que es buena, honrada, amada, muy amada, ¡debe morir!"
JESÚS SE INTERESA POR LA ENFERMEDAD
DE JUANA
"Pero... ¿qué cosa tiene?"
"Fiebre que la consume... es como una lámpara que ardiese en medio de un ventarrón... que aumenta su fuerza de día en día, y ella cada vez más débil. ¡Oh! Yo quería ir con ella, pero Jonatás prefirió criadas jóvenes, porque ella no tiene fuerzas y se le carga en peso y yo ya no sirvo... Para eso, no, pero... para amarla, sí. La recibí del seno de su madre... yo también estaba casada, y hacía un mes que había tenido un hijo, y yo le di la leche, porque su madre, débil, no podía... he sido para ella madre, desde que fue huérfana y que apenas sabía decir "mamá". Tengo canas ya y estoy arrugada de velar sus enfermedades. Yo fui quien la vistió para su matrimonio, yo la llevé al tálamo... sonreí con ella sus esperanzas de ser madre... lloré con ella sobre el hijo muerto... He recibido todas las sonrisas y lágrimas de su vida... Le he dado todas las sonrisas y consuelos de mi corazón... y ahora muere, y no la tengo cerca de mí..." La anciana da compasión.
Jesús la acaricia pero es inútil. "Escucha, madre... ¿tienes fe?"
"¿En Ti?... Sí."
"En Dios, mujer. ¿Puedes creer que todo lo puede Dios?"
"Lo creo y creo que Tú, su Mesías, lo puedes. ¡Oh! En la ciudad ya se habla de tu poder. Aquel hombre (y señala a Felipe) hace tiempo que hablaba junto a la sinagoga de tus milagros. Y Jonatás le preguntó: "¿Dónde está el Mesías?" y le contestó: "No sé". Jonatás me dijo entonces: "Si estuviese aquí, yo te juro, que ella sanaría". Pero tú no estabas aquí... y él partió con ella... y ahora estará para morir..."
"No. Ten fe. Dime claramente lo que tienes en el corazón. ¿Puedes creer que ella por tu fe no morirá?"
"¿Por mi fe? ¡Oh! si la quieres te la doy. Toma mi vida, mi vieja vida pero tan sólo déjame verla sana."
YO SOY LA VIDA. DOY VIDA PERO NO MUERTE...
AHORA CON TU FE LE DAS UNA VIDA ILIMITADA
"Yo soy la vida. Doy vida pero no muerte. Tú, un día le diste la vida con la leche de tu seno, y era una pobre vida que podía acabar. Ahora con tu fe le das una vida ilimitada. Sonríe, madre."
"Pero ella no está..." La vieja oscila entre la esperanza y el temor. "Ella no está y tú... estás aquí."
"Ten fe. Escucha. Voy a Nazaret por algunos días. Tengo también allá amigos enfermos... después iré al Líbano. Si Jonatás regresa dentro de seis días mándalo a Nazaret, a Jesús de José. Si no viene, iré Yo."
"¿Cómo lo hallarás?"
"Me guiará el arcángel de Tobías. Tú robustécete en la fe. No te pido sino esto. No llores más, madre."
La anciana, por el contrario, llora más fuerte. Está a los pies de Jesús y tiene la cabeza sobre las rodillas divinas, mientras besa y baña con sus lágrimas la mano bendita. Jesús, con la otra la acaricia, y mientras los otros criados le insisten en que deje de llorar, dice: "Dejadla que llore. Es un llanto que la alivia. Le hace bien. ¿Seréis felices todos, si la patrona sana?"
"¡Oh! Es muy buena. Cuando alguien es así, no es patrón, es un amigo y se le ama. La amamos. Créelo."
JESÚS SE DESPIDE CON LA PROMESA DE REGRESAR
"Lo veo en vuestros corazones. Vosotros también sed buenos. Ya me voy. No puedo esperar. Tengo la barca. Os bendigo."
"Maestro regresa, regresa otra vez."
"Regresaré muchas veces. Adiós. La paz sea en esta casa y en todos vosotros."
Jesús sale con los suyos, acompañado de los criados que lo aclaman.
"¡Eres más conocido aquí que en Nazaret!" observa tristemente Santiago su primo.
"Esta casa la preparó alguien que tenía verdadera fe en el Mesías. Para Nazaret yo soy el carpintero... Nada más."
"Y... y nosotros no tenemos la fuerza de anunciarte por lo que eres..."
"¿No la tenéis?"
"No, primo. No somos heroicos como los pastores..."
"¿Lo crees, Santiago?" Jesús sonríe mirando a su primo que tanto se asemeja a su padre putativo, por el color castaño moreno de sus ojos y cabellos, lo mismo que su cara. Por su parte, Judas, aparece pálido, con su barba rubia y ondulada cabellera, con los ojos azules que ligeramente recuerdan los de Jesús. "Pues bien, Yo te digo que no te conoces. Tú y Judas sois dos fuertes."
Los primos sacuden la cabeza.
"Os persuadiréis de que no me equivoco."
"¿Vamos de veras a Nazaret?"
"Sí. Quiero hablar con mi Madre... y hacer alguna otra cosa más. Quien quiera venir, que venga."
Todos quieren ir. Los primos son los que están más contentos:
"Entiendo. Pasaremos por Caná y luego iremos allá."
"¿Por Caná? ¡Oh! entonces vamos a la casa de Susana. Nos dará huevos y frutas para papá, Santiago."
"Y por supuesto que también de su buena miel. ¡A él tanto que le gusta!"
"Y lo alimenta."
"¡Pobre padre! ¡Sufre tanto! Como planta desenraizada siente que se le acaba la vida, y no quisiera morirse..." Santiago mira a Jesús, con una muda plegaria... Pero Jesús no da señales de haberlo visto. "José también murió con dolores, ¿no es verdad?"
"Sí" responde Jesús. "Pero sufría menos porque estaba resignado."
"Y... como te tenía a Ti."
"También Alfeo podría tenerme..."
Los primos suspiran con tristeza, y todo termina.
II. 603-608.
A. M. D. G.