JESÚS EN CASA DE SU TÍO ALFEO Y 

LUEGO EN LA SUYA

 


 

#Se encuentra con Alfeo, amigo suyo, y le habla de su familia   

#Alfeo, amigo de los abuelos y padres de Jesús le anuncia lo que en Nazaret dicen de él   

#Los primos me aman más que a ellos mismos, y justo es que les pague con igual amor... allí hay dos mujeres a quienes amo...   

#María no quiere que Jesús entre en la casa de Alfeo   

#¿Dónde está esa débil mujer que no sabe hacerse obedecer de su Hijo?   

#Jesús dialoga con Alfeo. Le atiende en su cama. Se queja de Jesús y le reprocha que haya llevado a dos de sus hijos   

#Le acusa de loco. Pide la curación y Jesús le dice que perdone a sus hijos y él le dará consuelo. Niega el perdón a sus hijos y dice a Jesús que se largue de su presencia. Di a esas dos serpientes que su viejo padre muere teniéndoles rencor   

#No, esto no, no pierdas tu alma. No me ames. No creas que soy el Mesías, pero no odies.   

#Jesús se va a su casa   

#La gracia trabaja aun sin que los corazones lo sepan. Ahí están tus lágrimas... El dolor de Judas y Santiago y su fidelidad a la vocación   

#Vamos más aprisa a consolar a los primos."   

#Los apóstoles consuelan a Santiago y Judas   

#"No llores, hijo. Él nos lo había dicho, a mí y a ti: "Os una a ti que por mi causa pierdes a un padre, y a ti que tienes corazón de padre sin tener hijos."   

#María entra y corre junto a los dos afligidos  

#Mi vida, mi trabajo y mi servicio son la cruz, el dolor, las renuncias, el sacrificio...Yo lo he hecho. ¡Que lo hagan quienes quieran llamarse "míos"!

 


 

Jesús con los suyos se encuentra por las bellas colinas de Galilea. Para escapar del sol que todavía está alto, aunque muy cercano al ocaso, caminan bajo los árboles, que casi todos son olivos.

" ¡ Más allá de aquel promontorio está Nazaret " dice Jesús." Dentro de poco estaremos allí. Al llegar a las afueras de la ciudad nos separaremos. Judas y Santiago irán a casa de su padre, como su corazón lo desea. Pedro y Juan distribuirán la limosna entre los pobres, que de seguro están cerca de la fuente. Los demás y Yo iremos a casa para cenar y luego pensaremos en el reposo."

"Nosotros regresamos a la casa del buen Alfeo. Se lo prometimos la otra vez. Pero Yo iré tan sólo para saludarlo. Cedo mi lecho a Mateo que todavía no está acostumbrado a las incomodidades " dice Felipe.

" No, tú no, que eres viejo. No lo permito. He tenido hasta ahora un lecho fino... pero ¡ qué sueños infernales tenía yo ! Creedme, ahora me siento tan tranquilo que me parece dormir entre plumas aun cuando esté acostado sobre piedras. ¡ Oh ! ¡ es la conciencia la que te deja o no te deja dormir ! " responde Mateo.

Se prende una disputa caritativa entre Tomás, Felipe, Bartolomé y Mateo, que, es claro, son los que estuvieron la otra vez en casa de Alfeo, (que no es el padre de Santiago, porque éste al hablar con Andrés, dice: " Habrá siempre un lugar para ti como la otra vez, aunque el padre esté más enfermo " ). Tomás gana. " Yo soy el más joven del grupo. Yo soy el que cedo la cama, Mateo, deja que lo haga. Poco a poco te acostumbrarás. ¿Crees que me pesa ? No. Soy como un enamorado que piensa... " Estaré en lo duro pero cerca de mi amor." Tomás que frisa en los treinta ocho años, jovial ríe y Mateo cede.

Nazaret se encuentra ya con sus primeras casas a pocos metros.

"Jesús... nos vamos." dice Judas.

" Está bien. "

Los dos hermanos se van casi corriendo.

" ¡Eh ! el padre es padre " murmura Pedro. " Y aunque si es duro, siempre es sangre nuestra, y la sangre jala más fuerte que una soga. Y además... me gustan tus primos. Son muy buenos."

" Son muy buenos, sí. Y son tan humildes que ni siquiera se ponen a reflexionar en la medida que lo son. Creen tener siempre defectos porque su alma siempre ve lo bueno en otros, a excepción suya. Mucho que aprovecharán..." 

Están ya en Nazaret. Algunas mujeres ven a Jesús y lo saludan, también algunos hombres y niños lo hacen. Pero acá no hay aclamaciones al Mesías como en otros lugares. Acá son amigos que saludan al amigo que regresa. Quien más, quien menos expansivamente. Observo en muchos de ellos una curiosidad irónica al ver el grupo heterogéneo que viene con Jesús y que ciertamente no es grupo de dignatarios reales, ni de pomposos sacerdotes. acalorados, empolvados, vestidos modestamente, menos Judas Iscariote, Mateo, Simón y Bartolomé -los he puesto en orden decreciente en elegancia- semejan un grupo de campesinos viajeros por algún mercado, que no a seguidores de un rey, el cual, de sí, no tiene sino la imponencia de su estatura y sobre todo la de su aspecto.

Avanzan algunos metros y luego Pedro y Juan se separan para ir a la derecha, mientras Jesús prosigue con los demás hasta una placita llena de niños que gritan alrededor de un estanque lleno de agua al que vienen sus mamás.

 

SE ENCUENTRA CON ALFEO AMIGO SUYO Y LE HABLA 

DE SU FAMILIA

 

Un hombre ve a Jesús y hace una señal de sorpresa aun sin creerlo. Se apresura a ir a Él  y lo saluda: "¡ Bienvenido, no te esperaba tan pronto ! Ten, besa a mi último nieto. Es el pequeño José. Nació en tu ausencia " y le extiende el pequeñito que tiene entre sus brazos.

"¿Le has puesto de nombre, José?"

"Sí. No me olvido del que fue casi pariente mío, y más que pariente, mi gran amigo. Ahora también he puesto todos los nombres más amados a mis nietos: Anna, mi amiga de cuando yo era pequeño y Joaquín. Después María... ¡Oh! ¡Qué fiesta cuando nació! Recuerdo cuando me la dieron para que la besase y me dijeron: "¿Ves?... Aquel arco iris ha sido el puente por donde Ella bajó del Cielo. Los ángeles caminan por allí" y... en verdad que parecía un angelito... ¡Tan hermosa era!... Ahora, aquí tienes a José. Si hubiese sabido que regresabas pronto te hubiese esperado para la circuncisión."

"Te agradezco tu amor por mis abuelos y por mis padres. Es un niño bonito. Que sea justo para siempre como el justo José" Jesús mece al pequeñín que dibuja sonrisitas llenas de leche.

"Si me esperas, voy contigo. Espero que estén llenas las ánforas. No quiero que se fatigue mi hija María. Pero mejor, mira, le voy a hacer así: Las doy a los tuyos, si quieren, y hablo un poco contigo aparte."

"¡Claro que las llevamos! No somos reyes asirios" exclama Tomás que es el primero en tomar una.

"Entonces, ved, María de José no está en casa. Está en la de su primo, pero la llave está en mi casa. Decid que os la den para que entréis en ella, a la carpintería, quiero decir."

"Sí, sí, id también a casa. Ya iré Yo."

Los apóstoles se van y Jesús se queda con Alfeo.

 

ALFEO, AMIGO DE LOS ABUELOS Y PADRES DE JESÚS LE 

ANUNCIA LO QUE EN NAZARET DICEN DE ÉL

 

"Querría decirte, soy tu verdadero amigo... y cuando uno es verdadero amigo, y uno es más viejo y del lugar puede hablar. Creo que deba hablar... Yo... yo no quiero darte consejos. Eres más entendido que yo. Solo quiero hacerla de espía ni ponerte en mal a tus parientes, Pero yo creo en Ti, Mesías y... y me siento mal al ver que ellos dicen que no eres Tú, o sea, el Mesías; que Tú eres un enfermo, que estás arruinado la familia y a los parientes. La ciudad... ¿sabes?... Alfeo es muy estimado y por eso la ciudad también lo escucha, y ahora está enfermo y da compasión... También el dolor algunas veces sirve para hacer cosas injustas. Mira, yo estaba aquella tarde en que Judas y Santiago te defendieron y defendieron la libertad de seguirte... ¡Oh! ¡Que escena! No sé cómo tu Madre pueda aguantar y la pobre María de Alfeo. En ciertas situaciones de familia las mujeres son siempre las víctimas."

"Ahora mis primos están en la casa de su padre..."

"¿De su padre...? ¡Oh! ¡Los compadezco! El viejo está realmente fuera de sí, y será por la edad, o mejor dicho por la enfermedad, que se comporta como un loco. Si no lo estuviese me daría mucha mayor compasión porque... pondría en peligro su alma."

"¿Piensas que tratará mal a sus hijos?"

"Estoy seguro. Me desagrada por ellos y por las mujeres...¿A dónde vas?"

"A casa de Alfeo."

"¡No! ¡Jesús! ¡No quieras que te falte al respeto!"

 

LOS PRIMOS ME AMAN MÁS QUE A ELLOS MISMOS, 

Y JUSTO ES QUE LES PAGUE CON IGUAL AMOR...

 

"Los primos me aman más que a ellos mismos, y justo es que les pague con igual amor... allí hay dos mujeres a quienes amo... Voy. No me entretengas." Jesús apresura el paso para ir a la casa de Alfeo, mientras el otro se queda pensativo en medio de la calle.

Jesús camina veloz. Helo ya que se acerca al huerto de Alfeo. Le llega el llanto de una mujer y los gritos descompasados de un hombre. Más de prisa va Jesús a través del huerto verdeante hasta pocos metros que separan el camino de la casa. Ya está casi en los umbrales de la casa cuando su Madre saca la cabeza y lo ve.

"¡Mamá!"

"¡Jesús!"

 

María no quiere que entre Jesús en la casa de Alfeo

 

Dos gritos de amor. Jesús quiere entrar, pero María dice: "No, Hijo" y se pone en el umbral con los brazos abiertos y las manos puestas en el marco de la puerta. Una barrera de carne y de amor, que repite: "No, Hijo, no lo hagas."

"Déjame, Mamá, que no pasará nada." Jesús está tranquilísimo, a pesar que la marcada palidez de María ciertamente lo turba. Toma su muñeca delgada, le quita la mano del marco y pasa.

En la cocina, esparcidos por el suelo hechos un montón viscoso, están los huevos que trajeron de Caná. De la otra habitación sale una voz quejumbrosa de un viejo que insulta, acusa, se lamenta, con uno de esos arrebatos seniles tan injustos, impotentes, dolorosos cuando se ven y penosos al sufrirlos. "... ved mi casa destruida, convertida en el hazmerreír de todo Nazaret, ¡y yo aquí solo, sin ayuda, herido en el corazón, en el respeto, en mis necesidades!... ¡Esto es lo que te toca Alfeo, por haberte portado como un verdadero fiel! Y... ¿por qué? ¿...Por qué?... Por un loco. Un loco que hace locos a mis estúpidos hijos. ¡Ay! ¡Ay! ¡qué dolores!"

Y se oye la voz llena de lágrimas de María de Alfeo que suplica: "¡Calma, Alfeo, calma! ¿Ves que te haces mal? Espera a que te ayude... Tú que siempre eres bueno, siempre justo... ¿Por qué ahora te portas así contigo? ¿Conmigo?... ¿con tus pobres hijos?..."

 

¿DÓNDE ESTÁ ESA MUJER DÉBIL QUE NO SABE HACERSE 

OBEDECER DE SU HIJO?

 

"¡Nada! ¡Nada! ¡No me toques! ¡No quiero! ¿Buenos los hijos? ¡Ah, sí! ¡En realidad, dos ingratos! Me traen miel después de haberme convertido en un vaso de hiel. ¡Me traen huevos y frutas después de que se han atragantado en mi corazón! Lárgate, lárgate, te lo digo. Lárgate, No te quiero. Quiero a María. Ella sabe hacerlo. ¿Dónde está esa débil mujer que no sabe hacerse obedecer de su Hijo?"

María de Alfeo, arrojada, entra a la cocina en el momento en que Jesús está por entrar en la habitación de Alfeo. Lo ve y se le arroja a la espalda llorando desesperada, mientras María, la Virgen, humilde y paciente va a dónde está el viejo iracundo.

"No llores, tía. Ahora voy Yo."

"¡Nooo! ¡No hagas que te insulten! Parece un loco. Tiene el bastón. No, Jesús, no. Les pegó también a sus hijos."

"No me hará nada" y Jesús suave pero resueltamente hace a un lado a su tía y entra.

 

JESÚS DIALOGA CON ALFEO.- LE ATIENDE EN SU CAMA

 

SE QUEJA DE JESÚS Y LE REPROCHA QUE HAYA LLEVADO 

A DOS DE SUS HIJOS

 

LE ACUSA DE LOCO

 

PIDE LA CURACIÓN Y JESÚS LE DICE QUE PERDONE A SUS 

HIJOS Y ÉL LE DARÁ CONSUELO

 

NIEGA EL PERDÓN A SUS HIJOS Y DICE A JESÚS QUE SE 

LARGUE DE SU PRESENCIA

 

DI A ESAS DOS SERPIENTES QUE SU VIEJO PADRE MUERE 

TENIÉNDOLES RENCOR

 

NO, ESTO NO, NO PIERDAS TU ALMA. NO ME AMES. NO CREAS 

QUE SOY EL MESÍAS. PERO NO ODIES.

 

"La paz sea contigo, Alfeo."

El viejo, que está por acostarse en medio de mil quejas e insultos a María porque no sabe cómo hacerlo (antes había dicho que Ella era la única que sabía) se voltea de golpe: "Aquí... aquí...¿para burlarte de mí ?... ¿También esto?"

"No, a traerte paz. ¿Por qué tan intranquilo? ¡Te pones peor! Mamá, deja. Yo lo levanto. No te haré mal y no te costará trabajo. Mamá, levanta las cobijas" y Jesús toma con cuidado aquel montón de huesos que se desquebrajan, anhelante, duro, quejumbroso, miserable, y lo recuesta con cuidado como si fuese un recién nacido. "Así, así, como hacía yo con mi padre. Más arriba está la almohada. Te sentirás mejor y fácilmente respirarás. Mamá, ponle esa bajo la cintura. Estará más cómodo. Ahora, así, la luz que no le hiera los ojos, pero sí que pueda entrar aire puro. ¡Muy bien! Vi una pócima en el fuego. Tráela, Mamá y que esté bien dulce; estás sudando y te resfrías. Te hará bien."

María obediente, sale.

"Pero yo... pero yo... ¿Por qué eres bueno conmigo?"

"Porque te quiero mucho. Lo sabes."

"Yo te quería, pero ahora..."

"Ahora no me quieres más. Lo sé. Pero Yo te quiero, y esto me basta. Luego me amarás..."

"Y entonces... ¡ay!...¡ay!...¡qué dolores! Y entonces, si es verdad que me quieres, ¿por qué ofendes mis canas?"

"No te ofendo, Alfeo, de ningún modo. Te respeto."

"¿Respeto?... Soy el hazmerreír de Nazaret, eso sí."

"¿Por qué, Alfeo, dices eso? ¿En qué cosa te hago el hazmerreír?"

"En los hijos. ¿Por qué son rebeldes?... ¡Por Ti! ¿Por qué se burlan de mí los demás?... Por Ti."

"Dime: ¿si Nazaret te alabase por la suerte de tus hijos, experimentarías igual dolor?"

"¡Claro que no! Pero Nazaret no me alaba. Me alabaría si de verdad fueses Tú como alguien que va a la conquista. Pero abandonarme por uno que es poco menos que un loco, que va por el mundo atrayéndose odios y burlas... ¡Pobre en medio de pobres! ¡Ah! Quién no se burlaría... ¡Pobre casa mía! ¡Pobre casa de David! ¡Cómo termina! Y ¿yo debía vivir tanto para contemplar tal desgracia?... verte a Ti, última palmera de la estirpe gloriosa, hecho un demente por demasiado servilismo. ¡Ah !" La desgracia vino sobre nosotros desde el día en que mi cobarde hermano se dejó unir con aquélla insípida, prepotente mujer que ejerció sobre él todo su imperio. Dije entonces: "José no es para el matrimonio. ¡Será infeliz! y lo fue. El sabía cómo era, y nunca había querido saber nada de casamiento. ¡Maldición a la Ley de huérfanas herederas! Maldición al destino y maldición a aquellas bodas."

La "Virgen heredera" con la pócima en la mano regresa a tiempo para oír las lamentaciones de su pariente. Se ve mucho más pálida, pero su actitud paciente no ha perdido la calma. Se dirige a Alfeo y con una dulce sonrisa le ayuda a beber.

"Eres injusto, Alfeo. ¡Pero has sufrido tanto que todo se te perdona!" dice Jesús que le está levantando la cabeza.

"¡Oh, sí! ¡Mucho he sufrido! ¡Dices que eres el Mesías y que haces milagros! Así dicen. Al menos, que si me curaras para pagarme los hijos que te has llevado. Cúrame... y te perdonaré."

"Tú, perdona a los hijos. Comprende su corazón y Yo te daré consuelo. Si tienes rencor, no puedo hacer nada."

"¿Perdonar?" El viejo hace un movimiento rápido que, claro es, hace más agudos los espasmos, lo que de nuevo lo enfurece.

"¿Perdonar?... ¡Jamás! ¡Lárgate!... ¡Lárgate, si has de decirme esto! ¡Largo! Quiero morirme sin ser más perturbado."

Jesús tiene un gesto de resignación. "Adiós, Alfeo. Me voy... ¿De veras debo irme?... Tío, de veras debo irme?..."

"Si no me curas, sí, vete. Y di a esas dos serpientes que su viejo padre muere teniéndoles rencor."

"No. Esto, no. No pierdas tu alma. No me ames, si quieres. No creas que soy el Mesías. Pero no odies. No odies, Alfeo. Búrlate de Mí. Dime loco. Pero no odies."

"Pero... ¿por qué me quieres tanto si te insulto?"

"Porque soy Aquel a quien no quieres reconocer. Soy el Amor. Mamá, me voy a casa."

 

JESÚS SE VA A SU CASA

 

"Sí, Hijo mío. Iré pronto."

"Te dejo mi paz, Alfeo. Si me necesitas, mándame llamar a cualquier hora y vendré."

Jesús sale tranquilo como si nada hubiese pasado. Tan sólo está más pálido.

"¡Oh! Jesús, Jesús, perdónalo" gime María de Alfeo.

 

 

LA GRACIA TRABAJA AUN SIN QUE LOS CORAZONES 

LO SEPAN.

 

AHÍ ESTÁN TUS LÁGRIMA,... 

 

EL DOLOR DE JUDAS Y SANTIAGO Y SU FIDELIDAD 

A LA VOCACIÓN.

 

"Claro que sí, María. No hay necesidad ni siquiera de hacerlo. A uno que sufre todo se le perdona. Ahora está ya más calmado. La gracia trabaja aun sin que los corazones sepan. Y luego ahí están tus lágrimas, y también el dolor de Judas y Santiago y su fidelidad a su vocación. La paz sea a tu angustiado corazón, tía. " La besa y sale al huerto para irse a casa.

Cuando está ya por poner el pie en la calle, se ven Pedro y Juan que corren uno tras del otro anhelantes.

"¡Oh, Maestro! Pero... ¿qué sucedió? Santiago me dijo: "Corre a mi casa. ¿Quién sabe cómo sea tratado Jesús!" Pero... no me equivoco. Vino Alfeo el de la fuente y dijo a Judas: "Jesús está en tu casa" y entonces así dijo Santiago... tus primos están espantadísimos. Yo no entiendo nada. Pero te veo... y me tranquilizo."

"Nada, Pedro. Un pobre enfermo en quien los dolores hacen insoportable. Ahora ya todo se acabó."

"¡Oh! ¡Me da gusto!... ¿Y tú por qué aquí?" Pedro con un tono de voz no muy suave interpela a Iscariote que también se ha acercado.

"Me parece que también tú estás."

"Me pidieron que viniera y ha venido."

"También yo he venido. Si el Maestro está en peligro y en su patria, yo que lo defendí en Judea, puedo defenderlo también en Galilea."

Para esto bastamos nosotros. Pero en Galilea no hay necesidad."

"¡Ah! ¡Ah! ¡En realidad! Su patria lo arroja como un alimento indigesto. Bien. Estoy contento de ti que te escandalizaste con un pequeño incidente ocurrido en Judea, donde Él es desconocido. ¡Aquí, al contrario!..." y Judas termina con un silbido que es un poema de sátira.

"Oye, muchacho. No estoy de buen humor para aguantarte. Olvida todo, si algo se te atora. Maestro... ¿te hicieron algún mal?"

 

JESÚS VA A CONSOLAR A SUS PRIMOS

 

"No, Pedro mío. Te lo aseguro. Vamos más aprisa a consolar a los primos."

Se van, entran en el grande taller de carpintería. Judas y Santiago están junto al banco de carpintero. Santiago de pie, Judas sentado en un banquillo con los codos sobre el banco y la cabeza entre las manos. Jesús se les acerca sonriente, para asegurarles que su corazón os ama.

"Alfeo está más tranquilo ahora. Los dolores se calman y todo está en paz. También vosotros tranquilizaos."

"¿Lo viste?... y ¿mamá?"

"Vi a todos."

Judas pregunta: "¿También a los hermanos?"

"No, no estaban allí."

"Estaban. No quisieron dejarse ver. Pero nosotros los vimos. ¡Oh! si hubiésemos cometido un crimen, no nos hubieran tratado así. ¡Y pensar que veníamos volando desde Caná por la alegría de volverlo a ver y traerle lo que le gusta! Lo amamos... pero no nos comprende más... ya no nos cree." Judas dobla el brazo y llora con la cabeza sobre el banco. Santiago es más fuerte, pero su cara muestra un martirio interno.

"No llores, Judas. Y tú, no sufras."

"¡Oh, Jesús! Somos sus hijos... y nos ha maldecido. Pero aun cuando esto nos destroza, ¡no daremos paso atrás! ¡Somos tuyos, y tuyos seremos aun cuando nos amenazasen con la muerte!" exclama Santiago.

"¿Y tú decías que no eras capaz de heroísmo? Yo lo sabía. Lo dices por tu propia boca. En verdad, serás fiel aún hasta la muerte. Y tú también." Jesús los acaricia. Ellos sufren. El llanto de Judas empapa la parte curva de la piedra. Y aquí tengo la ocasión para ver mejor el alma de los discípulos.

Pedro, que en su honrada cara refleja dolor, exclama: "¡Eh! ¡Sí! Es un dolor... cosas tristes. Pero, muchachos míos (y los sacude con cariño) no todos merecen esas palabras... Yo... yo caigo en la cuenta que he sido un afortunado porque se me llamó. Esa buena mujer mía, siempre me dice: "Es como si yo estuviese repudiada, porque no eres ya mío. Pero yo digo: '¡Oh feliz repudio!'". También decidlo vosotros. Perdéis un padre, pero conseguís a Dios."

José el pastor, que siempre ha sido huérfano, está sorprendido que un padre pueda ser causa de llanto, dice: "Yo creía que era el más infeliz porque no tenía padre. Ahora caigo en la cuenta que es mejor llorarlo muerto que tenerlo por enemigo."

 

LOS APÓSTOLES CONSUELAN A SANTIAGO Y JUDAS

 

Juan se limita a besar y a acariciar a sus compañeros. Andrés suspira y guarda silencio. Se muere por hablar, pero su timidez no se lo permite. Tomás, Felipe, Mateo y Natanael hablan en voz baja en un rincón como quien respeta un dolor verdadero. Santiago de Zebedeo, ruega a Dios, apenas si se nota, para que dé paz.

 

"No llores, hijo. Él nos lo había dicho, a mí y a ti: "Os 

una a ti que por mi causa pierdes a un padre, y a ti que 

tienes corazón de padre sin tener hijos." 

 

Simón Zelote... ¡Oh! ¡Cuánto me gusta su actitud! Deja su rincón y se acerca a los dos afligidos, pone una mano sobre la cabeza de Judas y el otro brazo alrededor de los hombros de Santiago y dice: "No llores, hijo. Él nos lo había dicho, a mí y a ti: "Os una a ti que por mi causa pierdes a un padre, y a ti que tienes corazón de padre sin tener hijos." No comprendimos la profecía que encerraba en sus palabras. Pero Él lo sabía. Pues bien: yo os ruego. Soy viejo y siempre he soñado en que se me llamase "padre". Acéptame por tal, y yo, como padre, os bendeciré mañana y tarde. Os ruego que me aceptéis por tal."

Los dos hacen señal que sí entre sollozos más fuertes.

 

María entra y corre junto a los dos afligidos

 

María entra y corre junto a los dos afligidos. Acaricia a Judas en su cabellera oscura y a Santiago en las mejillas. Está pálida como un lirio. Judas le toma la mano y se la besa diciendo: "¿Qué está haciendo?"

"Durmiendo, hijo. Vuestra mamá os manda un beso" y besa a los dos.

Se oye irrumpir la áspera voz de Pedro: "Oye, ven aquí un momento, que te quiero decir una cosa" y veo que Pedro ase con su robusta mano un brazo de Iscariote y lo lleva fuera, a la calle. Luego torna solo.

"¿A dónde lo enviaste?" pregunta Jesús.

"¿A dónde?... a tomar el aire, sino acabaría yo por dárselo de otro modo... y no lo hice tan sólo por Ti. ¡Oh! ahora se está mejor. Quien ríe ante un dolor es un áspid, y yo aplasto a las serpientes... Aquí estás Tú... y  tan solo lo mandé al claro de la luna. Será... pero más bien yo me haré un escriba, cosa que Dios sólo puede hacer en mí, puesto que apenas comprendo que estoy en el mundo, pero él, ni aun con la ayuda de Dios, se hará bueno. te lo asegura Simón de Jonás, y no me equivoco. ¡No! ¡No te molestes! No piensa que ha habido verdaderamente una tristeza. Es más seco que una piedra bajo el sol de agosto. ¡Ea, muchachos! Que aquí hay una Madre que más dulce no la tiene siquiera el Cielo. Aquí hay un Maestro que es más bueno que todo el Paraíso, aquí hay tantos corazones honrados que os aman sinceramente. Las borrascas hacen bien: hacen caer el polvo. Mañana estaréis más frescos que las flores, más ligeros que los pájaros para seguir a nuestro Jesús."

Y con estas palabras sencillas y buenas, Pedro termina.

 

MI VIDA, MI TRABAJO Y MI SERVICIO SON LA CRUZ, 

EL DOLOR, LAS RENUNCIAS, EL SACRIFICIO...

 

YO LO HE HECHO

 

¡QUE LO HAGAN QUIENES QUIERAN LLAMARSE "MÍOS"

 

Jesús, después, dice:

...cuando estábamos solos, mientras los discípulos estaban esparcidos entre familias amigas o en lugares vecinos, durante mis permanencias en Nazaret, cómo gozaba Yo en hablar y pedir consejo a mi dulce amiga: a mi Madre, y obtener un sí de su boca de gracia y de sabiduría de cuánto había Yo visto. No fui otra cosa con Ella más que "El Hijo". Y entre los nacidos de mujer, no ha habido una mujer más digna del nombre de "Madre" que Ella, con todas las perfecciones de las virtudes humanas y morales. Ni ha habido uno que haya comprobado como "hijo" en el respeto, confianza y amor que Yo. Y ahora que vosotros tenéis un mínimo de conocimiento de los Doce, de sus virtudes, defectos, carácter, y luchas ¿hay alguien todavía que diga que ser fácil la vida de apóstol, y para ser apóstol, o bien que para creerse tal, juzga tener derecho a una vida llana, sin dolores, dificultades, ni derrotas? ¿Hay todavía alguien que, porque me sirve pretende que sea o su siervo, y que haga milagros a cada paso a su favor, convirtiendo su vida en una alfombra tapizada de flores, fácil y humanamente gloriosa?... Mi vida, mi trabajo y mi servicio son la cruz, el dolor, las renuncias, el sacrificio... Yo lo he hecho. ¡Que lo hagan quienes quieran llamarse "míos"!"

II. 608-617

A. M. D. G.