JESÚS SE ENCUENTRA 

EN LA CIUDAD MARÍTIMA

 

RECIBE CARTAS ACERCA DE JONÁS

 


 

#"Maestro... Podrías venir conmigo Hay... un poco de bien que se puede hacer. Tú eres el único que puede."  

#Andrés lleva a Jesús a solucionar un problema de corazones   

#El rabí y el escriba me dijeron: "La estéril es la maldición de Dios en el hogar y tú tienes el derecho y el deber de darle el papel de divorcio y no afligir tu virilidad privándote de hijos" "No. Escucha. La Ley dice: "No cometerás adulterio" y tú estás por cometerlo. Así dice el mandamiento.   

#"Yo soy Verdad y Ciencia. Quién cree en Mí, tendrá en Él, justicia, sabiduría, amor y paz."   

#Jesús bendice y santifica la unión de dos esposos. Recita una hermosa plegaria para la bendición de las nupcias   

#Le entregan a Jesús tres rollos remitidos por su Madre   

#" Alfeo ha regresado al seno de Abraham la última luna llena, y el duelo de la ciudad fue grande..."   #Jesús lee la carta de Lázaro: Fue a tratar el rescate de Jonás   

#Lázaro envía a Jesús la carta que le envió Doras con las condiciones del rescate de Jonás   

#"Paga Simón. Para tenerme contento a Mí y al pobre de Jonás. No adquiere sino una piltrafa humana, que para nada le servirá, pero conquista un gran mérito en el Cielo."   

#Así lo quiero. Mi Madre habla siempre con su corazón de amor. Yo juzgo con la razón. Prefiero hacer esto mientras no está Judas, y quiero tender mi mano amiga a los primos Simón y José, y llorar con ellos antes de que termine el duelo.

 


 

Jesús se encuentra en la bellísima Ciudad marítima que está en donde el mapa dice "golfo bellísimo", el cual es amplio y bien proyectado capaz de muchos navíos; y que es todavía más seguro porque tiene un dique. Se le debe emplear para objetivos militares, porque veo trirremes romanas con soldados a bordo, no sé si para cambio de tropas o para refuerzo de la fortaleza. El puerto, o sea la ciudad porteña, me recuerda vagamente Nápoles, dominada por los montes del Vesubio. 

Jesús está sentado en una casa pobre cercana al puerto. Ciertamente es casa de pescadores, tal vez amigos de Pedro o de Juan, porque veo que estos se encuentran muy a sus anchas en ella y con sus moradores. No veo al pastor José y naturalmente tampoco veo a Iscariote que todavía está ausente. Jesús habla amigablemente con los miembros de la familia y con otros que han venido a oírlo. No se trata de una verdadera predicación. Son palabras sencillas de consejo, de consuelo, como sólo Él puede darlas.

 

"Maestro... ¿Podrías venir conmigo? 

Hay... un poco de bien que se puede hacer. 

Tú eres el único que puede."

 

Vuelve a entrar Andrés, que parece haber salido a algún encargo, porque todavía tiene en las manos unas grandes tortas. Se pone colorado al acercarse. Debe ser para él un suplicio el llamar la atención, y más bien que hablar, murmura entre dientes: "Maestro... ¿Podrías venir conmigo? Hay... un poco de bien que se puede hacer. Tú eres el único que puede."

Jesús se levanta sin preguntar siquiera de qué se trata. Pero Pedro le pregunta: "¿A dónde lo llevas? Está muy cansado. Es hora de cenar. Lo pueden esperar también mañana."

"No... hay que hacerlo pronto. Es..."

"Pero habla, ¡gacela atemorizada! ¡Ved si un hombre viejo y grandote deba ser así!.. ¡Me parece un pececillo metido en la red!"

Andrés se pone más colorado. Jesús lo defiende con atraerlo a Sí. "A mí me gusta así, déjalo en paz. Tu hermano es como agua saludable. Trabaja en lo profundo y sin ruido, sale como un hilo de la tierra, y quien lo toca, es curado. ¡Vamos, Andrés!"

"¡Yo también voy! ¡Quiero ver a dónde te lleva!" replica Pedro.

 

ANDRÉS LLEVA A JESÚS 

A SOLUCIONAR UN PROBLEMA DE CORAZONES.

 

UNA MUJER QUIERE SER REPUDIADA POR SU ESPOSO 

POR SER ESTÉRIL

 

"Andrés suplica: "No, Maestro. Tú y yo solos. Si hay gente no se puede... es cosa de corazones..."

"¿Qué hay?... ¿Ahora la hacemos de casamentero?"

Andrés no contesta a su hermano. Dice a Jesús: "Un hombre quiere repudiar a su esposa... y yo he hablado. Pero no soy capaz... Mas... si Tú hablas... lo logras, porque el hombre no es malo. Es... es... él te lo dirá."

Jesús sale con Andrés sin añadir más.

Pedro queda por un momento dudoso y luego dice: "Pero yo voy. Quiero a lo menos ver a dónde van" y sale, no obstante que los otros le digan que no lo haga.

Andrés está a punto de dar vuelta por una callecilla pueblerina, y Pedro detrás. Rodean por una plazuela llena de comadres, y... Pedro detrás. Se meten en un portón que da a un ancho patio rodeado de chozas bajas y pobres. Digo portón, porque hay un arco, pero puerta no hay, y... Pedro detrás. Jesús entra en una de estas chozas con Andrés. Pedro se queda allí afuera. Una mujer lo ve y le pregunta: "¿Eres pariente de Ava? ¿Y esos dos también? ¿Vinisteis a llevárosla?"

"¡Calla, gallina! No debo ser visto"

Hacer callar a una mujer es cosa muy difícil. Y puesto que Pedro la fulmina con unos ojazos, se va a hablar con otras comadres. El pobre de Pedro en un momento está rodeado de un círculo de mujeres, muchachos... y hasta hombres, que solo para imponerse mutuamente silencio, hacen tanto ruido que denuncian su presencia. Pedro está que se muere de rabia... pero de nada sirve.

Del interior llega la voz, hermosa, calmada de Jesús, junto con la estrujante de una mujer, y con la voz ronca, dura de un hombre: "Si ha sido siempre buena esposa ¿por qué repudiarla? ¿Te ha faltado en algo?"

"No, Maestro, ¡te lo juro! ¡Lo he amado como a la pupila de mis ojos!" gime la mujer.

El esposo, breve y duro, contesta: "No me ha faltado en ninguna otra cosa más que en ser estéril. Quiero hijos. No quiero la maldición de Dios sobre mi nombre."

"Tu mujer no tiene la culpa de serlo."

"Me culpa a mí y a los míos como de una traición..."

"Mujer, se sincera. ¿Sabías que eras estéril?"

"No. Era y soy en todo como todas. También el médico lo ha dicho. Pero no logro tener hijos."

"¿Ves que no te ha traicionado? También ella lo sufre. Respóndeme sinceramente. Si fuese madre, ¿la repudiarías?"

 

EL RABÍ Y EL ESCRIBA ME DIJERON:

"La estéril es la maldición de Dios en el hogar 

y tú tienes el derecho y el deber 

de darle el papel de divorcio 

y no afligir tu virilidad privándote de hijos"

 

"No. Escucha. 

La Ley dice: "No cometerás adulterio" 

y tú estás por cometerlo. 

Así dice el mandamiento.

 

"No. Lo juro. No tendría razón. Pero el rabí me dijo, y también el escriba: "La estéril es la maldición de Dios en el hogar y tú tienes el derecho y el deber de darle el papel de divorcio y no afligir tu virilidad privándote de hijos". Hago lo que dice la Ley."

"No. Escucha. La Ley dice: "No cometerás adulterio" y tú estás por cometerlo. Así dice el mandamiento. Y si por la dureza de vuestros corazones Moisés concedió el divorcio fue para impedir trifulcas y concubinatos que Dios no quiere. Luego vuestros vicios siempre obraron sobre la cláusula de Moisés y obtuvo las cadenas infames y las piedras homicidas que son la condición actual de la mujer, víctima siempre de vuestro capricho, de vuestra arrogancia, de la asquerosidad y ceguedad de vuestros afectos. Yo te digo: No te es lícito hacer lo que quieres hacer. Tu acción es una ofensa para Dios. ¿Acaso Abrahán repudió a Sara?... ¿y Jacob a Raquel? y... ¿Elcana a Anna? y... ¿Manué a su mujer? ¿Conoces al Bautista? ¿Sí? pues bien: su madre fue estéril hasta la vejez en que dio a luz al Santo de Dios; así como la esposa de Manué parió a Sansón, Anna de Elcana a Samuel y Raquel a José y Sara a Isaac... Así es como Dios premia la continencia del esposo, la compasión por la estéril, la fidelidad a las bodas y el premio que es celebrado en los siglos. Así también da sonrisas al llanto de las estériles; y no son más estériles, ni vilipendiadas, sino gloriosas en la alegría de ser madres. No te es lícito ofender el amor de ésta. Sé justo y también honrado. Dios te premiará con creces tu mérito."

"Maestro, Tú sólo hablas así... Yo no sabía. Había preguntado a los doctores y me habían dicho: "Hazlo", pero ni una palabra de que Dios premia con dones una acción buena. Estamos en sus manos... y nos cierran los ojos y el corazón con una mano de hierro. No soy malo, Maestro, no te desdeñes de mí."

"No me desdeño. Me causas más lástima que esta mujer que está llorando. Porque su dolor tendrá fin con la vida; y el tuyo empezará entonces, y para toda la eternidad. Piénsalo."

"No, que no empiece. No lo quiero. ¿Me juras por el Dios de Abraham que cuanto dices es verdad?"

 

"Yo soy Verdad y Ciencia. 

Quién cree en Mí, tendrá en él, 

justicia, sabiduría, amor y paz."

 

"Yo soy Verdad y Ciencia. Quién cree en Mí, tendrá en Él, justicia, sabiduría, amor y paz."

"Quiero creerte. Sí, quiero creerte. Siento que hay en Ti algo que no hay en los demás. Mira. Voy a ir el sacerdote y le diré: "Ya no la repudio. ¡La tengo y pido sólo a Dios que me ayude a sentir menos el dolor de no tener hijos!". Anna, no llores. Diremos al Maestro que venga otra vez para que yo sea bueno, y tú... sigue amándome."

La mujer llora más fuerte por el contraste entre el dolor de antes y la alegría de ahora.

Jesús, por el contrario, sonríe. "No llores. Mírame, mujer."

Ella levanta la cabeza. Mira su rostro luminoso, con su rostro mojado en lágrimas.

 

JESÚS BENDICE Y SANTIFICA 

LA UNIÓN DE DOS ESPOSOS

 

JESÚS RECITA UNA HERMOSA PLEGARIA PARA LA 

BENDICIÓN DE LAS NUPCIAS

 

"Ven aquí, hombre. Arrodíllate junto a tu esposa. Ahora os bendigo y santifico vuestra unión. Oíd: "Señor Dios de nuestros padres, que hiciste a Adán del lodo y le diste de compañera a Eva, para que te poblasen de hombres la tierra, creándolos en tu santo temor, desciende con tu bendición y misericordia, abre y fecunda las entrañas que el Enemigo tenía cerradas para conducir a un doble pecado de adulterio y de desesperación. Ten piedad de estos dos hijos, Padre Santo, Creador Supremo. Hazlos felices y santos. Que ella sea fecunda como una viña, y que él la proteja como el olmo que la sostiene. Desciende, ¡oh Vida, a dar vida! Desciende ¡oh Fuego a calentar! Desciende, ¡oh, Poderoso!, a obrar. ¡Desciende! Haz que para la fiesta de Gracias, para el tiempo de las fecundas mieses, ellos te ofrezcan su manípulo vivo, su primogénito hijo, consagrado a Ti, Eterno que bendices a los que en Ti esperan". "

Jesús ha orado con voz potente con las manos puestas en las dos cabezas inclinadas.

La gente no se detiene más y se amontona, el primero que está en línea es Pedro.

"Alzaos. Tened fe y sed santos."

"¡Oh! ¡Quédate, Maestro!" ruegan los dos reconciliados.

"No puedo. Volveré repetidas veces."

"Quédate, quédate. Háblanos también a nosotros" grita la gente.

Jesús bendice pero no se detiene. Sólo promete que regresará pronto. Y se dirige a la casa en donde se hospeda, seguido de unos cuantos.

"Hombre curioso ¿qué te debo hacer?" pregunta por el camino a Pedro.

"Lo que Tú quieras. Pero entre tanto yo estuve..."

Entran a la casa, despiden al pueblo que comenta las palabras escuchadas y se sientan a cenar.

Pedro todavía está picado de la curiosidad: "Maestro, ¿pero... de veras vendrá el hijo?"

"¿Me has visto alguna vez que prometa algo y no lo cumpla? ¿Te parece que yo abuse de la confianza de mi Padre para mentir y engañar?"

"No... pero... ¿podrías hacer así con todos los esposos?"

"Podría. Pero lo hago sólo donde veo que un hijo puede ser estímulo a la santificación. Donde podría ser obstáculo no lo hago."

Pedro se rasca la cabeza y calla.

Entra el pastor José. Está todo lleno de polvo como quien ha caminado mucho.

"¿Tú? ¿Cómo, pues?" pregunta Jesús después del beso de saludo.

 

LE ENTREGAN A JESÚS 

TRES ROLLOS REMITIDOS POR SU MADRE

 

"Tengo cartas para Ti. Me las dio tu Madre, y una es la suya. Aquí están." José saca tres pequeños rollos de una especie de pergamino delgado, amarrados con una cinta. La más grande tiene un sello. La otra tiene tan sólo un nudo y la tercera, un sello roto. "Esta es la de tu Madre" dice José indicando la del nudo.

Jesús la desenvuelve y lee: Primero en voz baja y luego en alta: " "A mi amado Hijo, paz y bendición. Llegó a casa a las primeras horas de las calendas de la luna de Elul (fines de agosto, principios de septiembre), un enviado de Betania. Era Isaac el pastor, a quien di el beso de paz y también reposo en tu nombre y en agradecimiento mío. Me trajo estas dos cartas que te remito, y me dijo de palabra que Lázaro, el amigo de Betania, te ruega que condesciendas a su súplica. Amado Jesús, mi bendito Hijo y Señor, yo también tengo que pedirte dos cosas. Una, que recuerdes que prometiste llamarme a mí, tu pobre Mamá, para que la instruyas en la Palabra. La segunda que te pido es que no vengas a Nazaret sin haberme antes avisado"."

 

" Alfeo ha regresado al seno de Abraham, 

la última luna llena, 

y el duelo de la ciudad fue grande..."

 

Jesús de pronto deja de leer, se pone en pie y va hacia donde están Santiago y Judas. Los abraza estrechamente y dice como mentalmente: " Alfeo ha regresado al seno de Abraham la última luna llena, y el duelo de la ciudad fue grande..." Los dos hijos lloran sobre el pecho de Jesús que continúa: "...a última hora te quiso tener. Pero estabas lejos. Pero esto sirvió para consolar a María que ve en ello el perdón de Dios, y también debe de tranquilizar a los sobrinos". ¿Oís?... Ella lo dice... Y Ella sabe lo que dice."

"Dame la carta" suplica Santiago.

"No, te haría mal."

"¿Por qué? ¿Qué cosa más penosa puede decir que la muerte de un papá?"

"Que nos ha maldecido" suspira Judas.

"No, ni esto" dice Jesús.

"Tú lo dices... para no afligirnos. Pero así es."

"Lee, entonces."

Y Judas lee: " 'Jesús te ruego y también María, que no vengas a Nazaret hasta que el duelo haya terminado. El amor que tenían los Nazaretanos por Alfeo los hace injustos contra Ti, y tu Madre llora por eso. El buen amigo Alfeo me consuela y calma al pueblo. Ha causado mucho rumor lo que contaron Aser e Ismael de la mujer de Cusa, pero por ahora Nazaret es un mar agitado con vientos contrarios. Te bendigo, Hijo mío, y te pido paz y bendición en mi alma. Paz a los sobrinos. Tu Mamá'.  "

Los apóstoles comentan y consuelan a los dos hermanos que lloran. Pedro dice: "Y ¿estas... no las lees?"

  Jesús hace señal que sí  y toma la de Lázaro. Llama a Simón de Zelote. Leen juntos en un rincón, luego abren el otro rollo y también lo leen, discuten entre sí, y veo que Zelote trata de persuadir a Jesús acerca de algo pero no lo logra.

 

JESÚS LEE LA CARTA QUE LE ENVÍA LÁZARO

FUE A TRATAR EL RESCATE DE JONÁS

 

Jesús con los rollos en la mano, viene a la mitad de la habitación y dice: "Oíd amigos. Todos somos una familia y no hay secretos entre nosotros y si es piedad tener oculto el mal, es justicia publicar el bien. Oíd lo que escribe Lázaro de Betania: "Al Señor Jesús, paz y bendición, y paz y salud al amigo Simón. Recibí tu carta y cual siervo tuyo he puesto todo mi empeño, mi grano de arena en todos los medios disponibles para contentarte y tener la honra de no ser un siervo inútil. Fui a la casa de Doras, a su castillo en Judea, a rogarle que vendiese al siervo Jonás como Tú deseas. Confieso que si Simón, amigo mío fiel, no me hubiese dicho que me lo pedía por Ti, no habría visto la cara de ese burlón, cruel y nefasto chacal. Por Ti, Maestro mío y Amigo, me siento capaz de afrontar aun a Mammón, porque pienso que quien trabaja por Ti, te tiene cerca y por lo mismo está defendido. Y ciertamente no me ha faltado la ayuda, porque contra toda previsión, gané. Dura fue la discusión e indignas las repulsas. Tres veces tuve que inclinarme ante ese poderoso carnicero. Luego me dijo que esperara varios días. Al final he aquí la carta que envió y digna de una serpiente. Yo casi me atrevía : Deja tu propósito porque él no es digno de Ti. Pero no hubo otro modo y acepté en tu nombre y firmé. Si hice mal repréndeme. Pero créeme, busqué el medio mejor de servirte y que tenía a la mano. Ayer vino un discípulo tuyo judío, diciendo que venía en tu nombre a saber si había noticias que llevarte. Se llama Judas de Keriot. Pero preferí esperar a Isaac para darle la carta. Me extrañó que hubieses mandado a otro, sabiendo que cada sábado viene Isaac a mi casa, para descansar. Tengo otra cosa que añadir. Tan solo te ruego, al besar tus santos pies, que los dirijas a la casa de tu siervo y amigo Lázaro, como me prometiste. A Simón, salud. A Ti, Maestro y Amigo, da el beso de paz y suplica le bendigas. Lázaro".

 

Lázaro le envía a Jesús 

la carta que le envió Doras 

con las condiciones del rescate de Jonás

 

Y la otra (carta): "A Lázaro, salud. He decidido que por la doble suma tendrás a Jonás. Estas son las condiciones y no cambiaré ninguna, por ningún motivo. Quiero que antes, Jonás termine las cosechas del año, esto es, será consignado en la luna de Tisri, hasta el final de ella. Quiero que venga personalmente Jesús de Nazaret, al que ruego que entre bajo mi techo para conocerlo. Quiero pago inmediato, después de haber hecho el contrato normal. Adiós. Doras"."

"¡Qué peste!" grita Pedro. "Pero ¿quién es el que paga? Quién sabe cuanto pida y nosotros... ¡estamos siempre sin ningún céntimo!"

 

"Paga Simón. 

Para tenerme contento a Mí y al pobre de Jonás. 

 

No adquiere sino una piltrafa humana,

que para nada le servirá, 

 

pero conquista un gran mérito en el Cielo."

 

"Paga Simón. Para tenerme contento a Mí y al pobre de Jonás. No adquiere sino una piltrafa humana, que para nada le servirá, pero conquista un gran mérito en el Cielo."

"¡Tú! ¡Oh!" todos están sorprendidos, hasta los hijos de Alfeo salen de su dolor por la sorpresa.

"Es él. Es justo que sea conocido." 

"También sería justo que se supiese por qué Judas de Keriot fue a casa de Lázaro. ¿Quién lo había enviado?... ¿Tú?"

Jesús no responde a Pedro, está muy serio y pensativo. Sale de su meditación sólo para decir: "Dad reposo a José y luego vámonos a reposar. Prepararé la respuesta para Lázaro... ¿Está Isaac todavía en Nazaret?"

"Me está esperando."

"Iremos todos."

"¡Nooo! Tu Madre dice..." Todos susurran.

 

Así lo quiero. 

Mi Madre habla siempre con su corazón de amor. 

Yo juzgo con la razón. 

 

Prefiero hacer esto mientras no está Judas, 

y quiero tender mi mano amiga 

a los primos Simón y José, 

y llorar con ellos antes de que termine el duelo.

 

"Callaos. Así lo quiero. Mi Madre habla siempre con su corazón de amor. Yo juzgo con la razón. Prefiero hacer esto mientras no está Judas, y quiero tender mi mano amiga a los primos Simón y José, y llorar con ellos antes de que termine el duelo. Luego regresaremos a Cafarnaum, a Genezaret, al Lago, en una palabra, para esperar que termine la luna de Tisri. Y tomaremos a las Marías con nosotros. Vuestra madre porque tiene necesidad de amor y se lo daremos. Mi Madre tiene necesidad de paz y Yo soy la suya."

"¿Crees que en Nazaret?..." pregunta Pedro.

"No creo nada."

"¡Ah! ¡Bien! Porque si te causaren algún mal, o le diesen alguna pena... ¡se la tendrían que arreglar conmigo!" dice Pedro con los cabellos todos en desorden.

Jesús lo acaricia, pero está muy pensativo. Diría más bien, triste. Después va con Judas y Santiago y se sienta. Los abraza para consolarlos.

Los otros hablan en voz baja para no turbar su dolor.

II. 635-642

A. M. D. G.