JESÚS EN CASA DE MARÍA DE ALFEO.
HACE PACES CON SU PRIMO SIMÓN
#Jesús llega a Nazaret y se dirige a la casa de sus primos
#Jesús da el saludo a sus dos primos Simón y José
#Dios quería este dolor para todos
#¿Qué verdad vio papá? Comprendió el dolor de Abraham y por eso tuvo Abraham por ayuda!
#Yo estoy con el Padre, pero no soy más que el Padre
La tarde va cayendo en medio de un rojo crepúsculo, que cual fuego que se apaga, toma el color plomizo, que cambia luego en morado oscuro. Una tinta espléndida, extraordinaria, que peina, esfumándose poco a poco, el occidente, hasta desaparecer en el cobalto oscuro de cielo, allá por el oriente, donde avanzan cada vez más las estrellas y la luna con su arco creciente, que está ya en su segunda fase. Los campesinos se apresuran a regresar a sus hogares donde los hornos están ya encendidos y de los que sale en volutas el humo.
Jesús está a a punto de entrar en Nazaret, y sin hacer caso a lo que otros dicen, no quiere que alguien vaya a avisar a su Madre.
JESÚS LLEGA A NAZARET Y SE DIRIGE A LA CASA
DE SUS PRIMOS
"Nada sucederá. ¿Para qué turbarla de antemano?" dice.
Helo ya entre las casas. Algún saludo, algún susurro detrás de Él, alguno que otro descaradamente le vuelve las espaldas y se oye el ruido de puertas y ventanas cuando pasa el grupo apostólico.
La mímica de Pedro es un poema. Pero también los otros están un poco intranquilos. Los hijos de Alfeo parecen dos sentenciados, Caminan con la cabeza baja, al lado de Jesús, mas observan todo. De cuando en cuando tienen miradas de temor y de preocupación por Jesús. Él, como si nada sucediese, responde con su acostumbrada afabilidad a los saludos, se inclina a acariciar a los niños que, en su simplicidad, no toman parte en ello, y son siempre amiguitos suyos, para quienes es muy cariñoso.
Uno, un pedazo de carne, gordo, gordo, que tendrá apenas cuatro años, corre a su encuentro separándose de su mamá y le tiende los bracitos diciendo: "¡Cárgame!" y luego que lo tiene en brazos, lo besa con su boquita toda embadurnada de higos que está comiendo. Y lleva su amor hasta ofrecerle un pedacito, diciendo: "¡Toma, está sabroso!" Jesús acepta lo que le da y ríe al ver que ese pedacito de hombre se lo pone en la boca.
Isaac, con los cántaros al hombro, viene de la fuente. Ve a Jesús, lo deja por tierra y grita: "¡Oh, mi Señor!" y corre a su encuentro. "Tu Madre ha regresado a casa. Estaba en la de la cuñada. Pero... ¿recibiste la carta?" pregunta.
"Por eso estoy aquí. No digas nada a Mamá por ahora. Primero voy a la casa de Alfeo."
Isaac, prudente, no dice otra cosa que: "Te obedeceré" y carga de nuevo los cántaros y se dirige a casa.
"Ahora vamos nosotros. Vosotros amigos, nos esperaréis aquí. No me tardo."
"¡Eso no! No entraremos en la casa del luto, pero estaremos allí afuera. ¿No es verdad?" dice Pedro.
"Pedro tiene razón. Estaremos en la calle. Pero cerca de Ti."
Jesús cede a la voluntad de todos. Sonríe y dice: "No me harán nada. Creedlo. No son malos. Están sólo humanamente apasionados. Vamos.
Ya están en la calle que lleva a la casa. Ya están en los límites del huerto. Jesús va delante. Detrás Judas y Santiago. Jesús está ya en los umbrales de la cocina, y en ella, cerca de la hoguera, está María de Alfeo que llora y cocina. En un rincón Simón y José, con otros hombres, están sentados en círculo. Entre ellos está Alfeo de Sara. Están allí, silenciosos cual estatuas. ¿Será la costumbre? No sé.
"Paz en esta casa y paz al espíritu que la ha abandonado."
La viuda da un grito y un movimiento instintivo de retirar a Jesús, de interponerse entre Él y los otros. Simón y José se levantan hoscos y turbados. Pero Jesús no muestra haber caído en la cuenta de su actitud hostil. Se dirige a los dos: (Simón tiene alrededor de cincuenta años, o algo más por la cara) y les tiende las manos en actitud de amorosa invitación. Los dos más que nunca no saben qué hacer, pero no se atreven a hacer ninguna villanía. Alfeo de Sara tiembla y se le ve el sufrimiento. Los otros están mudos, en espera de una señal.
JESÚS DA EL SALUDO A SUS DOS PRIMOS SIMÓN Y JOSÉ
"Simón, tú que eres ya el cabeza de familia, ¿por qué no me das la bienvenida? Vengo a llorar contigo. Cómo hubiera querido estar con vosotros en la hora del Dolor. Pero no fue mi culpa que hubiese estado lejos. No seas malo Simón. Lo debes confesar."
El hombre parece inconmovible.
"Y tú, José, que tienes un nombre tan querido para mí ¿por qué no aceptas mi beso? ¿No me permitís que llore con vosotros? La muerte es un lazo para los afectos verdaderos. Y nosotros nos amamos. ¿Por qué debemos ahora estar separados?"
"Por culpa tuya, nuestro padre murió en dolores" dice con dureza José.
Y Simón: "Debías de haberte quedado. Sabías que estaba por morir. ¿Por qué no te quedaste? Te quería..."
"No habría podido hacer por él cuanto hice. Vosotros lo sabéis..."
Simón, hombre más recto, dice: "Es verdad. Sé que viniste y que te echó fuera. Pero era un enfermo y estaba afligido."
Dios quería ese dolor para todos
"Lo sé y lo dije a tu madre y a tus hermanos: "No le guardo rencor, porque comprendo su corazón", pero sobre todos está Dios, y Dios quería ese dolor para todos. Para Mí que, creedlo, he sufrido como si me hubiesen arrancado un pedazo de carne viva; para vuestro padre, que en este sufrimiento ha logrado comprender una gran verdad que le había quedado oscura durante toda su vida; para vosotros, porque por este dolor, tenéis la manera de ofrecer un sacrificio agradable, más que el de un becerro inmolado; y para Santiago y Judas, que en formación son iguales a ti, ¡oh Simón mío!, porque un dolor tan grande es para ellos un peso mayor y los oprime como una piedra de moler y los hace adultos de edad perfecta ante los ojos de Dios."
Comprendió el dolor de Abraham y por eso
tuvo Abraham por ayuda!
"¿Qué verdad vio papá? Una sola: que su sangre, en la última hora le fue enemiga" objeta con dureza José.
"No, más que la sangre es el espíritu. ¡Comprendió el dolor de Abraham y por eso tuvo Abraham por ayuda! " responde Jesús.
" ¡ Si fuese verdad ! Pero ¿quién lo asegura?"
"Yo, Simón. Y más que Yo, la muerte de tu padre. ¿No me buscó? Tú lo dijiste."
TENGO A LA MADRE PARA TENER ALGO DE ÉL,
PORQUE TENGO MIEDO A LA MUERTE
"Lo dije, es verdad. Quería a Jesús, y decía: "¡Al menos el espíritu no está muerto! Él lo puede hacer. Lo rechacé y no vendrá. ¡Oh, muerte sin Jesús! ¡Que horrible eres, oh muerte! ¿Por qué lo eché fuera?" decía estas cosas y añadía:"Él muchas veces me preguntó: '¿Me voy?' y... yo lo arrojé... ahora no viene más". Te necesitaba. Te necesitaba. Tu Madre te mandó buscar, pero no te encontraron en Cafarnaum, y él lloraba mucho, y con las últimas fuerzas que el quedaban tomó la mano de tu Madre y quiso que estuviese cerca. No hablaba sino con fatiga, pero repetía: "La Madre es un poco del Hijo. Tengo a la Madre para tener algo de Él, porque tengo miedo a la muerte". ¡Pobre papá!"
Se sucede una escena oriental de gritos y actos de dolor, en la que todos toman parte. También Santiago y Judas, que se han atrevido a entrar. El más apacible es Jesús, que tan sólo llora.
"¿ Tú lloras ?... ¿ entonces lo amabas ? " pregunta Simón.
YO ESTOY CON EL PADRE, PERO NO SOY MÁS QUE EL PADRE
" ¡ Oh Simón ! ¿ me lo preguntas ? ¿ Crees que hubiera permitido este dolor, si hubiera podido ? Yo estoy con el Padre, pero no soy más que el Padre "
" No creía en Mí."
" Es verdad, José " observa Simón, el hermano.
" No creía y no dejaba su rencor. No puedo nada en donde hay incredulidad y odio. Por eso os digo: No odiéis más a vuestros hermanos. Aquí están. Que su aflicción no reciba el peso de vuestro rencor. Vuestra madre está más destrozada por el odio que respira, que por la muerte que en sí misma todo lo acaba, pues vuestro padre ha alcanzado la paz, porque el haberme deseado fue perdón de Dios para él. De Mí no hablo y para Mí no pido nada. Estoy en el mundo, pero no soy del mundo. El que vive dentro de Mí, me paga muy bien con lo que el mundo me niega. Sufro con mi humanidad, pero levanto el espíritu más allá de la tierra y me alegro en las cosas celestiales. ¡Pero ellos "... No faltéis a la ley del amor y de la sangre. Amaos. La sangre de Santiago y Judas no os ha ofendido. Aun si hubiere sido así, perdonadlos. Ved con ojos las cosas y veréis que ellos son los más ofendidos, pues que no son comprendidos en la necesidad que experimenta su alma que Dios ha tomado. Y pese a ello, en ellos no existe odio, sino el deseo de amor. ¿ No es verdad, primos ? "
Judas y Santiago, a quienes la madre tiene junto a sí, asienten con su llanto.
"Simón, eres el mayor. Da el ejemplo..."
"Yo... por mí... pero el mundo... pero Tú..."
" ¡ Oh ! ¡ El mundo ! Olvida y cambia con cada aurora que amanece... y Yo ¡Ven ! dame tu beso de hermano, Yo te amo. Lo sabes. despójate de esas escamas que te hacen duro y que no son tuyas, sino que un extraño te las ha puesto, y es menos justo que tú. Juzga siempre con tu recto corazón."
Simón, todavía con un poco de repugnancia abre los brazos. Jesús lo lleva a sus hermanos que se besan entre llantos y lamentos.
"Ahora tú, José."
"No. No insistas. Tengo en mi mente el dolor de mi padre."
"Es verdad que tú lo perpetúas con ese rencor tuyo."
" No importa. Soy fiel. "
NUESTRO CORAZÓN ARDE EN DESEOS
DE VENERAR LAS CENIZAS
¿ DÓNDE ESTÁ ALFEO ? ¿DÓNDE LE HABÉIS COLOCADO ?
Jesús no insiste. Se vuelve a Simón: " Ya es tarde. Si quisieseis... Nuestro corazón arde en deseos de venerar las cenizas. ¿ Dónde está Alfeo ? ¿Dónde le habéis colocado ? "
"Detrás de la casa. Donde el olivar termina junto a la zanja. Un sepulcro digno."
" Te ruego que me lleves ahí. María, toma alientos. Tu esposo se regocija porque ve en tu pecho a los hijos. Quedaos. Voy con Simón. ¡ Quedaos en paz ! José: Te digo lo que dije a tu padre: " No te guardo rencor. Te amo. Cuando me necesites, llámame. Vendré a llorar contigo ". Adiós. " Y Jesús sale con Simón...
Los apóstoles sacan tamaños ojos, pero ven que los dos están de buen acuerdo y se aplacan.
" ¡ Venid también vosotros ! " dice Jesús. " Son mis discípulos, Simón. También ellos quieren honrar a tu padre. Vamos. "
Se encaminan por el olivar, y todo termina..
II. 643-647
A. M. D. G.