JESÚS EN LA VENDIMIA 

EN LA CASA DE ANNA.

 

MILAGRO EN EL NIÑO PARALÍTICO.

 


 

#¿Es aquella tu Madre?. Es Ella. Ahora también se encuentra en el ejército de mis discípulos. El último soldado en orden de leva, el primero en orden de fidelidad. Me predicó antes de que yo naciese.   

#¿Sabías que serías la Madre del Mesías?. ¿Tú que experimentas al oírlo?   

#"Ven, Jesús, a bendecir el trabajo del hombre" y vine. la primera fuerza para obtener bendiciones de Dios es ser honrados en todas las cosas.   

#cuándo y cómo las acciones son honradas.  

  #La primera fuerza para tener la bendición de Dios, sea en obras del espíritu como en las humanas, es la bondad del propósito.   

#Hay quienes trabajan como bestias de carga, y que no tienen otra religión más que esta: Aumentar sus riquezas  

  #Hay otros todavía más duros que no trabajan, pero hacen trabajar, y acumulan riquezas con el sudor de los demás.  

  #Yo os digo las siguientes palabras:"Amad a Dios, amad al prójimo". Ellas son como el trabajo que en primavera se hace alrededor de la viña y que la hace fecunda.   

#Pero en verdad os digo que este vuestro júbilo es menor que el más pequeño grano de arena respecto al júbilo sin medida que será vuestro cuando el Padre eterno os diga: "Venid, fecundos ramos injertados en la vida verdadera. Fuisteis dóciles en todo aun en lo penoso con la condición de dar mucho fruto, y ahora venid a Mí cargado de dulce jugo de amor por Mí y por el prójimo. Floreced en mis jardines por toda la eternidad".   

  #El Señor les da la bendición   

#El Señor cura a un niño paralítico   

#María toma al niño en sus brazos   

#"No fue necesaria otra cosa. El niño estaba en los brazos de mi Madre. Aun cuando no hubiera dicho nada, lo hubiera curado porque ella es feliz cuando puede remediar una aflicción y Yo quiero hacerla feliz."

 


 

En todas las campiñas de Galilea, el alegre trabajo de la vendimia ha comenzado. Los hombres subidos en altas escaleras parece como si estuviesen colgando de los terrados y viñedos; las mujeres en la cabeza llevan los cestos cargados como de oro y rubíes a donde están pisando las uvas. Cantos, risotadas, chanzas vuelan de colina en colina, de huerto en huerto, juntamente con el olor del mosto y el zumbar de abejas que parecen ebrias y que veloces y danzarinas van a los ramos de uvas que todavía les quedan algunas, a los cestos y cubas donde se pierden los pedazos de uva que tanto buscan, entre el espeso jugo de mosto. Los niños manchados con el mismo jugo parecen una parada de golondrinas que van por la hierba, por los atajos y por las calles.

Jesús se dirige a un poblado que está cerca del lago y que aunque es una llanura, parece una cañada entre dos cadenas de montes que van hacia el sur. Está bien regada porque un río (tal vez sea el Jordán) la atraviesa. Jesús pasa por el camino principal y lo saludan con el grito de: "¡Rabí! ¡Rabí!" y Él pasa bendiciendo.

Antes de llegar al poblado hay una rica propiedad, a cuya entrada hay dos ancianos esposos que esperan al Maestro.

 

¿ES AQUELLA TU MADRE?

 

ES ELLA. 

AHORA TAMBIÉN SE ENCUENTRA EN EL EJÉRCITO 

DE MIS DISCÍPULOS

 

EL ÚLTIMO SOLDADO EN ORDEN DE LEVA, 

EL PRIMERO EN ORDEN DE FIDELIDAD.

 ME PREDICÓ ANTES DE QUE YO NACIESE.

 

"Entra. Cuando termine el trabajo, todos vendrán aquí para oírte. ¡Cuánta alegría me das! Parte de Ti como la linfa por los ramos de uvas y se convierte en vino de alegría de los corazones. ¿Es aquella tu Madre?" pregunta el dueño de la casa.

"Es Ella. Os la he traído porque ahora también se encuentra en el ejército de mis discípulos. El último soldado en orden de leva, el primero en orden de fidelidad. Es el apóstol. Me predicó desde antes que Yo naciese... Madre: ven. Un día, en los primeros tiempos en que Yo evangelizaba, esta madre hizo que no te extrañase, se portó tan dulce para tu cansado Hijo."

"El Señor te dé gracia, mujer buena."

"Tengo gracia porque tengo al Mesías y a ti. Ven. La casa está fresca y tranquila. Podrás descansar. Estarás cansada."

"No me cansa otra cosa que el odio del mundo. Pero seguirlo y oírlo ha sido mi deseo desde mi más lejana infancia."

 

¿SABÍAS QUE SERÍAS LA MADRE DEL MESÍAS?

 

¿TÚ QUE EXPERIMENTAS AL OÍRLO?

 

"¿Sabías que serías la Madre del Mesías?"

"¡Oh! ¡No! Sólo tenía esperanza de vivir para oírlo y poder servirle y ser la última entre sus evangelizados, ¡pero fiel! ¡Oh!... ¡fiel!"

"Lo oyes y le sirves y eres la primera. También yo soy madre y tengo hijos sabios. Cuando los oigo hablar, mi corazón se hinche de orgullo. ¿Tú qué experimentas al oírlo?"

"Un suave éxtasis. Me sumerjo en mi nada y la Bondad, que es Él mismo, me levanta consigo. Entonces contemplo con sencilla mirada la Verdad eterna, y ella se hace carne y sangre de mi espíritu."

"¡Bendito el corazón tuyo! Es puro y por esto comprende de este modo al Verbo. Nosotros somos más duros, porque estamos llenos de culpas..."

"De buena gana daría mi corazón a todos por este motivo; porque el amor os fuese luz de inteligencia. Porque creedlo, es el Amor y yo soy la Madre y en mí es natural el amor, el cual hace fácil cualquier empresa."

Las dos mujeres continúan hablando entre sí, la anciana con la joven Madre de mi Señor, mientras tanto que Jesús habla con el dueño acerca de las cubas donde los vendimiadores echan racimos y racimos. Los apóstoles sentados bajo el terrado de un jazmín, comen con buen apetito uvas y pan.

El día va llegando a su atardecer, el trabajo poco a poco termina. Los trabajadores se encuentran casi todos en el amplio patio, donde se percibe un fuerte olor a uvas pisadas. De otras casas cercanas vienen también trabajadores.

Jesús sube una escalera que lleva al lado de un pórtico, bajo el cual hay sacos de mercancías e instrumentos agrícolas. ¡Cómo sonríe Jesús al subir esos pocos escalones! Lo veo sonreír entre sus rubios cabellos que se mueven a la caricia de la brisa de la tarde. Querría saber por qué su sonrisa está tan iluminada. Su alegría entra en mi corazón, que hoy ha estado muy triste y lo consuela, como el vino del que hablaba el dueño de la casa.

Se vuelve, se sienta en el último escalón que se convierte en púlpito para los afortunados oyentes, o sea para los dueños de la casa, para los apóstoles y para María, que siempre humilde, ni siquiera había tratado de subir a aquel lugar de honor, si no la hubiera llevado allí la dueña de la casa. Está sentada un escalón más abajo que Jesús, de modo que su rubia cabeza está a la altura de las rodillas del Hijo, y sentándose de lado puede mirar en la cara, con su mirada de paloma enamorada. El suave perfil de María resalta claro como el mármol contra el muro oscuro del pórtico.

Más abajo están los apóstoles y los dueños de la casa. En el patio los trabajadores, unos están de pie, otros sentados por tierra, otros subidos en los barriles, o bajo las ramas de las higueras que hay en los cuatro ángulos del patio.

Jesús habla lentamente, metiendo la mano en un saco grande de semillas, que está a espaldas de María; parece que juega con los granos y que los acaricia con placer, mientras que con la derecha con solemnidad gesticula.

 

VEN, JESÚS, A BENDECIR EL TRABAJO DEL HOMBRE

 

LA PRIMERA FUERZA PARA OBTENER BENDICIONES DE DIOS 

ES SER HONRADOS EN TODAS LAS COSAS.

 

"Se me dijo: "Ven, Jesús, a bendecir el trabajo del hombre" y vine. En nombre de Dios lo bendigo. Porque cualquier trabajo honrado merece la bendición del Dios eterno. Pero lo he dicho: la primera fuerza para obtener bendiciones de Dios es ser honrados en todas las cosas.

 

CUÁNDO Y CÓMO LAS ACCIONES SON HONRADAS.

 

Veamos ahora juntos cuándo y cómo las acciones son honradas. Lo son cuando al realizarse se tiene presente en el corazón al eterno Dios. ¿Podría un hombre pecar si se dijera: "Dios me mira. Dios tiene puestos sus ojos en mí y no se le escapa nada de mis acciones"? ¡No! No puede, porque el pensamiento de Dios es un pensamiento saludable, y refrena al hombre de pecar, más que cualquier amenaza humana. Pero... ¿debe solamente temerse al eterno Dios? No. Escuchad. Se dijo: "Teme al Señor Dios tuyo". Y los Patriarcas temblaron, temblaron también los Profetas cuando se apareció a sus espíritus el rostro de Dios o un ángel del Señor. Y en realidad en tiempo de la ira divina, la aparición sobrenatural debió hacer temblar los corazones. ¿Quién hay, que aunque puro como un infante, no tiemble ante el Poderoso, ante cuyo fulgor eterno están siempre en adoración los ángeles, prontos en el aleluya del Paraíso? El fulgor irresistible de un Ángel Dios lo suaviza con un velo piadoso, para permitir al ojo humano de que le vea sin que se le queme la pupila y la mente. ¿Qué significará entonces ver a Dios?

Pero esto mientras dura la ira. Cuando viene la paz y el Dios de Israel dice: "Yo lo he jurado, y mantengo mi pacto. Ved que lo envío, y soy Yo, aun cuando Yo no soy, sino mi Palabra que se hace carne para la Redención" entonces en lugar de temor debe entrar el amor, y sólo el amor que se da al Dios eterno va acompañado de alegría porque la era de la paz entre Dios y el hombre ha venido a la tierra. Cuando los primeros vientos de primavera esparcen el polen de las flores de la viña, el agricultor todavía tiene que temer ya que puede haber peligro de parte del temporal y de los insectos. Pero cuando llega la alegre hora de la vendimia, entonces todo temor cesa y el corazón se regocija con la certeza de la cosecha.

Ha venido como estaba anunciado por la palabra de los Profetas: El Retoño de la estirpe de Yessé, ahora está entre vosotros. Ópimo racimo que trae consigo el jugo de la Sabiduría eterna y que no quiere sino que se le cultive y se le exprima para ser vino de los hombres. Pero ¡ay de aquellos, que habiendo tenido al alcance este vino lo hayan rechazado, y tres veces! ¡Ay de aquellos que después de haberse alimentado con él, lo hayan arrojado o mezclado en su interior con alimentos de Mammón...!

 

La primera fuerza para tener la bendición de Dios, 

sea en obras del espíritu como en las humanas, 

es la bondad del propósito.

 

Ahora regreso a lo que al principio dije: La primera fuerza para tener la bendición de Dios, sea en obras del espíritu como en las humanas, es la bondad del propósito. Es honrado el que dice: "Sigo la Ley no porque me alaben los hombres, sino por ser fiel a Dios". Es honrado el que dice: "Sigo al Mesías no por los milagros que hace, sino por los consejos que me da de vida eterna". Es honrado el que dice: "Trabajo no por amor al lucro, sino porque también el trabajo ha sido impuesto por Dios como medio de santificación por su valor que forma, que preserva y que eleva. Trabajo para poder ayudar a mi prójimo. Trabajo para poder hacer resplandecer los prodigios de Dios, el cual de un granito hace una espiga y de una semilla de uva, una parra; de un grano una planta, y de mí, hombre que nada valgo y a quien trajo de la nada porque quiso, hace un instrumento suyo en la obra incansable de las mieses, vides, frutos, como de poblar la tierra de hombres".

 

Hay quienes trabajan como bestias de carga, 

y que no tienen otra religión más que esta: 

Aumentar sus riquezas

 

Hay quienes trabajan como bestias de carga, y que no tienen otra religión más que esta: Aumentar sus riquezas. ¿Muere a su lado el compañero más desgraciado, de agotamiento y de fatiga? ¿Mueren de hambre los hijos de este miserable? ¡Qué importa eso al ávido acumulador de riquezas!

 

Hay otros todavía más duros que no trabajan, 

pero hacen trabajar, y acumulan riquezas

 con el sudor de los demás.

 

Hay otros todavía más duros que no trabajan, pero hacen trabajar, y acumulan riquezas con el sudor de los demás. Hay otros todavía que despilfarran los bienes que maliciosamente fertilizan con la fatiga de otros. En verdad para estos el trabajo no es honrado. Y no digáis: "Y sin embargo Dios los protege". No, no los protege. Tendrán hoy una hora de triunfo, pero pronto el rigor divino los castigará y les hará recordar en el tiempo y en la eternidad el precepto. "Yo soy el Señor Dios tuyo. Ámame sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como a ti mismo!" ¡Oh! Que en ese entonces, si estas palabras suenan para siempre, serán más terribles que los rayos del Sinaí. Muchas, pero muchas palabras se os han dicho. Yo os digo las siguientes: "Amad a Dios, amad al prójimo".

 

YO OS DIGO LAS SIGUIENTES PALABRAS:

 

"Amad a Dios, amad al prójimo". 

Ellas son como el trabajo que en primavera 

se hace alrededor de la viña y que la hace fecunda.

 

Ellas son como el trabajo que en primavera se hace alrededor de la viña y que la hace fecunda. El amor de Dios y del prójimo es como el rastrillo que limpia el suelo de las hierbas nocivas del egoísmo de las malas pasiones; es como el azadón que excava alrededor de la planta para que esté lejos del contacto de hierbas parásitas y se nutra de aguas frescas que lo rieguen; es como la podadera que quita lo superfluo, para que se acumule el vigor y lo encauce a donde dé fruto; es el lazo que amarra y sostiene al robusto palo, es en fin el sol que madura los frutos del buen querer y los convierte en frutos de vida eterna. Alégrense ahora porque el año fue bueno y fueron ricas las mieses y óptima la vendimia. Pero en verdad os digo que este vuestro júbilo es menor que el más pequeño grano de arena respecto al júbilo sin medida que será vuestro cuando el Padre eterno os diga: "Venid, fecundos ramos injertados en la vida verdadera. Fuisteis dóciles en todo aun en lo penoso con la condición de dar mucho fruto, y ahora venid a Mí cargado de dulce jugo de amor por Mí y por el prójimo. Floreced en mis jardines por toda la eternidad". 

Tended a esa alegría eterna. Perseguid ese fin con fidelidad, bendecid con agradecimiento al Eterno que os ayuda a obtenerlo. Bendecidlo por la gracia de su Palabra, y bendecidlo por la buena cosecha. Amad con gratitud al Señor y no temáis. Dios da el ciento por uno a quien le ama."

Jesús ha terminado, pero todos gritan: "¡Bendícenos! ¡Venga tu bendición sobre nosotros!"

 

EL SEÑOR LES DA LA BENDICIÓN 

 

Jesús se pone de pie, abre los brazos y en voz alta dice: "El Señor os bendiga y os guarde, os muestre su rostro y tenga piedad de vosotros; el Señor vuelva su rostro sobre vosotros y os de la paz. El nombre del Señor sea en vuestros corazones, en vuestras casas y en vuestros campos."

 

EL SEÑOR CURA A UN NIÑO PARALÍTICO

 

La multitud, la pequeña multitud reunida ahí, da gritos de alegría y de aclamaciones al Mesías. Luego se calla y se abre para dar paso a una madre que trae en brazos a un niño paralítico como de unos diez años, lo pone al pie de la escalera, como si se lo ofreciese a Jesús."Es una sierva mía. Su hijo se cayó el año pasado de lo alto de la terraza y se le despedazaron los riñones. Por toda su vida estará recostado sobre su espalda" explica el dueño de la casa.

"Ha esperado en Ti durante estos meses..." añade la dueña.

"Dile que venga a Mí."

Pero la mujer está tan emocionada que parece paralizada. Tiembla toda, se tropieza con su largo vestido al subir los escalones, con su hijo en los brazos.

 

MARÍA TOMA AL NIÑO EN SUS BRAZOS

 

María, compasiva, se pone de pie y va a su encuentro. "Ven, no temas. Mi Hijo te ama. Dame el tuyo. Subirás mejor. Ven, hija. Yo también soy madre" y le toma el niño, al que dulcemente sonríe y en brazos lo sube. La madre del niño le sigue detrás, llorando.

María está ante Jesús. Se arrodilla y dice: "¡Hijo! ¡Por esta madre!" No dice más.

Jesús no pregunta lo que suele preguntar, esto es:

"¿Qué quieres que haga? ¿Crees que lo pueda hacer?" No, hoy sonríe y dice: "Mujer, ven aquí."

La mujer se acerca a María. Jesús pone una mano en la cabeza y sólo le dice: "Alégrate" y todavía no ha terminado de decir la palabra, cuando el niño que con todo su peso estaba en los brazos de María y con sus piernas tiesas, se sienta de golpe y con un grito de regocijo, busca refugio en el seno materno llamándola: "¡Mamá!"

 Los gritos de hosanna parece como si quisieran penetrar en el rojo crepúsculo del cielo. La mujer estrechando a su hijo contra el pecho, no sabe qué decir y al fin pregunta: "¿qué cosa debo hacer para decirte que soy feliz?"

Y Jesús acariciándola una vez más, responde: "Ser buena, amar a Dios, al prójimo y educar a tu hijo en ese amor."

Pero la mujer no queda satisfecha. Quisiera... quisiera... y al fin se resuelve: "Un beso tuyo y de tu Madre para mi hijo."

 

EL NIÑO ESTABA EN LOS BRAZOS DE MI MADRE... ELLA ES 

FELIZ CUANDO PUEDE REMEDIAR UNA AFLICCIÓN Y YO 

QUIERO HACERLA FELIZ.

 

Jesús se inclina y lo besa, también María. Y mientras la mujer, feliz se va en medio de tantos amigos que aclaman, Jesús dice a la dueña de la casa: "No fue necesaria otra cosa. El niño estaba en los brazos de mi Madre. Aun cuando no hubiera dicho nada, lo hubiera curado porque ella es feliz cuando puede remediar una aflicción y Yo quiero hacerla feliz."

Y entre Jesús y María se cruzan una de esas miradas que solo quien las ha visto, puede entenderlas. Son tan significativas.

II. 655-661

A. M. D. G.