JESÚS EN "AGUAS CLARAS"
"NO FORNICARÁS"
#Hoy os digo: "No cometáis impurezas".
#No volváis la mirada tratando de descubrir en el rostro de alguien la palabra "lujuria"...
#JESÚS SE DIRIGE A LOS ENFERMOS Y LOS CURA
#LOS FARISEOS HABLAN CON LOS APÓSTOLES
#Se deshonra a sí mismo quien deshonra al inocente.
Jesús, está de pie, sobre un montón de mesas que se han colocado como tribuna en el último galerón y habla con voz potente cerca de la puerta para que le oigan los que están adentro, como los que están debajo del cobertizo, y hasta los que están en la era sobre los que la lluvia está cayendo. Parecen frailes bajo sus mantos oscuros y hechos de lana, en la que el agua no penetra. En el galerón están los más débiles, bajo el cobertizo las mujeres, en el patio, bajo el agua, los fuertes, en su mayoría los hombres.
Pedro va y viene descalzo y con el vestido corto con un pedazo de tela que se ha echado sobre la cabeza y no pierde el buen humor, aunque tenga que chapotear el agua y darse una bañada que no buscaba. Le ayudan Juan, Andrés y Santiago. Llevan con mucho cuidado al otro galerón a los enfermos y guían a los enfermos y a los ciegos o levantan a los tullidos.
Jesús espera con paciencia que todos se acomoden, y solo siente que los cuatro discípulos estén bañados como sopas.
"¡Nada, nada! Somos leña dura. No te preocupes. Recibimos otro bautismo y el que nos bautiza es Dios mismo" responde Pedro a las observaciones de Jesús.
Finalmente todos están en su lugar y Pedro cree que es tiempo de ponerse sus vestidos secos y también los otros tres. Pero cuando ha vuelto a empezar el Maestro, ve que se asoma en el rincón del cobertizo el gris manto de la velada, y sin preocuparse que tenga que atravesar de lado a lado la era, bajo el martilleo de la lluvia que es más tupida y que al meterse en los hoyos el agua le de hasta las rodillas, va a donde está. La toma del brazo sin quitarle el manto y la jala con fuerza, hasta la pared del galerón, donde no llueve. Y luego se queda cerca de ella, como un centinela, sin moverse y sin pestañear.
Jesús ha visto. Para ocultar la sonrisa que ha brillado en su rostro baja la cabeza. Continúa luego, hablando.
Hoy os digo: "No cometáis impurezas".
"No digáis, quienes habéis sido constantes en venir a Mí, que no hablo con orden, y que paso por alto alguno de los Diez Mandamientos.
Oís. Yo veo. Escucháis, yo aplico a los dolores y a las llagas lo que veo en vosotros. Soy el médico. Un médico va primero a los más enfermos, a los que están más próximos a morir. Luego va a los menos graves. También Yo. Hoy os digo: "No cometáis impurezas".
¿Quién de vosotros no ha hincado el diente
en ese pan de ceniza y de estiércol
que es la satisfacción sexual?...
No volváis la mirada tratando de descubrir en el rostro de alguien la palabra "lujuria". Teneos mutua caridad. ¿Os gustaría que otro la leyese en vuestra cara? ¡No! Entonces no tratéis de leerla en los ojos conturbados del vecino, en su frente que se pone colorada y que se inclina al suelo. Y luego... ¡Oh! decid, vosotros hombres en particular. ¿Quién de vosotros no ha hincado el diente en ese pan de ceniza y de estiércol que es la satisfacción sexual?...
¿Es tan sólo lujuria la que os arrastra por una hora en los brazos de una prostituta? ¿No acaso es también lujuria el acto sexual manchado con la esposa, manchado porque es vicio legalizado, en donde se busca la recíproca satisfacción del sentido, y se evade a las consecuencias del mismo?
MATRIMONIO QUIERE DECIR PROCREACIÓN
Matrimonio quiere decir procreación, y el acto sexual significa y debe ser fecundación. Sin esto es inmoralidad. Del tálamo no se debe hacer un lupanar. Y se convierte en esto si se le ensucia y no se consagra con el de la maternidad. La tierra no rechaza la semilla. La recoge y la hace planta. La semilla no huye del lugar porque se le sembró, sino que al punto echa raíces y se esfuerza por crecer y echar espigas, esto es, la creatura vegetal que nació entre el connubio de la tierra y de la semilla.
PARÁBOLA
El hombre es la semilla, la mujer es la tierra,
la espiga es el hijo.
El hombre es la semilla, la mujer es la tierra, la espiga es el hijo. Rehusar a echar espigas y desperdiciar la fuerza en vicio, es culpa. Es un acto de prostitución cometido en el lecho nupcial, que no se diferencia en nada del otro, antes bien es más grave porque desobedece al mandamiento que dice: "Sed una sola carne y multiplicaos en los hijos".
Por esto ved, oh mujeres que voluntariamente sois estériles, esposas según la Ley y honestas no ante los ojos de Dios, sino en el mundo, que no obstante esto, podéis ser como compradas y cometer actos impuros aun estando solo con el marido, porque no es la maternidad, sino el placer, el que frecuentemente buscáis.
¿Y no reflexionáis en que el placer es un veneno que contagia a quien lo aspira, arde con un fuego, que creyendo haberse saciado, sale fuera del hogar y devora, cada vez más insaciable y deja un sabor acre de ceniza bajo la lengua, y asco, y náusea... y desprecio de sí mismo y del compañero de placer, porque cuando la conciencia se levanta otra vez, pues entre una y otra fiebre surge, no puede menos que nacer este desprecio de sí mismo, porque se ha envilecido hasta el nivel de las bestias?
"Hombre: no te acostarás con otro hombre
como si fuese mujer"
y
NO TE JUNTARÁS CON NINGUNA BESTIA PARA
MANCHARTE CON ELLA..."
"No cometáis actos impuros" se dijo. Muchas de las acciones carnales del hombre son fornicación. No hablo ni siquiera de las uniones inconcebibles cual pesadilla que el Levítico condena con estas palabras: "Hombre: no te acostarás con otro hombre como si fuese mujer" y "No te juntarás con ninguna bestia para mancharte con ella. Igualmente la mujer no lo hará, porque es una infamia".
VERDADEROS Y PROPIOS ACTOS INMORALES
ENTRE HOMBRE Y MUJER...
Después de haber hablado brevemente del deber de los esposos en el matrimonio, que deja de ser santo cuando, por malicia, se hace infecundo, quiero hablaros de los verdaderos y propios actos inmorales entre hombre y mujer por vicio recíproco y por compensación con dinero o regalos.
EL CUERPO HUMANO ES UN MAGNÍFICO TEMPLO
QUE CONTIENE UN ALTAR
El cuerpo humano es un magnífico templo que contiene un altar. Sobre el altar debe de estar Dios. Pero Dios no está en donde hay corrupción. Por esto el cuerpo del impuro, tiene el altar consagrado pero sin Dios.
Igual a quien ebrio se revuelca en el fango en su mismo vómito, el hombre se envilece a sí mismo en la bestialidad de los actos impuros y se hace peor que el gusano y que la bestia más inmunda.
Y decidme, si entre vosotros hay alguien que se ha envilecido hasta comerciar con su cuerpo como se comercia con el trigo o animales, ¿qué bien recibió?... Tomad en la mano vuestro propio corazón, observadlo, interrogadlo, escuchadlo, ved sus heridas, sus gemidos de dolor, y luego decidme y respondedme: ¿era tan dulce ese fruto que mereciese este dolor de un corazón que nació puro, y al que habéis obligado a vivir en un cuerpo impuro, a palpitar para dar vida y calor a la lujuria, a sumergirse en el vicio?
¿SOIS TAN DEPRAVADOS QUE NO LLORÉIS
EN SECRETO, AL OÍR UNA VOZ DE NIÑO
QUE GRITA "MAMÁ"... ?
Decidme: ¿Sois tan depravados que no lloréis en secreto, al oír una voz de niño que grita "mamá" y al pensar en vuestra madre, ¡oh mujeres de placer!, que habéis huido de casa, o que se os arrojó de ella porque el fruto prohibido no destruyese con su vaho a los otros hermanos? ¿Al pensar en vuestra madre que tal vez murió de dolor porque se dijo: "Di a luz un oprobio"?
¿No sentís que se os cae la cara de vergüenza, al encontraros un anciano respetable en sus canas y al pensar que sobre las de vuestro padre habéis arrojado a manos llenas deshonra como fango, y con ella la irrisión del país natal?
¿No sentís que las entrañas se revuelven de dolor al ver la felicidad de una esposa o la inocencia de una virgen, y que debáis decir: "Yo a todo esto he renunciado y jamás lo podré tener"?
¿No sentís cómo os arde la cara de vergüenza, al encontraros la mirada ávida o desdeñosa de los hombres?
¿NO SENTÍS VUESTRA MISERIA...PORQUE
MATASTEIS EN SU RAÍZ LA VIDA...?
¿No sentís vuestra miseria cuando tenéis sed de que os bese un niño y no podéis decir: "Dámelo" porque matasteis en su raíz la vida; os sacudisteis de ella como de un peso molesto y un estorbo inútil, que la separasteis del árbol que la había concebido, y la arrojasteis para que fuese estiércol, y ahora esa pequeña vida os grita: "¡Asesinas!"?
¿No tenéis miedo, sobre todo del Juez que os crió y os espera para preguntaros: "Qué hiciste de ti misma? ¿Para esto, acaso, te di la vida? ¿Nido que hierve con gusanos y putrefacción?¿Cómo te atreves a estar en mi presencia? Tuviste todo de lo que para ti fue Dios: el placer. Vete a la maldición que no tiene fin".
¿QUIÉN LLORA?... ME DA COMPASIÓN SU ALMA...
¿Quién llora? ¿Nadie? ¿Vosotros decís, nadie? Y sin embargo mi alma sale al encuentro de otra alma que llora. ¿Por qué sale al encuentro? ¿Para lanzarle el anatema por ser prostituta? ¡No! Porque me da compasión su alma. Su cuerpo sucio, sudando en lujuriosa fatiga me repugna, ¡pero su alma!
¡Oh! ¡Padre! ¡Padre! ¡También por esta alma tomé carne y dejé el Cielo para ser su Redentor y de tantas almas hermanas suyas! ¿Por qué no debo de recoger esa oveja extraviada, y traerla al redil, limpiarla, juntarla con las demás, darle de comer, y amarla con un amor sin igual, diferente de los que hasta aquí para ella habían tenido el nombre de amor y que no eran sino odio, porque el mío está lleno de compasión, es completo, cariñoso, para que diga: "Muchos días he perdido lejos de Ti, Belleza eterna, que me devuelve el tiempo que pasó?¿Cómo puedo gustar con el poco tiempo que me queda, lo que debería de haber tenido, si hubiese sido siempre pura?"
Y con todo, no llores alma a quien toda la libídine del mundo pisoteó. Escucha: eres un trapo sucio, pero puedes tornar a ser una flor. Eres una paja suelta por el suelo, pero puedes convertirte en un jardincito. Eres un animal inmundo pero puedes hacerte ángel. Un día lo fuiste: Danzabas en los prados floridos, rosa entre las rosas, fresca cual ellas, respirando virginidad. Cantabas serena tus canciones de niña, y luego corrías hacia donde estaba tu madre, tu padre y les decías: "Sois mis amores"; y el custodio invisible que cada hombre tiene a su lado, sonreía con tu alma blanca.
ARREPIÉNTETE, HIJA DE DIOS. EL ARREPENTIMIENTO
RENUEVA... NO TE PUEDE PERDONAR EL HOMBRE.
PERO DIOS PUEDE
Y luego, ¿por qué?... ¿Por qué te has arrancado tus alas de pequeña inocente? ¿Por qué has pisoteado un corazón de padre y un corazón de madre para ir tras de corazones inciertos? ¿Por qué has doblado tu voz pura a mentirosas frases de pasión? ¿Por qué has quebrantado el tallo de la rosa y te violaste a ti misma?
Arrepiéntete, hija de Dios. El arrepentimiento renueva. El arrepentimiento purifica. El arrepentimiento sublima. No te puede perdonar el hombre. Ni siquiera tu padre. Pero Dios puede. Porque la bondad de Dios no tiene parangón con la bondad humana y su misericordia es infinitamente más grande que la miseria humana.
Hónrate a ti misma haciendo que tu alma, con una vida honesta, se haga digna de honra. Justifícate ante Dios no volviendo a pecar más contra tu alma. Toma un nombre nuevo ante Dios. Es el que vale. Eres el vicio. Conviértete en honestidad, en sacrificio, en mártir por tu arrepentimiento. Supiste bien martirizar tu corazón para que la carne gozara. Aprende ahora a martirizar la carne para dar a tu corazón, paz eterna.
Puedes irte, podéis iros todos. Cada uno con su peso y su pensamiento y meditad. Dios espera a todos y no rechaza a nadie de los que se arrepienten. Os de el Señor su luz para conocer vuestra alma. Idos".
JESÚS SE DIRIGE A LOS ENFERMOS Y LOS CURA
Muchos se dirigen hacia el poblado. Otros entran en el galerón. Jesús se dirige a los enfermos y los cura.
Un grupo de hombre discuten en un rincón. Gesticulan, se acaloran. Algunos acusan a Jesús y otros lo defienden; otros exhortan a unos y a otros a un juicio más maduro. En fin los más encarnizado, tal vez pocos, respecto de los otros dos grupos, toman un camino medio. Van a Pedro que junto con Simón transporta las andas que ya no se necesitan para los tres curados, y los asaltan orgullosos dentro del galerón adaptado para que en él pudiesen pernoctar los peregrinos y dicen: "Hombres de Galilea, escuchad."
Pedro se regresa y los mira como a bestias raras. No habla, pero su cara es una sátira. Simón echa solo una mirada a los cinco energúmenos, y luego sale, dejándolos a todos.
Uno de los cinco continúa: "Yo soy Samuel, el escriba; este es Sadoc, otro escriba; este es el judío Eleazar, muy célebre y muy poderoso; este es el ilustre anciano Calascebona, y este, en fin, Nahum. ¿Entiendes?... ¡Nahum!" y recalca la voz para decir este nombre.
Pedro ha hecho una inclinación al oír cada nombre, pero al oír el último la hace a medias y dice, con la máxima indiferencia: "No sé, jamás lo había oído. Y... no entiendo nada."
"¡Vulgar pescador! ¡Ten en cuenta que es el hombre de confianza de Annás!"
"No conozco a Annás. Conozco a muchas mujeres de nombre Anna. Hay un montón de ellas también en Cafarnaum. No sé de qué Annás pueda ser este el hombre de confianza."
"¿Este?... A mí me llama: ¿"este"?"
"¿Cómo quieres que te llame? ¿Burro o pájaro? Cuando iba a la escuela el maestro me enseñó a decir "este" refiriéndose a un hombre, y si los ojos no me engañan, tú eres un hombre."
El hombre se retuerce como si estas palabras lo hubieran torturado. El que primero había hablado explica: "Pero Annás es el suegro de Caifás..."
"¡Aaaa!...¡Entendido!... ¿Y bien?..."
"¡Y bien, ten entendido que estamos disgustados!"
"¿De qué cosa? ¿Del tiempo? También yo. Es la tercera vez que me cambio vestidos y no tengo ninguno otro seco."
"No te hagas el estúpido."
"¿Estúpido? Es verdad. Si no estáis descontentos del tiempo, ¿de quién entonces? ¿de los romanos?"
LOS FARISEOS HABLAN CON LOS APÓSTOLES
"¡De tu Maestro! ¡Del falso Profeta!"
"¡Eje! ¡caro Samuel! Mira que me despierto y soy como el lago. De la bonanza a la tempestad no necesito sino un instante. Ten cuidado como hablas..."
Han entrado también los hijos de Zebedeo y Alfeo, y con ellos Iscariote y Simón, y se aprietan junto a Pedro que cada vez más levanta la voz.
"¡No vas a tocar con tus manos plebeyas a los grandes de Sión!"
"¡Oh! ¡Qué hermosos señoritos! Y vosotros no toquéis al Maestro porque de otro modo iréis al punto a parar en el pozo, a purificaros de verdad, por dentro y por fuera."
"Me permito hacer observar a los doctos del Templo que la casa es dominio privado" dice con calma Simón. E Iscariote refuerza con: "Y que el Maestro de lo que yo soy testigo, ha tenido siempre el máximo respeto para las casas de los demás, ante todo para la Casa del Señor. Igual respeto se tenga para la suya."
"Tú, cállate, gusano mentiroso."
"¡Mentiroso en parte! Me habéis provocado asco y he venido a donde no lo hay. Ha sido voluntad de Dios que a pesar de que estuve con vosotros no me corrompí hasta los tuétanos!"
"En una palabra: ¿qué queréis?" pregunta secamente Santiago de Alfeo.
"Y tú, ¿quién eres?"
"Soy Santiago de Alfeo, y Alfeo de Jacob, y Jacob de Matán y Matán de Eleazar, y si quieres te digo toda la ascendencia hasta el Rey David que es de donde vengo. Y también soy primo del Mesías. Por lo que te ruego que hables conmigo de estirpe real y de sangre judía; si a tu altanería provoca asco el hablar con un honrado israelita que conoce mejor a Dios que Gamaliel y que Caifás. ¡Ea! Habla."
"Tu Maestro y pariente se hace seguir de las prostitutas. La velada es una de ellas. La vi cuando vendía oro. Y la reconocí. Es la amante escapada de Sciammai. Es deshonra para él."
"¿Para quién? ¿Para Sciammai el rabbino? Entonces debe ser una viaja roña. Ningún peligro hay de esta parte..." se burla Iscariote.
"¡Cállate loco! Para Sciammai de Elqui, el predilecto de Herodes."
"¡Bah! ¡Bah! Señal de que para ella no es ya más el predilecto. Es ella la que debe ir al lecho con él y no tú. Y entonces... ¿que te importa?" Judas ha desencadenado su ironía.
"Hombre, ¿no piensas que te deshonras haciendo de espía?" pregunta Judas de Alfeo. "¿Y no piensas que se deshonra quien se rebaja a pecar, no el que trata de levantar al pecador? ¿Qué deshonra le viene a mi Maestro y hermano si Él, con su palabra hace que llegue su voz hasta las orejas profanadas con la baba de los lujuriosos de Sión?"
"¿La voz? ¡Ah! ¡Ah! ¡Tiene treinta años tu Maestro y primo, y no es más hipócrita que los otros! Y tú y vosotros dormís juntos la noche..."
"¡Desvergonzado reptil! ¡Lárgate de aquí o te destrozo!" grita Pedro, a quien se unen Santiago y Juan, mientras Simón se limita a decir: "¡Vergüenza! Tu hipocresía es tanta que se revuelve dentro de tí y sale, y babea como un caracol sobre la flor limpia. Sal y hazte hombre, porque ahora no eres más que una baba. Te reconozco, Samuel. Eres siempre el mismo corazón. Dios te perdone, pero vete de mi presencia."
Se deshonra a sí mismo quien deshonra al inocente.
Mientras Iscariote con Santiago de Alfeo contienen al enfurecido Pedro, Judas Tadeo, que en el gesticular se asemeja más que nunca a su primo de quien tiene ahora la mirada con el mismo brillante color azul y la majestad en la expresión, en voz alta dice: "Se deshonra a sí mismo quien deshonra al inocente. Los ojos y la lengua los hizo Dios para hacer cosas santas. El malediciente los profana y envilece, al hacer con ellos cosas malas. No ensuciaré mis manos villanamente con tus canas. Pero te recuerdo que los malvados odian al hombre íntegro y que el necio desahoga su malhumor sin siquiera reflexionar que se traición.
Quien vive en las tinieblas, toma por reptil lo que es una rama en flor. Pero quien vive en la luz, ve las cosas como son, y las defiende por amor a la justicia, aunque estén denigradas. Vivimos nosotros en la luz, y nuestro Jefe es el Santo, que no conoce mujer ni pecado. Lo seguimos y lo defenderemos de sus enemigos, para los que no tenemos odio sino plegaria, como Él nos ha enseñado. Aprende, ¡oh viejo!, de un joven, que se hace maduro, porque la Sabiduría le es maestra, a no ser ligero en el hablar y bueno para nada en el hacer el bien. Vete, y di a quien te envió que no en la casa profanada que está en el Monte Moria, sino en esta humilde mansión reposa Dios en su gloria. Adiós."
Los cinco no se atreven a objetar y se van.
Los discípulos se consultan. ¿Decirlo o no decirlo a Jesús, que está todavía con los curados?... ¡Decirlo! Es mejor así.
se lo dicen. Jesús oye con toda calma y responde:
"Os agradezco la defensa... ¿pero qué queréis
hacer? Cada uno da lo que tiene.
Se acercan, lo llaman y se lo dicen. Jesús oye con toda calma y responde: "Os agradezco la defensa... ¿pero qué queréis hacer? Cada uno da lo que tiene."
"Mas tienen una poca de razón. Los ojos están en la cabeza para ver y muchos ven. Ella siempre está allí afuera, como un perro. Te hace daño" dicen varios.
"Déjenla. Ella no será la piedra que me peque en la cabeza. Y si ella se salva... ¡oh! que me critiquen por esta alegría, ¡qué importa!"
Con esta dulce respuesta todo termina.
II. 763-771
A. M. D. G.