JESÚS EN "AGUAS CLARAS"

 

SANTIFICA LAS FIESTAS


 

#Jesús bendice a un niño que tiene las piernas quebradas y que ningún médico puede curar y lo cura  

#"Ocúpate en un trabajo honesto y el séptimo día dedícalo al Señor y a tu espíritu". Esto se dijo junto con la orden del descanso en día de sábado.  

#El hombre no es más que Dios. Y sin embargo Dios llevó a cabo en seis días su Creación y descansó el séptimo.  

#El cuerpo fatigado tiene necesidad de descanso como lo tiene cualquier ser creado.  

#Existe un orden moral fuera del físico.  

#Existe un orden espiritual. El trabajo es santo. Más santo es el amor. Dios es Santísimo.  

#Escuchad, os dije: "Ocúpate de un trabajo honesto".Sabéis que nuestra Ley ordena el amor del prójimo. Maldita es su ganancia, aun cuando de ella tome un óbolo para el Templo. 

  #¡He aquí lo que significa la fiesta!  

#Es una máscara de ella el obedecer mentirosamente a su Ley.  

#Diréis: "¿Y si luego vuelve uno a caer en pecado?"  

#Lo mismo hace el dulcísimo Padre que está en los Cielos. Esto os digo Yo. Si llegáis a tener fe en el Padre que está en los Cielos, todo lo podréis. Ante el Altísimo sed como pequeñuelos. 

#Queréis ver la fe de un niño para aprender a tenerla  

#"¿Por qué grita la gente y mi mamá también? ¿Qué le pasa? ¿Eres Tú, Jesús?" "Yo soy. Adiós, Juanito  

#Jesús en voz alta dice: "Haced como Juanito, vosotros caéis en pecado y os herís. Tened fe en el amor de Dios. La paz sea con vosotros".

 


 

El día no es tan malo como ayer. Sigue lloviendo pero poco y la gente viene al Maestro.

 

JESÚS BENDICE A UN NIÑO QUE TIENE LAS PIERNAS 

QUEBRADAS Y QUE NINGÚN MÉDICO PUEDE CURAR.

LO CURA

 

Jesús escucha a dos o tres personas que tienen cosas importantes que decirle y luego tranquilas se van a sus puestos. Bendice a un niño que tiene las piernitas quebradas y que ningún médico puede curar, pues dicen: "Es inútil. Están rotas en la parte de arriba, cerca de la espina." Lo dice la madre llena de lágrimas y explica: "Andaba corriendo con su hermanita en el camino del poblado. Venía por él, a galope en su carro un herodiano y lo revolcó bajo de él. Creí que había muerto pero es peor. Lo ves. Lo tengo sobre estas muletillas porque... no se puede hacer otra cosa. Sufre, sufre porque el hueso le sale. Y luego cuando el hueso ya no salga, sufrirá mucho más porque no podrá estar acostado sino sobre su espalda." 

"¿Te duele mucho?" pregunta compasivo Jesús al niñito que llora. 

"Sí."

"¿En dónde?"

"Aquí y... aquí" y se toca con la manita no muy segura los dos huesos ilíacos. "Y también aquí, aquí" y se toca los riñones y la espalda. "Es dura la muleta y quisiera moverme..." y llora desesperado.

"¿Quieres venir a mis brazos? ¿Vienes? Te subo arriba y verás a todos mientras hablo."

"Sííí" (es un sí lleno de deseo). El pobrecito extiende sus bracitos suplicantes.

"Ven entonces."

"Pero no puede, Maestro, ¡es imposible! Le duele mucho. No puedo ni siquiera moverlo para lavarlo."

"No le haré mal."

"El médico..."

"El médico es el médico. Yo soy Yo. ¿Por qué viniste?"

"Porque eres el Mesías" responde la mujer, que cambia de colores en medio de una esperanza y en medio de una desilusión.

"Y ¿entonces?... Ven pequeñín." Jesús pasa un brazo bajo sus inertes piernas, otro bajo su espaldita, toma al niño y le pregunta: "¿Te duele? ¿No?... entonces di adiós a tu mamá y vamos."

Y se va con su carga, entre la multitud que se separa. Se va hasta el fondo, sube a una especie de tribuna que le hicieron para que todos lo puedan ver, también los que están en el patio, pide un banquito y se sienta, se acomoda al niño en las rodillas y le pregunta: "¿Te gusta? Pórtate bien y pon tú también atención" y empieza a hablar, moviendo una sola mano, la derecha, porque con la izquierda tiene al niño que mira a la gente contento de ver algo y sonríe al ver a su mamá que allá en el fondo nutre una esperanza, juguetea con el cordón del vestido de Jesús y hasta con la suave y rubia barba del Maestro y con un mechón de sus largos cabellos.

 

HABLA JESÚS

 Se dijo:

"Ocúpate en un trabajo honesto y el séptimo día dedícalo al Señor y a tu espíritu". Esto se dijo junto con la orden del descanso en día de sábado.

 

EL HOMBRE NO ES MÁS QUE DIOS

 

El hombre no es más que Dios. Y sin embargo Dios llevó a cabo en seis días su Creación y descansó el séptimo. ¿Cómo puede suceder que el hombre se permita no imitar al Padre y no obedecer sus órdenes? ¿Es una orden necia? No. En realidad es una orden útil tanto para bien del cuerpo como para lo moral y espiritual.

 

PARA BIEN DEL CUERPO

 

El cuerpo fatigado tiene necesidad de descanso como lo tiene cualquier ser creado. El buey trabaja en el campo y descansa. Lo dejamos descansar para no perderlo; el borriquillo que nos carga, la oveja que nos da corderitos y leche, también descansan. Igualmente el campo laborable descansa y lo dejamos descansar, para que en los meses que no se le siembra, se nutra y alimente de las sales que o le llueven del cielo o que brotan del suelo. Descansan, bien, aun sin pedir nuestro parecer, los animales y plantas que obedecen a leyes eternas de una sapiente reproducción. 

¿Por qué el hombre no quiere imitar ni a su Creador que descansó el séptimo día, ni a uno inferior que, vegetal o animal cualquiera que sea, sin tener otra orden que el instinto, según él, se regula y la obedece?

 

EXISTE UN ORDEN MORAL FUERA DEL FÍSICO

 

Existe un orden moral fuera del físico. Durante seis días el hombre fue de todo y de todos. A la manera del hilandero que en su telar tiene hilo que sube y baja todos los días, pero el séptimo se dice: "Ahora me ocupo de mí mismo, de mis seres más queridos. Soy padre, y hoy pertenezco a los hijos, soy esposo y hoy me dedico a mi esposa, soy el hermano y me alegro con ellos, soy el hijo y cuido de la senectud de mis padres".

 

EXISTE UN ORDEN ESPIRITUAL

 

Existe un orden espiritual. El trabajo es santo. Más santo es el amor. Dios es Santísimo. Entonces hay que acordarse por lo menos de dar un día de los siete a nuestro bueno y santo Padre, que nos ha dado la vida y nos la conserva. ¿Por qué tratarlo menos que a nuestros padres, que a nuestros hijos, hermanos, esposa, menos que a nuestro propio cuerpo?... El día de la venganza pertenezca a Él. 

¡Oh! ¡Qué dulce es, después de un día de trabajo, descansar por la noche, en una casa en donde hay sólo cariño! ¡Qué dulce volverla a ver después de un largo viaje! Y ¿por qué no recuperarse después de seis días de trabajo en casa del Padre? ¿Por que no ser como el hijo que regresa de un viaje de seis días y decir: "He venido a pasar contigo mis días de descanso?"

 

OCÚPATE DE UN TRABAJO HONESTO

 

Escuchad, os dije: "Ocúpate de un trabajo honesto".

Sabéis que nuestra Ley ordena el amor del prójimo. La honradez del trabajo entra en el amor al prójimo. El honrado en el trabajo no roba en el comercio, no defrauda al obrero de su salario, no se aprovecha de él culpablemente, tiene ante la mente que el siervo y el trabajador son un ser que tiene carne y alma como él, y no los trata como a pedazos de piedra sin vida a los que se puede hacer pedazos y golpear con los pies y con el hierro. Quien no obra de este modo no ama a su prójimo y peca a los ojos de Dios. Maldita es su ganancia, aun cuando de ella tome un óbolo para el Templo.

 

HE AQUÍ LO QUE SIGNIFICA LA FIESTA

 

¡Oh! ¡Qué oferta mentirosa! Cómo puede atreverse a ponerla a los pies del altar cuando brotan lágrimas y sangre del súbdito de quien se aprovecha y tiene el nombre de "robo", esto es, de traición hacia su prójimo, porque el ladrón no es otra cosa más que el traidor de su prójimo. Creedme, la fiesta no es santificada si no se le emplea para examinarse a sí mismo y no se dedica a mejorarse uno mismo, a reparar los pecados cometidos durante los seis días.

¡He aquí lo que significa la fiesta! En esto consiste y no en algo exterior que no cambia en lo mínimo vuestro modo de pensar. Dios quiere obras vivas y no máscaras de ellas.

Es una máscara de ella el obedecer mentirosamente a su Ley. Es una máscara la santificación mentirosa del sábado, esto es, el descanso que se hace solo por mostrar a los ojos de los hombres que se obedece a la Ley, pero que se emplean luego aquellas horas de descanso en el vicio de la lujuria, embriaguez, en pensar calmadamente cómo aprovecharse del prójimo y cómo dañarlo en la semana que está por entrar. Es máscara la santificación del sábado, o sea, el reposo material que no se adapta al trabajo íntimo, espiritual, santificador de un examen concienzudo de sí mismo, de un humilde reconocimiento de la propia miseria, de un serio propósito de portarse mejor en la semana siguiente.

 

¿Y SI LUEGO VUELVE UNO A CAER EN PECADO?

 

Diréis: "¿Y si luego vuelve uno a caer en pecado?" ¿Qué diríais entonces de un niño, que porque cayó una vez, no quisiese más dar paso para no volver a caer? Que es un necio. Que no se debe avergonzar de no poder guardar equilibrio en el caminar, porque todos así fuimos de pequeñuelos, y que nuestro padre no por eso dejó de amarnos. 

¿Quién no recuerda cómo nuestras caídas hicieron llover sobre nosotros una lluvia de besos de parte de nuestra mamá y de caricias del papá?

 

LO MISMO HACE EL DULCÍSIMO PADRE

QUE ESTÁ EN LOS CIELOS

 

Lo mismo hace el dulcísimo Padre que está en los Cielos. Se inclina sobre su pequeñuelo que llora en el suelo y le dice: "No llores. Te voy a levantar. Procurarás estar más atento otra vez. Ven ahora a mis brazos, en los que todo tu mal pasará y de los que saldrás robusto, curado y feliz". Esto dice nuestro Padre que está en los Cielos. 

Esto os digo Yo. Si llegáis a tener fe en el Padre que está en los Cielos, todo lo podréis. Una fe, estad atentos, como la de un niño. El niño cree que todo es posible. No pregunta si puede ocurrir o cómo puede ocurrir. No mide su profundidad. Cree en que le inspira confianza, y hace lo que él le dice. 

Ante el Altísimo sed como pequeñuelos. ¡Cómo ama Él a estos pequeños angelitos que son la hermosura de la tierra! De igual modo ama a las almas que se hacen sencillas, buenas, puras como es el niño.

 

¿QUERÉIS VER LA FE DE UN NIÑO PARA

APRENDER A TENERLA?

 

¿Queréis ver la fe de un niño para aprender a tenerla? Todos habéis compadecido al pequeñuelo que tengo conmigo, y que contrario a todo lo que los médicos y su madre decían, no ha llorado, aun cuando está sentado en mis rodillas. ¿Veis? Hace mucho que no hacía otra cosa que llorar de día y de noche sin encontrar alivio. No ha llorado y plácidamente se ha dormido contra mi pecho. Le pregunté: "¿Quieres venir a mis brazos?"  y respondió: "Sí" sin reflexionar en su miserable estado, en el probable dolor que habría podido experimentar, en las consecuencias de moverse. En mi rostro descubrió amor y dijo: "Sí" y vino. Y no ha sufrido nada. Ha estado contento de estar aquí en alto, conmigo para ver.

El que estuvo enclavado en esa tabla se ha sentido contento de estar sobre mi blanda carne. Se ha reído, ha jugueteado y se ha dormido con un mechón de mis cabellos entre sus manitas. Ahora lo despertaré con un beso..." y Jesús besa los castaños cabellitos. El niño se despierta con una sonrisa.

"¿Cómo te llamas?"

"Juan".

"Escucha, Juan. ¿Quieres caminar? ¿Ir a tu mamá y decirle: "El Mesías te bendice por tu fe?"

"Sí, sí" y el pequeño bate sus manitas, luego pregunta: "¿Me haces caminar? ¿Por los campos? ¿O tendré otra vez la fea dura tabla? ¿Otra vez tendré los médicos que me hacen sufrir?"

"No más".

"¡Ah! ¡Cómo te amo!" y echa sus bracitos en torno del cuello de Jesús y lo besa, y para besarlo mejor brinca de rodillas sobre las piernas de Jesús, y una lluvia de besos inocentes cae sobre su frente, ojos y mejillas.

El niño en medio de su alegría ni siquiera se acuerda de haberse movido, él que hasta ahora no podía. El grito de su madre y de la multitud lo espanta y lo deja boquiabiertos. Sus ojitos inocentes en medio de su carita enflaquecida miran interrogativamente.

Continuando de rodillas, con su bracito derecho alrededor del cuello de Jesús le pregunta con confianza -señalando a la gente que se mueve, a su madre que al fondo lo llama por su nombre y que también dice el nombre de Jesús: "¡Juan! ¡Jesús! ¡Juan! ¡Jesús!-: "¿Por qué grita la gente y mi mamá también? ¿Qué le pasa? ¿Eres Tú, Jesús?"

"Yo soy.  La gente grita porque está contenta que puedas caminar. Adiós, Juanito (Jesús lo besa y bendice). Vete con tu mamá y que seas bueno".

El niño baja sin temor de las rodillas de Jesús, de estas a la tierra y corre a su mamá, le brinca al cuello y le dice: "Jesús te bendice. ¿Por qué lloras ahora?"

Cuando la gente está un poco calmada, Jesús en voz alta dice: "Haced como Juanito, vosotros caéis en pecado y os herís. Tened fe en el amor de Dios. La paz sea con vosotros".

Y mientras el griterío de la multitud que aplaude, se mezcla con el feliz llanto de la madre, Jesús protegido por los suyos, sale del galerón, y todo termina.

II. 776-781

 A. M. D. G.