"NO MATARÁS"
MUERTE DE DORAS
#A cuál de las dos partes de los mandamientos pertenece
#¿este pecado ofende a Dios o al herido? ¿no es más que un pecado de homicidio?
#No digáis: "Cada animal tiene su lenguaje"
#Adán llamó perro, al amigo suyo y león, al que le pareció más semejante por su hirsuta melena
#La razón es que el hombre es la creatura predilecta de Dios.
#El Padre me dijo: "Serás hombre: El Hombre. Yo había hecho uno, perfecto como todo lo que hago.
#¿qué padre hay que no sufra más, que si hubiese sido matado otro?
#Si se mata un hijo a un padre, ¿se hace injuria solamente al hijo?
#Son muchos los Caínes que matan a los Abeles.
#"¡Ha muerto!" grita el siervo. "¡Ha muerto el patrón!
¿A CUÁL DE LAS DOS PARTES DE LOS
MANDAMIENTOS PERTENECE?
"No matarás" se dijo.
¿A cuál de las dos partes de los Mandamientos pertenece? "Al segundo" decís vosotros. ¿Seguros?
Os pregunto nuevamente: ¿este pecado ofende a Dios o al herido? Decís vosotros: "Al herido" ¿Estáis seguros de ello?
Y otra vez pregunto: ¿no es más que un pecado de homicidio? Al matar ¿no cometéis más que este único pecado? Decís: "Este solo" ¿Nadie tiene duda alguna? Responded en alta voz. Que hable uno por todos. Espero".
Y Jesús se inclina a acariciar a una niña que se ha acercado a Él y lo mira extática que hasta olvida de seguir comiendo la manzana que la mamá le había dado para tenerla tranquila.
Se levanta un viejo imponente y dice: "Escucha, Maestro. Soy un viejo sinagogo y me dijeron que hablase por todos. Hablo. Me parece, y nos parece, haber respondido según justicia y según nos han enseñado. Baso mi decir en el capítulo de la Ley sobre el homicidio y personas heridas. Pero Tú sabes para qué hemos venido: para que se nos enseñe, pues reconocemos en Ti sabiduría y verdad. Si pues me equivocase, ilumina mis tinieblas, para que el viejo siervo vaya a su Rey vestido de luz. Y así como lo haces conmigo, hazlo con estos que son mi grey que han venido con su pastor a beber en la fuente de la Vida" y se inclina, antes de sentarse, con el más profundo respeto.
"¿Quién eres, padre?"
"Cleofás de Emmaús, tu siervo".
"No mío: del que me ha enviado, porque al Padre se debe cualquier precedencia y todo amor en el Cielo, en la tierra y en los corazones. Y el primero que le tributa este honor es el Verbo que toma y ofrece, sobre la mesa sin defecto, los corazones de los buenos como hace el sacerdote con los panes de la proposición. Pero escucha, Cleofás, para que vayas iluminado como es tu santo deseo a Dios.
AL MEDIR UNA CULPA CONVIENE PENSAR
EN LAS CIRCUNSTANCIAS QUE LE PRECEDEN...
Al medir una culpa conviene pensar en las circunstancias que le preceden, preparan, justifican y explican la misma. "¿A quién he herido? ¿Qué cosa he dañado? ¿Dónde he herido? ¿Con qué medios lo he hecho? ¿Por qué lo hice? ¿Cómo lo hice? ¿Cuándo herí?": esto debe preguntarse el que mató antes de presentarse a Dios para pedirle perdón.
A un hombre. Digo: un hombre. No pienso ni me pongo a pensar si es rico o pobre, libre o esclavo. Para mí no existen esclavos o poderosos. Existen sólo los hombres a quienes creó el Único, y por lo tanto son iguales. De hecho ante la majestad de Dios es polvo también el más poderoso monarca de la tierra. Y a sus ojos y a los míos no existe sino una esclavitud: la del pecado y por consiguiente estar bajo Satanás. La Ley antigua distingue los libres de los esclavos y sutiliza entre el matar de un golpe y el matar, dejando que sobreviva uno o dos días, e igualmente si la mujer en cinta se le lleva a ser muerta o si tan solo su fruto es muerto. Esto se dijo cuando la luz de la perfección estaba todavía lejana. Ahora está entre vosotros y os dice: "Cualquiera que hiere a muerte a un semejante suyo, peca, y no sólo contra el hombre sino contra Dios.
¿Qué cosa es el hombre? Es la creatura soberana que Dios creó a su imagen y semejanza para que fuese rey de lo creado, al que le dio la semejanza según el espíritu y la imagen, al tomar esta perfecta imagen de su pensamiento perfecto. Contemplad el aire, contemplad la tierra, las aguas. ¿Encontraréis algún animal o planta, que por bellas que sean, igualen al hombre? El animal corre, come, bebe, duerme, engendra, trabaja, canta, vuela, trepa. Pero no habla. El hombre también corre, brinca y en el brinco es tan ágil que emula al pájaro; nada y en el hacerlo es tan veloz como el pez; sabe arrastrarse y parece reptil; puede trepar y parece un mono; canta y parece un pájaro. Engendra y se reproduce. Pero además de esto puede hablar.
NO DIGÁIS: CADA ANIMAL TIENE SU LENGUAJE
No digáis: "Cada animal tiene su lenguaje". Si, el uno muge, el otro bala, este rebuzna, aquel trina, el de más allá gorjea, pero desde el primer buey hasta el último, no habrá más que una sola clase de mugido y así la oveja balará hasta el fin del mundo, y el borriquillo rebuznará, como rebuznó el primero; el pájaro siempre repetirá su corto trinar, mientras que la alondra, el ruiseñor, dedicarán su mismo himno, algunos en el día y otros en la noche estrellada y así lo harán hasta el último día de la tierra, así saludarán al sol como si fuese la primera vez que iluminase, y como si fuese la primera noche. El hombre al contrario, como no tiene una sola palabra y una sola lengua, sino un conjunto de nervios que se reúnen en el cerebro, sede de la inteligencia, puede captar las sensaciones nuevas y pensar sobre ellas y darles nombre.
ADÁN LLAMÓ PERRO, AL AMIGO SUYO,...
Adán llamó perro, al amigo suyo y león, al que le pareció más semejante por su hirsuta melena que le cae sobre la cara que apenas tiene barba. Llamó oveja al animal que mansamente lo saludaba, y llamó pájaro al manojo de plumas que volaban como mariposa, pero que emitía un canto que no emite la mariposa. Y luego, en los siglos, los hijos de Adán crearon siempre nuevos nombres, según iban "conociendo" las obras de Dios en las creaturas o que, por la chispa divina que existe en el hombre, no sólo engendraron hijos, sino crearon también cosas útiles o nocivas a sus mismos hijos. Según que estuviesen con Dios o contra Dios. Están con Dios los que crean y obran cosas buenas. Están contra Dios los que crean cosas malvadas para dañar al prójimo. Dios venga a sus hijos que son torturados por el perverso ingenio humano
La razón es que el hombre es la creatura predilecta de Dios. Aunque si ahora es culpable, siempre es para Él, lo más querido. Testigo de ello es que envió a su mismo Verbo, no a un ángel, ni arcángel, querubín o serafín, sino a su Verbo, revistiéndolo de carne humana, para que salvase al hombre. No juzgó indigno este vestido para que pudiese sufrir y expiar, el que por ser como Él Purísimo Espíritu, no habría podido sufrir y expiar la culpa del hombre.
EL PADRE ME DIJO: SERÁS HOMBRE
El Padre me dijo: "Serás hombre: El Hombre. Yo había hecho uno, perfecto como todo lo que hago. Le había destinado a un dulce vivir con un dulcísimo despedirse de este mundo y un feliz despertar con una felicísima y eterna permanencia en mi Paraíso celestial. Pero, Tú sabes, en este Paraíso no puede entrar nada que esté manchado, porque en él Yo-Nosotros, Uno y Dios Trino tenemos el trono. Y delante de él no puede haber sino santidad. Yo soy el que soy. Tan sólo los que no tienen mancha pueden conocer mi naturaleza divina, nuestra misteriosa esencia. Ahora el hombre, en Adán y por Adán está manchado. Ve. Límpialo. Lo quiero. De hoy en adelante serás: El Hombre. El Primogénito. Porque serás el primero en entrar aquí con carne mortal que no tiene pecado, con alma sin culpa original. Quienes te precedieron sobre la tierra y quienes te seguirán, tendrán vida por tu muerte redentora". No podría morir si no hubiera nacido. Nací y moriré.
EL HOMBRE ES LA CREATURA PREDILECTA DE DIOS
El hombre es la creatura predilecta de Dios. Decidme ahora: si un padre tiene muchos hijos, pero uno es su predilecto, la pupila de su ojo, y a este le matan, ¿qué padre hay que no sufra más, que si hubiese sido matado otro?... No debería acontecer porque el padre debería ser justo con todos sus hijos. Pero sucede porque el padre es imperfecto. Dios lo puede hacer con justicia porque el hombre es la única creatura, entre lo creado, que tenga en común con el Padre Creador el alma espiritual, signo innegable de la paternidad divina.
Si se mata un hijo a un padre, ¿se hace injuria solamente al hijo? No. También al padre. En la carne al hijo, en el corazón al padre. A ambos pues se ha herido. ¿Al matar a un hombre, se hace injuria solo a él? No. También a Dios. En la carne al hombre, en su derecho a Dios. Porque de la vida y la muerte es el único dador. Matar es hacer violencia a Dios y al hombre. Matar es penetrar en el dominio de Dios. Matar es faltar al precepto del amor. No ama a Dios quien mata, porque destruye un trabajo suyo: a un hombre. No ama al prójimo quien mata, porque quita al prójimo lo que el asesino exactamente quiere: la vida.
He respondido a las dos primeras preguntas.
"¿Dónde he herido?"
Se puede herir en el camino, en la casa de quien se ataca, o bien atrayendo a la víctima a la propia. Se puede herir uno u otro órgano produciendo un sufrimiento mucho más duro, y cometiendo dos homicidios en uno, si se hiere a la mujer que tiene en el vientre su fruto.
Se puede herir en el camino sin tener intención. Un animal que acaricia nuestra mano, puede matar al que pasa. En este caso en nosotros no hay premeditación, mientras si uno se va, armado con puñal oculto bajo hipócritas vestidos de lino, a la casa de un enemigo -y sucede con frecuencia que sea el enemigo quien tenga la razón- o bien se invita a la víctima a su casa con señales de honra y luego se le degüella y se le arroja a la cisterna, entonces hay premeditación, y la culpa está empapada de malicia, crueldad y violencia.
Si mato al fruto con su madre, entonces tendré que dar cuenta a Dios de dos seres. Porque el vientre que engendra a un nuevo ser, según el mandamiento de Dios, es sagrado, y sagrada es la pequeña vida que en él va madurando, a la que Dios ha dado un alma.
"¿Con qué medios he herido?"
En vano dice uno: "No quería herir" cuando ha ido armado hasta los dientes. En la ira también las manos se convierten en armas, y arma es la piedra que se recoge por el suelo, o la rama que se desgaja del árbol. Quien fríamente mira al puñal o la hoz, y si le parecen que no están muy filosos y los hace, y luego se los ciñe al cuerpo de modo que no sean vistos, pero que fácilmente puedan blandirse, y así preparado va a ver a su rival, ciertamente no puede decir: "No tenía voluntad de herir". Quien prepara un veneno recogiendo hierbas y frutos tóxicos para hacer polvos o pócima, y luego lo ofrece a la víctima como si no fuesen dañosos o como una bebida buena, no puede decir: "No quería yo matarlo".
MATAR, ES TAMBIÉN SACAR EL FRUTO
QUE CRECE EN EL SENO...
Y ahora escuchad vosotras, mujeres, que calladas y sin castigo alguno asesináis tantas vidas. Matar, es también sacar el fruto que crece en el seno porque es de semen culpable o porque es un germen que no se quiso: fardo a vuestras espaldas y a vuestra riqueza. Hay un solo modo para no tener ese peso: permanecer castas. No unáis el homicidio a la lujuria, violencia a la desobediencia, y no creáis que Dios no vea, porque el hombre no lo ve. Dios todo lo ve, todo lo recuerda. Recordadlo también vosotras.
"¿Por qué he herido?"
¡Oh, cuántos porqués hay! Desde el imprevisto desequilibrio que crea en vosotros una emoción violenta, como es la de encontrar el tálamo profanado, o al ladrón en casa, o un intento criminal de hacer violencia a la propia hija, al frío y meditado cálculo de librarse de un testigo peligroso, de uno que se atraviesa por el camino, de uno cuyo puesto o bolsa se quiere; estos son tantos porqués y hay más. Y si Dios todavía puede perdonar a quien en la fiebre del dolor se convierte en asesino, no perdona a quien lo hace por avidez de poder o de estima entre los hombres.
Obrad siempre bien y no tendréis miedo de que alguien os mire u os hable. Contentaos con lo vuestro y no aspiréis a algo que para obtenerlo asesinéis al prójimo.
"¿Cómo herí?"
¿Infiriendo otros golpes después del primero que fue impulsivo? Algunas veces el hombre no se puede frenar. Porque Satanás lo arroja en el mal como el hondero arroja la piedra. Pero ¿qué diríais de una piedra que después de haber dado en el blanco, regresase por sí misma a la honda para que de nuevo se le lanzase y diese en el blanco? Diríais: "Está poseída de una fuerza mágica e infernal". Así es el hombre que después del primer golpe, diese el segundo, el tercero, el décimo sin que su ferocidad amainara. Porque la ira se apaga y se cae en la cuenta inmediatamente después del primer ímpetu, si es un ímpetu que procede de un motivo justificado. Mientras la ferocidad aumenta, cuanto más la víctima es herida, en el verdadero asesino, esto es, en Satanás que no tiene, no puede tener piedad del hermano porque, siendo Satanás, es odio.
"¿Cuándo herí?"
¿En el primer ímpetu? ¿Después que desapareció? ¿Fingiendo perdón, mientras el rencor era siempre alentado? ¿He esperado tal vez años para herir y así causar doble dolor, al matar al padre a través de los hijos?
Veis que matando se ofende al primero y al segundo grupo de los mandamientos. ¿Por qué os arrogáis el derecho de Dios, y por qué pisoteáis al prójimo? Por lo tanto es un pecado contra Dios y contra el prójimo. Cometéis no sólo un pecado de homicidio, sino de ira, de violencia, soberbia, desobediencia, sacrilegio y tal vez, si matáis para robar un puesto o dinero, de avaricia. Hoy apenas os lo insinúo, algún día lo explicaré mejor, se comete pecado de homicidio no sólo con las armas y el veneno, sino con la calumnia también. Meditad en ello.
Y todavía añado:
El patrón que hiriendo a un siervo, lo hace con astucia de modo que muera entre sus manos, es doblemente culpable. El siervo no es dinero del patrón es un alma de su Dios. Sea para siempre maldito ese patrón que trata a su siervo peor que al buey."
Jesús parece como si lanzara rayos y truenos. Todos lo miran espantados, porque antes hablaba con calma.
"¡Maldito sea! La Nueva Ley no conoce esta dureza, que era todavía justicia cuando en el pueblo de Israel no había hipócritas que se fingen santos y afilan su ingenio para sólo disfrutar y eludir la Ley de Dios. Pero ahora que Israel escapa de estos seres viperinos que hacen de su capricho cosa lícita sólo porque son ellos, los miserables poderosos a quien Dios mira con odio y náusea, Yo digo: Esto no existe más.
Caen en sus surcos y en sus muelas de molino los esclavos. Caen con los huesos quebrados y los nervios desnudos por los azotes. Los acusan de delitos que no existieron para poder golpearlos, para justificar su propio sadismo satánico. Hasta se echa mano del milagro de Dios como acusación para tener el derecho de golpearlos. Ni el poder de Dios, ni la santidad del esclavo convierten su torva alma. No se le puede convertir. El bien no cabe donde está todo lleno de mal. Dios ve y dice: "¡Basta!".
Son muchos los Caínes que matan a los Abeles. Y ¿qué pensáis, inmundos sepulcros blanqueados al exterior con palabras de la Ley, y en cuyo interior se pasea Satanás y pulula el satanismo más astuto? ¿Qué creéis? ¿Que Abel sólo haya sido el hijo de Adán y que Dios mire benigno solo a los que no son esclavos de los hombres, mientras rechace de Sí la única oferta que puede hacer éste en su honradez envuelta en llanto? ¡No! En verdad os digo que cada justo es un Abel, aun cuando esté cargado de cadenas, aun cuando muera entre los terrones del campo, o sangrando por los azotes; y que son Caínes todos los injustos que dan a Dios por orgullo, no por verdadero culto, que dan lo que está manchado por su pecado y manchado con sangre.
¡Vosotros profanáis el milagro, que profanáis el hombre, asesinos, sacrílegos! ¡Fuera! ¡Idos de mi presencia! ¡Basta! Yo os digo: Basta. Y lo puedo decir porque soy la Palabra divina que traduce el Pensamiento divino. ¡Idos!"
Jesús de pie en la pobre tribuna causa miedo, impone temor. Parece lanzar rayos contra los pecadores presentes al señalar la salida de la puerta con su brazo derecho extendido, con sus ojos que parecen dos hogueras de azul. La niñita que estaba a sus pies se pone a llorar y corre a su madre. Los discípulos se miran espantados y tratan de descubrir contra quién es la invectiva. La gente también se vuelve con los ojos interrogativos.
Finalmente el secreto se descubre. En el fondo, fuera de la puerta, semiescondido detrás de un grupo de campesinos altos, se muestra Doras. Está ahora más flaco, amarillo, arrugado, no parece más que narices y mentón. Trae consigo a un siervo que lo ayuda a moverse porque parece que haya sufrido un accidente. Y ¿quién lo había visto allí en medio del patio?... Se atreve a hablar en su ronca voz: "¿Te refieres a mí? ¿Por mí lo dices?"
"Por ti. Sal de mi casa."
"Me voy. Pero dentro de poco haremos cuentas, no lo dudes."
"¿Pronto? Al punto. El Dios del Sinaí, te lo dije, te está esperando."
"También tú, hombre malo, que has hecho venir sobre mí la ruina y los animales que dañan los campos. Nos volveremos a ver. Y será mi alegría."
"Sí. Y no querrás volverme a ver. Porque Yo te juzgaré."
"¡Ah! ¡Ah! maldi..." Gesticula, trata de gritar y cae.
"¡Ha muerto!" grita el siervo. "¡Ha muerto el patrón! ¡Qué seas bendito, Tú, Mesías nuestro vengador!"
"No Yo, Dios, el Señor Eterno. Ninguno se contamine. Tan solo el siervo piense en su patrón. Trata bien su cuerpo. Todos vosotros sus siervos sed buenos. No os regocijéis con odio por el que ha muerto, para que no merezcáis condenación. Dios y el justo Jonás sean siempre vuestros amigos. Y Yo con ellos. ¡Adiós!"
"Pero... ¿ha muerto por tu querer?" pregunta Pedro.
"No. Sino que el Padre entró en Mí... es un misterio que no puedes entender. Acuérdate que no es lícito herir a Dios. Él por Sí mismo se venga."
"¿No podrías entonces decir a tu Padre que haga morir a todos los que te odian?"
"¡Cállate! Tú no sabes de qué espíritu eres. Yo soy Misericordia y no venganza."
El viejo sinagogo se acerca: "Maestro, has resuelto todas mis preguntas y hay luz en mí. Que seas bendito. Ven a mi sinagoga. No rehúses a un pobre viejo tu palabra."
"Iré. Vete en paz. Que el Señor sea contigo."
Mientras la multitud se va poco a poco, todo termina.
II. 781-789.
A. M. D. G.