REGRESO A "AGUAS CLARAS"
#Dios la escucha y ella se salvará
#Este es el don del verdadero apóstol
#Cuentan a Jesús la persecución que sufrió Aglae
#La voluntad de redimirse es ya una absolución. Aun cuando hubiese muerto sería perdonada
#Iscariote anuncia del peligro en que está Jesús
#El Maestro condena la violencia
#Yo os digo que estoy más disgustado de vuestro modo de pensar que de la conducta de los judíos
#Vienen los fariseos y escribas a hablar con Jesús
#No hago ningún mal. Enseño como rabí, curo como taumaturgo, arrojo los demonios como exorcista.
Jesús atraviesa con sus discípulos las llanuras de Aguas Claras. El día está lluvioso y todo está desierto. Es más o menos mediodía, porque cuando logra el sol abrirse paso entre los resquicios de las nubes, envía sus rayos perpendiculares. Jesús está hablando con Iscariote y le da el encargo de ir al poblado para comprar lo más necesario. Cuando se queda solo, se le junta Andrés, y siempre tímido, dice en voz baja: "¿Quieres escucharme, Maestro?"
"Sí, ven conmigo adelante" y alarga el paso, seguido de su discípulo, separándose algunos metros de los demás.
¡NO ESTÁ MÁS LA MUJER, MAESTRO!
"¡No está más la mujer, Maestro!" dice afligido. Luego continúa: "Le pegaron y huyó. Estaba herida. Manaba sangre. El administrador la vio. Me adelanté, diciendo que iba a ver si no había asechanzas, pero era porque quería ir al punto a donde estaba. ¡Tantas esperanzas tenía de traerla a la luz! ¡Mucho he orado por ella en estos días!... ¡Ahora ha huido! Se perderá. Si supiese en donde está, la iría a buscar... No lo diría a los demás, pero a Ti, sí, porque me entiendes. Sabes que no hay pasión alguna, sino el deseo, ¡oh! tan grande que parece un tormento, de salvar a una hermana..."
DIOS LA ESCUCHA Y ELLA SE SALVARÁ
"Lo sé, Andrés, y te digo: aun cuando las cosas se han presentado así, tu deseo se cumplirá. Jamás la plegaria hecha con ese motivo se pierde. Dios la escucha y ella se salvará".
"Tú lo dices y mi dolor se dulcifica".
"¿No querrías saber otra cosa de ella? ¿No te interesa ni siquiera ser quien me la traiga? ¿No me preguntas cómo sucederá?" Jesús sonríe dulcemente, con un esplendor de luz en sus azules pupilas que miran al apóstol que va caminando a su lado. Una de esas sonrisas y de esas miradas que son uno de los secretos de Jesús para conquistar los corazones.
Andrés con sus dulces ojos castaños lo mira y dice: "Me basta saber que vendrá a Ti. Que sea otro o yo, no me importa. ¿Cómo sucederá? Tu lo sabes y no tengo necesidad yo de saberlo. Tengo tu promesa y me siento feliz".
ESTE ES EL DON DEL VERDADERO APÓSTOL
Jesús le pasa el brazo por la espalda y lo trae a Sí dándole un abrazo afectuoso, que transporta al buen Andrés en éxtasis y en esta forma le sigue hablando. "Este es el don del verdadero apóstol. Mira, amigo. Tu vida y la de los apóstoles futuros será siempre así. Algunas veces sabréis que fuisteis "los salvadores". Pero muchas veces salvaréis sin saber siquiera que salvasteis las almas que más queríais que se salvasen. Sólo en el Cielo veréis venir a vuestro encuentro, o subir al Rey Eterno, a quienes salvasteis. Algunas veces lo sabréis en la tierra. Son las alegrías que os infundo para daros un vigor mucho mayor para buscar nuevas conquistas. ¡Bienaventurado será el sacerdote que no tenga necesidad de estos incentivos para cumplir con su propio deber! Bienaventurado el que no se amilana al no ver triunfos y que no dice: "No hago más porque no tengo satisfacción". La satisfacción apostólica que se busca como único incentivo, demuestra que no existe formación apostólica; por otra parte envilece el apostolado, que es cosa espiritual, y lo reduce al nivel de un vulgar trabajo humano. No se debe caer jamás en la idolatría del ministerio. No sois vosotros los que debéis ser adorados, sino el Señor Dios vuestro. A Él sea la gloria de los que se salvan. A vosotros la obra de la salvación, dejando para cuando estéis en el Cielo la gloria de haber sido los "salvadores". Me decías que el administrador la vio: Cuéntame".
LA PERSECUCIÓN QUE SUFRIÓ AGLAE
"Tres días después de que habíamos partido, vinieron algunos fariseos a buscarte. Naturalmente no te encontraron. Dieron vueltas por el poblado y por las casas de la campiña con muestras de que tenían ganas de verte. Nadie lo creyó. Entraron a la fonda echando fuera con soberbia a los que estaban allí, porque decían que no querían entrar en contacto con extranjeros desconocidos que pudiesen aun profanarlos. Todos los días iban a la casa. Después de algunos días encontraron a la pobrecita, que siempre iba allá porque tal vez esperaba encontrarte y estar tranquila. Hicieron que huyese. La siguieron hasta su refugio que estaba en el establo del administrador. No le pegaron al punto porque él intervino con sus hijos armados con garrotes, pero por la tarde, cuando salió, regresaron y había otros con ellos, y cuando estaba en el pozo la apedrearon, llamándola "prostituta" y exponiéndola al oprobio del pueblo. Y como huyese maltratada la alcanzaron, le quitaron el velo y manto para que todos la viesen y otra vez la golpearon. Se impusieron con su autoridad sobre el sinagogo para que la maldijese y la lapidasen además que te maldijese a Ti que la habías llevado al país. Pero no quiso hacerlo y ahora está en espera del anatema del Sanedrín. El administrador la arrancó de las manos de esos bribones y la ayudó. Pero por la noche se fue, dejando un brazalete y escrito sobre un pedazo de pergamino: "Gracias, ruega por mí". El administrador dice que es joven y hermosísima, aunque muy pálida y delgada. La buscó por los campos, porque estaba muy herida, pero no la encontró, y no sabe cómo haya podido ir muy lejos. Tal vez ha muerto en algún sitio... y no se salvó..."
"No".
"¿No? ¿No ha muerto? ¿No se ha perdido?"
LA VOLUNTAD DE REDIMIRSE ES YA UNA
ABSOLUCIÓN.
"La voluntad de redimirse es ya una absolución. Aun cuando hubiese muerto sería perdonada, porque ha buscado la verdad y puesto bajo sus pies el error. Pero no ha muerto. Empieza a subir por la pendiente del monte de la redención. La veo... inclinada bajo su llanto de arrepentimiento. El llanto la hace siempre más fuerte, mientras el peso disminuye. La veo. Se dirige al encuentro del Sol. Cuando haya subido encorvada, estará en la gloria del Dios-Sol. Va subiendo... ayúdala con tus oraciones".
"¡Oh, Señor mío!" Andrés está casi espantado por poder ayudar un alma en su santificación.
ABRIR LOS BRAZOS Y EL CORAZÓN
AL SINAGOGO Y BENDECIR AL ADMINISTRADOR
Jesús sonríe mucho más dulce. Dice: "Será necesario abrir los brazos y el corazón al sinagogo perseguido e ir a bendecir al buen administrador. Vamos con los compañeros a decírselo".
Regresan por el camino andado y se unen a los discípulos que se habían detenido aparte comprendiendo que Andrés tenía cosas secretas que comunicar al Maestro y entre tanto ven que Judas se acerca a la carrera. Parece una mariposota que atraviesa por un jardín. Su manto flota al viento con la carrera que trae y con los brazos hace toda clase de señales.
"¿Pero qué tiene?" pregunta Pedro. "¿Se ha vuelto loco?"
EN QUE ESTÁ JESÚS
Antes de que alguien pudiese responderle, Iscariote, ya un poco cerca, con voz jadeante grita: "¡Espera, Maestro! Escúchame antes de ir a la casa... hay asechanzas. ¡Oh, qué villanos!..." y corre. Ha llegado: "¡Oh Maestro! ¡No se puede ir allá! En la población están los fariseos y todos los días van a la casa. Te están esperando para hacerte daño. Despiden a los que van a buscarte. Los espantan con anatemas horrendos. ¿Qué quieres hacer? Aquí se te perseguiría y tu obra resultaría en vano... Uno de ellos me vio y me atacó. Un viejo, feo, narigón que me conoce, porque es uno de los escribas del Templo, pues también hay escribas. Me atacó asiéndome con sus garras y me insultó con su voz de gavilán. Mientras me insultó, me rasguñó, mira...(y muestra una muñeca y una mejilla con señales claras de las uñas) no le hice nada, pero cuando babeó sobre de Ti, lo tomé por el cuello..."
"¡Pero, Judas!" grita Jesús.
"No, Maestro. No lo estrangulé. Tan sólo le impedí que blasfemase contra Ti y luego lo dejé que se fuese. Ahora está allí muriéndose de miedo por el percance en que se encontró... Vámonos de acá, te ruego. Por otra parte, nadie podrá venir a verte..."
"¡Maestro!"
"¡Es un horror!"
"Judas tiene razón".
"¡Son como hienas en acecho!"
"Fuego del Cielo que bajaste sobre Sodoma ¿por qué no vuelves a bajar?"
"En realidad has estado valiente, muchacho. Una mala suerte que no hubiese estado también yo. Te habría ayudado".
"¡Oh, Pedro! Si hubieses estado también tú, ese viejo gavilán hubiese perdido para siempre las plumas y la voz".
"¿Pero cómo hiciste para... para no darle un hermoso fin?"
EL MAESTRO CONDENA LA VIOLENCIA
"¡Ah! un rayo de luz atravesó mi mente; una idea que salió quién sabe de qué parte profunda del corazón: "El Maestro condena la violencia", y ... me contuve. Experimenté un choque más profundo que el que recibí cuando di contra el muro sobre el que me había arrojado el escriba, cuando me atacó. Sentí los nervios como despedazados... en tal forma que no hubiera podido tener más fuerzas. ¡Qué fatiga el vencerse!..."
"¡Eres un muchacho valiente! ¿Verdad, Maestro? ¿No das tu parecer?" Pedro está feliz por lo que hizo Judas, que no comprende por qué Jesús haya pasado del estado luminoso dibujado antes en su rostro a una actitud severa, que le brota a los ojos, le aprieta la boca que parece hacerse más pequeña.
QUE ESTOY MÁS DISGUSTADO
DE VUESTRO MODO DE PENSAR
QUE DE LA CONDUCTA DE LOS JUDÍOS.
La abre para decir: "Yo os digo que estoy más disgustado de vuestro modo de pensar que de la conducta de los judíos. Ellos, desgraciados se encuentran en las tinieblas, vosotros, que estáis con la Luz, sois duros, vengativos, murmuradores, violentos aprobadores del acto brutal como ellos. Os digo que me dais la prueba de ser siempre los mismos que erais cuando por primera vez me visteis. Y esto me duele. En cuanto a los fariseos, sabed que el Mesías no huye. Retiraos. Les hago frente. No soy un cobarde. Cuando haya hablado con ellos y no los hubiese persuadido, me retiraré. No se debe decir que no he buscado todos los medios para atraerlos a Mí. También ellos son hijos de Abraham. Cumplo con mi deber hasta el fin. Su condenación la pronunciará su mala voluntad, y no el que los haya descuidado". Y Jesús va a la casa que se deja ver con su techo bajo más allá de una hilera de árboles sin hojas.
Los apóstoles le siguen con la cabeza baja, hablando entre sí.
Han llegado a la casa. Entran a la cocina en silencio, y se ponen a preparar lo necesario. Jesús está absorto en su pensamiento.
VIENEN LOS FARISEOS Y ESCRIBAS
A HABLAR CON JESÚS
Están a punto de comer cuando un grupo de personas aparece en la puerta. "Helos aquí" dice en voz baja Judas.
Jesús rápido se ha levantado y se dirige a ellos. Es tan imponente que el grupillo retrocede por un instante, pero el saludo de Jesús les da seguridad: "La paz sea con vosotros. ¿Qué queréis?"
Entonces los bellacos creen poder atreverse a todo y arrogantemente le intiman: "En nombre de la santa Ley te ordenamos que abandones este lugar. Tú, turbador de las conciencias, violador de la Ley, corruptor de las tranquilas ciudades de Judá. ¿No temes el castigo del Cielo? Tú, mono imitador del Justo que bautiza en el Jordán; Tú, que proteges a las prostitutas. Lárgate de la tierra santa de Judá. Que tu aliento no llegue desde aquí a los muros de la Ciudad santa".
NO HAGO NINGÚN MAL. ENSEÑO COMO RABÍ
"No hago ningún mal. Enseño como rabí, curo como taumaturgo, arrojo los demonios como exorcista. Estas categorías también existen en Judá y Dios, que las quiere, hace que las respetéis y veneréis. No exijo veneración. Quiero sólo que me dejéis hacer el bien a los que están enfermos en el cuerpo, en la mente o en el espíritu. ¿Por qué me lo prohibís?"
"Eres un poseído ¡lárgate!"
"El insulto no es una respuesta. Os pido que no me prohibáis lo que a otros permitís".
"Porque eres un poseído y arrojas los demonios y haces milagros con la ayuda de ellos".
"¿Y vuestros exorcistas, entonces? ¿Con la ayuda de quién lo hacen?"
"Con su vida santa. Tú eres un pecador. Y para aumentar tu poder, te sirves de pecadoras, porque con esta clase de uniones aumenta su fuerza la posesión demoníaca. Nuestra santidad ha purificado la zona de tu cómplice. Pero no permitimos que te quedes aquí, para que no atraigas a otras mujeres".
"¿Pero esta casa es vuestra?" pregunta Pedro que se ha acercado al Maestro en actitud no muy recomendable.
"No es casa nuestra. Pero todo Judá y todo Israel está en manos de los santos, de los puros de Israel".
"¿Lo sois vosotros?" termina Iscariote, que vino a la puerta y concluye la frase con una risa sarcástica. Luego pregunta: "¿Dónde está el otro amigo vuestro? ¿Todavía está temblando? ¡Desvergonzados, largaos! Y al punto. De otro modo haré que os arrepintáis de..."
AL VERBO DE DIOS
Os pido en cambio vuestra alma que pondría bajo mis
pies para adquirirla para el cielo, seguramente que
el Padre no tomará como error mío mi humillación.
¡Decidme la palabra que espero!"
"Silencio, Judas. Y tú, Pedro, regresa a tu lugar. Oíd, escribas y fariseos. Por vuestro bien, por piedad de vuestra alma, os ruego que no combatáis al Verbo de Dios. Venid a Mí. No os odio. Comprendo vuestra mentalidad y la compadezco. Pero os ruego que no combatáis al Verbo de Dios. Venid a Mí. No os odio pero os ruego que tengáis una nueva mentalidad, santa, capaz de santificaros y de que os dé el Cielo. ¿Creéis que he venido para pelear contra vosotros? ¡Oh, no! He venido a salvaros. Para esto he venido. Os amo. Os pido amor y comprehensión. Precisamente porque sois los más santos en Israel debéis comprender más que todos la verdad. Sed alma y no cuerpo. ¿Queréis que os lo pida de rodillas? Lo hago. Os pido en cambio vuestra alma que pondría bajo mis pies para adquirirla para el cielo, seguramente que el Padre no tomará como error mío mi humillación. ¡Decidme la palabra que espero!"
"Maldición, decimos".
"Está bien. Está dicho. Idos. También Yo me iré". Y Jesús les da la espalda y regresa a su lugar. Dobla su cabeza sobre la mesa.
Bartolomé cierra la puerta para que ninguno de esos bellacos que lo han insultado, y que se están yendo con amenazas y blasfemias, vea este llanto.
Un largo silencio, luego Santiago de Alfeo acaricia la cabeza de Jesús y le dice: "No llores. Nosotros te amamos. Y también en su lugar".
Jesús levanta su rostro y dice: "No lloro por Mí. Lloro por ellos que se matan, sordos a toda llamada".
"¿Qué hacemos ahora, Señor?" pregunta el otro Santiago.
"Iremos a Galilea. Partiremos mañana por la mañana".
"¿Hoy no, Señor?"
"No. Debo saludar a los buenos del lugar. ¿Vendréis conmigo?"
II. 862-867.
A. M. D. G.