EN CASA DE CLEOFÁS EL SINAGOGO

 


 

#Dice el sinagogo: Id a decirle que mi casa es suya... Entonces vamos  

  #El anciano se levanta y dice: "He aquí al Mesías. Recordad este día ¡oh ciudadanos de Emmaús!"   

#Jesús habla con Cleofás el sinagogo   

#Les habla de su naturaleza. Las leyes de su reino son espirituales   

#Se dice "Israel" en lugar de "Pueblo de Dios". Yo reconstruiré la libertad y potencia verdadera de este pueblo de Dios   

#¿En qué consiste la doctrina?. Ha llegado el tiempo de la misericordia completa, después de los siglos de justicia. Esta es la hermana de la primera. Como gemelas   

#Jesús les da una explicación histórica del proceder de Dios desde que pecó Adán y Eva   

#Cleofás cuenta a Jesús una culpa grave de uno de su pueblo. El caso es muy grave, Cleofás. Jesús examina en caso dándole la solución  

  #¿Tú quién eres?   

#Jesús va en busca de José   

#¿Quién eres?   

#Luego se dirige a Hermas y a Simón y les dice: "Esta es mi Doctrina y no otra. No me limito tan sólo a predicarla. La hago una experiencia real. Quién tenga sed de verdad y de amor, que venga a Mí."   

#"Y con esto termina el primer año de evangelización.

 


 

Juan y su hermano llaman a la puerta de una casa en el poblado. Reconozco la casa donde entraron los dos de Emmaús con (Jesús) resucitado. Cuando se les abre, entran y hablan con alguien que no veo, luego salen y se van. Se juntan con Jesús y con los demás que están en un lugar desierto.

 

DICE EL SINAGOGO: ID A DECIRLE QUE MI CASA ES SUYA... 

ENTONCES VAMOS.

 

"Está, Maestro. Y está muy contento de que hayas venido. Nos dijo: "Id a decirle que mi casa es suya. Ahorita mismo yo voy". "

"Entonces ¡vamos!" 

Por un poco de tiempo caminan y luego encuentran a Cleofás el viejo sinagogo que vimos en "Aguas Claras". Mutuamente se inclinan, pero luego el anciano, parece un patriarca, se arrodilla con un ademán de veneración. Los que pasan se acercan curiosos.

 

El anciano se levanta y dice: "He aquí al Mesías. 

Recordad este día ¡oh ciudadanos de Emmaús!"

 

El anciano se levanta y dice: "He aquí al Mesías. Recordad este día ¡oh ciudadanos de Emmaús!"

Alguien lo ve todo con curiosidad humana, alguien con ojos de respeto religioso. Dos se abren paso y dicen: "La paz sea contigo, Rabí. También nosotros estábamos ese día."

"La paz sea con vosotros y con todos. He venido conforme el deseo de vuestro sinagogo."

"¿También aquí harás milagros?"

"Si hay hijos de Dios que creen y tienen necesidad de un milagro, los haré."

Dice el Sinagogo: "Quien desee oír al Maestro venga a la sinagoga. También quienes tengan enfermos. ¿Está bien que lo diga, Maestro?"

"Está bien. Después de la hora de la siesta estaré a vuestra disposición. Ahora estaré en casa del buen Cleofás." Y seguido de un buen grupo de personas se dirige a la casa del anciano que va a su lado.

"Este es mi hijo, Maestro. Y esta es mi mujer. Esta es la mujer de mi hijo y los niños. Me desagrada mucho que mi otro hijo esté con el suegro de Cleofás, mi hijo, en Jerusalén junto con un infeliz del que... Te lo diré. Entra, Señor con tus discípulos."

Entran y se les ofrecen los acostumbrados refrigerios hebreos. Luego se acercan al fuego que arde en una gran chimenea porque el día es húmedo y frío.

 

JESÚS HABLA CON CLEOFÁS EL SINAGOGO

 

"Dentro de poco nos sentaremos a comer. He invitado a los principales del lugar. Hoy es gran fiesta. No todos creen en Ti, pero no son enemigos, tan sólo curiosos... Querrían creer. Muchas veces, en estos últimos tiempos hemos sido engañados acerca del Mesías. Hay desconfianza. Bastaría una palabra del Templo para hacer desaparecer cualquier duda. Pero el Templo... He pensado, que al verte y oírte, sencillamente, de este modo se logre algo. Querría darte verdaderos amigos."

"Tú eres uno de ellos."

"Soy un pobre viejo. Fuese más joven, te seguiría, pero los años pesan."

"Me sirves con creer, me predicas con tu fe. No te preocupes, Cleofás. No te olvidaré en la hora de la Redención."

"Aquí está Simón con Hermas. Acaban de llegar" anuncia el hijo del Sinagogo.

Todos se levantan al entrar dos personajes de mediana edad y de aspecto señoril.

"Este es Simón y este es Hermas, Maestro. Son verdaderos israelitas, y sinceros de corazón."

"Dios se descubrirá a sus corazones. Entre tanto descienda sobre vosotros la paz. Sin paz no se oye a Dios."

"Se dijo lo mismo en el Libro de los Reyes al hablar de Elías"

"¿Son estos tus discípulos?" pregunta el que se llama Simón.

"Sí."

"Hay de cada edad y lugar. ¿Eres Tú galileo?"

 

LES HABLA DE SU NATURALEZA.

 

LAS LEYES DE SU REINO SON ESPIRITUALES

 

"De Nazaret. Nací en Belén cuando el censo."

"Entonces eres betlemita. Esto confirma tu figura."

"Es una confirmación benigna para la debilidad humana. La verdadera confirmación está en lo sobrehumano."

"En tus obras, querrás decir" objeta Hermas.

"En ellas y en las palabras que el Espíritu enciende en mis labios."

"Me las han repetido quienes te han oído. Verdaderamente es grande tu sabiduría. ¿Y con esta pretendes fundar tu reino?"

"Un rey debe tener súbditos que conozcan las leyes de su reino."

"Pero tus leyes son del todo espirituales."

"Tú los has dicho, Hermas. Del todo espirituales. Tendré un reino espiritual. Por consiguiente tengo un código espiritual."

"Y entonces... ¿la reconstrucción de Israel?"

 

SE DICE "ISRAEL" EN LUGAR DE "PUEBLO DE DIOS"

 

YO RECONSTRUIRÉ LA LIBERTAD Y POTENCIA VERDADERA 

DE ESTE PUEBLO DE DIOS

 

"No caigas en el error común de tomar el nombre de Israel, con el significado que tiene humanamente. Se dice "Israel" en lugar de "Pueblo de Dios" Yo reconstruiré la libertad y potencia verdadera de este pueblo de Dios y lo reconstruiré al dar al Cielo las almas redimidas y sabias de la verdad eterna.

"Sentémonos a la mesa, os lo pido" dice Cleofás que se sienta junto a Jesús, en el centro. A la derecha de Jesús está Hermas y al lado de Cleofás, Simón y luego sigue el hijo del sinagogo, y en los demás lugares los discípulos.

Cleofás ruega a Jesús que ofrezca y bendiga la comida que empieza al punto.

"¿Vienes a estas partes, Maestro?" pregunta Hermas.

"No. Voy a Galilea. Estoy aquí de paso."

"¿Cómo? ¿Dejas "Aguas Claras?" "

"Sí, Cleofás."

"Iban multitudes aunque era invierno. ¿Por qué las desilusionas?"

"Yo no. Así lo quieren los puros de Israel."

"¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué mal hacías? En Palestina hay muchos rabinos que hablan donde quieren. ¿Por qué a Ti no se te ha de conceder?"

"No preguntes más, Cleofás. Eres viejo y sabio. No metas veneno de amargo rencor en tu corazón."

 

¿EN QUÉ CONSISTE LA DOCTRINA?

 

HA LLEGADO EL TIEMPO DE LA MISERICORDIA COMPLETA, 

DESPUÉS DE LOS SIGLOS DE JUSTICIA. 

ESTA ES LA HERMANA DE LA PRIMERA. COMO GEMELAS.

 

"¿Predicabas tal vez doctrinas nuevas que los escribas y fariseos ciertamente por error han considerado peligrosas? Por lo que sabemos... ¿Verdad, Simón? No nos parecen. Probablemente no sabemos todo. ¿Según Tú en qué consiste la doctrina?" pregunta Hermas.

"En el conocimiento exacto del Decálogo. En el amor y misericordia. El amor y la misericordia, respiro y sangre de Dios, son la norma de mi conducta y doctrina, las uso en todos los momentos difíciles del día."

"Pero esto no es una falta. Esto es bondad."

 

JESÚS LES DA UNA EXPLICACIÓN HISTÓRICA 

DEL PROCEDER DE DIOS DESDE QUE PECÓ ADÁN Y EVA.

 

"Los escriba y fariseos la toman por culpa. Yo no puedo mentir a mi misión, ni desobedecer a Dios que me ha mandado como "Misericordia" sobre la tierra. Ha llegado el tiempo de la Misericordia completa, después de los siglos de Justicia. Esta es hermana de la primera. Como gemelas. Pero mientras que antes era más fuerte la justicia y la otra templaba su severidad-porque Dios no puede prohibirse amar- ahora es reina la misericordia, y ¡cómo se alegra la justicia que sufría porque debía castigar! Si consideráis bien las cosas, fácilmente veréis que existieron desde que el hombre obligó a Dios a ser duro. La subsistencia del linaje humano no es más que la confirmación de cuanto estoy diciendo. En el mismo castigo de Adán estuvo mezclada la misericordia. Podía haberlos convertido en ceniza por su pecado. Les dio la manera de expiar; y a la mujer, causa de todos los males, envilecida por esta razón por ser causa del mal, hizo aparecer como relámpago, la figura de una mujer causa del bien. Y a ambas concedió hijos y el conocimiento de la existencia. A Caín, el asesino, junto con la justicia concedió la señal que era misericordia para que no fuese muerto. Concedió al género humano corrompido a Noé para conservarlo en el Arca, y de allí prometió un paco sempiterno de paz. No habría más diluvio sin piedad. No más. La Justicia se doblegó ante la Misericordia. ¿Queréis venir conmigo con la Historia sagrada hasta el momento mío? Veréis que siempre y cada vez más vastas se suceden las ondas del amor. Ahora el mar de Dios está rebosando. Y te levanta en alto ¡oh género humano! sobre las aguas dulces y serenas. Te levanta hasta el Cielo, purificado, hermoso, y te dice: "Te presento a mi Padre"."

Los tres están absortos con la belleza de tanta luz amorosa. Cleofás con un suspiro dice: "Así es. Pero Tú sólo eres así. ¿Qué pasará con José? Debería de haber escuchado. ¿Lo habrá sido?"

 

CLEOFÁS CUENTA A JESÚS UNA CULPA GRAVE 

DE UNO DE SU PUEBLO

 

EL CASO ES MUY GRAVE, CLEOFÁS

 

JESÚS EXAMINA EL CASO DÁNDOLE LA SOLUCIÓN

 

Nadie responde. Cleofás se dirige a Jesús: "Maestro, uno de Emmaús, cuyo padre en un tiempo repudió a su mujer que fue a vivir a Antioquia en la casa de un hermano suyo propietario de un negocio, ha incurrido en culpa grave. Jamás él conoció a esa mujer, echada fuera, ni investigó las razones, después de varios meses de matrimonio. Nada había sabido de ella, porque como es natural su nombre estaba proscrito en aquel hogar. Cuando fue mayor de edad y heredó de su padre los negocios y bienes pensó en casarse y habiendo conocido en Joppe a una mujer, dueña de unos ricos negocios, con ella unió su destino. Ahora no sé cómo se llegó a saber y es del dominio público que tal mujer era hija de la mujer de su padre. Por esta razón es un pecado grave. Aun cuando según mi parecer, es muy incierta la paternidad de la mujer. José castigado y sentenciado, ha visto destruido al mismo tiempo su paz de fiel y la de marido. Y pese a que con mucho dolor haya repudiado a la mujer, tal vez hermana suya, la que a causa del dolor fue presa de fiebres a consecuencia de lo que murió, no se le perdona. Digo en conciencia, que si no hubiese enemigos de sus bienes, nunca hubiera sido castigado. ¿Qué harías tú?"

"El caso es muy grave, Cleofás. Cuando fuiste a dónde estaba Yo ¿por qué no me hablaste de ello?"

"No quería que dejaras de venir aquí..."

"¡Oh! ¡Esas cosas no alejan! Escucha, pues. Materialmente se trata de un incesto, y por lo tanto existe un castigo. Pero la culpa para que moralmente sea culpa presupone la voluntad de pecar. ¿Este hombre a sabiendas ha cometido incesto? Tú dices que no. Entonces ¿en dónde está la culpa? Quiero decir: ¿La culpa de haber querido pecar? Ahora bien ¿qué hay sobre complicidad de vivir con la hija del mismo padre? Tú afirmas que el caso como tal es incierto. Y aunque así fuese, la culpa deja de serlo tan pronto termina la complicidad. Que esta haya terminado, es claro no sólo por el hecho del repudio, sino por la muerte que sobrevino. Por lo que digo que el hombre debería ser perdonado aun del pecado aparente. Y además digo, que si no hay condenación del incesto real, que está a la vista de todo el mundo, se debería tener compasión de este caso doloroso cuyo origen se encuentra en el permiso de repudio que Moisés concedió para evitar males, si no más graves, más numerosos. Yo condeno esta licencia que favorece adulterios y circunstancias semejantes a esta porque el hombre que contrajo matrimonio bien o mal, debe vivir con la cónyuge. Además, repito, que si se debe ser severo, hay que serlo de igual modo con todos; mejor dicho, primero consigo mismo y con los grandes. Ahora, por lo que yo sepa, nadie, fuera del Bautista ha levantado su voz contra el pecado real. ¿Los que condenan están inmunes de culpas semejantes o peores? o mejor dicho, les sirve de velo el nombre y el poder, así como el gallardo y rico manto les sirve para defender su cuerpo, frecuentemente enfermo por el vicio."

 

¿TÚ QUIÉN ERES?

 

"Has dicho bien, Maestro. Así es. Pero, en resumidas cuentas, ¿Tú quién eres?" preguntan juntos los dos amigos.

Jesús no puede responder porque se abre la puerta y entra Simón, el suegro de Cleofás el hijo.

"¡Bienvenido! ¿Qué hubo?"

La curiosidad es tan grande que nadie se preocupa ya más del Maestro.

"Pues bien... condenación absoluta. Ni siquiera aceptará la oferta del sacrificio. José ha sido cortado de Israel."

 

JESÚS VA EN BUSCA DE JOSÉ

 

"¿En donde está?"

 "Allá afuera. Está llorando. Traté de hablar con los más poderosos. Me arrojaron como a un leproso. Ahora... pero... es la ruina de ese hombre. Los bienes y el alma. ¿Qué queréis que haga?" 

Jesús se levanta y se dirige a la puerta sin decir una sola palabra.

El viejo Cleofás cree que Él se haya ofendido por haberlo olvidado y dice: "¡Oh! ¡Perdona, Maestro! Es el hecho doloroso que ha turbado mi cabeza. Quédate ¡te lo ruego!"

"Sí Cleofás. Voy sólo a donde está el infeliz. Venid si queréis, conmigo." Jesús va al vestíbulo.

Delante de la casa hay una faja de terreno, con pequeñas eras, a partir de las cuales empieza el camino. Echado por tierra en el umbral hay un hombre, Jesús se le acerca con las manos extendidas. Detrás todos los demás que quieren ver lo que va a pasar.

"José ¿nadie te perdonó?" Jesús habla con dulzura.

El hombre se sobresalta al oír una voz nueva y cariñosa después de las otras que le condenaron. Levanta la cara y mira asustado.

"José ¿nadie te perdonó?" vuelve a repetir Jesús y se inclina para tomar las manos del hombre, y de este modo levantarlo.

"¿Quién eres?" pregunta el desgraciado.

"Soy la Misericordia y la Paz."

"Para mí no existen más ni la misericordia ni la paz."

"En el seno de Dios siempre hay misericordia y sobre todo rebosa cuando se trata de hijos infelices."

"Mi culpa es tan grande que me han cortado de Dios. Déjame Tú, que ciertamente eres bueno, para que no te contamines."

"No te dejaré. Quiero llevarte a la paz."

"Pero yo soy... ¿Quién eres Tú?"

 

¿QUIÉN ERES TÚ?

 

"Ya te lo dije: La Misericordia y la Paz. Soy el Salvador. Soy Jesús. Levántate, puedo lo que quiero. En nombre de Dios te absuelvo de la involuntaria contaminación. No existe ninguna otra culpa. Soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El Eterno me ha entregado todo juicio. Quien cree en mi palabra tendrá la vida eterna. Ven ¡pobre hijo de Israel! Restablece tu cuerpo cansado y fortifica el espíritu abatido. Perdonaré otras culpas que sí lo son. Y de Mí, jamás manará la desesperación a los corazones. Soy el Cordero sin mancha pero no rehuyo las ovejas perdidas por miedo de contaminarme. Antes bien, las busco y las llevo conmigo. Muchos, pero muchos, son los que se dirigen a una ruina completa debido a la demasiada severidad y aún injusta, al dar una sentencia. ¡Ay de aquellos que por rigor intransigente conducen un alma a la desesperación. No son los intereses de Dios, sino los de Satanás los que les preocupan. Veo ahora una mujer pecadora deseosa de redención que la alejan del Redentor, veo que se persigue a un sinagogo porque es justo, veo a uno que inconscientemente cayó en culpa y ha sido castigado. Veo muchas cosas que se hacen allí donde viven el vicio y la mentira. Y así como al poner tabiques sobre tabiques se va formando un muro, así también las cosas que he visto y que en un año son demasiadas para haber sido vistas, han empezado a levantar entre Mí y ellos un muro de crueldad. ¡Ay de ellos cuando se haya terminado con el material que ellos mismos dieron! Ten: Bebe, come. Estás agotado. Después... mañana vendrás conmigo. No tengas miedo. Cuando la paz haya entrado nuevamente a tu espíritu, podrás elegir libremente tu futuro. Ahora no lo puedes, y sería peligroso el permitir que lo hicieras."

Jesús ha llevado al hombre a la sala y lo ha obligado a sentarse en su lugar. Le sirve. Luego se dirige a Hermas y a Simón y les dice: "Esta es mi Doctrina y no otra. No me limito tan sólo a predicarla. La hago una experiencia real. Quién tenga sed de verdad y de amor, que venga a Mí."

 

Dice Jesús:

"Y con esto termina el primer año de evangelización. Tomad nota de ello. ¿Qué cosa podré deciros? Lo di porque era mi deseo que fuese conocido. Pero así los fariseos, así también hay quienes se oponen a este trabajo. Muchas cosas rechazan mi deseo de que se me ame, de que se me conozca, porque conocer es amar. Y esto me produce un gran dolor a Mí, al Eterno Maestro que por vuestra causa estoy aprisionado..."

II. 876-883

A. M. D. G.