EVANGELIZACIÓN EN SICAR
#Un tercero le pregunta si haría bien o mal en aceptar la invitación de ir a Antioquia.
Jesús habla desde el centro de una plaza llena de gente. Está subido sobre un banco de piedra que está cerca de la Fuente. La gente le rodea. Cerca están los doce con caras... consternadas, aburridas o hasta en las que se dibuja el desprecio al sentir algún contacto.
Sobre todo Bartolomé e Iscariote muestran a las claras su malestar y para huir lo más posible de la cercanía de los samaritanos este último se ha subido a un árbol donde está sentado a horcajadas, como si quisiese dominar la escena, mientras que el primero está recargado sobre un portón que hay en el ángulo de la plaza. El prejuicio es vivo y en todos se nota. Por el contrario, Jesús no tiene nada que se le note, mejor dicho, parece como si tratase de no asustar con su majestad y al mismo tiempo de hacerla brillar para quitar cualquier duda. Acaricia a dos o tres niños cuyos nombres pregunta, se interesa por un viejo ciego al que personalmente da una limosna, responde a dos o tres preguntas que le presentan sobre asuntos privados.
SOBRE LO QUE DEBE HACER CON UNA HIJA
QUE SE MARCHÓ DE CASA
Y QUIERE REGRESAR
Una de ellas es la que le hace un padre acerca de su hija que se había escapado de casa por amor y que ahora quiere ser perdonada.
"Concédele al punto tu perdón".
"He sufrido por esto, Maestro, y sigo sufriendo. En menos de un año he envejecido diez".
"El perdón te dará alivio".
"No puede ser. La herida queda".
"Es verdad. En la herida hay dos cosas que hacen mal. La una es que no puede negarse la afrenta que recibiste de la hija; la otra es el esfuerzo que has hecho por dejarla de amar. Quita a lo menos esta. El perdón, que es la forma más alta del amor, la quitará. Piensa, pobre padre, que esa hija nació de ti, y que tiene siempre el derecho de tu amor. ¿Si la vieses enferma en alguna parte de su cuerpo y supieses que si no la curas, tú, exactamente tú, moriría? ¿La dejarías morir? Ciertamente que no. Así pues piensa que tú, exactamente tú, con tu perdón puedes detener su mal y hacer que sea una equilibrada en el instinto; porque, mira, en ella ha predominado la parte más fuerte de la materia"
"¿Entonces Tú dices que debo perdonarla?"
"Debes".
"Pero ¿cómo podré hacer para verla en casa sin maldecirla?"
"Entonces no la habrás perdonado. El perdón no consiste en abrirle de nuevo la puerta de tu casa, sino en abrirle de nuevo tu corazón. Trata de ser bueno, hombre. ¿Y qué? La paciencia que tenemos por el becerro peleador, ¿no la tendremos por nuestra hija?"
Una mujer por su parte pregunta si está bien que se case con su cuñado para que sus hijitos tengan padre.
"¿Crees que sería un verdadero padre?"
"Sí, Maestro. Son tres varoncitos. Es necesario un hombre para que los guíe".
"Hazlo entonces y procura ser una mujer fiel como lo fuiste con el primero".
Un tercero le pregunta si haría bien o mal en aceptar la invitación de ir a Antioquia.
"¿Por qué quieres ir allá?"
"Porque aquí no tengo medios para mí ni para mis hijos que son muchos. Conocí a un gentil que me tomaría porque ha visto que soy capaz en el trabajo y daría también trabajo a mis hijos. Pero no querría... Te parecerá extraño el escrúpulo de un samaritano, pero así es. no querría que se perdiese la fe. Es un pagano, ¿sabes?"
"Y bien, ninguna cosa contamina si uno no quiere ser contaminado. Ve a Antioquia y adora siempre al Dios verdadero. El te guiará y también serás el bienhechor del patrón que conocerá a Dios a través de tu vida honrada".
Después empieza a hablar a todos.
HE OÍDO A MUCHOS, Y EN TODOS HE SENTIDO
UN DOLOR SECRETO,
HE SENTIDO QUE VUESTROS CORAZONES LLORAN
"He oído a muchos de vosotros, y en todos he sentido un dolor secreto, una pena, de lo que tal vez ni vosotros mismos habéis caído en la cuenta; he sentido que vuestros corazones lloran. Este dolor hace siglos que se viene acumulando, y ni las razones que vosotros decís, ni las injurias que se os arrojan, pueden acabar con ella. Antes al contrario, más se endurece y se hace pesada como la nieve que se convierte en hielo.
Yo no soy vosotros, y no soy ni siquiera uno de los que os acusen. Soy la Justicia y la Sabiduría. Y os cito, para solución de vuestro caso, una vez más a Ezequiel. El, proféticamente habla de Samaría y de Jerusalén llamándolas hijas de un solo seno y les da por nombre Oholá y Oholiba. La primera que cayó en la idolatría fue la primera, Oholá porque estaba ya privada de la ayuda espiritual de la unión con el Padre de los cielos. La unión con Dios es siempre salvación. Cambió la verdadera riqueza, la verdadera potencia, la verdadera sabiduría por una pobre riqueza, potencia y sabiduría de alguien que todavía más que ella era inferior a Dios, y fue seducida hasta el punto de hacerse esclava de las costumbres del que la había seducido. Por querer ser fuerte se hizo débil; por querer ser más, se hizo menos; por ser imprudente, se hizo loca. Cuando alguien imprudentemente se contamina con una infección, muy difícilmente puede librarse de ella.
Diréis: "¿Ser menos? No. Fuimos grandes". Grandes, sí, pero ¿en qué forma? ¿A qué precio? Lo sabéis. ¡Cuántas mujeres hay que conquistan la riqueza al precio terrible de su propia honra! Consiguen algo que puede acabarse. Pierden algo que no se recuperará: el buen nombre.
Al ver Oholiba que la locura de Oholá le había valido riquezas, quiso imitarla y se hizo más loca que Oholá, y con doble culpa, porque tenía consigo al Dios verdadero y no debía haber jamás pisoteado la fuerza que le venía de esta unión. Un castigo duro, tremendo cayó sobre ella, y le caerá otro peor, a ella doblemente loca y prostituta. Dios le volteará las espaldas. Ya lo está haciendo, para ir a los que no son de Judá. No se podrá acusar a Dios de ser injusto porque El no se impone. A todos abre los brazos, a todos invita pero si uno le dice: "Vete, vete" El se va. Y va a buscar amor, a invitar a otros, hasta que encuentra quien dice: "Voy".
Por lo cual os digo que podéis tener consuelo para vuestro tormento, que debéis tenerlo, al pensar en esto. Ohola, ¡torna en ti!, Dios te llama.
La sabiduría del hombre consiste en saber corregir sus propios yerros, la sabiduría del espíritu consiste en el amor del Dios verdadero y de su Verdad. No miréis ni a Oholiba, ni a Fenicia, ni a Egipto, ni a Grecia. Mirad a Dios. El cielo es la patria de todos los espíritus rectos. No hay muchas leyes, sino una sola: la de Dios, y con la que se tiene la Vida. No digáis: "Hemos pecado", sino decid: "No queremos más pecar". Pues Dios al haberos enviado a su Verbo muestra que os ama. El os dice: "Venid", tenéis la prueba. Venid, os digo. ¿Se os ha injuriado? ¿Sois proscritos? ¿De quién? De seres semejantes a vosotros. Pero Dios es más que ellos, y El os dice: "Venid". Vendrá un día en que os alegraréis de no haber estado en el Templo... Con el corazón os alegraréis de ello. Pero más se regocijarán los espíritus porque sobre los rectos de corazón, esparcidos por Samaría, habrá ya descendido el perdón de Dios. Preparadle su llegada. Venid al Salvador universal, oh hijos de Dios que camináis por una vía equivocada".
"A lo menos alguno de nosotros iría. Son los de la otra parte que no nos quieren".
"Y nuevamente con el sacerdote y profeta, os digo: "Tomaré la vara de José que está en la mano de Efraín y la uniré con la de la tribu de Israel y la juntaré con la de Judá y haré una sola vara..." Sí. No es al Templo a donde debéis ir, sino a Mí. No rechazo. Soy el llamado Rey que domina sobre todos. El Rey de reyes soy Yo. Os purificaré a todos vosotros, pueblos que queréis ser purificados. Os juntaré, oh rebaños sin pastores, o con ídolos que hacen veces de pastores, porque Yo soy el Buen Pastor. Os daré un tabernáculo único y lo pondré en medio de mis fieles. Será fuente de vida, pan de vida, será luz, salvación, protección, sabiduría. Todo será porque será el Viviente dado en forma de comida a los muertos para hacerlos vivos, será el Dios que se derrama con su santidad para santificar. Esto soy y seré. Ha pasado el tiempo del odio, de la incomprensión y del temor. Pueblo de Israel, ven pueblo separado, pueblo afligido, pueblo lejano, pueblo querido, infinitamente querido porque enfermo, porque desangrado con una flecha que te abrió las venas del corazón e hizo que de allí escapase la unión vital con tu Dios. Ven. Ven al seno de donde naciste, ven al pecho de donde puedes tener vida. Dulzura y blandura hay aquí para ti. Siempre. Ven a la vida y a la salud".
III. 21-25
A. M. D. G.