EN CASA DE ZEBEDEO

SALOMÉ ACEPTADA COMO DISCÍPULA

 


 

#SALOMÉ SE OFRECE PARA SER DISCÍPULA DE JESÚS  

 #Amo a Zebedeo con todo lo que yo era antes. A Ti, a Ti te amo con todo lo que has sabido introducir en mi con tus palabras y con las que me han referido Santiago y Juan. Y es una cosa completamente diversa... pero muy bella."   

#¿Pero sabes, María, que deberás dejar tu casa? La casa que tanto amas... tus colmenas, las más famosas de tu pueblo... y que no tendrás más el telar en que has hecho tantas telas y has tejido tanta lana para tus seres queridos.  

 #"Está bien. Vendrás con ellas. He querido que pensases bien sobre el pasado y el presente, sobre lo que dejas, y lo que tomas. Ven, Salomé. Eres apta para entrar en mi familia."

 


 

Jesús está en casa que entiendo ser la de Santiago y Juan por que ellos dicen que es la suya. Con Jesús además de los dos apóstoles, están Pedro, Andrés, Simón Zelote, Iscariote y Mateo. No veo a los demás.

Santiago y Juan están felices. Van, viene ya a su mamá, ya a Jesús como mariposas que no saben cuál flor escoger, pues a las dos aman. María Salomé acaricia a sus hijos, feliz, por su parte Jesús sonríe. La comida debe de haberse terminado porque sobre la mesa se ven todavía los platos; con todo ambos se esfuerzan en hace comer a Jesús uvas blancas que su madre tenía guardadas, y que deben ser dulces como la miel. ¡Qué no darían a Jesús!

Mas Salomé quiere dar y quiere tener algo que sea más que uvas y caricias. Y después de haber estado pensando un poco, mirando ya a Jesús, ya a Zebedeo, se decide. Se va al Maestro que está sentado con las espaldas apoyadas sobre la mesa y se le arrodilla por delante.

"¿Qué quieres mujer?"

 

SALOMÉ SE OFRECE PARA SER DISCÍPULA DE JESÚS

 

"Maestro, Tú has decidido que tu Madre y la madre de Santiago y Judas vengan contigo y también viene Susana, y de , y de seguro que también vendrá Juana, la famosa mujer de Cusa. Todas las mujeres que vendrán contigo te veneran. Quisiera estar también con ellas. Tómame, Jesús. Te serviré con amor."

"Está todavía Zebedeo a quien tienes que cuidar. ¿No lo amas más?"

 

Amo a Zebedeo con todo lo que yo era antes. 

 

A Ti, a Ti te amo con todo lo que has sabido introducir 

en mi con tus palabras y con las que me han referido

 Santiago y Juan. 

Y es una cosa completamente diversa... pero muy bella."

 

"¡Oh, que si lo amo! Pero te amo más a Ti. Oh, no quiero decir que te amo como a hombre. Tengo sesenta años, y hace ya casi cuarenta que soy esposa, y jamás he mirado un hombre que no fuese el mío. Ahora que soy vieja, no seré una loca. Pero con todo, no porque tenga ya mis años, mi amor por mi Zebedeo fenece. Pero Tú... no sé qué decir. Soy una pobre mujer. Oigo lo que siento. Amo a Zebedeo con todo lo que yo era antes. A Ti, a Ti te amo con todo lo que has sabido introducir en mi con tus palabras y con las que me han referido Santiago y Juan. Y es una cosa completamente diversa... pero muy bella."

"Jamás será tan hermosa como el amor de un esposo sin igual."

"¡Oh no, lo es mucho más!...¡Oh, no lo tomes a mal, Zebedeo! Te amo todavía con todo mi ser, pero a Él lo amo con algo que sigue siendo María, pero no es más ella, la pobre María tu esposa, sino que es algo más... Oh, no sé como expresarme."

Jesús sonríe a la mujer que no quiere ofender a su marido, pero que no puede guardar en silencio, su grande y nuevo amor. Zebedeo también sonríe seriamente a la mujer. Se acerca a ella, que sin dejar estar de rodillas, mueve su cabeza para mirar ahora a su esposo, ahora a Jesús alternativamente.

 

¿Pero sabes, María, que deberás dejar tu casa? 

La casa que tanto amas...

 tus colmenas, las más famosas de tu pueblo... 

y que no tendrás más el telar en que has hecho tantas telas 

y has tejido tanta lana para tus seres queridos.

 

"¿Pero sabes, María, que deberás dejar tu casa? La casa que tanto amas... tus colmenas, las más famosas de tu pueblo... y que no tendrás más el telar en que has hecho tantas telas y has tejido tanta lana para tus seres queridos. ¿Y los nietecitos? ¿Como podrás vivir sin ellos?"

"¡Oh, Señor, mío! ¿Qué cosa quieres que signifiquen las paredes, las palomas, las flores, la vid, las colmenas, el telar, todas estas cosas agradables, queridas, pero que son tan pequeñas respecto de Ti y de amarte a Ti? Los nietecillos... ¡eh! sí, me dolerá no poderlos tener dormidos sobre mis rodillas ni oír queme llamen... ¡Pero Tú eres más que ellos! ¡Oh! ciertamente eres más que las cosas que me has nombrado. Y si todas en conjunto, por mi debilidad, me pareciesen más dignas de amar que el servirte y seguirte, yo, con las lágrimas en los ojos, las arrojaría, con las lágrimas de una mujer lo haría y te seguiría con la sonrisa de mi corazón. Tómame, Maestro. Decídselo, vosotros Juan y Santiago...y también tú esposo mío. Sed buenos. Ayudadme todos."

 

"Está bien. Vendrás con ellas. 

He querido que pensases bien sobre el pasado y el presente,

 sobre lo que dejas, y lo que tomas. 

Ven, Salomé. Eres apta para entrar en mi familia."

 

"Está bien. Vendrás con ellas. He querido que pensases bien sobre el pasado y el presente, sobre lo que dejas, y lo que tomas. Ven, Salomé. Eres apta para entrar en mi familia."

"¡Oh, apta! Soy menos de lo que es un niño. Tú me perdonarás mis errores y me tendrás de la mano. Tú... porque soy una mujer sin educación, tendré mucha vergüenza de tu Mamá, y de Juana. Me avergonzaré delante de todos, menos delante de Ti, porque Tú eres el Bueno y todo lo comprendes, compadeces y perdonas."

III. 45-46

A. M. D. G.