ANNALÍA SE CONSAGRA VIRGEN
#Pasa, ¡Hijo mío! Desde ayer está conmigo una paloma pura que te está esperando.
#AHORA QUERRÍA HACER UN SACRIFICIO A DIOS...
#QUERRÍA QUE LA VIDA QUE ME HAS DADO, ME LA QUITASES durante el año de mi voto...
#Vivir como los ángeles, como tu Madre, Señor mío... como Tú vives...
#Jesús se asoma al huerto y dice: "Mamá, he aquí a una hijita, que lo es por ti. Está feliz.
Jesús a quien acompaña Pedro, Andrés y Juan, llama a la puerta de su casa en Nazaret. María abre al punto. Su rostro se ilumina con una resplandeciente sonrisa al ver a su Hijo.
Desde ayer está conmigo una paloma pura
que te está esperando.
"Pasa, ¡Hijo mío! Desde ayer está conmigo una paloma pura que te está esperando. Vino de lejos. Y quien la acompañó no pudo permanecer más. Como ella buscaba consejo, se lo di como pude. Pero Tú solo, Hijo mío, eres Sabiduría. Has hecho bien en regresar. Venid a reposar al punto.
"Sí, quedaos aquí. Voy inmediatamente a donde está la persona que me espera."
En los tres, de diverso modo, la curiosidad se despierta. Pedro mira por todas partes como si pudiese ver más allá de los muros. Juan parece como si quisiera leer en la casa sonriente de María el nombre de la desconocida. Andrés que se ha puesto muy colorado, mira con todas sus fuerzas los ojos de Jesús, y en su mirada y labios se ve una súplica muda.
Pero Jesús no se preocupa de ninguno de los tres. Deciden ir a la cocina, donde María les ofrece alimentos y el calor del fuego y Jesús levanta la cortina que oculta la entrada que lleva al jardincito y va e él. Un hermoso sol hace todavía más aéreas e irreales las ramas en flor del almendro, que es el único que está floreciendo, el más alto de los árboles que hay en el huerto, bello con su vestidura de seda blanco rosada en medio de la pobreza desnuda de los otros árboles del manzano, de la higuera, de la vid, del granado que están secos y sin hojas. El almendro, lleno de pompa con su velo espumoso y vivo que hace contraste con la monótona y gris humildad de los olivos, parece como que si con sus ramas largas hubiese capturado una ligerísima nubecilla, perdida en el vasto campo azul del cielo, y se la haya puesto de adorno para decir a todos: "Las nupcias de la primavera han llegado. Alegraos, animales. Es la hora de los besos con los vientos, con las abejas, con las flores. Es la hora de los besos bajo las tejas o entre la espesura de los bosques, oh pajaritos de Dios, o cándidas ovejas. Hay besos, hermosa prole, para perpetuar la obra de nuestro Dios Creador.
Jesús con los brazos cruzados sobre el pecho, sonríe, de frente al sol ante la hermosura pura y placentera del huerto materno con sus lirios ue apenas se dejan ver con sus manojos de color verde, con sus rosales todavía desnudos, con el olivo, con las demás flores esparcidas entre los pedazos de tierra sembrados con verduras que apenas empiezan a reverdecer.
"Hijo mío, ven a mi cuarto. Te la traeré, porque se ha ido allí cuando oyó tu voz."
Jesús entra en la habitación materna, siempre la casta, castísima habitación que escuchó las palabras del saludo del ángel y de la que emana, mucho más que del huerto, el perfume virginal, angelical, santo de quien durante muchos años ahí vive, y del Arcángel que en ella veneró a su Reina. Han pasado ya treinta años ¿o tan sólo fue ayer el encuentro? También hoy sobre la rueca se ve el estambre y sobre el huso el hilo. Hay un bordado sobre la mesa que está junto a la puerta. Se ve un rollo de pergamino y una jarra de cobre en la que hay un ramo florido de almendro. También ahora la cortina se mueve al contacto del viento, y la cama, en un ángulo, tiene siempre la apariencia gentil de una jovencita que apenas hubiera llegado a pisar los umbrales de la juventud. Y en la almohada ¿qué sueños habrá habido o los habrá?...
La mano de María levanta poco a poco la cortina. Jesús, que con las espaldas hacia la puerta, de pie, contemplaba el nido de pureza, voltea.
"Hijo mío, mírala. Una ovejita, y Tú eres su pastor." María que entra llevando de la mano a una jovencita morena, delgada, que se pone muy colorada al presentarse ante Jesús, se retira suavemente recorriendo la cortina.
"La paz sea contigo, jovencita."
"La paz... Señor..." La jovencita, muy emocionada, se queda sin palabras, pero se arrodilla con la cabeza hacia la tierra.
"Levántate. ¿Qué quieres de Mí? No tengas miedo..."
"Miedo... jamás... ahora que estoy ante Ti... después de haberlo tanto deseado... todo lo que me parecía fácil, todo lo que cría decirte... no lo encuentro ya... no se me viene a la mente... Soy una tonta, perdona, Señor mío..."
"¿Pides una gracia para la tierra? ¿Quieres algún milagro? ¿Tienes almas que quisieras que se convirtiesen? ¿No? ¿Y entonces? ¡Vamos, habla! Tuviste tanto valor ¿y ahora te falta? ¿No sabes que soy quien aumenta las fuerzas? ¿Sí? ¿Lo sabes? Entonces habla, como si Yo fuese un padre para ti. Eres joven. ¿Cuántos años tienes?"
"Dieciséis, Señor mío."
"¿De dónde viniste?"
"Desde Jerusalén."
"¿Cómo te llamas?"
"Annalía..."
"El nombre querido de mi abuela y de otras tantas mujeres santas de Israel, y tiene consigo el de la buena, fiel, amorosa y dulce mujer de Jacob. Será para ti de augurio. Serás una esposa y madre ejemplar. ¿No? ¿Sacudes la cabeza? ¿Lloras? ¿Has sido, por ventura, rechazada? ¿No? ¿Ha muerto tu prometido? ¿Todavía no has sido escogida?"
AHORA QUERRÍA HACER UN SACRIFICIO A DIOS...
La jovencita sacude cada vez la cabeza. Jesús da un paso, la acaricia y la fuerza a levantar la cara, a que lo mire... Su sonrisa vence el temor de la jovencita. Toma confianza: "Señor mío, yo sería esposa y feliz y por tu mérito. ¿No me reconoces, Señor mío? Soy la enferma tísica, la prometida que moría y que curaste por súplica de tu discípulo Juan... Después del favor tuyo... yo... yo he recibido otro cuerpo: sano en lugar de aquel que antes tenía, enfermizo; y he recibido otra alma... No sé. No me sentía ser lo ya misma... La alegría de haber sido curada, la certeza de poderme casar, el no llegar a serlo era mi lamento al morir no duraron más que las primeras horas, y luego..." La jovencita cada vez es más franca. Encuentra palabras e ideas, perdidas en la perturbación de estar sola con el Maestro: "... Y luego pensé que no debía ser egoísta, pensar solo en: "ahora seré feliz", sino que debía pensar en alguna cosa de más, y en que viniese a Ti. Y a Dios, tu Padre y mío, a decirte alguna cosa insignificante, pero con la que te mostrase mi gratitud. Mucho pensé y cuando el siguiente sábado vi a mi novio le dije: "Escúchame, Samuel: Sin el milagro yo moriría dentro de algunos meses y me habrías perdido para siempre. Ahora querría hacer a Dios un sacrificio, yo y tú, para decir a Dios que lo alabo y doy gracias". Samuel al punto dijo, pues me ama: "Vamos al templo a inmolar juntos la víctima". Pero yo no quería sólo esto. Soy pobre y de pueblo, Señor mío. Poco entiendo y menos puedo; pero a través de tu mano, que pusiste encima de mi pecho enfermo, había sobrevenido no sólo algo a mis pulmones corroídos, sino al corazón. En los pulmones la salud, en el corazón la sabiduría. Y comprendía que el sacrificio de un cordero no era l sacrifico que quería mi espíritu que te... que te empezaba a amar." La jovencilla guarda silencio. Está colorada después de esta profesión suya de amor.
"Continúa sin temor. ¿Qué cosa quería tu espíritu?"
"Sacrificarte una cosa digna de Ti, ¡Hijo de Dios! Y entonces... y entonces pensaba que debía ser una cosa espiritual, como lo que pertenece a Dios, esto es, mi sacrificio de renunciar a las bodas por amor de Ti, mi Salvador. Es una grande alegría el matrimonio ¿sabes? ¡El amarse es algo muy grande! ¡Un deseo, un ansia de realizarlo!...Pero no era ya más la de días anteriores. No amaba yo las bodas como la cosa más hermosa... Se lo dije a Samuel... y él me entendió. El también ha querido hacerse nazir por un año, empezando desde el día siguiente a las calendas de Adar. En este intervalo vino a buscarte para amar a quien le había devuelto la prometida, amarlo y conocerlo, esto es, a Ti. Te encontró, después de varis meses, en "Aguas Claras". Yo también fui... y tu palabra terminó por cambiarme el corazón. Ahora no me basta el voto de antes... Como aquel almendro que está allí afuera, que bajo el sol siempre más fuerte ha vuelto a nacer después de muerto por varios meses y ha empezado a florecer y luego tendrá hojas y después frutos, así yo siempre he avanzado más en la sabiduría de lo que es mejor. La última vez, ya segura de mí y de lo que quería -durante todos estos meses he pensado- la última vez que fui a "Aguas Claras" Tú ya no estabas. Te habían arrojado. Lloré mucho y pedí al Altísimo que me escuchase, que pudiese persuadir a mi madre que me enviase con algún familiar que venía a Tiberíades para hablar con los cortesanos del Tetrarca. El administrador me dijo que te había encontrado. Encontré a tu Madre... y sus palabras, tan sólo con oírlas y estar a su lado en estos dos días, terminaron por madurar el fruto de tu gracia." La jovencita se ha arrodillado como delante de un altar, con los brazos cruzados sobre el pecho.
"Está bien. Pero ¿qué quieres en realidad? ¿Qué puedo hacer por ti?"
QUERRÍA QUE LA VIDA QUE ME HAS DADO, ME LA QUITASES
DURANTE EL AÑO DE MI VOTO...
"Señor, quisiera... quisiera una gran cosa. Y Tú sólo Dador de vida y salud, me la puedes dar, porque pienso que lo que Tú puedes dar, puedes también quitar... Querría que la vida que me has dado, me la quitases durante el año de mi voto, antes de que que termine..."
"Pero ¿por qué? ¿No estás agradecida a Dios por la salud obtenida?"
"¡Mucho! ¡Sin medida! Pero por una sola cosa: porque viendo por su gracia y por el milagro que me hiciste, he comprendido lo mejor."
"¿Qué cosa?"
"VIVIR COMO LOS ÁNGELES, COMO TU MADRE, SEÑOR MÍO"
"Vivir como los ángeles, como tu Madre, Señor mío... como Tú vives... como vive tu discípulo Juan... Los tres lirios, las tres llamas blancas, las tres bienaventuranzas de la tierra. Sí. Por que pienso que es una bienaventuranza poseer a Dios y que Dios sea poseído por los puros. Me imagino que el puro es un cielo con su Dios en el centro y los ángeles alrededor... ¡Oh, Señor mío! ¡Querría esto!... Poco te he escuchado y también a tu Madre y a tu discípulo y a Isaac. No me he acercado a otros para oír tus palabras. pero me parece que mi espíritu siempre te oye, y que tú eres su Maestro... Dije, Señor mío..."
ANNALÍA, MUCHO ES LO QUE PIDES Y MUCHO ES LO QUE DAS...
HIJA
"Annalía, mucho es lo que pides y mucho es lo que das... Hija: has comprendido a Dios y la perfección a la que la creatura puede subir para asemejarse al Purísimo y para agradarle." Jesús ha tomado entre sus manos la cabeza de cabellos negros de la jovencita arrodillada y le habla inclinado. "El que nació de una Virgen -porque no podía menos de hacerse su nido que en un manojo de lirios- está asqueado de la libídine triple del mundo, y se quebraría con tanto horror si el Padre, que sabe de qué vive su Hijo, no interviniese con amorosos auxilios a sostener mi alma angustiada. Los puros son mi alegría. Tú me devuelves lo que el mundo me quita con su inexhausta bajeza. Sea bendito el Padre, y también tú, Annalía. Vete tranquila. Alguna cosa intervendrá para hacer eterno tu voto. Eres uno de los lirios esparcidos en los senderos sangrientos del Mesías."
"¡Oh, Señor mío!... querría todavía una cosa..."
"¿Cuál?"
"No estar a tu muerte... No podría ver morir al que es mi Vida."
Jesús sonríe dulcemente y con la mano enjuga dos arroyuelos de lágrimas que bajan por la carita morena. "No llores. Los lirios no son para el luto. Reirás con todas las perlas de tu corona angelical cuando veas que entra coronado el Rey en su reino. Vete. El Espíritu del Señor te enseñe entre una venida mía y otra. Te bendigo con las llamas del Eterno Amor."
Jesús se asoma al huerto y dice:
"Mamá, he aquí a una hijita, que lo es por ti. Está feliz.
Jesús se asoma al huerto y dice: "Mamá, he aquí a una hijita, que lo es por ti. Está feliz. Pero tú sumérgela en tus candores ahora y cada vez que vayamos a la Ciudad Santa, para que sea nieve de pétalos celestiales esparcidos ante el trono del Cordero."Jesús regresa a los suyos, mientras María acaricia a la jovencita que se queda con ella.
Pedro, Andrés y Juan lo miran con ojos interrogativos. El rostro brillante de Jesús les dice que está feliz. Pedro no se contiene y pregunta: "¿Con quién has hablado tanto, Maestro mío? ¿Y qué oíste para estar radiante de alegría?"
"Con una mujer en los albores de la vida; con la que es el amanecer de otras muchas que vendrán."
"¿Quiénes?"
"Las vírgenes."
Andrés se dice a sí mismo despacio y en voz baja: "No es ella..."
No es ella. Pero no te canses de orar.
Sigue. Cada palabra de tu plegaria es como un reclamo,
una luz en la noche y la levanta y guía, Jesús a Andrés
"No. No es ella. Pero no te canses de orar. Sigue. Cada palabra de tu plegaria es como un reclamo, una luz en la noche y la levanta y guía."
"Pero ¿a quién está esperando mi hermano?"
"A un alma, Pedro. A una gran miseria que él quiere cambiar en una gran riqueza."
"Y ¿dónde la encontró Andrés, que no se mueve jamás, ni habla jamás, que jamás tiene iniciativas?"
"Por mi sendero. Ven conmigo, Andrés. Vayamos a casa de Alfeo a desearle bien entre sus muchos sobrinos. Vosotros esperadme en casa de Santiago y Judas. Mi Madre tiene necesidad de estar sola todo el día."
Yéndose unos por aquí y otros por allá, el secreto cubre la alegría de la primera consagrada a la virginidad por amor de Cristo.
III. 62-68
A. M. D. G.