EL BANQUETE EN CASA DEL FARISEO ELÍ 

DE CAFARNAUM

 


 

#"¡Oh, no! mis discípulos no conocen de susceptibilidades orgullosas, ni de rencores incurables."   

#JESÚS DA SU OPINIÓN SOBRE LOS IMPUESTOS DE LOS romanos    

#Yo no tengo nada. Vivo de la bondad del prójimo y de amarlo. No tengo oro, ni campos, ni viñedos, ni casas, si se exceptúa la casita materna de Nazaret, tan pequeña y pobre que el fisco ni la tiene en cuenta  

#INVITAN A JESÚS A REBELARSE CONTRA EL DOMINIO romano   

#Acuérdate del libro de los Reyes, de cuando Saúl se encontraba en Gálgala, los filisteos en Macmas, el pueblo con miedo y desbandado y el profeta Samuel que no llegaba.   

#¿Por qué Roma pudo y puede oprimirnos así? Porque hemos pecado y porque estamos dividios por rencores.

 


 

Hoy todos están afanados en la casa de Elí. Siervos y siervas que van y vienen y en medio de ellos, traveseando alegre, el pequeño Eliseo. Llegan dos y luego otros dos personajes pomposos. De los primeros reconozco a los que estuvieron con Elí en casa de Mateo y a los otros dos no los conozco, pero dijo que los llaman Samuel y Joaquín. Por último viene Jesús con Iscariote.

Muchos saludos recíprocos y luego la pregunta: "¿Tan sólo con este? ¿Y los demás?"

"Los otros están por los campos. Regresarán por la tarde."

"¡Oh, me desagrada! pensaba que sería... Bueno, ayer tarde no te invité más que a Ti, pero junto contigo a todos los tuyos. Ahora tengo miedo de que puedan sentirse ofendidos, o también... que pudiesen experimentar desdén en venir a i casa, a causa de antiguos resquemores... ¡ja, ja!" ríe el vejete.

 

"¡Oh, no! mis discípulos 

no conocen de susceptibilidades orgullosas,

 ni de rencores incurables."

 

"¡Oh, no! mis discípulos no conocen de susceptibilidades orgullosas, ni de rencores incurables."

"Bueno, bueno, muy bien. Entremos pues."

El acostumbrado ceremonial de purificaciones y luego el ir a la sala del banquete, que da al extenso patio donde las primeras rosas alegran el ambiente.

Jesús acaricia al pequeño Eliseo que anda jugando en el patio y que del peligro en que se vio no conserva sino cuatro señales pequeñísimas de color rojo en su manita. Ni siquiera se acuerda más del miedo que tuvo, pero sí se acuerda de Jesús y con la espontaneidad de los niños lo quiere besar y quiere también que lo bese. Con los bracitos echados en el cuello de Jesús, entre su cabellera le confía su secreto de que cuando será grande irá con Él, y le pregunta: "¿Me quieres?"

"Quiero a todos. Procura ser bueno y vendrás conmigo."

El niño se va brincando.

Se sientan a la mesa y Elí quiere ser tan cortés que pone a un lado a Jesús y en el otro a Judas, que se encuentra de este modo entre Elí y Simón como Jesús entre Elí y Urías.

La comida empieza. Al principio conversaciones sin tema fijo, luego se hacen más interesantes. Y como las heridas duelen y las cadenas pesan, el eterno hablar de la esclavitud de Roma en Palestina viene a cuento. No sé si se haya hecho con malicia o sin ella. Sé que los cinco fariseos se lamentan de nuevos atropellos romanos como de un sacrilegio y quieren interesar a Jesús en la discusión.

"¡Entiende! Quieren escudriñar hasta el fondo nuestros ingresos. Y como han caído en la cuenta de que nos reunimos en las sinagogas para hablar de esto o de ellos, nos amenazan con entrar, sin respeto alguno. Temo que entrarán hasta en las casas de los sacerdotes, ¡un buen día!" grita Joaquín.

 

JESÚS DA SU OPINIÓN SOBRE LOS IMPUESTOS DE LOS 

ROMANOS.

 

"¿Y Tú qué dices? ¿No te causa disgusto?" pregunta Elí.

Jesús al ser preguntado directamente, responde: "Como israelita, sí, como hombre, no."

"¿Por qué esta distinción? No entiendo. ¿Eres dos en uno?"

"No. Pero en Mí hay la carne y la sangre: en una palabra la animalidad y también hay el espíritu. El espíritu de israelita deferente a la Ley, sufre por estas profanaciones. La carne y la sangre no, porque me falta el acicate que os hiere."

 

Yo no tengo nada. 

Vivo de la bondad del prójimo y de amarlo. 

No tengo oro, ni campos, ni viñedos, ni casas,

 si se exceptúa la casita materna de Nazaret, 

tan pequeña y pobre que el fisco ni la tiene en cuenta

 

"El interés. Vosotros estáis diciendo que os reunís en las sinagogas para hablar también de negocios sin temor de oídos indiscretos. Y tenéis miedo de no poder hacer más, y además de no poder ocultar al fisco ni siquiera un céntimo para que paguéis los impuestos conforme a vuestras haciendas. Yo no tengo nada. Vivo de la bondad del prójimo y de amarlo. No tengo oro, ni campos, ni viñedos, ni casas, si se exceptúa la casita materna de Nazaret, tan pequeña y pobre que el fisco ni la tiene en cuenta. Por esto no me punza el miedo de que se me denuncie de haber dicho mentira, ni tampoco de impuestos o castigos. Todo lo que tengo es la palabra que Dios me dio y que Yo soy. Pero ella es tan alta que el hombre no la puede herir con nada."

"Pero si estuvieses en nuestro caso ¿cómo te comportarías?"

"Bueno, no lo toméis a mal si digo claramente mi pensamiento que es contrario al vuestro. En verdad os digo que obraría de manera diversa."

"¿Y cómo?"

"No faltando a la verdad santa. Siempre es una virtud sublime, aun cuando se le aplique a cosas tan humanas como son los impuestos."

"¡Pero entonces! ¡entonces! ¡Cómo nos despellejarían! Pero Tú no reflexionas que tenemos mucho y que debemos mucho."

"Lo habéis dicho: Dios os ha concedido mucho, en proporción debéis dar mucho. ¿Por qué hay que obrar así mal, como por desgracia sucede, para que al pobre se le impongan impuestos desorbitantes? Esto se sabe entre nosotros. Cuántos impuestos hay en Israel, impuestos que tenemos e injustos. Son para los grandes que ya mucho tienen. Entre tanto hay desesperación entre los pobres que deben pagar exprimiéndose a sí mismos hasta el hambre. La caridad hacia el prójimo no aconseja de este modo. Nosotros los israelitas deberíamos meter nuestras espaldas bajo la carga del pobre."

"Así hablas porque también Tú eres pobre."

 

¿Por qué Roma pudo y puede oprimirnos así? 

Porque hemos pecado y porque estamos dividios por rencores.

 

"No, Urías. Hablo así, porque así es la justicia. ¿Por qué Roma pudo y puede oprimirnos así? Porque hemos pecado y porque estamos dividios por rencores. El rico odia al pobre, el pobre odia al rico. Como no hay justicia, el enemigo se aprovecha de ello para hacernos sus subyugados."

"Te referiste a otros motivos... ¿Cuáles son?"

"Faltaría a la verdad al desnaturalizar el carácter del local consagrado al culto, convirtiéndolo en un refugio seguro para los intereses humanos."

"Nos regañas."

"No. Respondo. Escuchad vuestras conciencias. Sois Maestro y por esto..."

 

INVITAN A JESÚS A REBELARSE CONTRA EL DOMINIO 

ROMANO

 

"Yo diría que es la hora de levantarse, rebelarse, de castigar al invasor y restablecer nuestro reino."

"¡Clara, claro! Tienes razón, Simón. Pero aquí está el Mesías. El debe hacerlo" habla Elí.

"Pero el Mesías por ahora, perdona Jesús, es sólo Bondad. Aconseja todo, con tal de que no sea una revuelta. Nosotros haremos y..."

 

ACUÉRDATE DEL LIBRO DE LOS REYES 13, 1-14

 

Simón, escucha. Acuérdate del libro de los Reyes, de cuando Saúl se encontraba en Gálgala, los filisteos en Macmas, el pueblo con miedo y desbandado y el profeta Samuel que no llegaba. Saúl quiso adelantarse al siervo de Dios y ofrecer por sí mismo el sacrificio. Acuérdate de la respuesta que Samuel dio al llegar al imprudente rey Saúl: "Obraste como un necio y no observaste las órdenes que el Señor te había dado. Si no lo hubieses hecho, ahora el Señor habría ya establecido para siempre tu reino sobre Israel. Sin embargo no subsistirá tu reino". Una acción intempestiva y orgullosa no sirvió para nada ni al rey, ni al pueblo. Dios sabe la hora, no el hombre. Dios sabe los medios, no el hombre. Dejad que Dios lo haga, tratando de merecer su ayuda con una conducta santa. Mi reino no es de rebelión y crueldad, pero se establecerá. No será reserva de unos cuantos, sino universal. Bienaventurados los que a él vendrán, a quienes no traiga el error de mi apariencia humilde, según el espíritu de la tierra, que vean en Mí al Salvador. No tengáis miedo. Seré Rey. El Rey venido para Israel. El Rey que extenderá su Reino sobre todos los hombres, pero vosotros maestros de Israel, no comprendáis mal mis palabras y las de los profetas que me anuncian. Ningún reino humano, por poderoso que sea, es universal y eterno. Los profetas dicen que el mío será tal que esto os aclarezca la verdad y espiritualidad de mi Reino. Os dejo. Sin embargo, tengo que pedirle a Elí un favor. Aquí está tu bolsa. En un refugio de Simón de Jonás hay pobrecitos que han venido de donde pudieron. Ven conmigo para darles el óbolo del amor. La paz sea con todos."

"¡Quédate otro poco!" ruegan los fariseos.

"No puedo. Hay enfermos en el cuerpo y el corazón que esperan ser consolados. Mañana me iré lejos. Quiero que todos me vean partir sin contrariedad."

"Maestro, yo... estoy viejo y cansado. Ve Tú en mi nombre. Tienes contigo a Judas de Simón, y lo conocemos bien... hazlo Tú solo. Dios sea contigo."

Jesús sale con Judas, que apenas se ve en la plaza, dice: "¡Sierpe vieja! ¿Qué habrá querido decir?"

"¡No te preocupes! O mejor, piensa que quiso alabarte."

"¡Imposible, Maestro! esas bocas no alaban jamás a quien obra bien. Pero sinceramente quiero decir, que en cuanto a no venir, es porque tiene asco del pobre y miedo de su maldición. Tantas veces ha torturado a los pobres de aquí. Lo puedo jurar sin temor, y por esto..."

"Bien, Judas. Deja el juicio a Dios."

III. 100-104

A. M. D. G.