HACIA EL MONTE ANTES DE LA 

ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES.

 


 

#Jesús dice: "Volveré. Sí. Os lo prometo. Sed buenos. Recordad mis palabras para unirlas a las que después os diré. Será una separación breve.   

#"Ahora dividámonos" dice. "Mamá, tú con María y con Salomé vete a Nazaret. Susana, puedes regresar a Caná. Regresaré pronto. Sabéis lo que hay que hacer. ¡Dios esté con vosotros!"  

 #Finalmente Jesús se detiene y dice: "Aquí estaremos durante una semana en oración para que os preparéis a un gran acontecimiento.   

#Debo formaros para emplearos. Recurro a la gran medicina, a la gran arma: la oración.   

#La oración es todo: es confesión, es conocimiento de nosotros mismos, promesa a nosotros y a Dios, búsqueda de Dios, y todo esto hecho a los pies del Padre.   

#Vosotros no sois colosos, sois pigmeos. No sois más que niños en el espíritu. Sois flacos en el espíritu. Aquí llegaréis a la edad de la razón espiritual. El resto vendrá después.

 


 

Las barcas de Pedro y Juan ligeras navegan sobre el tranquilo lago. Creo que les siguen todas las embarcaciones que hay en las playas de Tiberíades, pues son tantas las barcas como barquichuelas que van y vienen tratando de acercarse, pasarse para ponerse nuevamente detrás de la barca de Jesús. Plegarias, súplicas gritos, peticiones se cruzan sobre las azules ondas.

 

 Jesús dice: 

"Volveré. Sí. Os lo prometo. Sed buenos. 

Recordad mis palabras para unirlas a las que después os diré.

 Será una separación breve.

 

Jesús responde, bendice, incansable. Con él vienen también María su Madre y la de Santiago y Judas. En la otra con Juan están María Salomé y Susana. Jesús dice: "Volveré. Sí. Os lo prometo. Sed buenos. Recordad mis palabras para unirlas a las que después os diré. Será una separación breve. No seáis egoístas. He venido también para los otros. ¡Bueno, bueno!, no podéis hacer mal. Sí. Rogaré por vosotros. Me tendréis siempre cerca. El Señor esté con vosotros. Ciertamente que me acordaré de tus lágrimas y serás consolado. Espera, ten fe."

 Y de este modo, avanzando, bendiciendo, prometiendo, la barca llega a la playa. No es Tiberíades, sino un pueblecito, un puñado de casas, pobres, casi destartaladas. Jesús y los suyos bajan. Las barcas regresan guiadas por los trabajadores y por Zebedeo, cosa que imitan las otras, pero hay muchos que bajan también y quieren a toda costa seguir a Jesús. Entre estos veo a Isaac con sus dos favorecidos: José y Timoteo. No reconozco a otros entre tanta gente de jóvenes y viejos.

 

"Ahora dividámonos" dice.

"Mamá, tú con María y con Salomé vete a Nazaret.

 Susana, puedes regresar a Caná. Regresaré pronto.

 Sabéis lo que hay que hacer.

 ¡Dios esté con vosotros!"

 

Jesús abandona el pueblecito, que indiferente permanece con sus pocos habitantes andrajosos, a los que da limosnas y llega al camino principal. Se detiene. "Ahora dividámonos" dice. "Mamá, tú con María y con Salomé vete a Nazaret. Susana, puedes regresar a Caná. Regresaré pronto. Sabéis lo que hay que hacer. ¡Dios esté con vosotros!"

Para su Madre tiene un saludo especial lleno de sonrisas y cuando María también se arrodilla, dando el ejemplo a las demás, para que la bendiga, Jesús le sonríe con tanta dulzura. Las mujeres, con las que están Alfeo de Sara y Simón, se dirigen a sus ciudades respectivas.

Jesús se dirige a los que se han quedado: "Os dejo, pero no os rechazo. Os dejo por un tiempo, al retirarme con estos a aquellos montes de allá. Quien desee esperarme que lo haga en esta llanura, quien no quiera, que regrese a su casa. Me retiro a orar porque estoy en vísperas de grandes acontecimientos. Quien ama la causa del Padre, que ore, uniéndose conmigo en espíritu. La paz sea con vosotros, hijos. Isaac, tú sabes lo que debes hacer. Te bendigo, pequeño pastor." Jesús sonríe al flaco Isaac, pastor empero de hombres que agrupa a su alrededor.

Jesús se pone en camino dando las espaldas al lago, y se dirige sin vacilar hacia una garganta que hay entre las colinas que corren del lago hacia el oeste en líneas, que parecen, paralelas.

Entre una y otra colina rocosa, escarpada, que se abren a pico como un fiordo, baja un riachuelo envuelto en espumas en su carrera desenfrenada y por arriba se descubre el monte agreste, con plantas que han crecido en todas las direcciones, como han podido, entre piedra y piedra. Tan sólo un sendero de cabras hay en la colina más escabrosa, y Jesús toma ese.

Los discípulos lo siguen con trabajo, en fila india, y con el silencio más grande. Tan solo cuando se detiene para darles descanso, en algún lugar un poco ancho que parece como un rasguño sobre la pendiente dificilísima, se miran sin hablarse. Parece que con sus miradas se dijesen: "¿A dónde nos lleva?" Y sin embargo ni una palabra sale de sus labios. Se miran y con tanta mayor ansia con cuanta ven que Jesús vuelve otra vez a emprender el camino por en medio de la garganta salvaje, llena de cuevas, hendiduras, peñascos que dificultan el andar, como también por las zarzas y otras miles de hierbas que se prenden por todas partes de sus vestidos, que rasguñan, que hacen tropezar, y que pegan en la cara. Hasta los más jóvenes, cargados con alforjas pesadas, han perdido el buen humor.

 

Finalmente Jesús se detiene y dice:

 "Aquí estaremos durante una semana en oración

 para que os preparéis a un gran acontecimiento.

 

Finalmente Jesús se detiene y dice: "Aquí estaremos durante una semana en oración para que os preparéis a un gran acontecimiento. Por esta razón quise que estuvieseis solos, en un lugar desierto, alejado de toda caravana, de cualquier poblado. Aquí hay cuevas que han servido otras veces a hombres. Nos servirán a nosotros también. Aquí hay aguas frescas y abundantes, mientras el terreno está seco. Tenemos pan y alimentos suficientes para nuestra breve permanencia. Quienes el año pasado estuvieron conmigo en el desierto saben cómo viví. Este es un palacio real respecto de aquel lugar, y la estación, que no es inclemente, no molesta con su cruel frío, ni con el fuerte sol. Tratad de estar de buen grado. Tal vez jamás volveremos a estar todos juntos y solos. Esta breve permanencia debe uniros, haciendo de vosotros no más doce hombres, sino una sola institución.

 

DEBO FORMAROS PARA EMPLEAROS

 

RECURRO A LA GRAN MEDICINA, LA GRAN ARMA: LA 

ORACIÓN.

 

OS DOY A CONOCER CÓMO SE ORA Y QUÉ COSA ES LA ORACIÓN

 

LA ORACIÓN ES UN DIÁLOGO FRANCO, ANIMADO, LLENO DE 

CONFIANZA, RECOGIDO, CLARO

 

LA ORACIÓN ES TODO: ES CONFESIÓN, ES CONOCIMIENTO DE 

NOSOTROS MISMOS, PROMESA A NOSOTROS Y A Dios, 

BÚSQUEDA DE DIOS, Y TODO ESTO HECHO A LOS PIES DEL 

PADRE.

 

AQUÍ LLEGARÉIS A LA RAZÓN ESPIRITUAL. 

EL RESTO VENDRÁ DESPUÉS.

 

¿No habláis? ¿No me preguntáis nada? Descansad sobre aquel peñasco las alforjas que traéis, y arrojad hacia abajo el peso que tenéis en el corazón: vuestra fragilidad humana. Aquí os he traído para hablaros al espíritu, para nutrir el espíritu, para haceros espíritu. No diré muchas palabras. Tantas os he dicho en un año que estoy con vosotros. Ahora basta. Si debiese cambiaros con la fuerza de palabras tendría que estar diez y cien años y todavía seguirías siendo imperfectos. Ahora es tiempo que Yo os emplee. Debo formaros para emplearos. Recurro a la gran medicina, a la gran arma: la oración. Es un diálogo franco, animado, lleno de confianza, recogido, claro. La oración es todo: es confesión, es conocimiento de nosotros mismos, promesa a nosotros y a Dios, búsqueda de Dios, y todo esto hecho a los pies del Padre. No puede hacerse en el alborozo, entre las distracciones a menos de ser gigantes en la oración. Y aun estos se resienten del griterío y rumor del mundo en sus ratos de oración. Vosotros no sois colosos, sois pigmeos. No sois más que niños en el espíritu. Sois flacos en el espíritu. Aquí llegaréis a la edad de la razón espiritual. El resto vendrá después.

Por la mañana, mediodía y tarde nos reuniremos para orar juntos con las antiguas palabras de Israel y para partir el pan, y luego cada uno volverá a su cueva, teniendo ante sí a Dios y a su alma, teniendo ante sí cuanto os he dicho acerca de vuestra misión y de vuestra capacidad. Medíos, escuchaos, decidid. Es la última vez que os lo digo. Pero después debéis ser prefectos, en vuestras medidas, sin cansancio ni fragilidad humana. Después no seréis Simón de Jonás o Judas de Simón. No seréis más Andrés o Juan, Mateo o Tomás, sino que seréis mis ministros. Id, cada uno por sí solo. Yo estaré en aquella cueva. Siempre presente. No vengáis sin seria razón. Debéis aprender a valeros por vosotros y a estar solos porque en verdad os digo, hace un año que estábamos a punto de conocernos, y dentro de poco estaremos para abandonarnos. ¡Ay de vosotros y ay de Mí si no lográis aprender a valeros por vosotros! Dios esté con vosotros. Judas, Juan, llevad dentro de mi gruta, esa, los alimentos. Deben durar y Yo los distribuiré"

"Será poco" objeta alguien.

"Lo suficiente para no morir. El vientre muy lleno hace pesado el espíritu. Os quiero elevar y no haceros lastre."

III. 104-107

A. M. D. G.