EN CASA DE JUANA DE CUSA
JESÚS Y LAS ROMANAS
#JUANA ACUDE A DONDE ESTÁ JESÚS
#JESÚS A TRAVÉS DE LAS FLORES LES LLEVA A DIOS
#QUIEREN CONOCER LA DOCTRINA DE JESÚS
#Enseñanzas de los antiguos filósofos sobre la mejor manera de vivir de los pueblos
#Si Dios es espíritu, Tú dices ser Dios y eres carne. ¿Cómo puede ser eso?
#QUIÉN CREO TODO LO QUE VEMOS Y CÓMO
#dónde está el alma de mi niña.
#CÓMO SERÁ EL MEDIODÍA DE JESÚS
#¿qué dirán nuestros dioses si los abandonamos? ¿No se vengarán de nosotros?"
Jesús, con la ayuda que le prestó un barquero, desembarca en el puentecillo del jardín de Cusa. Lo vio ya un jardinero y corre a abrirle el cancel que prohíbe la entrada a la propiedad de la parte del lago. El cancel grande y fuerte está detrás de una valla espesísima de laureles y bosques de la parte externa, que da al lago y de rosas de colores variados que hay en la parte interior. Los espléndidos rosales florecen sobre la fronda de color bronceado de laureles y hojas, se meten entre las ramas, se ven por la otra parte, trepando por toda la verde valla dejan caer su cabellera florida. En un punto, donde se encuentra un camino se ve solo el cancel, y allí se abre para dar paso a quien viene del lago, y al que va a él.
"La paz a esta casa y a ti, Juana. ¿Dónde está tu patrona?"
"Con sus amigas, allí. La voy a llamar. Hace tres días que te están esperando por temor de llegar tarde".
Jesús sonríe. El siervo va corriendo a llamar a Juana. Entre tanto Jesús camina lentamente al lugar que el siervo le había señalado, admirando el espléndido jardín, mejor dicho, el espléndido rosal, que Cusa hizo plantar para su mujer. Rosas de todos los colores, tamaños y formas, en este lugar separado del lago, ríen, hermosas. Hay otras plantas que florecerán pero que todavía no están y además son pocas en comparación de la multitud de rosas.
JUANA ACUDE A DONDE ESTÁ JESÚS
Acude aprisa Juana. Ni siquiera ha depositado el cesto que tiene rosas hasta la mitad, ni las tijeras que tenía para cortarlas, y corre así, con los brazos extendidos, ligera y gentil. Su vestido es de lana finísima de un tenuísimo color rosado. Sus dobleces los sostienen cabujones y hebillas de filigrana de plata en que resplandecen pálidas granates. En los cabellos negros y ondulados una diadema a manera de mitra también de plata y con granates, que detiene el velo de viso ligerísimo, de color rosado, que cae por detrás, dejando descubiertas las pequeñas orejas de las que cuelgan pesados aretes semejantes a la diadema. Su cara resplandeciente de alegría. En su delgado cuello brilla un collar que hace juego a los demás adornos que lleva.
Deja caer su cesto a los pies de Jesús y se arrodilla a besarle el vestido, entre las rosas esparcidas.
"La paz sea contigo, Juana. Aquí estoy",
"Y yo soy feliz. Ya vinieron ellas. Oh, ahora reparo que tal vez hice mal en haber hecho esto. ¿Cómo os entenderéis? Son de veras paganas" Juana está un poco confusa.
Jesús sonríe, le pone la mano sobre la cabeza: "No tengas miedo. Nos entenderemos a las maravillas y tú has hecho muy bien en "hacer esto". El encuentro florecerá de bienes como tu jardín de rosas. Recoge estas pobres rosas que has dejado caer y vamos con tus amigas".
"¡Oh, rosas hay muchísimas! Lo estaba haciendo para pasar el tiempo, y porque mis amigas son así... así... voluptuosas... les gustan las flores como si fuese... no sé..."
"A mí también me gustan. ¿Ves que hemos encontrado ya un argumento sobre el que podemos entendernos? ¡Ea! Recojamos estas espléndidas rosas..." y Jesús se inclina para darle ejemplo.
"Tú no, Tú no, Señor. Si de veras lo quieres, mira... está hecho".
Caminan hasta un kiosco que está formado de un trenzado de rosas multicolores. Tres romanas se asoman por el umbral: Plautina, Valeria y Lidia. La primera y la última están sin saber qué hacer, pero Valeria corre afuera y se inclina diciendo: "¡Salve, Salvador de mi pequeña Fausta!"
"Paz y luz a ti y a tus amigas".
Las amigas se inclinan sin hablar.
Ya conocemos a Plautina. Alta, majestuosa, de ojos negros brillantes, un poco imperiosos, baja su frente lisa y blanquísima de nariz recta, perfecta; de boca un poco gruesa pero bien hecha, de mentón redondo marcado. Me trae a la memoria ciertas estatuas hermosas de emperatrices romanas. Anillos pesados brillan en sus bellas manos y grandes brazaletes de oro adornan sus brazos, de una verdadera estatua y en el pulso y más arriba del codo, que se deja ver fuera de la manga drapeada, de un color blanco rosado, liso y perfecto.
Lidia por su parte es rubia más delgada y más joven. No tiene la majestad de Plautina, pero tiene toda la gracia de una juventud femenina todavía no madura. Y ya que nos encontramos en un tema pagano, podría decir que si Plautina parece la estatua de una emperatriz, Lidia podría ser Diana o una ninfa de gentil y púdico aspecto.
Valeria, ahora que no se encuentra en el estado de aflicción inmensa en que la vimos en Cesarea, se deja ver en su belleza de joven madre, de formas llenas, pero todavía juveniles, de ojos tranquilos de una madre feliz que alimenta y que ve crecer con su leche el fruto de sus entrañas. De color rosado y castaño, tiene un sonrisa tranquila, pero muy cariñosa.
Me da la impresión de que sean inferiores en grado a Plautina, a la que con la mirada respetan como reina.
JESÚS A TRAVÉS DE LAS FLORES LES LLEVA A DIOS
"¿Os ocupáis de flores? Seguid, seguid. Podremos hablar aun mientras cortáis estas espléndidas obras del Creador que son las flores, y mientras las disponéis hábilmente, en lo que Roma es maestra, para prolongarles la vida, ¡ay de Mí!, demasiado breve... Si admiramos este botón que apenas deja ver su sonrisa con sus pétalos amarillo-rosados, ¿cómo no lloraríamos al verlo morir? ¡Cómo se quedarían estupefactos los israelitas en oírme hablar de estas cosas! Pero es que también en las plantas que florecen nos parece sentir un no sé qué de vida. Y nos causa dolor ver que se acaban. Sin embargo, la planta es más sagaz que nosotros. Sabe que a cada herida de su tallo cortado nace un nuevo retoño que será una nueva rosa. Y Ved que entonces nuestra inteligencia debe acoger esta enseñanza y hacer del amor un poco sensual por las flores, un incentivo para pensar en cosas más altas".
"¿Como qué, Maestro?" pregunta Plautina que atenta escucha y que está seducida con el pensamiento elegante del Maestro israelita.
"Esto. Mientras la planta no muere, entre tanto sus raíces se nutran del suelo, no muere porque mueran los tallos. De igual modo, el género humano no muere, por excluirse al vivir terreno de un ser; sino que siempre brota con nuevas flores, y -pensamiento todavía muy grande y apto para hacernos bendecir al Creador- y mientras la flor, una vez que se marchita, no vuelve a vivir, y esto causa tristeza, el hombre aunque se duerma con el último sueño, no está muerto, sino que vive con una vida muy radiante, obteniendo con su parte mejor la vida eterna y el esplendor del Creador que lo hizo. Por esto, Valeria, si tu niña hubiese muerto, no habrías perdido sus caricias. A tu alma llegaría siempre el beso de tu hijita, que aunque separada, no se habría olvidado de tu amor. ¿Ves que dulce es tener una fe en la vida eterna? ¿Dónde está la niñita?"
"En aquella cuna tapada. Antes no me separaba de ella, porque el amor de mi marido y de mi hija eran dos objetos iguales en mi vida; pero ahora que sé qué cosa es verla morir, no la dejo ni siquiera por un instante".
Jesús se dirige a un asiento sobre el que está una especie de cuna de madera, cubierta con una rica manta. La quita y mira a la niña que duerme. Al punto se despierta al sentir un aire fresco. Sus ojitos se abren sorprendidos y una sonrisa de ángel se asoma por su boquita, mientras sus manitas, cerradas en puño, se abren con ansias de coger los cabellos ondulantes de Jesús, entre tanto que un gorjeo de pajarito parece venir de un discurso que tuviera en su cabecita. Al fin se oye la palabra universal: "Mamá".
"Tómala, tómala" dice Jesús y se hace a un lado para dejar a Valeria que se incline sobre la cuna.
"¡Te dará fastidio!... Voy a llamar a una esclava y le diré que se la lleve al jardín".
"¿Fastidio? ¡Oh no! Los niños jamás dan fastidio. Son siempre mis amigos".
"¿Tienes hijos o nietos, Maestro?" pregunta Plautina que observa con qué sonrisas Jesús provoca a la niña para hacerla reír.
"No tengo ni hijos ni nietos, pero amo a los niños como amo las flores. Son puros y sin malicia. Mujer, dame tu niña. Es muy dulce para Mí estrechar contra mi corazón un pequeño ángel". Y se sienta con la niña, que lo observa, que despeina la barba que se divierte más a sus anchas con la orla del manto y el cordón del vestido a los que dedica un largo y misterioso discurso.
QUIEREN CONOCER LA DOCTRINA DE JESÚS
Plautina dice: "Nuestra buena e inteligente amiga, una de las pocas que no se desdeña de nosotros y no se corrompe a nuestro contacto, te habrá dicho que teníamos deseos de verte y oírte para juzgarte por lo que eres. Porque Roma no cree embustes.. ¿Por qué te ríes, Maestro".
"Después te lo diré, prosigue".
"Porque Roma no cree a los embustes y quiere juzgar con ciencia y consciencia antes de condenar y exaltar. Tu pueblo te exalta y te calumnia con igual fuerza. Tus obras podrían hacerte subir. Las palabras de muchos israelitas bastarían para creerte poco menos de un delincuente. Tus palabras son solemnes y sabias como las de un filósofo. A Roma le gustan mucho las doctrinas filosóficas y ... debo confesarlo, nuestros filósofos actuales no tienen una doctrina que satisfaga tan bien, porque no corresponde su forma de vida con ella".
"No pueden tener una forma de vida que corresponda a su doctrina".
"Porque son paganos, ¿no es verdad?"
"No. Porque son ateos".
"¿Ateos? Tienen sus dioses".
ENSEÑANZAS DE LOS ANTIGUOS FILÓSOFOS
SOBRE LA MEJOR MANERA DE VIVIR DE LOS PUEBLOS
"Mujer, ni siquiera eso tienen. Te acuerdas de los antiguos filósofos, los más grandes. Eran también paganos, pero no obstante, mira qué elevación de vida tuvieron, mezclada con el error, porque el hombre es arrastrado por él. Pero cuando estuvieron frente a los misterios más grandes: la vida y la muerte; cuando se encontraron ante el dilema de la Honestidad o Villanería, y pensaron que al abrazar el mal, vendría desgracia a la patria y conciudadanos, entonces con una voluntad ciclópea desecharon los tentáculos de pulpos, y libres y santos supieron amar el Bien a cualquier precio. Este Bien no es otro más que Dios".
¿QUÉ ES DIOS?
"Tú eres Dios, así se dice. ¿Es verdad?"
"Soy el Hijo del Dios verdadero, hecho carne sigo siendo Dios".
"Pero ¿qué es Dios? El más grande de los maestros, si te miramos a Ti".
"Dios es más que un maestro. No rebajéis la idea sublime de la Divinidad a una limitación de la sabiduría".
"La sabiduría es una deidad. Tenemos a Minerva. Es la diosa del saber".
"Tenéis también a Venus, la diosa del placer. ¿Podéis admitir que un Dios, o sea un ser superior a los mortales haya llevado a la perfección, todo lo que es porquería de ellos? ¿Podéis pensar que uno que es eterno tenga eternamente las pequeñas, mezquinas, humillantes delicias de quien dispone de una hora? ¿Y que haga de esto meta de su vida? ¿No pensáis qué cielo asqueroso es el que llamáis Olimpo donde fermentan los humores más irritantes del género humano? Si echáis vuestros ojos al cielo, ¿qué veis? Lujuria, crímenes, odios, guerras, robos, embriagueces, engaños, venganzas. Si queréis celebrar las fiestas de vuestros dioses ¿qué hacéis? Orgías. ¿Qué culto les dais? ¿Dónde está la verdadera castidad de las consagradas a Vesta? ¿En qué ley divina se apoyan para juzgar vuestros pontífices? ¿Qué palabras pueden leer en el vuelo de los pájaros, o en el ruido del trueno vuestros augures? Y las entrañas sangrientas de los animales sacrificados ¿qué respuesta pueden dar a vuestros arúspices? Se ha dicho: "Roma no cree a los embustes". Y entonces ¿por qué creéis que doce pobres hombres, que hacen dar vueltas a un cerdo, una oveja, o un toro, por los campos y después de haberlos inmolado, puedan ofrecer propiciación a Ceres, si tenéis infinitas deidades, que mutuamente se odian, y de cuyas venganzas estáis persuadidos? No. Una cosa muy diversa es Dios. Es eterno, único y espiritual".
TÚ DICES SER DIOS Y ERES CARNE
¿CÓMO PUEDE SER ESO?
"Pero Tú dices ser Dios y eres carne".
"Hay un altar sin dios en la patria de los dioses. La sabiduría humana lo dedicó al Dios desconocido. Los sabios, los verdaderos filósofos intuyeron que hay alguna cosa más allá del escenario creado por aquellos eternos niños que son los hombres, con sus espíritus envueltos en el error. Si, pues, estos sabios -que han intuido que hay alguna cosa más allá del escenario mentiroso, alguna cosa verdaderamente sublime y divina que ha hecho cuanto existe, y de quien procede lo que hay de bueno en el mundo- quisieron dedicar un altar al Dios desconocido, que presentían ser el Dios verdadero, ¿cómo podéis vosotros dar el nombre de dios a lo que no lo es, y decir que conocéis lo que en realidad no sabéis? Ante todo procurad saber quién es Dios para poder conocerlo y honrarlo. Dios es el que con su pensamiento creó todo de la nada. ¿Os puede convencer y satisfacer la fábula de las piedras que se cambian en hombres? En verdad, hay hombres más duros y malvados que la piedra y hay piedras más útiles que el hombre. ¿No acaso, Valeria, te es más dulce al mirar a tu pequeñita, pensar: "Es una creatura que vive por voluntad de Dios, El la creó y formó. Le ha dado una segunda vida que no muere, de modo que todavía tendré a mi pequeña Fausta para la eternidad, si creo en el Dios verdadero; antes bien que decir: "Este cuerpecito de rosa, estos cabellos finísimos, estas pupilas serenas vienen de una piedra"? ¿O también decir: "Soy semejante en todo a una loba o a una yegua, y como ellas me aparejo, como ellas engendro, como ellas doy alimento, y esta hija es fruto de mi instinto animalesco, es un animalito igual a mí, y mañana, cuando ella y yo también estemos muertas, seremos dos carroñas que se descompondrán en hedor y que jamás se volverán a ver"? ¡Dime! Tu corazón de madre ¿cuál de las razones escogería?"
"La segunda no, Señor. Si hubiese sabido que Fausta no iba a disolverse (morir) para siempre, mi dolor, cuando agonizaba, hubiera sido menos, pues habría dicho: "He perdido una perla. Pero todavía existe, y la volveré a encontrar". "
"Así es. Cuando vine a veros, vuestra amiga me dijo que se admiraba de vuestra pasión por las flores, y temía que me pudiese disgustar. Le dije claramente: "También Yo las amo, y por esto podremos entendernos bien"... Pero quiero llevaros a amar las flores, como llevo a Valeria a amar a su niñita, a la que cuidará mucho más, ahora que sabe que tiene alma, que es una partecilla de Dios encerrada en su cuerpecito; una partecilla que no muere, y que la mamá encontrará en el cielo, si creyere en el Dios verdadero. Así también vosotras. Mirad esta espléndida rosa. La púrpura que adorna la veste imperial es menos espléndida que este pétalo, que no sólo alegra los ojos por su color, sino que también al tacto con su suavidad y al olfato con su perfume. Y mirad ésta, y también ésta y aquella. La primera tiene el color de sangre, la segunda es como nieve caída apenas, y la tercera es oro pálido; la de más allá parece haber sido hecha con la dulce carita infantil que me sonríe. Pero ved: la primera parece tiesa en su grueso tallo casi sin espinas, de color rojizo en sus hojas como si estuviese salpicada de sangre; la segunda tiene raros y pequeños garfios, y opacas y pálidas hojas en el tallo; la tercera es flexible como el junco y tiene hojas pequeñas y brillantes como de verde cera; la de más allá parece como si impidiese de cualquier modo tocar su corola rosada, pues tantas espinas la rodean. Parece una lima de punta muy aguda. Pensad ahora. ¿Quién ha hecho todo eso? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En dónde? ¿Qué cosa era este lugar en las noches de los tiempos?
QUIÉN CREO TODO LO QUE VEMOS Y CÓMO
No había nada... Existía sólo el confuso moverse de los elementos. Dios dijo un "Quiero" y los elementos se separaron reuniéndose. Oyóse otro "Quiero" y se ordenaron uno después del otro: el agua entre la tierra; el uno sobre el otro; el aire y la luz en el planeta ordenado. Un "quiero" más y existieron las plantas, y luego vinieron las estrellas, después los animales y a continuación el hombre. Y para que el hombres tuviese deleite, Dios alargó a su predilecto cual hermosos juguetes, flores, astros, y por último la alegría de procrear no lo que muere, sino lo que sobrevive a la muerte por una gracia suya, que es el alma. Estas rosas son una manifestación más de la voluntad del Padre. Su infinito poder se muestra en la infinidad de bellezas.
No he podido explicarme mejor porque vuestra inteligencia no lo puede aceptar. Espero sin embargo que, para ser la primera vez que nos encontramos, haya algún punto de comprehensión. Trabaje vuestra alma en lo que he dicho. ¿Tenéis alguna pregunta que hacer? Hacedla. Estoy aquí para responder. La ignorancia no es vergüenza, lo es persistir en ella cuando hay alguien que puede esclarecer las dudas".
Y Jesús, como si fuese el papá más experto, sale del kiosco llevando consigo la pequeñita que comienza a dar los primeros pasos y que quiere ir a un surtidor que brilla al sol.
Las mujeres se quedan donde estaban hablando entre sí. Y Juana, viéndose en medio de dos deseos, se para en el umbral del kiosco.
Al fin Lidia se decide, y después de ella las demás y van a Jesús que ríe porque la niña quiere coger el sol reflejado en el agua y no aprieta sino rayos y vuelve a insistir una y otra vez con un gritito de pichoncito en sus labios rosa.
"Maestro... no comprendo por qué dijiste que nuestros maestros no pueden tener una forma de vida buena porque son ateos. Creen en un Olimpo, pero cree..."
"No tiene más que la apariencia exterior. Hasta que hayan creído verdaderamente, como creyeron los verdaderos sabios en aquel desconocido del que te hablé, en aquel Dios que aunque sin nombre satisfacía su alma que inconscientemente lo quería; hasta que hayan vuelto su pensamiento a este Ser, muy superior, muy superior a los pobres dioses llenos de humanidad, y de baja humanidad, que el paganismo les ha dado, habrán vislumbrado necesariamente un poco de Dios. El alma es un espejo que refleja y un eco que devuelve".
"¿Qué cosa, Maestro?"
"A Dios".
"¡Es una gran palabra!"
"Es una gran verdad".
Valeria, atraída con el pensamiento de la inmortalidad, pregunta: "Maestro, explícame, dónde está el alma de mi niña. Besaré ese lugar como un sagrario y lo adoraré, porque es parte de Dios".
"El alma es como este rayo de luz que tu Faustina quiere coger y no puede porque es incorpóreo. Pero existe. Yo, tú, tus amigas lo vemos. De igual modo el alma es invisible en todo lo que hace que se diferencie el hombre del bruto. Cuando tu niña te llegue a comunicar sus primeros pensamientos, ten en cuenta que la inteligencia que es desarrollo, es su alma. Cuando te llegue a amar no con el instinto, sino con la razón, piensa que aquel amor es su alma. Cuando crezca bella a tu lado, no tanto en el cuerpo, sino en virtud, piensa que esa belleza es su alma. Y no adores el alma, sino al Creador de ella, a Dios que quiere hacerse en cada alma buena un trono".
"Pero ¿dónde está esta cosa incorpórea y sublime: en el corazón, en el cerebro?"
"Está en todo el hombre. En ella cabéis y cabe ella en vosotros. Cuando se separa, os convertís en cadáveres. Cuando muere, con algún delito que el hombre mismo hubiese cometido, estáis condenados, os separáis para siempre de Dios".
"Luego admites que el filósofo que nos llamó "inmortales" tenía razón, aunque era pagano?" pregunta Plautina.
"No lo admito. Es algo más. Digo que es una cosa que hay que creer. La inmortalidad del alma o sea, la inmortalidad de la parte superior del hombre es el misterio más seguro y más consolador al creer. Es lo que nos asegura de dónde venimos, y a dónde vamos, de quién somos y nos quita la amargura de cualquier separación".
Plautina piensa detenidamente. Jesús la observa y calla. Al fin pregunta: "¿Y tienes, Tú, alma?"
Jesús responde: "Por supuesto".
"Pero ¿eres o no eres Dios?"
"Soy Dios, te lo he dicho, pero por ahora he tomado naturaleza humana. Y ¿sabes por qué? Porque sólo con este sacrificio mío podía explicar los puntos insuperables a vuestra razón, y después de haber destruido el error, libertando el pensamiento, podía libertar también el alma de una esclavitud que por ahora no te puedo explicar. Por esto he encerrado la Sabiduría en un cuerpo, la Santidad en un cuerpo. Esparzo la Sabiduría como semilla en el terreno y como polen a los vientos, la Santidad se desparramará en el mundo en la hora de la gracia, como de una preciosa ánfora que se ha roto y santificará los hombres. Entonces el Dios ignoto será conocido".
"Pero Tú ya eres conocido. Quien ponga en duda tu poder y tu sabiduría es un malvado y un mentiroso".
"Soy conocido. Pero no es más que el alba. El mediodía será cuando todos me conozcan".
CÓMO SERÁ EL MEDIODÍA DE JESÚS
"¿Cómo será tu mediodía? ¿Lo veré yo?"
"En realidad será un triunfo y lo sabrás, porque tienes náuseas de lo que sabes y apetito de lo que ignoras. Tu alma tiene hambre".
"¡Es verdad! Tengo hambre de la verdad".
"Yo soy la Verdad".
"Concédete, pues a la que tiene hambre".
"No tienes más que venir a m mesa. Mi palabra es pan de verdad".
SI ABANDONAMOS NUESTROS DIOSES
¿SE VENGARÁN DE NOSOTROS?
"Pero ¿qué dirán nuestros dioses si los abandonamos? ¿No se vengarán de nosotros?" pregunta Lidia, llena de miedo.
"Mujer: ¿has visto alguna vez una mañana de neblina? Los prados se pierden bajo una niebla que los esconde. Llega el sol, y la niebla desaparece, y los prados más bellos resplandecen. Así también vuestros dioses, neblina del pensamiento humano que, ignorando a Dios y teniendo necesidad de creer, porque la fe es el estado permanente y necesario del hombre, se crearon este Olimpo, verdadero embuste que no puede sostenerse. De este modo también vuestros dioses, al levantarse el Sol, el Dios verdadero, se esfumarán de vuestros corazones sin poder dañaros, porque no existen".
"Será necesario que otra vez te escuchemos. Nos encontramos completamente ante lo desconocido. Todo lo que dices es nuevo".
"¿Te repugna? ¿No lo puedes aceptar?"
"No. Me siento más orgullosa de lo poquísimo que sé,
y que César no sabe, que de mi nombre".
Plautina responde clara: "No. Me siento más orgullosa de lo poquísimo que sé, y que César no sabe, que de mi nombre".
"Entonces persevera. Os dejo con mi paz".
"Pero ¿Cómo? ¿No te quedas, Señor mío?" Juana se pone tristísima.
"No me quedo. Tengo mucho que hacer..."
"¡Oh, que te quería contar mis penas!"
Jesús, que se pone en camino, después del saludo respetuoso de las romanas, se vuelve y dice; "Ven hasta la barca y me contarás tus penas".
Juana viene con Jesús y le dice: "Cusa me quiere enviar por algún tiempo a Jerusalén y a mí no me gusta. Lo hace para que no me releguen al olvido ahora que estoy sana".
"Si pensases que así podrías darme hospedaje
o seguirme con más facilidad estarías contenta,
y dirías: "La Bondad ha pensado en esto"
"También tú te creas neblinas inútiles". Jesús tiene un pie sobre la barca: "Si pensases que así podrías darme hospedaje o seguirme con más facilidad estarías contenta, y dirías: "La Bondad ha pensado en esto".
"¡Oh,... es verdad, Señor mío! No había yo reflexionado en ello".
"Así pues, obedece como una buena esposa. Tu obediencia te premiará al tenerme como huésped tuyo en la próxima Pascua, y con ayudarme a evangelizar a tus amigas. La paz sea contigo".
La barca se separa y todo termina.
III. 124-135
A. M. D. G.