EL DISCURSO DE LA MONTAÑA.
LAS BIENAVENTURANZAS
(SEGUNDA PARTE)
EL AMOR AL PRÓJIMO
#Con lo que os dije ayer no debéis llegar a la conclusión de que vine a destruir la Ley
#¿Quién es el Altísimo?. ¿De dónde sacó la Ley?. ¿Cómo la dio?. ¿Por qué la dio?
#Las reinas promulgan leyes, que sean su obra, pero que no pertenecen más a ellas
#Yo no cambio ni mutilo la Ley
#Si no sois más justos que los fariseos y escribas... no entraréis en el reino de los cielos
#Guardaos de los falsos profetas y de los doctores del error.
#¿Qué puede ser un par de manos ...?Y¿ qué son dos ojos...? Y¿ qué queréis que sea la lengua ...?
#Un árbol bueno no produce frutos malos y un árbol malo no produce frutos buenos.
#Como Dios sea amado os lo dije ayer. Ahora insisto cómo lo deba ser el prójimo
#Sed generosos con quienes, antes que robaros, prefieren pediros lo que necesitan.
#¡Amad, amad! Amad a amigos y enemigos para que seáis semejantes a vuestro Padre
#Levantad la mirada a Dios en todas las cosas.
El lugar y la hora son los mismos. Hay más gente. En un recodo, cercano a un sendero, como para no provocar la repugnancia de la multitud, pero como si quisiese escuchar, está un romano. Lo distingo por el vestido corto y el manto diverso. También están Esteban y Hermas.
Jesús lentamente va a su lugar y empieza a hablar.
CON LO QUE OS DIJE AYER NO DEBÉIS LLEGAR A LA
CONCLUSIÓN DE QUE VINE A DESTRUIR LA LEY.
"Con lo que os dije ayer no debéis llegar a la conclusión de que vine a destruir la Ley. No. Sólo porque soy el hombre y comprendo la debilidad humana, quise daros valor para seguirla, al hacer que vuestra mirada espiritual se dirija no al negro abismo, sino al luminoso. Porque si el temor del castigo puede refrenar algunas veces, la seguridad del premio anima mucho más. Lo que no hace el miedo, lo hace la confianza, la que quiero que tengáis completa para que podáis hacer siempre el bien y conquistar el premio santísimo del cielo.
No cambio ni siquiera una tilde de la Ley. ¿Y quién la dio en medio de los truenos del Sinaí? El Altísimo.
¿Quién es el Altísimo? El Dios Uno y Trino.
¿De dónde sacó la ley? De su Pensamiento.
¿Cómo la dio? Con su palabra.
¿Por qué la dio? Por su amor.
Ved pues que la Trinidad está presente, y el Verbo obediente como siempre al Pensamiento y al Amor, habló por el Pensamiento y el Amor.
¿Podría mentirme a Mí mismo? No. Pero puedo, porque así es, perfeccionar la Ley, hacerla divinamente completa, no como lo intentaron los hombres en el transcurso de los siglos, que la hicieron hasta indescifrable, imposible de cumplirse, amontonando leyes y preceptos, preceptos y leyes, que han sacado de su pensamiento, de lo que más les conviene, y echan todos esos escombros para sepultar, sofocar y esterilizar la Ley santísima de Dios. ¿Puede sobrevivir una planta que para siempre es aplastada con aludes, escombros e inundaciones? No. Muere. En muchos corazones la Ley ha muerto. Está sofocada bajo las avalanchas de demasiadas superestructuras. He venido a arrancarlas todas, y sacada la Ley del sepulcro, resucitada, ved que la convertiré no en una ordenanza sino en una reina.
LAS REINAS PROMULGAN LEYES, QUE SEAN SU OBRA,
PERO QUE NO PERTENECEN MÁS A ELLAS.
Las reinas promulgan leyes, que sean su obra, pero que no pertenecen más a ellas. Yo por el contrario hago de la Ley una reina, la completo, corono, al poner en la cima de su guirnalda los consejos evangélicos. Antes era el orden, ahora es más que él. Antes era lo necesario, ahora es más que ello: es la perfección. Quien la arreglase, como Yo la doy, al punto sería rey porque ha sido no tan sólo obediente, sino héroe, esto es, santo, porque la santidad es el culmen de las virtudes al que puede llegar el hombre, virtudes a las que se ama heroicamente y a las que se sirvió con un desasimiento completo de todo lo que es apetito y reflexión humana de cualquier cosa. Podría decir que el santo es al que el amor y el deseo sirven de obstáculo para cualquier otra cosa que no sea Dios. Sin distraerse de las cosas inferiores, tiene las pupilas del corazón fijas en el esplendor santísimo que es Dios y en el que ve, pues todo está en Dios, que se agitan sus hermanos y que extienden sus manos suplicantes. Y sin separar los ojos de Dios, el santo se entrega a ellos. El endereza su ideal contra la carne, riquezas, comodidades que es el servir. ¿Es pobre el santo? ¿Tiene menos? No. Ha llegado a poseer la sabiduría y riquezas verdaderas. Por esto todo lo posee. Ni se fatiga, porque si es verdad que es un creador continuo, lo es también que continuamente es alimentado. Porque si es verdad que comprende el dolor del mundo lo es también que se alimenta con las alegrías del cielo. Se nutre de Dios y en él se regocija. Es la creatura que ha comprendido el sentido de la vida.
Como veis, Yo no cambio ni mutilo la Ley, de igual modo que ni la corrompo con superestructuras de teorías humanas. Antes bien la completo. Ella es lo que es, y así lo será hasta el último día, sin que se cambien una palabra, o se quite un precepto. Perfectamente es coronada. Para adquirir la salvación basta aceptarla como fue dada. Para tener unión inmediata con Dios es menester vivirla como la aconsejo. Mas, dado que los héroes son excepción, hablaré para las almas comunes, para todas en general, a fin de que no se diga que al buscar lo perfecto, haga oscuro lo necesario. Pero de cuanto diga, no olvidéis esto: el que cree que puede violar uno de estos mandamientos, aunque sea el más pequeño, como tal será tenido en el reino de los cielos. Y quien indujere a otros a violarlos, será considerado como el más pequeño, lo mismo que a quien indujo. Pero quien con su vida y obras, más bien que con sus palabras, haya persuadido a los demás a la obediencia, este será grande en el reino de los cielos y su grandeza aumentará por cada uno de los que llevó a obedecer y a santificarse así. Sé que lo que estoy a punto de decir, amargará a muchos. Pero no puedo mentir, aun cuando con ello me forje enemigos.
SI NO SOIS MÁS JUSTOS QUE LOS FARISEOS
Y ESCRIBAS... NO ENTRARÉIS
EN EL REINO DE LOS CIELOS
En verdad os digo que si vuestra justicia no se rehace, separándose absolutamente de la pobre e injustamente definida justicia, que os han enseñado los escribas y fariseos; que si no sois verdaderamente y mucho más justos que los fariseos y escribas, que creen serlo con aumentar fórmulas, pero sin cambio radical de sus corazones, no entraréis en el reino de los cielos.
GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS Y DE LOS
DOCTORES DEL ERROR
Guardaos de los falsos profetas y de los doctores del error. Se os acercan con piel de corderos y son lobos feroces; se os acercan con vestidura de santidad y son unos burlones de Dios; dicen que aman la verdad y se apacientan de mentira. Estudiadlos antes de que los sigáis.
EL VERDADERO SER DEL HOMBRE
El hombre tiene lengua y con ella habla, tiene ojos y con ellos mira, tiene manos y con ellas hace señas. Pero tiene otra cosa que más claramente muestra su verdadero ser: sus propias acciones. ¿Qué puede ser un par de manos unidas en forma de plegaria, si luego ese hombre es un ladrón y fornicador? ¿Y qué son dos ojos que tratan de hacerse pasar como de alguien inspirado y que revuelven en todo sentido, si después de pasada la hora de la comedia, saben fijarse ávidamente en la mujer, por lujuria o en el enemigo para matarlo? ¿Y qué queréis que sea la lengua que sabe murmurar la mentirosa canción de alabanzas y seducir con sus dichos melosos, mientras después a vuestras espaldas os calumnia y es capaz de perjurar con tal de haceros pasar como gente despreciable? ¿Qué cosa es la lengua que hace largas e hipócritas oraciones, y luego veloz mata la fama del prójimo o engaña su buena fe? Es náusea. Igual cosa los ojos y las manos mentirosas: son náusea. Pero las acciones del hombre, sus verdaderas acciones, o sea su modo de comportarse en la familia, en el comercio, con sus prójimos y siervos, son las que dan testimonio de que "este es un siervo del Señor".
UN ÁRBOL BUENO NO PRODUCE FRUTOS MALOS
Un árbol bueno no produce frutos malos y un árbol malo no produce frutos buenos. Estos zarzales ¿podrán produciros sabrosas uvas? Y aquellos cardos ¿podrán daros suaves higos? No. Aquellos a lo sumo podrán dar unas cuantas moras y de las flores de los cardos no saldrán sino unos frutos que no podrán comerse, flores que pese a serlo, están rodeadas de espinas. El hombre que no es justo podrá imponer con su aspecto, reverencia, pero no más. Aquel plumoso cardo parece un mechón de finos hilos plateados que el rocío ha adornado con diamantes; pero si por descuido lo tocáis, veréis que no es plumón, sino un manojo de aguijones, que hiere al hombre, y hacen mal a las ovejas, razón por la que los pastores los arrancan de los pastizales y los arrojan al fuego de la noche para que ni siquiera la semilla pueda salvarse. Justa y previsora medida. Yo no os digo: "Matad a los falsos profetas y a los fieles hipócritas". Al contrario: "Dejádselos a Dios" y añado: "Tened cuidado, apartaos para que no os envenenéis con su jugo".
CÓMO DIOS DEBA SER AMADO OS LO DIJE AYER.
AHORA INSISTO CÓMO LO DEBA SER EL PRÓJIMO.
En otros tiempos se dijo: "Amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo". No. No será así. Esto era bueno para los tiempos en que el hombre no tenía el consuelo de la sonrisa de Dios; pero ahora han llegado tiempos nuevos, en que Dios tanto ha amado al hombre que le manda su Hijo para redimirlo. Ahora habla el Verbo. Es una gracia que se derrama. Después el Verbo consumirá el sacrificio de paz y de redención, y la gracia no sólo se derramará, sino que se dará al que cree en el Mesías. Por esto conviene encumbrar el amor hacia el prójimo de modo que una el amigo con el enemigo.
¿SE OS CALUMNIA? AMAD Y PERDONAD.
¿Se os calumnia? Amad y perdonad. ¿Se os golpea? Amad y presentad la otra mejilla a quien os abofetea. Pensad que es mejor que la ira se desfogue en contra de vosotros que sabéis soportarla, y no contra uno que se vengaría de la afrenta. ¿Se os ha probado? No penséis: "Este prójimo mío es un ambicioso", pensad caritativamente: "Este pobre hermano mío tiene necesidad" y dadle también la túnica si es que os quitó el manto. De este modo lo pondréis en la imposibilidad de cometer un doble robo porque no tendrá necesidad más de robar a otro su túnica. Pero podréis decir: "Esto podría ser un vicio y no una necesidad". Aún cuando así sea, dad igualmente. Dios os recompensará y el inicuo pagará su pecado. Pero muchas veces, y para este fin recordad lo que dije ayer sobre la mansedumbre, al verse tratado el pecador de este modo, desaparece de su corazón su vicio, y se redime llegando a reparar su hurto con devolver lo quitado.
Sed generosos con quienes, antes que robaros, prefieren pediros lo que necesitan. Si los ricos fuesen realmente pobres de espíritu, como enseñé ayer, no existirían las feas desigualdades sociales, causas de tantas desgracias humanas y sobrehumanas. Pensad siempre: "Si me encontrase en la necesidad, ¿cómo saborearía yo que se negasen a ayudarme?" y según responde vuestro "yo", obrad así. Haced a los demás lo que querríais que se os hiciese y no hagáis a los otros lo que no os gustaría que se os hiciese.
EL "OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE"
NO ESTÁ EN LOS DIEZ MANDAMIENTOS
El antiguo dicho "Ojo por ojo y diente por diente", que no está en los diez mandamientos, sino que fue puesto porque el hombre, privado de la gracia es en tal forma un animal que no puede comprender sino lo que es venganza, queda anulado con este otro: "Ama a quien te odia, ruega por quien te persigue, justifica a quien te calumnia, bendice a quien te maldice, haz bien a quien te hace daño, sé pacífico con el furioso, condescendiente con el que te desagrada, socorre de buena gana a quien recurre a ti y no te aproveches de él; no critiques, no juzgues". Vosotros no conocéis los cabos de las acciones humanas. Sed generosos en todo lo que se trate de ayuda, sed misericordiosos. Cuanto más deis, más se os dará. Dios pondrá en las manos de quien fue generoso una recompensa mucho mayor. Dios no sólo os dará lo que disteis, sino mucho más. Tratad de amar y de haceros amar. Los pleitos cuestan más que un arreglo amigable y el buen trato es como miel cuyo sabor queda por largo tiempo en la lengua.
¡AMAD, AMAD! AMAD A AMIGOS Y ENEMIGOS...
¡Amad, amad! Amad a amigos y enemigos para que seáis semejantes a vuestro Padre que hace llover sobre buenos y malos y hace bajar su sol sobre justos e injustos reservándose el de dar sol y rocío eternos, y fuego y granizadas infernales, cuando los buenos sean escogidos, como espigas preciosas, entre las gavillas de la cosecha. No basta amar a los que os aman, y de los que esperáis una compensación. Esto no es mérito, es una alegría, y hasta los hombres naturalmente honestos lo saben hacer. También los publicanos lo hacen. Igualmente los paganos. Pero vosotros amad a semejanza de Dios y amad por respeto a Dios, que es Creador también de vuestros enemigos o de los que no son muy amables. Quiero que en vosotros exista la perfección del amor y por esto es digo: "Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre que está en los cielos".
TAN GRANDE ES EL PRECEPTO DE AMOR
HACIA EL PRÓJIMO
Tan grande es el precepto de amor hacia el prójimo, el perfeccionamiento del precepto de amor hacia él, que no os digo como se os dijo: "No mataréis" porque el que mata lo condenarán los hombres. Os digo: "No os enojéis", porque sobre vosotros existe una sentencia y tiene en cuenta aun las acciones que no se ven. Quien hubiere insultado a su hermano lo condenará el Sanedrín. Pero a quien lo hubiese tratado de loco, y por esto perjudicado, Dios lo condenará. Es inútil presentar ofertas en el altar si antes no se han sacrificado en lo interior del corazón los propios rencores o amor de Dios y no se ha llevado a cabo el rito santísimo de saber perdonar. Por esto, si cuando estás a punto de presentar tu ofrenda a Dios, te acuerdas de haber faltado a tu hermano o de guardarle rencor por algo que te ofendió, deja tu oferta ante el altar, haz antes la inmolación de tu propio amor, reconciliándote con tu hermano, y luego ven al altar. Entonces será santo, sólo entonces lo será, tu sacrificio. El ponerse de acuerdo es siempre el mejor de los negocios. El juicio humano es precario, y quien lo desafía obstinadamente puede perder la causa y tendrá que pagar al adversario hasta el último centésimo o quedarse en la cárcel.
LEVANTAD LA MIRADA A DIOS EN TODAS LAS COSAS.
Levantad la mirada a Dios en todas las cosas. Preguntaos diciendo: "¿Tengo el derecho de hacer esto que Dios no hace conmigo?" Porque Dios no es inexorable, ni terco como lo sois vosotros. ¡Hay de vosotros si lo fuese! Nadie se salvaría. Que esta reflexión os lleve a sentimientos suaves, humildes, piadosos. Y entonces no os faltará de parte de Dios en esta tierra, y en el más allá, la recompensa.
AQUÍ, DELANTE DE MÍ, HAY UNO QUE ME ODIA
Y QUE NO SE ATREVE A DECIR: "CÚRAME"
Aquí, delante de Mí, hay uno que me odia y que no se atreve a decir: "Cúrame" porque sabe que conozco sus pensamientos. Pero yo digo: "Hágase como tú quieres. Y así como caen de tus ojos las escamas, que caiga de tu corazón el rencor, que caigan las tinieblas".
Idos con mi paz. Mañana os hablaré nuevamente".
La gente desfila poco a poco, tal vez en espera del grito "milagro" que no se oye.
También los apóstoles y los discípulos más antiguos, que se quedan en la montaña, preguntan: ¿Quién era? ¿No se ha curado?" y preguntan una y otra vez al Maestro que, de pie, con los brazos cruzados ve bajar a la gente.
Jesús no responde al principio, luego dice: "Los ojos están curados. El alma no. No puede porque está llena de odio".
"Pero ¿quién es? ¿Acaso el romano?"
"No, un desgraciado".
"Entonces ¿para qué lo curaste?" pregunta Pedro.
"¿Debería mandar rayos contra todos los que se parecen a él?"
"Señor, sé que no quieres que diga: "sí", y por esto no lo digo... pero lo pienso... y es lo mismo..."
"Es lo mismo, Simón de Jonás. Pero sabe entonces que... ¡Oh, cuántos corazones llenos de escamas de odio hay en mi alrededor! Ven. Vamos allá a la cumbre a mirar desde lo alto nuestro hermoso mar de Galilea. Yo y tú solos".
III. 165-171
A. M. D. G.