EL DISCURSO DE LA MONTAÑA

LAS BIENAVENTURANZAS (TERCERA

PARTE)


  

#Uno de los errores que el hombre fácilmente comete contra sí mismo es la falta de honradez.   

#Este freno es el juramento, que no es necesario entre las personas honradas; y Dios, por sí, no lo ha enseñado   

#el hábito de jurar es una consecuencia de la falta de sinceridad moral del hombre.   

#¿Puede haber creatura más vil que el perjuro?  

  #Es un ladrón porque se apropia una honra que no merece.  

  #No digáis como los antiguos: "No perjurarás, sino más bien mantén tus juramentos". Yo digo: "No juréis jamás"   

#No juréis ni sobre las tumbas de los muertos, ni por sus almas   

#No juréis por la cabeza de vuestro padre ni de vuestra madre, ni por vuestra esposa, ni por vuestros inocentes hijos.   

#No juréis ni siquiera por vuestra cabeza, ojos, lengua y manos.   

#Todo lo que tenéis es de Dios. No sois más que custodios temporales, banqueros de tesoros morales o materiales que Dios os ha concedido  

  #Sea vuestro hablar: sí, sí, y no, no. Que no sea más   

#La oración   

#No hagáis como los hipócritas que cuando oran, les gusta hacerlo en las sinagogas o en las esquinas de las plazas   

#Dejad que Dios os proclame santos, y haced que toda vuestra vida en voz alta diga de vosotros: "He aquí a un siervo de Dios".   

#Debéis orar ya con los labios, ya con el trabajo, o con todo vuestro ser, al impulso del corazón que ama a Dios, lo siente como a Padre, pero que recuerda que es el Creador, y que él es la creatura y con amor reverencial se pone siempre ante su presencia,   

#por impulso del corazón. Es la cualidad primera y esencial, porque todo procede del corazón,  

  #El hombre justo extrae el bien de su corazón recto, y cuanto más extrae tanto más halla, porque el bien que hace engendra otro nuevo   

#Forjaos un corazón humilde y puro, amoroso, confiado, sincero; amad a Dios con amor púdico, como una virgen ama a su esposo  

#El alma es una virgen casada con el Eterno amador; esta tierra el tiempo de los esponsalicios; y el ángel custodio el paraninfo; las horas de la vida otras tantas doncellas que preparan el ajuar nupcial. La hora de las muerte es la hora de las nupcias celebradas.   

#oh almas, todavía sacrificadas con el lazo de esponsalicios con Dios, cuando queráis hablarle, entrad en la paz de vuestra habitación, y sobre todo en la paz de vuestro interior, hablad al Rey de los ángeles   

#En verdad os digo que hay quienes ni siquiera cambiarían aun cuando Dios se les apareciese diciendo: "La salvación del mundo depende de que dejes este tu charlar que no tiene alma, y de que vayas a sacar un poco de agua de ese pozo y la derrames sobre la tierra por amor mío y de tus semejantes"   

#En verdad os digo que algunos que creen que su monólogo es más importante que la cortesía de acoger al visitante o el acto caritativo de socorrer a quien tiene necesidad. Son almas caídas en la idolatría de la oración.    

#La plegaria es acción de amor. Y se puede amar tanto al orar, como haciendo pan, tanto en la meditación como asistiendo a un enfermo, tanto en la peregrinación que se hace al templo, como socorriendo a la familia, tanto al sacrificar un cordero, como sacrificando nuestros deseos, aunque justos, de recogernos en el Señor   

#Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra; y se abre a quien llama.  

  #Pero, ved que os pongo en guardia contra un error común. No hagáis como si fueseis débiles en la fe o en el amor  

  #Pedís y justo os parece el pedir. En realidad, en ese instante no sería ni siquiera injusta aquella gracia. Pero la vida no termina con ese momento: y lo que puede estar bien hoy, no lo podrá estar mañana.   

#Algunas veces también el Padre dice: "No puedo", no porque no pueda realizar al punto ese acto, sino porque sabe las consecuencias futuras.  

  #Parábola del niño enfermo del estómago  

  #El ayuno  

  #Lo que dije de la oración, vale para el ayuno   

#Historia de dos pobrecillos. Se quedan los dos pobrecillos. Son una mujer muy demacrada y un viejo ya muy viejo   

#"El mundo nos desprecia porque somos pobres" dice el viejo   

#Jesús cura a la viejecita   

#"Sí.¿Ves ese viejo? Está solo y es un hombre justo... Se tú su hija".   

#"¿Piensas que Lázaro tendría dificultad en acoger una trabajadora más?"  

  #"¡Oh, Maestro mío! ¿Pero no caes en la cuenta de que quieres a todos? ¿También a tus enemigos?" "Ni de eso caigo en la cuenta, Simón. Amar es mi naturaleza.   

#Y ¿a dónde a dónde me mandas?" El viejo llora entre los matorrales de su barba."A la casa de Lázaro hijo de Teófilo. No sé si lo conozcas"

 


 

EL JURAMENTO, LA ORACIÓN Y EL AYUNO

 


 

En el mismo lugar  a la misma hora, la gente menos el romano, es la misma. Tal vez más numerosos porque hay muchos desde donde comienzan los senderos que llevan al valle.

Jesús empieza a hablar:

 

UNO DE LOS ERRORES QUE EL HOMBRE

FÁCILMENTE COMETE CONTRA SÍ MISMO

ES LA FALTA DE HONRADEZ

 

"Uno de los errores que el hombre fácilmente comete contra sí mismo es la falta de honradez. Y como el hombre difícilmente es sincero y honrado, por eso se creó un freno para verse obligado a ir por el camino que dijo. Freno que, como en el caballo indómito, fácilmente se sale y cambia a su talante el paso, o se lo quita del todo por propia comodidad sin pensar seriamente en que Dios, los hombres y su propia conciencia pueden reprochárselo.

 

ESTE FRENO ES EL JURAMENTO

 

Este freno es el juramento, que no es necesario entre las personas honradas; y Dios, por sí, no lo ha enseñado. Al contrario se ha dicho: "No dirás falso testimonio", sin añadir más, porque el hombre debería ser franco sin necesidad de otra cosa que la fidelidad a su palabra. Cuando en el Deuteronomio se habla de los votos, aun de los votos que un corazón unido con Dios pronunció, o por motivo de necesidad o de gratitud, se dijo: "Debes mantener la palabra que salió una vez de tus labios, haciendo cuanto prometiste al Señor Dios tuyo, cuando la dijiste con el corazón y la boca". Siempre se habla de la palabra dada, sin añadir más que la palabra. El que siente la necesidad de jurar es porque no es sincero en sí mismo y por el concepto que tiene del prójimo. Y el que hace jurar testifica con tal exigencia que desconfía de la sinceridad y honradez del que jura.

 

EL HÁBITO DE JURAR ES UNA CONSECUENCIA

DE LA FALTA DE SINCERIDAD MORAL DEL HOMBRE.

 

Como veis el hábito de jurar es una consecuencia de la falta de sinceridad moral del hombre. Es una vergüenza para el hombre. Doble vergüenza porque el hombre no es fiel ni siquiera en esta cosa vergonzosa que es el juramente, y burlándose de Dios, con la misma facilidad con que se burla del hombre, llega hasta ser perjuro con tanta facilidad y tranquilidad. ¿Puede haber creatura más vil que el perjuro? Se aprovecha frecuentemente de una fórmula sagrada, y pone a Dios como su cómplice y fiador, o bien invoca los afectos más queridos, como son el del padre, madre, mujer, hijos, sus muertos, su misma vida o parte de su ser, y los invoca en apoyo de su decir mentiroso, para inducir a su prójimo a que le crea. Lo induce, pues, en engaño. Es un sacrílego, ladrón, traidor, homicida. ¿De quién? De Dios porque mezcla la verdad con la infamia de su mentira y lo escarnece desafiándolo: "Pégame, desmiénteme, si puedes. Tú estás allá, yo estoy aquí y me río de todo". Oh, sí, os reís ¡oh! mentirosos y burladores. Pero llegará un momento en que no os reiréis y será cuando Aquel, a quien todo poder se ha dado, aparezca terrible en su majestad y sólo con su presencia os pondrá alertas, y con su mirada os fulminará, antes, antes de que su voz caiga en vuestro eterno destino marcándoos con su maldición.

 

ES UN LADRÓN PORQUE SE APROPIA

UNA HONRA QUE NO MERECE.

 

Es un ladrón porque se apropia una honra que no merece. El prójimo, fustigado con el juramento, se le entrega, y la serpiente se adorna fingiéndose lo que no es. Es un traidor porque con el juramento promete cosas que no quiere mantener. Es un homicida porque o mata la honra de un semejante suyo, al arrebatarle la estima que otros tenían de él, o mata su alma porque el perjuro es un pecador abyecto ante los ojos de Dios, los cuales ven la verdad, aun cuando otros no. Dios no se engaña ni con falsas palabras, ni con acciones hipócritas. El ve. No pierde de vista por un instante a ninguno de los hombres. No existe muralla gruesa, ni cueva profunda donde no penetre su mirada. Aun en vuestro interior, único castillo, que cada uno tiene en su corazón, Dios penetra. Y os juzgará no por lo que juráis sino por lo que hacéis.

 

NO JURÉIS JAMÁS

 

Por esta razón, pongo un nuevo orden, que sustituye al que se os puso, cuando fue introducido el juramento como freno para evitar la mentira y para no faltar a la palabra dada. No digáis como los antiguos: "No perjurarás, sino más bien mantén tus juramentos". Yo digo: "No juréis jamás", ni por el cielo que es trono de Dios, ni por la tierra que es escabel de sus pies, ni por Jerusalén y su templo que es la ciudad del gran Rey, y la casa de nuestro Señor Dios.

 

NO JURÉIS NI SOBRE LAS TUMBAS DE LOS MUERTOS

 

No juréis ni sobre las tumbas de los muertos, ni por sus almas. Las tumbas están llenas de restos de lo que es inferior en el hombre y común con el animal; dejad a los espíritus en su lugar. Procurad que no sufran ni se horroricen los espíritus que vislumbran a Dios. Y aunque sólo sea una vislumbre, esto es, un conocimiento parcial por que hasta el momento de la Redención no podrán ver a Dios en su resplandor completo, no pueden menos de sufrir al ver que sois pecadores. Y si son justos, no aumentéis su tormento al acordarse de su pecado con el vuestro. Dejad, dejad a los muertos santos en paz, a los muertos no santos, en sus penas. No quitéis a unos nada ni a otros les añadáis algo. ¿Por qué recurrir a los muertos? No pueden hablar. Porque la caridad lo prohíbe, los santos deberían desenmascararos muchas veces. Los condenados porque el infierno no abre sus puertas y los condenados no abren sus bocas sino para maldecir. Cualquier palabra queda sofocada con el odio de Satanás y de los satanases, pues los condenados son unos satanases.

 

NO JURÉIS POR LA CABEZA DE VUESTRO PADRE

NI DE VUESTRA MADRE

 

No juréis por la cabeza de vuestro padre ni de vuestra madre, ni por vuestra esposa, ni por vuestros inocentes hijos. ¿Son acaso una moneda o una mercancía? ¿Son una firma en una carta? son más y menos que estas cosas. Son sangre ¡oh hombre! de tu sangre, pero también son creaturas libres y no puedes servirte de ellas como de esclavos para fianza de tu mentira, son menos que una firma tuya, porque eres inteligente, libre y eres adulto ya, y no un impedido o un niño que no sabe lo que se hace y por esto es menester que sus padres los representen. Tú eres tú, un hombre con inteligencia y por eso responsable de tus acciones y palabras, tu honradez y sinceridad, la estima que has sabido inspirar en el prójimo, no la honradez, ni la sinceridad de tus padres, y la estima que ellos han sabido inspirar. ¿Son los padres responsables de los hijos? Sí, pero mientras sean menores de edad. Después cada uno es responsable de sí mismo. No siempre nacen justos de los justos, ni tampoco una mujer santa se casa con un hombre santo. ¿Por qué entonces debe de servirse uno de la justicia de otro? De igual modo, de un pecador pueden nacer hijos santos, y mientras son inocentes, todos son santos. ¿Por qué invocar entonces una cosa pura para un acto vuestro impuro, como es el juramente, que poco después se convierte en perjurio?

 

NO JURÉIS NI SIQUIERA POR VUESTRA CABEZA,

OJOS, LENGUA Y MANOS.

 

No juréis ni siquiera por vuestra cabeza, ojos, lengua y manos. No tenéis derecho para ello. Todo lo que tenéis es de Dios. No sois más que custodios temporales, banqueros de tesoros morales o materiales que Dios os ha concedido. ¿Por qué usáis entonces lo que no es vuestro? ¿Podéis añadir un cabello a vuestra cabeza o cambiar su color? Y si no lo podéis hacer, ¿por qué os servís de la vista, de la palabra, de la libertad de vuestros órganos, para reforzar un juramento vuestro? No desafiéis a Dios. Puede tomaros la palabra o secar vuestros ojos como seca vuestras huertas, o arrancaros los hijos como puede arrancar vuestras casas, para que os acordéis que Él es el Señor y vosotros los súbditos, y que es maldito quien se idolatra hasta el punto de tenerse más que Dios, desafiándolo con la mentira.

 

SEA VUESTRO HABLAR: SÍ, SÍ, Y NO, NO.

 

Sea vuestro hablar: sí, sí, y no, no. Que no sea más. Lo que es de más lo sugiere el Maligno, y lo hace para burlarse de vosotros, que no pudiendo sostener todo, caéis en mentira y se burlan de vosotros y se os tilda de mentirosos. Sinceridad, hijos, tanto en las palabras como en la oración.


 

LA ORACIÓN

 


 

NO HAGÁIS COMO LOS HIPÓCRITAS

QUE CUANDO ORAN,

LES GUSTA HACERLO EN LAS SINAGOGAS...

 

No hagáis como los hipócritas que cuando oran, les gusta hacerlo en las sinagogas o en las esquinas de las plazas para que los hombres los vean y los alaben como piadosos y justos, pero en el interior de sus familias, son culpables ante Dios y ante el prójimo. ¿No veis que esto es como un perjurio? ¿Por qué deseáis sostener lo que no es verdad con objeto de conquistar una estima que no merecéis? La oración hipócrita se propone decir: "En verdad yo soy un santo. Lo juro a los ojos de quien me ve, y que no puede mentir al verme orar". La oración hecha con semejantes fines es una blasfemia, es un velo extendido sobre la perversidad que está allí.

 

DEJAD QUE DIOS OS PROCLAME SANTOS

 

Dejad que Dios os proclame santos, y haced que toda vuestra vida en voz alta diga de vosotros: "He aquí a un siervo de Dios". Pero vosotros, vosotros, por caridad, no digáis nada. No hagáis que vuestra lengua, acicateada por la soberbia, se convierta en objeto de escándalo ante los ojos de los ángeles. Sería preferible que en ese instante os hicieseis mudos, si no tuviereis la fuerza de imponeros al orgullo y a la lengua, llamándoos a vosotros mismos justos y agradables ante Dios. Dejad a lo soberbios y falsos esta pobre gloria. Dejad a los soberbios y falsos esta efímera recompensa. ¡Y lo pobre que es! Pero es la que quieren, y no tendrán otra, porque no hay más que una. O la verdadera, la del Cielo que es eterna y justa; o la no verdadera, la de la tierra, que dura cuanto la vida del hombre y hasta menos, y luego como es injusta, se paga no sólo con la vida, sino también con un duro castigo.

 

DEBÉIS ORAR YA CON LOS LABIOS,

YA CON EL TRABAJO,...

 

Debéis orar ya con los labios, ya con el trabajo, o con todo vuestro ser, al impulso del corazón que ama a Dios, lo siente como a Padre, pero que recuerda que es el Creador, y que él es la creatura y con amor reverencial se pone siempre ante su presencia, bien ore, bien se entregue a sus negocios, bien camine o esté descansando, bien tenga ganancias o bien haga favores a otros. He dicho por impulso del corazón. Es la cualidad primera y esencial, porque todo procede del corazón, y así como éste es, así es la mente, así la palabra, así la mirada, así las obras.

 

EL HOMBRE JUSTO EXTRAE EL BIEN

DE SU CORAZÓN RECTO,...

 

El hombre justo extrae el bien de su corazón recto, y cuanto más extrae tanto más halla, porque el bien que hace engendra otro nuevo, algo así como sucede con la sangre que se renueva en las venas y regresa enriquecida con elementos nuevos, que obtuvo del oxígeno y de los alimentos asimilados. El perverso no puede menos de extraer de su negro corazón, lleno de engaño y veneno, sino esto, lo cual aumenta, crece cuanto más aumentan y crecen las bendiciones de Dios. No olvidéis que lo que abunda en el corazón es lo que brota por los labios y se revela en las acciones.

 

FORJAOS UN CORAZÓN HUMILDE Y PURO,

AMOROSO,...

 

El alma es una virgen casada con el Eterno amador; 

esta tierra el tiempo de los esponsalicios; y el ángel 

custodio el paraninfo; las horas de la vida otras 

tantas doncellas que preparan el ajuar nupcial. La 

hora de las muerte es la hora de las nupcias 

celebradas.

 

Forjaos un corazón humilde y puro, amoroso, confiado, sincero; amad a Dios con amor púdico, como una virgen ama a su esposo. En verdad os digo que cada alma es una virgen casada con el Eterno amador, con nuestro Señor Dios; esta tierra es el tiempo de los esponsalicios, en los que el ángel custodio que cada hombre tiene, es el paraninfo; y todas las horas de la vida y sus vicisitudes, son otras tantas doncellas que preparan el ajuar nupcial. La hora de la muerte es la hora de las nupcias celebradas. Entonces viene el conocimiento, el abrazo, la fusión, y el alma puede levantar el velo de su rostro, arrojarse en los brazos de su Dios con todas sus fuerzas sin inducir a nadie al escándalo.

 

OH ALMAS, TODAVÍA SACRIFICADAS CON EL LAZO DE

ESPONSALICIOS CON DIOS,...

 

Mas por ahora, oh almas, todavía sacrificadas con el lazo de esponsalicios con Dios, cuando queráis hablarle, entrad en la paz de vuestra habitación, y sobre todo en la paz de vuestro interior, hablad al Rey de los ángeles. Hablad con vuestro Padre en el secreto de vuestros corazones y de vuestra habitación interior. Dejad afuera todo cuanto es mundo: la manía de que lo vean a uno otros y la de edificar, la de amontonar palabras sobre palabras, palabras monótonas, tibias, enjabegadas de amor. Por caridad, libraos de las medidas cuando oréis. En verdad os digo que hay quienes desperdician hora y más horas en un monólogo que repiten solo con los labios, que es un verdadero soliloquio porque ni siquiera el ángel custodio lo escucha, pues no es más que un ruido sin sentido, al que él trata de remediar, sumiéndose en una oración ardiente en favor del necio a quien guarda. En verdad os digo que hay quienes ni siquiera cambiarían aun cuando Dios se les apareciese diciendo: "La salvación del mundo depende de que dejes este tu charlar que no tiene alma, y de que vayas a sacar un poco de agua de ese pozo y la derrames sobre la tierra por amor mío y de tus semejantes". En verdad os digo que algunos que creen que su monólogo es más importante que la cortesía de acoger al visitante o el acto caritativo de socorrer a quien tiene necesidad. Son almas caídas en la idolatría de la oración.

 

LA PLEGARIA ES ACCIÓN DE AMOR.

 

La plegaria es acción de amor. Y se puede amar tanto al orar, como haciendo pan, tanto en la meditación como asistiendo a un enfermo, tanto en la peregrinación que se hace al templo, como socorriendo a la familia, tanto al sacrificar un cordero, como sacrificando nuestros deseos, aunque justos, de recogernos en el Señor. Basta con que uno sumerja a sí mismo y cualquier acción en el amor. No tengáis miedo. Vuestro Padre ve, comprende, escucha, concede. Cuántas gracias no se dan tan sólo por un suspiro perfecto y verdadero de amor. Cuánta abundancia por un sacrificio íntimo hecho con amor. No seáis semejantes a los paganos. Dios no tiene necesidad que le digáis lo que debe hacer en vuestro favor. Eso pueden hacerlo los paganos con sus ídolos que no entienden, pero no vosotros con Dios, con el Dios verdadero, espiritual, que no sólo es Dios y Rey, sino vuestro Padre y sabe antes de que le pidáis, de qué necesitáis.

 

PEDID Y SE OS DARÁ, BUSCAD Y ENCONTRARÉIS,

LLAMAD A LA PUERTA Y SE OS ABRIRÁ.

 

Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra; y se abre a quien llama. Cuando un hijo vuestro extiende su manita y os dice: "Padre, tengo hambre", ¿le dais acaso una piedra? ¿Le dais una serpiente si os pide un pescado? No. Y además del pan y pescado lo acariciáis y bendecís, porque es dulce para el padre el alimentar su hijo y ver en su rostro una alegría feliz. Si pues vosotros, imperfectos de corazón, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos sólo por el amor natural, igual como los animales lo hacen con su prole, cuanto más vuestro Padre que está en los cielos concederá, a quienes se lo piden, cosas buenas y necesarias para su bien. No tengáis miedo de pedir y no tengáis miedo de no obtener.

 

PERO, VED QUE OS PONGO EN GUARDIA

CONTRA UN ERROR COMÚN.

 

Pero, ved que os pongo en guardia contra un error común. No hagáis como si fueseis débiles en la fe o en el amor, así hacen los paganos de la religión verdadera -porque también entre los fieles hay paganos para quienes la pobre religión no es sino un montón de supersticiones y de fe, un edificio descentrado en que se han metido hierbas parásitas de todas las clases, hasta el punto que empieza a cuartearse y cae en rutinas- los cuales, débiles y paganos, sienten que muere su fe, si no son escuchados.

 

PEDÍS Y JUSTO OS PARECE EL PEDIR.

 

Pedís y justo os parece el pedir. En realidad, en ese instante no sería ni siquiera injusta aquella gracia. Pero la vida no termina con ese momento: y lo que puede estar bien hoy, no lo podrá estar mañana. Esto no lo sabéis porque tan sólo sabéis el presente, y es también esto una gracia de Dios. Pero Él conoce también lo futuro, y muchas veces para ahorraros una pena mayor, no escucha vuestra plegaria. En el año de vida pública más de una vez he oído decir a corazones: "Cuánto sufrí, cuando Dios no me escuchó. Pero ahora: 'Estuvo mejor así porque esa gracia me habría impedido llegar a esta hora de Dios' ". He oído a otros que dicen y que me dicen: "¿Por qué, Señor, no me escuchas? Lo haces con todos y conmigo no". Y sin embargo, aun cuando duele el ver sufrir, he dicho: "No puedo" porque si los hubiese escuchado habría puesto un obstáculo en su vuelo a la perfección.

 

ALGUNAS VECES TAMBIÉN EL PADRE DICE:

"NO PUEDO"

 PARÁBOLA DEL NIÑO ENFERMO DEL ESTÓMAGO

 

Algunas veces también el Padre dice: "No puedo", no porque no pueda realizar al punto ese acto, sino porque sabe las consecuencias futuras. Oíd: Un niño está enfermo del estómago. La madre llama al médico y este dice: "Para curarlo es menester que no coma nada". El niño llora, chilla, suplica, parece que se va a morir. La madre, siempre buena, une sus lamentos a los de su hijo. Le parece duro lo que dijo el médico; le parece que pueda hacer mal a su hijo el no comer y el tanto llorar. Pero el médico permanece inflexible. Al fin dice: "Mujer: yo sé y tú no sabes. ¿Quieres perder a tu hijo, o quieres que te lo salve?" La madre grita: "Quiero que viva". "Entonces" dice el médico, "no puedo permitir que coma. Sería su muerte". También el Padre algunas veces dice así. Vosotras, madres compasivas de vuestro "yo", no queréis oírlo llorar porque no ha obtenido lo que pedía. Pero Dios dice: "No puedo. Sería tu mal". Llega el día, o llega la eternidad, en que se dirá: "'Gracias, Dios mío, por no haber escuchado mi necedad!".


 

EL AYUNO

 


 

LO QUE DIJE DE LA ORACIÓN

VALE PARA EL AYUNO

 

Lo que dije de la oración, vale para el ayuno. Cuando ayunéis, no pongáis una cara melancólica como lo hacen los hipócritas que  de propósito se la desfiguran para que el mundo sepa y crea, aun cuando no sea verdad, que están ayunando. También han tenido al recibir la alabanza del mundo, su recompensa y no tendrán otra. Pero vosotros, cuando ayunéis, poned una cara alegre, laváosla con mucha agua para que aparezca lisa y fresca, poneos aceite en vuestra barba y perfumaos el cabello; sonreíd como lo hace que ha comido bien. Oh, en verdad os digo que no hay comida que alimente como el amor. Quien ayuna con espíritu amoroso, de amor se nutre. En verdad os digo que si el mundo os llamase también "vanidosos" y "publicanos", vuestro Padre que verá vuestro secreto heroico, os dará doble recompensa, por el ayuno, y por el sacrificio de no ser alabados por él.

Y ahora id alimentar el cuerpo. El alma se ha alimentado. Esos pobrecitos que se queden con nosotros. Serán los huéspedes que con su presencia darán sabor a nuestro pan. La paz sea con vosotros.

 

HISTORIA DE  DOS PROBRECILLOS.

 

Se quedan los dos pobrecillos. Son una mujer muy demacrada y un viejo ya muy viejo. No viven juntos. La casualidad los reunió y se habían casi ocultado en un rincón, extendiendo inútilmente su mano a los que pasaban.

Jesús va a verlos. No se atreven a avanzar. Los toma de la mano y los lleva al centro del grupo de los discípulos, bajo una especie de tienda que levantó Pedro en una inclinación y en la que tal vez pasan la noche y se reúnen de día en los momentos de mayor calor. Es un tinglado de ramas y de mantos. Pero sirve para lo que se desea, aun cuando es tan baja que Jesús e Iscariote, los dos más altos, deben inclinarse cuando entran.

"Aquí están nuestro papá y nuestra hermana. Traedles cuanto tengamos. Mientras comemos, oiremos su historia". Y Jesús personalmente sirve a los dos, que se sienten avergonzados y escucha su triste vida. El viejo está solo después que la hija se fue lejos con el marido, y se olvidó de él. La mujer está sola, después que una fiebre mató a su esposo, y por añadidura también está enferma.

 

EL MUNDO NOS DESPRECIA PORQUE SOMOS POBRES

 

"El mundo nos desprecia porque somos pobres" dice el viejo. "Voy pidiendo limosna para recoger con lo que haré la Pascua. Tengo ochenta años. Siempre he celebrado la Pascua y puede ser que esta sea la última. Pero no quiero ir al seno de Abraham con algún remordimiento. Como perdono a mi hija, así espero ser perdonado. Quiero celebrar mi Pascua".

"El camino es largo, padre".

"Más largo es el del cielo, si se falta a lo prescrito".

"¿Vas solo? ¿Si te sientes mal por el camino?..."

"El ángel de Dios me cerrará los párpados".

Jesús le acaricia la cabeza temblorosa y blanca. Pregunta a la mujer: "¿Y tú?"

"Ando en busca de trabajo. Si estuviese mejor alimentada, me curaría de las calenturas. Y si estuviese sana podría trabajar en los campos".

"¿Crees que tan sólo la comida te curaría?"

"No. También estás Tú... Pero soy una nada, una piltrafa para pedir piedad".

"Y si te curase, ¿qué querrías después?"

"Ninguna otra cosa. Habría conseguido más de lo que esperaba tener".

 

JESÚS CURA A LA VIEJECITA

 

Jesús sonríe. Le da un pedazo de pan mojado en agua con aceite y vinagre que sirve de bebida. La mujer se lo come sin hablar y Jesús se queda en la tienda. El viejo se ha reclinado sobre el terreno lleno de hierbas y cansado se duerme.

Después de un rato, la mujer que también se había ido en busca de sombra y de descanso, regresa a Jesús que la recibe con una sonrisa para darle ánimos. Se acerca tímida pero alegre hasta cerca de la tienda. Después la alegría la vence y los últimos pasos los da aprisa. Cae de boca en el suelo diciendo con un grito que apenas se escucha: "Me curaste. Seas bendito. Es la hora de los escalofríos y no tengo nada... ¡Oh!" y besa los pies de Jesús.

"¿Estás segura de estar sana? No te dije nada. Podría ser una casualidad..."

"¡Oh, no! Tu virtud entró en mí con ese bocado que me diste. No tengo nada que darte en cambio fuera de mi corazón. Da órdenes a tu sierva, Señor, y te obedeceré hasta la muerte".

 

"Sí. ¿Ves ese viejo? Está solo y es un hombre justo...

Se tú su hija".

 

"Sí. ¿Ves ese viejo? Está solo y es un hombre justo. Tú tenías marido y la muerte te lo arrebató. El tenía una hija y el egoísmo se la llevó. Peor cosa. Y sin embargo, no se lamenta. Pero no es justo que camine solo en sus últimas horas. Se tú su hija".

"Sí, Señor mío".

"Pero ten en cuenta lo que significa trabajar para dos".

"Me siento fuerte ahora y lo haré".

"Ve entonces a aquel borde, y di al que está allí descansando, a ese vestido de color gris, que venga aquí".

La mujer ligerita se va y regresa con Simón Zelote.

"Ven, Simón. Debo hablarte. Espera, mujer".

Jesús se separa unos cuantos metros.

 

"¿Piensas que Lázaro tendría dificultad 

en acoger una trabajadora más?"

 

"¿Piensas que Lázaro tendría dificultad en acoger una trabajadora más?"

"¿Lázaro? Me imagino que no sabe ni siquiera cuantos siervos tenga. Uno más, uno menos...Pero ¿de quién se trata?"

"De esa mujer. La curé y..."

"Basta, Maestro. Si la has curado, señal es de que la amas. Lo que amas es cosa sagrada para Lázaro. Doy mi palabra por él".

"Es verdad. Lo que amo, es cosa sagrada para Lázaro. Dijiste bien. Y por eso Lázaro llegará a ser santo, porque al amar lo que Yo ame, amará la perfección. Quiero unir ese viejo con esa mujer y que celebre su última Pascua con alegría de patriarca. Quiero mucho a los viejos santos, y si les puedo dar un sereno crepúsculo, soy feliz".

"También quieres mucho a los niños..."

"Sí, y a los enfermos..."

"Y a los que lloran..."

"Y a los que están solos..."

 

"¡Oh, Maestro mío! Pero ¿no caes en la cuenta 

de que quieres a todos? ¿También a tus enemigos?" 

 

"Ni de eso caigo en la cuenta, Simón. 

Amar es mi naturaleza.

 

"¡Oh, Maestro mío! Pero ¿no caes en la cuenta de que quieres a todos? ¿También a tus enemigos?"

"Ni de eso caigo en la cuenta, Simón. Amar es mi naturaleza. Mira. El patriarca se despertó. Vamos a decirle que celebrará la Pascua con una hija cercana a sí, y sin tener necesidad de mendigar el pan".

Regresan a la tienda donde la mujer los esperaba y los tres van a donde está el viejo que se ha sentado y se anuda las sandalias.

"¿Qué estás haciendo, padre?"

"Voy a bajar al valle. Espero encontrar un refugio para la noche, y mañana pediré limosna en el camino, y luego poco a poco, dentro de un mes, si no me muero antes, estaré en el Templo".

"No".

"¿No debo hacerlo? ¿Por qué?"

"Porque el buen Dios no lo quiere. No irás solo. Esta irá contigo. Te conducirá donde le diré y os aceptarán por amor a Mí. Celebrarás tu Pascua, pero sin trabajo. Ya has cargado, padre, tu cruz. Déjala ahora, y recógete solo en oración para dar gracias al buen Dios".

 

Y a dónde ¿a dónde me mandas?" El viejo llora 

entre los matorrales de su barba."

 

A la casa de Lázaro hijo de Teófilo. 

No sé si lo conozcas". 

 

"Pero por qué... pero por qué... yo... yo no merezco tanto... Tú... una hija... Más que si me dieses veinte años... Y a dónde ¿a dónde me mandas?" El viejo llora entre los matorrales de su barba.

"A la casa de Lázaro hijo de Teófilo. No sé si lo conozcas".

"Oh,... Soy de los confines de Siria y recuerdo a Teófilo. Pero... pero. ¡Oh Hijo bendito de Dios, deja que yo te bendiga!".

Jesús, que está sentado sobre la hierba, en frente del viejo, se inclina verdaderamente para dejar que le ponga, majestuoso, las manos sobre la cabeza, diciendo en voz alta, en voz cavernosa el anciano, la antigua bendición: "El Señor te bendiga y te guarde. El Señor te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. El Señor vuelva a ti su rostro y dé su paz".

Jesús, Simón y la mujer al unísono responden: "Así sea".

III. 172-182.

 A. M. D. G.