EL DISCURSO DE LA MONTAÑA
LAS BIENAVENTURANZAS (QUINTA PARTE)
#El Hermón es un alabastro de color rosa que el sol besa
#Y la gente afluye, afluye sin cesar
#Le traen los pobres y los enfermos
#Jesús está ya viendo a los enfermos
#Jesús cura a una niña entre otros
#Señor, mi marido está por abandonarme a causa de una prostituta.
#Cuando os explico los caminos del Señor, es con el fin de que los sigáis.
#La vida es así. Corre cual jinete entre el pasado y el futuro, entre el mal y el bien.
#Sabed escoger de entre los dos senderos el bueno y continuad en él resistiendo
#Estad atentos, ¡Oh hombres! a la mirada. Sí, al mirar con vuestros ojos y mente.
La multitud se prepara a escuchar al Maestro en una mañana espléndida. El aire parece más claro de lo acostumbrado. Parece como si la lejanía se acortase o que las cosas se viesen a través de una lente que las hiciera más nítidas aun en sus más pequeños detalles. Día tras día la naturaleza se hace más bella, se reviste con su opulencia primaveral que en Palestina me parece que sea exactamente entre marzo y abril, porque después se ve que empieza el verano, con sus frutos y con los árboles llenos de ramajes.
Ahora todo está en flor. Desde lo alto del monte, que se ha vestido con flores aun donde menos se podría creer, se ve la llanura ondear de trigales que se balancean con el aire, y se distingue un color verde oscuro con un remate de oro pálido en la cima de las espigas que despuntan entre las aristas. En este ondear de mieses al viento suave, están derechos con sus vestidos de pétalos y parecen grandes plumeros a montones de garzas blancas, o de color tenuísimo, o subido los árboles frutales; y recogidos en su vestido de ascetas penitentes los olivos oran, y su oración se cambia en un blanquear, por ahora no muy claro, de florecillas blancas.
EL HERMÓN ES UN ALABASTRO DE COLOR ROSA
El Hermón es un alabastro de color rosa que el sol besa y de ese alabastro descienden dos hilos de diamantes, desde acá así parecen, a cuyo contacto el sol brilla maravillosamente. Luego se sepultan bajo las galerías verdes de los bosques y no se ven más sino en el valle, donde forman ríos que ciertamente van al lago Merón, que desde este punto no se ve, y luego salen con aguas parlanchines del Jordán para hundirse nuevamente en céfiro claro del mar de Galilea que es un vibrar de espumas preciosas a las que el sol parece dar engaste y resplandores. Parece que a las velas que se deslizan sobre ese espejo, quieto y brillante en sus ángulos de jardines y campiñas maravillosas, las guíen nubes ligeras que a su vez navegan en el firmamento.
Verdaderamente la naturaleza sonríe en este día de primavera y a esta hora matinal.
LA GENTE AFLUYE, AFLUYE SIN CESAR
Y la gente afluye, afluye sin cesar. Salen de todas partes: viejos, sanos, enfermos, niños, esposos que quieren empezar su vida con la bendición de la palabra de Dios, mendigos, ricos que llaman a los apóstoles para darles limosnas para el que no tiene, y parece como que si se confesasen, pues tratan de que quede oculto. Tomás ha tomado una alforja de viaje, saca lo que había, y echa en ella todo este tesoro de monedas, como si fuese comida para pollos, y luego lleva todo cerca del peñasco donde Jesús habla, y alegre y sonriente dice: "¡Mira, Maestro! ¡Hoy tienes para todos!"
Jesús le devuelve la sonrisa y dice: "Comenzaremos al punto para que el que esté triste se alegre inmediatamente. Tú y tus compañeros buscad los enfermos y pobres y traédmelos aquí delante".
LE TRAEN LOS POBRES Y LOS ENFERMOS
Cosa que sucede en un tiempo relativamente breve, porque si se debiera escuchar el caso de este y aquel, se haría más largo, sin el sentido práctico de Tomás que subiéndose a un peñasco, con su vozarrón grita: "Todos los que sufran en el cuerpo vengan a mi derecha, allí, donde hay sombra". Lo imita Iscariote que también tiene una voz fuerte y bella. Grita: "Y todos los que crean tener derecho a una limosna, vengan aquí, a mi alrededor. Y ver de no decir mentira porque los ojos del Maestro leen los corazones".
LA MULTITUD SE AGITA AL DIVIDIRSE EN TRES PARTES
La multitud se agita al dividirse en tres partes: por aquí los enfermos, por allá los pobres, y en esta parte los deseosos de doctrina. Pero de entre estos últimos, hay dos, luego tres, que parece como que tuviesen necesidad de otra cosa que no sea la salud ni el dinero, sino de algo que es más necesario que estas cosas. Una mujer y dos hombres. Miran, miran a los apóstoles, pero no se atreven a hablar. Pasa Simón Zelote con su aspecto severo; pasa Pedro arengando a una decena de niños traviesos a los que promete uvas si se portan bien hasta el fin, y una paliza si hacen bulla cuando esté hablando el Maestro; pasa Bartolomé anciano y serio; pasan Mateo y Felipe que llevan en brazos a un lisiado que difícilmente habría podido abrirse paso entre la multitud; pasan los primos del Señor dando el brazo a un mendigo casi ciego y a una pobrecita de edad indescifrable, que llora al contar a Santiago todas sus desgracias; pasa Santiago de Zebedeo con una pobre niña en los brazos que ciertamente estará enferma, se la tomó a su madre, que la sigue angustiada por temor de que la multitud le cause algún dolor. Los últimos que pasan son, podría llamarlos invisibles, Andrés y Juan. Porque Juan, con su natural sereno de muchacho santo, la lleva con todos sus compañeros, Andrés, por su gran timidez, prefiere andar con el antiguo compañero de pesca y de fe en el Bautista. Los dos habían estado en donde se reúnen los dos caminos principales para guiar a la gente a su lugar; pero por ahora en el monte no se ven otros peregrinos que vengan por caminos pedregosos y los dos se juntan para ir con las últimas limosnas recibidas a donde está el Maestro.
JESÚS ESTÁ VIENDO A LOS ENFERMOS
"Maestro, detrás de nuestra tienda hay tres que
lloran. Su aflicción es del corazón y no puede
revelarse a los demás..."
Jesús está ya viendo a los enfermos, y los gritos de alegría de la multitud indican que se realizó un milagro.
La mujer, que parece encontrarse en una situación muy afligida, se atreve a jalar del vestido a Juan que habla con Andrés. Se voltea y le dice: "¿Qué quieres, mujer?"
"Quisiera hablar con el Maestro..."
"¿Estás enferma? No eres pobre..."
"No estoy enferma, ni tampoco soy pobre, pero tengo necesidad de Él... Hay males que no producen fiebre y hay miserias sin pobreza y la mía... y la mía..." y se echa a llorar.
"Oye, Andrés. Esta mujer tiene una pena en el corazón y querría decírsela al Maestro. ¿Cómo hacemos?"
Andrés mira a la mujer y dice: "Ciertamente debe ser algo que duele al darlo a conocer..." La mujer asiente con la cabeza. Andrés le vuelve a decir: "No llores... Juan, haz el favor de llevarla detrás de nuestra tienda. La llevaré al Maestro".
Juan con la sonrisa en los labios, pide que le dejen pasar. Andrés va en dirección opuesta. Dos hombres afligidos observan a Andrés y Juan. Uno detiene a este y el otro a aquel, y hete, que pocos instantes después ambos están con Juan y con la mujer detrás del enramado que hace de pared a la tienda.
Andrés se acerca a Jesús en el momento en que cura al baldado que levanta las muletas como dos trofeos, vigoroso como un bailarín, y que anuncia el favor recibido. Andrés dice en voz baja: "Maestro, detrás de nuestra tienda hay tres que lloran. Su aflicción es del corazón y no puede revelarse a los demás..."
"Está bien. Me faltan esta niña y esta mujer. Luego iré. Diles que tengan fe".
JESÚS CURA A UNA NIÑA, ENTRE OTROS
Andrés se va mientras Jesús se inclina sobre la niña a quien su madre ha tomado nuevamente entre los brazos: "¿Cómo te llamas?" le pregunta Jesús.
"María".
"Y ¿cómo me llamo Yo?"
"Jesús", responde la niña.
"Y ¿quien soy?"
"El Mesías del Señor que ha venido a hacer bien a los cuerpos y a las almas".
"¿Quién te lo ha dicho?"
"Mamá y papá que en Ti esperan por mi vida".
"Vive. Y sé buena".
La niña, que pienso estaba enferma de la espina dorsal, porque aunque tiene sus siete y ocho años, sin embargo no mueve sino las manos, y está envuelta en vendas desde los hombros hasta las caderitas. Las vendas se ven porque su madre ha abierto el vestidito para mostrarlas; se queda así por un breve tiempo como estaba, y luego tiene un sobresalto y baja de los brazos maternos al suelo y corre a donde está Jesús que está curando a la mujer de quién sabe qué cosa.
Todos los enfermos son escuchados y son los que más gritan entre la multitud que aplaude al "Hijo de David, gloria de Dios y nuestra".
Jesús se dirige a la tienda. Judas de Keriot grita: "¡Maestro! ¿y estos?"
Jesús se voltea y dice: "Que esperen donde están. También ellos serán consolados" y rápido va detrás del enramado, donde están los tres afligidos con Andrés y Juan.
Señor, mi marido está por abandonarme
a causa de una prostituta.
Primero la mujer. Ven conmigo aquí entre estos setos, y habla sin temor".
"Señor, mi marido está por abandonarme a causa de una prostituta. Tengo cinco hijos, y el último tiene dos años... Mi dolor es muy grande... pienso en los hijos... No sé si los querrá él o me los dejará. Al menos querrá al primero de los hombres... Y yo que lo di a luz, ¿no tendré el gozo de verlo? Y ¿qué pensarán ellos de su padre y de mí? Pensarán mal de uno de los dos. No quisiera que juzgasen a su padre..."
"No llores. Soy el dueño de vida y muerte. Tu marido no se casará con esa mujer... Ve en paz y continúa siendo buena".
"Pero...¿no lo matarás? Oh ¡Señor, yo lo amo!"
Sonríe Jesús: "No mataré a nadie. Pero habrá quien cumpla con su deber. Ten en cuenta que el demonio no puede más que Dios. Cuando hayas llegado a tu ciudad, sabrás que fue muerta esa persona malvada y en tal forma que tu marido comprenderá lo que estaba haciendo y te amará con un nuevo amor".
La mujer le besa la mano que le había puesto sobre la cabeza y se va.
SE ACERCA UNO DE LOS HOMBRES
Tengo una hija, Señor, fue a Tiberíades a casa de
unas amigas y fue como si hubiese respirado el
veneno. Regresó como una ebria. Se quiso ir con un
griego... y luego...
Se acerca uno de los hombres. "Tengo una hija, Señor. Por mala suerte fue a Tiberíades a casa de unas amigas y fue como si hubiese respirado el veneno. Regresó como una ebria. Se quiso ir con un griego... y luego... Pero ¿por qué tuve yo esa hija? Su madre está muerta de dolor, y tal vez pronto partirá de este mundo... Yo... sólo tus palabras que escuché el invierno pasado, me hacen que no la mate. Pero te lo confieso, mi corazón la ha ya maldecido".
"No. Dios, que es Padre, no maldice al que ha pecado y que se obstina en serlo. ¿Qué quieres de Mí?"
"Que cambies su vida".
"No la conozco y ciertamente no vendrá a Mí".
"Pero Tú puedes cambiar el corazón desde lejos. ¿Sabes quién me ha mandado a Ti? Juana de Cusa. Estaba por partir a Jerusalén cuando fui a verla a su palacio para preguntarle si conocía ese griego infame. Me imaginaba que no lo conocería, porque es una buena mujer, pese a que vive en Tiberíades, pero como su marido trata a gentiles... No lo conoce. Me dijo: "Ve a Jesús. Él llamó a mi espíritu que estaba lejos y me curó de la tisis al haberlo llamado. También curará el corazón de tu hija. Pediré a Dios y tú ten fe". La tengo. Lo ves. Ten piedad, Maestro".
"Tu hija esta tarde llorará sobre las rodillas de su madre pidiéndole perdón. Tú también como la madre se bueno, perdónala. Lo pasado ha muerto".
"Si, Maestro. Como tú quieras y que seas bendito".
Empieza ya a caminar... pero se regresa y dice: "Perdona, Maestro... Tengo mucho miedo... La lujuria es un demonio tan grande. Dame un pedacito de tu vestidura. Lo pondré debajo de la almohada de mi hija. Mientras duerme el demonio no la tentará".
Jesús sonríe y mueve su cabeza... pero da gusto al hombre:
"Para que estés tranquilo" le dice. "Pero créeme que cuando Dios dice: "Quiero" el demonio se va sin necesidad de otra cosa. Esto lo tendrás como un recuerdo mío" y le da un pedacito de la orla de su vestido.
SE ACERCA LA TERCERA PERSONA
"mi padre murió. Pensábamos que tenía las riquezas
en dinero. No las encontramos. Soy el primogénito.
Los otros dos hermanos me acusan de haber hecho
desaparecer el dinero y quieren entablarme
proceso.
"Maestro, mi padre murió. Pensábamos que tenía las riquezas en dinero. No las encontramos. Y no hubiera sido gran cosa, porque no nos falta el pan. Yo vivía con mi padre, porque soy el primogénito. Los otros dos hermanos me acusan de haber hecho desaparecer el dinero y quieren entablarme proceso. Tú estás viendo mi corazón. No he robado ni siquiera un céntimo. Mi padre tenía su dinero en un cofrecito, y dentro había una cajita de hierro. Cuando murió abrimos el cofrecito, pero la cajita ya no estaba. Ellos dicen: "En la noche, mientras dormíamos, la tomaste". No es verdad. Ayúdame a poner la paz y amor entre nosotros".
Jesús lo mira fijamente y sonríe.
"¿Por qué sonríes, Maestro?"
"Porque el culpable es tu padre, se ha portado como un niño al esconder su juguete por temor de que se lo quitaran".
"No era avaro. Créemelo. Hacía favores".
"Lo sé. Pero era muy viejo... Son enfermedades de los viejos... Lo guardaba para vosotros y ha hecho que os enojarais, debido a su gran amor. La cajita está enterrada a los pies de la escalera de la bodega. Te lo digo para que sepas que lo sabía. Ahorita que te estoy hablando, tu hermano menor, que pisotea el suelo con ira, la hizo sonar y la han descubierto. Están avergonzados y arrepentidos de haberte culpado. Vuelve a casa tranquilo y sé bueno con ellos. No les digas palabras duras".
"No, Señor, y ni siquiera me voy. Me quedo para escucharte. Iré mañana".
"Y ¿si te quitan el dinero?"
"Tú dices que es menester no ser ambicioso. No quiero serlo. Me basta que haya paz entre nosotros. Por lo demás... ni sabía cuánto dinero había en la cajita y no llevaré a mal que no me digan toda la verdad. Hago como si se hubiera perdido ese dinero... Como he vivido hasta ahora, así viviré, si me lo niegan. Basta con que no me digan: ladrón!"
"Estás muy adelantado en el camino de Dios. Continúa. La paz sea contigo".
También este se va contento. Jesús vuelve a la multitud, a los pobrecitos, y da limosnas, según sus propias medidas. Ahora todos están contentos y Jesús empieza a hablar.
CUANDO OS EXPLICO LOS CAMINOS DEL SEÑOR,
ES CON EL FIN DE QUE LOS SIGÁIS
"La paz sea con vosotros.
Cuando os explico los caminos del Señor, es con el fin de que los sigáis. ¿Podríais seguir al mismo tiempo el camino que baja por la derecha y el que desciende por la izquierda? ¿Verdad que no? Porque si bajáis por uno, no bajaréis por el otro. Ni siquiera aunque los dos caminos estuviesen juntos, podríais caminar con un pie en uno y con el otro pie en el otro. Terminaríais por cansaros y equivocaros aunque hubiese una apuesta. Pero entre senderos de Dios y de Satanás hay una gran distancia, que cada vez se hace más grande; exactamente como esos dos senderos que desembocan aquí, pero cuanto más descienden al valle tanto más se separan de él; uno va a Cafarnaum y otro a Tolemaide.
La vida es así. Corre cual jinete entre el pasado
y el futuro, entre el mal y el bien.
La vida es así. Corre cual jinete entre el pasado y el futuro, entre el mal y el bien. En el centro está el hombre con su voluntad y libre arbitrio; en los extremos: en uno está Dios y su cielo; en el otro Satanás y su infierno. El hombre puede escoger. Ninguno lo fuerza. Que no se me venga a decir: "Satanás me tentó", para excusar la bajada que lleva al sendero de allá abajo. También Dios tienta con su amor y es muy fuerte; con sus palabras y son realmente santas; con sus promesas y que ¿por qué debe uno dejarse tentar tan solo de uno de los dos, y no dejarse mejor del que más merece que se le escuche? Las palabras, promesas, el amor de Dios ¿no son suficientes para neutralizar el veneno de Satanás?
VED QUE ESTO NO OS FAVORECE MUCHO
Ved que esto no os favorece mucho. Cuando uno está físicamente sano de cuerpo no está inmune de contagio, pero lo supera con facilidad. Pero si uno ya está enfermo y por lo tanto débil, ciertamente perecerá con una nueva infección o si sobrevive se pondrá más enfermo que antes, porque no hay fuerzas en la sangre para destruir completamente los gérmenes infecciosos. Lo mismo sucede con la parte superior. Si uno está moral y espiritualmente sano, fuerte, creedme que no deja de ser tentado, pero el mal no se desarrolla en él. Cuando oigo que uno me dice: "Hablé con fulano o zutano. Leí esto o aquello. Traté de convencer a mengano y perengano al bien, pero en realidad el mal que había en su mente y corazón, el mal que había en el libro, ha penetrado en mí". Yo concluyo: "Lo que demuestra que en ti habías ya creado el terreno favorable para que te penetrase. Lo que demuestra que eres un débil sin fuerza moral y espiritual. Porque aun de nuestros enemigos debemos sacar el bien. Al observar sus errores debemos aprender a no cometer los mismos. El hombre inteligente no se convierte en un hazmerreír con la primera teoría que oye. El hombre que está empapado en una doctrina, no puede dar cabida en sí a otra. Esto explica la dificultad que hay en tratar de convencer a los que los están con otras doctrinas para que sigan la verdadera. Pero si tú me dices que cambias de pensamiento al soplo más ligero del viento, digo que estás lleno de vacíos, que tienes tu fortaleza espiritual llena de grietas, los diques de tu pensamiento tienen muchos agujeros, y de ellos sale el agua buena y entra la sucia, y tú eres tan tonto y apático que ni siquiera caes en la cuenta, ni procuras poner remedio. Eres un desgraciado".
SABED ESCOGED DE ENTRE LOS DOS SENDEROS
EL BUENO...
Sabed escoger de entre los dos senderos el bueno y continuad en él resistiendo, resistiendo, resistiendo los alicientes de los sentidos, del mundo, de la ciencia y del demonio. La fe a medias, los compromisos, los pactos son dos y entre sí contrarios, dejadlos a los hombres del mundo. No deberían de existir ni siquiera entre ellos si en realidad fuesen honrados. Al menos, vosotros hombres de Dios, no los tengáis. No podréis tenerlos con Dios y con Mammona. Pero ni siquiera con vosotros mismos los tengáis, porque no tendrían valor. Vuestras acciones mezcladas con cosa buena y no buena, no tienen valor alguno. Las buenas acaban por ser anuladas completamente por las no buenas. Las malas os llevarían directamente a los brazos del Enemigo. Por esto no lo hagáis. Sed fieles en vuestro modo de servir.
NINGUNO PUEDE SERVIR A DOS PATRONES
DE IDEAS DIVERSAS.
Ninguno puede servir a dos patrones de ideas diversas. O amará a uno y despreciará al otro o viceversa. No podéis ser igualmente de Dios y de Mammona. El espíritu de Dios no puede conciliarse con el del mundo. El uno asciende, el otro baja. El uno santifica, el otro corrompe. Y si os corrompéis ¿cómo podéis obrar con pureza? Los sentidos arden en los hombres que se han dejado corromper, y detrás de los sentidos, siguen otros deseos. Vosotros sabéis como se corrompió Eva y cómo también Adán por causa de ella.
SATANÁS BESÓ LOS OJOS DE LA MUJER
Y LOS HECHIZÓ EN TAL FORMA ...
Satanás besó los ojos de la mujer y los hechizó en tal forma que todo lo que antes tenía una apariencia pura, tomó una no pura y despertó una curiosidad extraña. Después Satanás besó sus orejas e hizo que escuchase palabras de una ciencia desconocida: la suya. También la inteligencia de Eva quiso conocer lo que no era necesario. A continuación Satanás ya con los ojos y la mente despertados hacia el mal, mostró lo que al principio no habían visto ni entendido. Todo en Eva se despertó y se corrompió. La mujer, fue al hombre, le reveló su secreto y lo persuadió a gustar del nuevo fruto, que era muy hermoso a la vista y que hasta el presente había estado prohibido. Lo besó y lo miró con la boca y pupilas en donde ya estaba lo turbio de Satanás. Y la corrupción penetró en Adán que vio, y a través de sus ojos apeteció lo prohibido, lo mordió con su compañera, y cayó de tan gran altura al fango.
Cuando uno se corrompe arrastra a la corrupción al otro, a menos que éste no sea un santo en el sentido propio de la palabra.
ESTAD ATENTOS, ¡OH HOMBRES! A LA MIRADA.
Estad atentos, ¡Oh hombres! a la mirada. Sí, al mirar con vuestros ojos y mente. Una vez corrompidos no pueden menos de corromper lo demás. El ojo es la luz del cuerpo. La luz de tu pensamiento son los ojos. Pero si tus ojos no fueren puros, porque los sentidos se corrompen por el pensamiento, pues los órganos dependen de él, todo en ti será oscuro, y niebla seductora creará en ti fantasmas impuros. Todos es puro en quien tiene un pensamiento que produce miradas puras, y la luz de Dios desciende cual reina donde los sentidos no hacen ningún obstáculo. Pero si por mala voluntad has educado los ojos para que vena visiones turbias, todo será en ti tinieblas. Inútilmente mirarás aun las cosas más santas. En la penumbra no habrá más que tinieblas y no harás más que obras de tinieblas.
Por esto, hijos de Dios, guardaos contra los sentidos. Vigilaos atentamente contra todas las tentaciones. Ser tentado no es mal. El atleta se prepara a la victoria con la lucha. El mal está en ser vencidos, porque no está uno preparado y no está uno atento. Sé que cualquier cosa sirve de tentación. Sé que la defensa debilita. Sé que la lucha cansa. Pero, levantad los ojos y ved qué os conquista esto. ¿Querríais por una hora de placer, cualquiera que sea éste, perder una eternidad de paz? ¿Qué os deja el placer de la carne, del oro del pensamiento? Nada. ¿Qué os produce el repudiarlos? Todo. Me dirijo a los pecadores porque el hombre es pecador. Pues bien, decidme la verdad: después de haber apaciguado los sentidos, el orgullo, la avaricia, ¿os habéis sentido más frescos, más contentos, más seguros? ¿Os habéis sentido realmente felices en la hora que siguió al relajamiento, tiempo que siempre es de reflexión? No he gustado este pan de los sentidos. Respondo por vosotros: "No. Marchitez, descontento, incertidumbre, náuseas, temor, intranquilidad. Este es el jugo que exprimisteis en esa hora".
Pero ved, que si os digo: "No hagáis jamás esto", también os digo: "No seáis inexorables con los que yerran". Recordad que todos sois hermanos, hecho de la misma carne y alma. Pensad que muchas son las razones por las que uno es llevado a pecar. Sed misericordiosos con los pecadores y bondadosamente levantadlo, conducidlos a Dios, mostrándoles que el sendero que han recorrido está lleno de peligros de la carne, de la mente y del espíritu. Haced esto y tendréis un gran premio, porque el Padre que está en los cielos es misericordioso con los buenos y sabe dar el ciento por uno.
Por lo que os digo..."
Dice Jesús:
"Mira y escribe. Es un evangelio de misericordia que doy a todos y en especial a los que se reconozcan en la pecadora, y los invito a seguirla en su redención. (Véase el archivo siguiente)
III. 190-200
A. M. D. G