EL SIERVO DEL CENTURIÓN ES CURADO

 


 

#JESÚS EN CAFARNAUM   

#EL CENTURIÓN HABLA CON JESÚS    

#Jesús se ofrece para curar al siervo del centurión  

 #En verdad os digo que no he encontrado tanta fe en Israel

 


 

JESÚS EN CAFARNAUM

 

Jesús de la campiña entra en Cafarnaum. Están con El los doce, mejor dicho, tan sólo once, porque Juan no está. Los acostumbrados saludos de la gente en una gama intrincada de expresiones, comparados con los sencillos de los niños, con los un tanto tímidos de las mujeres, con los de admiración inexplicable de los curados, hasta con los de los curiosos y burlones. Son diversos según los gustos.

Jesús responde el saludo según sea éste: con caricias a los niños, con bendiciones a las mujeres, con sonrisa a los curados, y con seriedad a los demás. A estos saludos hoy se añade el del centurión del lugar, según parece. Lo saluda a su manera: "¡Salve, Maestro!" al que Jesús responde con su: "Que Dios venga a ti".

 

EL CENTURIÓN HABLA CON JESÚS

 

El romano continúa, entre tanto que la multitud curiosa se agolpa para presenciar el encuentro: "Hace algunos días que te estoy esperando. No me reconociste de entre los que te escucharon en la Montaña. Iba vestido de particular. ¿No quieres saber por qué fui?"

"No. ¿Qué se te ofrece?"

""Tengo órdenes de seguir a los que celebran reuniones, porque muchas veces Roma ha debido arrepentirse de haber permitido reuniones so capa de bien. Pero al ver y oír, he pensado en Ti como en un.. como en un... Señor, tengo un siervo enfermo. Está en mi casa, en su cama. Una enfermedad le ha paralizado los huesos y sufre mucho. Nuestros médicos lo curan. Los vuestros, a los que mandé llamar se han rehusado venir. Son enfermedades que provienen de los aires corrompidos de estas regiones, y podrían curarlas con hierbas del suelo ardiente de la ribera donde se detienen las aguas antes de que desaparezcan entre la arena del mar. Lo siento mucho porque se trata de un siervo fiel."

 

JESÚS SE OFRECE

PARA CURAR AL SIERVO DEL CENTURIÓN

 

"Iré a curarlo a tu casa".

"No, Señor. No te pido tanto. Soy pagano, inmundicia para vosotros. Si los médicos israelitas tienen miedo de contaminarse con poner su pie en mi casa, con mucha mayor razón debe de provocarte asco a Ti, que eres divino. No soy digno de que entres en mi casa. Pero si desde aquí dices una sola palabra mi siervo se curará porque Tú das órdenes a todo lo que existe, pues si yo un hombre, y sujeto a unas autoridades, la primera de las cuales, le del César, por quien debo hacer, pensar y obrar como se me ordenó, puedo a mi vez mandar a los soldados que están bajo mis órdenes, y si digo a uno: "Vete", a otro: "Ven", y al siervo: "Haz esto", el uno va a donde lo mando, el otro a donde lo llamo, el tercero hace lo que digo; Tú, que eres quien eres, al punto te obedecerá la enfermedad y se irá".

"La enfermedad no es un hombre..." replica Jesús.

"Tampoco Tú eres un hombre, sino el Hombre. Puedes por lo tanto ordenar también a los elementos, y a la fiebre porque todo está sujeto a tu poder".

Algunos principales de Cafarnaum toman a Jesús aparte y le dicen: "Es romano, pero Tú hazle caso porque es un hombre de bien que nos respeta y ayuda. Figúrate que él por sí mismo ha hecho fabricar nuestra sinagoga y ha hecho que sus soldados no se burlen de nosotros en los sábados. Concédele el favor por amor a tu ciudad, para que no quede desilusionado y contrariado, y su amor se convierta en odio contra nosotros".

Y Jesús, después de haber escuchado a éste y aquél se vuelve sonriente al centurión y le dice: "Adelántate que Yo voy".

Pero el centurión torna a decir: "No, Señor, lo he dicho: me sentiría honrado si entrases en mi casa, pero no soy digno de tanto; pronuncia sólo una palabra y mi siervo se curará".

"Y así sea. Ve con fe. En este instante la fiebre lo deja y la vida torna a su cuerpo. Procura que también venga la Vida a tu alma. Vete".

El centurión saluda militarmente, después se inclina y se va.

 

EN VERDAD OS DIGO

QUE NO HE ENCONTRADO TANTA FE EN ISRAEL

 

Jesús lo mira y luego se dirige a los presentes. "En verdad os digo que no he encontrado tanta fe en Israel. Oh, es verdad que "el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz. Esta ha despuntado sobre los que habitaban en la oscura región de la muerte", y en otra parte: "El Mesías reunirá a las naciones cuando levante su estandarte". Oh, mi Reino. Verdaderamente que a ti vendrán en número sin fin. Más que todos los camellos y dromedarios de Madián y Efa, y que los que trajeron oro e incienso de Saba; más que todos los ganados de Cedar y los machos cabríos de Nabaiot serán los que vendrán a ti, y mi corazón se ensanchará de gozo al ver que vienen a Mí los pueblos del mar y las naciones poderosas. Me están esperando las islas para adorarme, y los extranjeros edificarán los muros de mi Iglesia cuyas puertas estarán siempre abiertas para acoger a reyes y a las fuerzas de las naciones y por Mí se santificarán. Esto que Isaías vio se cumplirá. Yo digo que muchos del oriente y occidente vendrán y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, mientras los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes".

"¿Profetizas, pues, que los gentiles serán iguales a los hijos de Abraham?"

"No iguales: superiores. No os duela, porque es vuestra culpa. No Yo, sino los Profetas lo dicen, y las señales ya lo confirman. Vaya alguno de vosotros a la casa del centurión para comprobar que su siervo ha sido curado según lo merecía su fe. Venid. Tal vez en casa haya enfermos que me están esperando".

Jesús con los apóstoles y alguno que otro va a la casa donde suele hospedarse en Cafarnaum. Los más se dirigen curiosos y con gritos a la del centurión. 

III. 222-224.

 A. M. D. G.