"DEJA QUE LOS MUERTOS
SEPULTEN A SUS MUERTOS".
#JESÚS SE DIRIGE A LA ORILLA DEL LAGO
JESÚS SE DIRIGE A LA ORILLA DEL LAGO
Veo a Jesús que se dirige con sus once, pues sigue faltando Juan, a la orilla del lago. Mucha gente lo rodea. Muchos de ellos son los que estuvieron en la Montaña, casi en su totalidad hombres, que han venido hasta Cafarnaum para oír su palabra una vez más. Querrían que no se fuese. Pero El dice: "Pertenezco a todos. Hay muchos que quieren que esté con ellos. Regresaré. Nos volveremos a ver. Por ahora dejadme partir". Con trabajo se va abriendo paso entre la gente que se estruja en la callejuela estrecha. Los apóstoles con los hombres tratan de hacerle paso, pero es como querer pasar entre algo blando, que al punto se cierra como antes. Inútilmente se inquietan.
Están ya cerca de la ribera cuando, un hombre de mediana edad que a duras penas ha logrado abrirse paso, se acerca al Maestro. Le toca la espalda para llamarle la atención. Jesús se voltea, se detiene y pregunta: "¿Qué quieres?"
"Soy un escriba. Pero lo que hay en tus palabras no tiene comparación con lo que hay en nuestros preceptos. Me has ganado, Maestro. No te dejaré. Te seguiré a donde fueres. ¿Cuál es tu camino?"
"El del cielo".
"No me refiero a ese. Te pregunto: ¿a dónde vas? Fuera de la casa de aquí, ¿cuáles son en las que te puedo encontrar?"
"Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos. Pero el Hijo del hombre no tiene lugar fijo dónde dormir. Mi casa es el mundo, allí donde hay almas a quienes se debe instruir, miserias que aliviar, pecadores que redimir".
"Por todas partes, en una palabra".
"Es así como lo has dicho. Tú doctor de Israel, ¿podrías hacer lo que hacen por amor mío estos mínimos? Aquí es necesario sacrificio y obediencia, caridad para con todos, espíritu de adaptación, principalmente con todos, porque la condescendencia atrae. Quien quiere curar, debe curarse de cualquier herida. Después vendrá la pureza del cielo. Estamos en el fango y es menester arrancar del fango, en que tenemos los pies, las víctimas que están en él sumergidas. No levantarse el vestido y apartarse porque allí el fango es más profundo. La pureza debe existir en nosotros. Debemos estar completamente empapados de ella de modo que nada pueda entrar. ¿Puedes todo esto?"
"Por lo menos déjame intentarlo".
"Intenta. Rogaré para que seas capaz".
QUE VA A SEPULTAR A SU PADRE,
QUE LE SIGA
Jesús continúa su camino. Atraído por dos ojos que lo miran, dice a un joven alto y robusto que se ha detenido para dejar pasar el séquito y que parece dirigirse a otra parte: "Sígueme".
El joven se sobresalta, cambia de color, bate los ojos como deslumbrado, luego abre la boca para decir algo y no encuentra al punto una respuesta. Finalmente dice: "Te seguiré. Mi padre murió en Corozaim y debo sepultarlo. Permíteme que lo haga y luego vendré".
"Sígueme. Deja que los muertos sepulten sus muertos. Tú ya has aspirado la Vida. La has deseado. No llores por el vacío que la Vida te ha formado a tu alrededor para tenerte por discípulo. Las podaduras de afecto son raíces de las que nacen alas al hombre transformándolo en siervo de la Verdad. Deja la corrupción a su suerte. Levántate hacia el Reino de lo incorrupto. Allí encontrarás la perla incorruptible de tu padre. Dios llama y pasa. Puede ser que mañana no encontrarás más tu corazón de hoy y la invitación de Dios. Ven, para que vayas a anunciar el Reino de Dios".
El hombre recargado sobre una pared pequeña, tiene los brazos colgados, de los que cuelgan bolsas, con aromas y vendas. Tiene bajada la cabeza. Piensa entre dos amores: el de Dios y el del padre.
Jesús lo mira y espera, toma un niño, se lo aprieta al corazón diciéndole: "Repite conmigo: "Te alabo, oh Padre, e invoco tu luz para los que lloran entre las nieblas de la vida. Te alabo, oh Padre, e invoco tu fuerza para quien es cual niño que necesita de quien lo sostenga. Te alabo, oh Padre, e invoco tu nombre para que hagas olvidar cualquier otra cosa que no seas Tú, a todos los que en Ti encontrarían, y no saben creerlo, todo su bien, que está en el cielo". Y el niño, un inocente de unos cuatro años, repite con su vocecita las palabras santas y con las manos juntas en oración que tiene juntas al pulso de la mano derecha de Jesús, cual si fuesen dos florecitas.
El hombre se decide. Da a un compañero sus bolsas y se acerca a Jesús, que baja en tierra al niño después de haberlo bendecido, y abraza al joven para confortarlo y sostenerlo en su esfuerzo.
OTRO HOMBRE QUIERE VENIR EN POS
DE JESÚS, PERO ANTES
QUIERE DESPEDIRSE DE SUS FAMILIARES
Otro hombre le pregunta: "También querría venir como él, pero antes de seguirte quisiera despedirme de mis familiares. ¿Me das permiso?"
Jesús lo mira fijamente y responde: "Muchas raíces están trabadas en el ser humano. Sepáralas, y si no puedes, córtalas. Con libertad espiritual se viene al servicio de Dios. Nada debe de impedir a quien se entrega".
"Señor, la carne y la sangre son siempre carne y sangre. Poco a poco llegaré a esa libertad de la que hablas".
"No. No lo podrás jamás. Dios es exigente como es infinitamente generoso en premiar. Si quieres ser discípulo, es menester que abraces la cruz y vengas. De otro modo estás en el número de los simples fieles. La vida del siervo de Dios no es una vida tapizada de pétalos. Es absoluta en sus exigencias. Nadie que haya puesto mano en el arado para arar los campos de los corazones y esparcir la semilla de la doctrina de Dios, puede volverse atrás para mirar lo que ha dejado, y lo ha perdido, lo que podría haber tenido si hubiese seguido otro camino usual. Quien obra así no está adaptado al Reino de Dios. Mira tú mismo lo que puedes. Date valor y después ven. Por ahora no".
Han llegado a la playa. Jesús sube en la barca de Pedro al que dice algunas palabras al oído; veo que sonríe y Pedro hace un gesto de admiración. Pero no dice nada. Sube también el joven que dejó de ir a sepultar a su padre por seguir a Jesús.
III. 224-227.
A. M. D. G.