JESÚS EN MÁGDALA.

SEGUNDO ENCUENTRO CON LA 

MAGDALENA

 


 

#JESÚS SE DIRIGE A MÁGDALA  

 #A Mágdala, sí a Mágdala. ¿Te tienes por demasiado honesto para entrar? ¡Pedro, Pedro!... Por amor mío deberás entrar no en una ciudad de diversión sino en verdaderos lupanares...    

#Con los labios, no. Has hablado dentro de tu corazón. Has platicado con tu huésped que es tu corazón. No es menester tener otra persona con quien hablar.  

#Gritos de llanto salen de una rica casa. Son de niños y mujeres. Una voz femenina rompe el aire: "Hijo, hijo."    

#JESÚS HACE EL MILAGRO DE CURAR A UN MORIBUNDO   

#Jesús levanta los ojos en dirección de la mano, que temblorosa acusa, y ve en el rincón, contra la pared de color rojo oscuro a María de Mágdala, más provocativa que nunca,   

#¿Puedes perdonar? Si tú perdonas, Dios perdona. Es menester limpiar el corazón para obtener gracias.   

#Cállate. Ten misericordia, como se ha tenido para contigo. Tu casa ha sido santificada con el milagro que siempre es prueba de la presencia de Dios. Por esto no pude hacerlo donde había pecado.

 


 

JESÚS SE DIRIGE A MÁGDALA

 

Todos los apóstoles están alrededor de Jesús. Sentados sobre la hierba bajo el fresco de las copas de árboles, cerca de un río, comen su pan y queso, y beben agua del río que es fresca y clara. Las sandalias llenas de polvo dicen muy a las claras de que un largo camino han recorrido y que tal vez los discípulos pidieron descansar en la hierba.

Pero el Incansable Caminante no es de igual parecer. Apenas si nota que la hora más calurosa ha pasado, se pone en pie, toma el camino y mira... Luego se voltea y dice: "Vámonos" sencillamente.

Llegados a una bifurcación, mejor dicho a una cuatrifurcación porque cuatro caminos polvorosos se dan cita allí, Jesús toma decididamente el que va en dirección al noroeste.

"¿Regresamos a Cafarnaum?" pregunta Pedro.

Jesús responde: "No." Únicamente: no.

"Entonces a Tiberíades" insiste Pedro que quiere saber.

"Tampoco."

"Este camino va al Mar de Galilea... y allí está Tiberíades y allí está Cafarnaum..."

"Y también está Mágdala" dice Jesús con rostro semiserio para calmar la curiosidad de Pedro.

"¿Mágdala? ¡Oh!..."Pedro queda un poco escandalizado. Esto me hace sospechar que la ciudad tiene mala fama.

 

A Mágdala, sí a Mágdala. 

¿Te tienes por demasiado honesto para entrar? 

¡Pedro, Pedro!... 

Por amor mío deberás entrar no en una ciudad de diversión 

sino en verdaderos lupanares...

 

"A Mágdala, sí a Mágdala. ¿Te tienes por demasiado honesto para entrar? ¡Pedro, Pedro!... Por amor mío deberás entrar no en una ciudad de diversión sino en verdaderos lupanares... Cristo no ha venido a salvar a los que ya están salvados, sino a salvar a los perdidos... y tú... tú serás "Piedra" y no Simón; y por esto, Cefas. ¿Tienes miedo de contaminarte? ¡No! Ni siquiera este, (y señala al joven Juan) ni siquiera este recibirá daño. Porque él no quiere. Como tú no quieres, como no quieren tu hermano y el hermano de Juan... como no quiere ninguno de vosotros por ahora. Mientras no se quiere, no viene el mal. Pero es menester no querer fuerte y constantemente. Fuerza y constancia se obtienen del Padre, si se ora con rectitud de propósito. No todos sabréis rogar siempre así... ¿Qué estás diciendo Judas? No te fíes mucho de ti mismo. Yo, que soy el Mesías, ruego constantemente para tener fuerzas contra Satanás. ¿Puedes más tú que Yo? El orgullo es una rendija por donde Satanás penetra. Vigila y se humilde, Judas. Mateo, tú que eres muy práctico del lugar, dime: ¿es mejor entrar por este camino o hay otro?"

"Según, Maestro. Si quieres andar a Mágdala de los pescadores y de los pobres el camino es este. Por aquí se entra al barrio. Pero -no lo creo, lo hago con todo para darte una respuesta amplia- si quieres ir a donde están los ricos, entonces hay que dejar este camino, tomar otro que está de aquí unos cien metros, porque las casas de los ricos están casi a esta altura y hay que regresar..."

 "Regresaremos, porque a la Mágdala de los ricos es a donde quiero entrar. ¿Qué has dicho, Judas?"

"Nada, Maestro. Es la segunda vez que me lo preguntas en poco tiempo. Yo no he dicho nada."

 

Con los labios, no. 

Has hablado dentro de tu corazón. 

Has platicado con tu huésped que es tu corazón. 

No es menester tener otra persona con quien hablar.

 

"Con los labios, no. Has hablado dentro de tu corazón. Has platicado con tu huésped que es tu corazón. No es menester tener otra persona con quien hablar. Nos decimos a nosotros mismos muchas palabras... Pero no hay que murmurar, ni calumniar siquiera con nuestro propio "yo"."

El grupo sigue caminando ahora en silencio. La calle, es una calle de ciudad pavimentada con piedras largas cuadradas. Las casas son ricas y bellas entre huertos y jardines lozanos y floridos. Me parece que Mágdala, la elegante ciudad, era para los palestinenses una especie de lugar de placer, como ciertas ciudades italiana: Stres, Gardone, Pallaza, Bellagio, etc. Los ricos palestinenses están mezclados con los romanos, que ciertamente habrán venido de otros lugares, como Tiberíades o Cesarea donde habrán servido al gobernador en calidad de funcionarios o comerciantes que envían a Roma las cosas más hermosas que les produce su colonia palestinense.

Jesús se adentra, como quien sabe a dónde va. Costea el lago, en cuya ribera se ven las casas con sus jardines.

 

Gritos de llanto salen de una rica casa. 

Son de niños y mujeres. 

Una voz femenina rompe el aire: "Hijo, hijo."

 

Gritos de llanto salen de una rica casa. Son de niños y mujeres. Una voz femenina rompe el aire: "Hijo, hijo."

Jesús se vuelve y mira a sus discípulos. Judas se adelanta. "Tú, no" ordena Jesús. "Tú, Mateo. Ve a preguntar."

"Una riña, Maestro. Un hombre está agonizando. Un judío. El que lo hirió, escapó, era romano. Han acudido la mujer, la madre, y los pequeñines... Está muriendo."

"Vamos."

"Maestro... Maestro... Esto ha sucedido en la casa de una mujer que no es la esposa."

"Vayamos."

Entran por la puerta que da a un largo y espacioso vestíbulo que comunica con un hermoso jardín. Parece que la casa está dividida en un columnato cubierto de verdes plantas que están en macetas, con estatuas y objetos enchapados. Una combinación de sala e invernadero. Es una habitación cuya puerta da al vestíbulo, hay mujeres que están llorando. Jesús entra pero no da su saludo.

Entre los hombres hay un mercader que debe conocer a Jesús, porque apenas lo ve, dice: "¡El Rabí de Nazaret!" y lo saluda con respeto.

"José, ¿qué ha sucedido?"

"Maestro, un golpe de puñal al corazón... Se está muriendo."

"¿Por qué?"

 

JESÚS HACE EL MILAGRO DE CURAR A UN MORIBUNDO

 

Una mujer de cabello gris y despeinada se levanta -estaba de rodillas cerca del moribundo, le tenía asida una mano- y con ojos de demente grita: "Por esa, por esa... Me lo embrujó... Tenía madre, tenía mujer, tenía hijos. El infierno debe estar en ti, Satanás."

 

Jesús levanta los ojos en dirección de la mano, 

que temblorosa acusa, 

y ve en el rincón, contra la pared de color rojo oscuro 

a María de Mágdala, más provocativa que nunca,

 

Jesús levanta los ojos en dirección de la mano, que temblorosa acusa, y ve en el rincón, contra la pared de color rojo oscuro a María de Mágdala, más provocativa que nunca, diría yo, que está vestida casi con nada hasta la mitad de su cuerpo, esto es, semidesnuda de la cintura para arriba, lleva sólo una especie de  redecilla hexagonal de algo que parecen perlitas. Está en la penumbra y no puedo distinguir bien.

Jesús baja los ojos. María, humillada con la indiferencia, se yergue, ella que antes parecía como aniquilada y se da aire.

"Mujer" dice Jesús a la madre. "No maldigas. Respóndeme. ¿Por qué tu hijo estaba en esta casa?"

"Ya te lo dije. Porque ella lo había hecho como loco. Esa."

"Silencio. También él estaba cometiendo un pecado de adulterio, y era un padre indigno de estos inocentes. Merece, pues, su castigo. En esta y en la otra vida no hay misericordia para quien no se arrepiente. Tengo compasión de tu dolor, mujer, y de estos inocentes. ¿Está lejos tu casa?"

"Unos cien metros."

"Levantadlo y llevadlo allá."

"No es posible, Maestro" dice José, el mercader. "Está muriendo ya."

"Haz como dije."

Ponen una tabla debajo del cuerpo del moribundo, y lentamente sale el cortejo. Atraviesa la calle y entra en un jardín lleno de sombra. Las mujeres siguen llorando con todas sus fuerzas. Apenas entrados en el jardín, Jesús se vuelve a la madre.

 

¿Puedes perdonar?

 Si tú perdonas, Dios perdona. 

Es menester limpiar el corazón para obtener gracias. 

 

"¿Puedes perdonar? Si tú perdonas, Dios perdona. Es menester limpiar el corazón para obtener gracias. Este pecó y volverá a pecar. Sería mejor para él morir porque si vive, volverá a recaer en el pecado y deberá responder también de la ingratitud para con Dios que lo salva. Pero tú y estos inocentes (señala a la mujer y a los niños) caeríais en la desesperación. He venido a salvar y no a condenar. Hombre, Yo te mando: Levántate y queda sano."

El hombre vuelve a la vida, abre los ojos, ve a su madre, a sus hijos, a su mujer, inclina la cabeza avergonzado.

"Hijo, hijo" dice la madre. "Estarías muerto si Él no te hubiese salvado. Vuelve en ti. No delires por una..."

 

Cállate. Ten misericordia, como se ha tenido para contigo. 

Tu casa ha sido santificada con el milagro 

que siempre es prueba de la presencia de Dios. 

Por esto no pude hacerlo donde había pecado.

 

Jesús interrumpe a la mujer. "Cállate. Ten misericordia, como se ha tenido para contigo. Tu casa ha sido santificada con el milagro que siempre es prueba de la presencia de Dios. Por esto no pude hacerlo donde había pecado. Procura conservar tu casa así, aun cuando éste no lo hará. Ahora tened cuidado de él. Es justo que sufra un poco. Sé buena, mujer. Adiós, niños." Jesús pone su mano sobre la cabeza de las dos mujeres y de los niños.

Luego sale, pasando delante de Magdalena, que siguió al borde del camino el cortejo y estaba recargada contra un árbol. Jesús camina despacio como para esperar a los discípulos, pero creo que lo haga para ver si María hace algo. No se mueve.

Los discípulos se reúnen con Jesús y Pedro no puede refrenarse de decir un epíteto apropiado a María. Esta, que quiere darse aire, estalla en una risotada que es un triunfo muy mezquino. Jesús que oyó la palabra de Pedro, severo se voltea: "Pedro. No no insulto. No debes insultar. Ruega por los pecadores. No más."

María deja de reír, baja la cabeza y huye como una gacela a su casa.

III. 258-262

A. M. D. G.